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Elecciones y Renovación de “serviles”

Fuentes: Rebelión

Pese al severo impacto de la pandemia en el mundo occidental varios países han celebrado este año elecciones. Se celebran como demostración esencial de que vivimos en democracia, aunque hace ya décadas que las elecciones son, en la mayor parte de los países de Europa y América, simplemente un ejercicio propagandístico de las oligarquías y élites locales, usado para hacernos creer y sentir, a ciudadanos y ciudadanas, que votando nos volvemos participantes políticos.

Pero a tal punto las elecciones se han vuelto una puesta en escena teatral y conveniente que muchos ya presentimos el escenario y el libreto con una simple variación de actores. A partir de la imposición del neoliberalismo económico y social en los años 80, políticas directamente contrarias a la mayoría -pueblo y trabajadores, han degradado la sociedad en beneficio de una minoría y de sus servidores o serviles. La política oficial, los políticos y otros administrativos con cargos son meros empleados públicos con buenos sueldos al servicio de élites locales y supralocales. Mientras algunos políticos discuten en los parlamentos asuntos ya manipulados, ya irrelevantes en cuanto a desafiar los intereses de ricos y corporaciones, otros van al parlamento a sentarse o dormir o simplemente se ausentan tanto como deseen.

No es que occidente viviera antes de los años 80 un sistema político y electoral equitativo, pero el estado jugaba ya desde los años treinta del siglo pasado un papel importante en la economía y en la sociedad y aplicaba el keynesianismo basado en la teoría económica y social del teórico británico John Maynard Keynes. Este no favorecía socialismo, pero era consciente de que el capitalismo llegaba a tales extremos que era capaz de desatar una revolución socialista general, tal fue el caso de la Revolución Rusa de 1917. Usando al estado y al gobierno, el keynesianismo facilita inversiones y contratos privados que generan trabajo y producción al tiempo que acepta tanto la sindicalización como el fordismo (pactos entre empresas y sus trabajadoras y trabajadores). Este sistema aplica en particular en el llamado primer mundo. El keynesianismo generó la creación y eventual ampliación del llamado Estado de Bienestar Social posterior a la Segunda Guerra Mundial. Este modelo de estado (de bienestar social) no fue aplicado en el tercer mundo, con alguna excepción, donde el keynesianismo fue simplemente una forma de desarrollismo. En todo occidente el keynesianismo favorece ciertos espacios de pensamiento crítico que facilita que en las tribunas políticas se expresen y se apoyen proyectos en favor de todos y todas. Hoy estos espacios son excepcionales, gobiernos y parlamentos enteros se dedican a la defensa de los ricos, sus corporaciones y del imperialismo que juntos patrocinan.

En cada elección, de cualquier nivel, el discurso dominante es vacío, no expresa nada que concierna a la gente común. Lo que importa es el show que generalmente contiene algún cliché personal. Se favorece, siguiendo el formato dominante en Estados Unidos, un debate televisado vacuo, ridículo y mediado. El debate puede haber significado algo en sus principios, cuando en 1956 suben al escenario dos candidatas al senado, o en 1960 debaten por televisión John Kennedy y Richard Nixon. Pero hoy los debates televisados son calculadas, limitadas, predecibles puestas en escena de consumo público donde nada relevante emerge.

Los ejemplos sobran. En Europa, las últimas elecciones federales de Alemania (septiembre 2021) cambiaron de ganador, pero no significan absolutamente nada para el destino de Alemania. Lo único relevante fue que la izquierda alemana alcanzó solo el 5 por ciento del voto, en unas elecciones donde cada vez menos gente vota por la izquierda. Algo similar sucede en España, donde la izquierda aún tiene representación parlamentaria, pero estos tienen que soportar difamaciones continuas de parte de abundantes y agresivos fascistas que ocupan espacios en los parlamentos europeos. En Italia y en Inglaterra la izquierda no existe en representación. En América del Sur las elecciones legislativas de Argentina (noviembre 2021) no cambiaron demasiado la composición del Congreso de la Nación, a pesar de la alharaca del triunfo de los representantes de la oligarquía argentina, la izquierda sacó casi el 6 por ciento y su verdadera fuerza parece estar en la calle. El juego político sigue como siempre y muchos argentinos parecen ser vulnerables a las maniobras y manipulaciones de los medios oligárquicos.

En Canadá

Aquí en Canadá el pasado septiembre el gobierno liberal minoritario de Justin Trudeau llamó a elecciones, algo sorprendente pues solo hacia dos años que se habían realizado y el parlamento había trabajado pocos meses debido a la pandemia, obviamente buscando alcanzar mayoría parlamentaria. Las elecciones fueron un show con un mes de campaña electoral donde lo único que se evidenció fue la actitud poco seria de los líderes de los partidos oficiales. El primer ministro (Trudeau) muestra su habitual demagogia recorriendo el país en un autobús con su familia y parando en lugares para tomarse fotos, que no incluyen público. El líder del partido opositor, el conservador de derecha Erin O’Toole se disfraza de trabajador (con overol y todo) y visita lugares de trabajo, siendo el único que menciona a los trabajadores en sus discursos. El líder del NDP (Socialdemocracia) Jagmeet Singh, de padres nacidos en India, usa turbante Sikh por su religión y representa al multiculturalismo, pero no menciona asuntos relevantes a la población multicultural de este país, tampoco habla de desafíos en sus escasos discursos. La nueva líder del Partido Verde, Annamie Paul, mujer de color de padres caribeños y de religión judía, enfrenta las elecciones con un partido dividido y en luchas internas. Paul, poco votada, pierde en su distrito y no alcanza tener espacio parlamentario. Debido a su mala actuación el partido le pide que renuncie, pero sorprendentemente, ella se niega, busca compensación y parece no querer perder su salario de más de 250.000 dólares anuales que ella misma había aumentado. Luego, el partido que representa la provincia de Quebec en el parlamento federal, aunque no tiene impacto nacional tiene buena representación parlamentaria. Y el partido Popular, de extrema derecha y federal, aunque fue votado por el 5 por ciento no tiene elegidos debido a que el sistema parlamentario no es proporcional y favorece al partido mayoritario.

Existen pequeños partidos sin cobertura y con muy limitados recursos que igualmente participan en las elecciones federales y provinciales de este país. Los dos partidos de izquierda son el partido Comunista y el partido Marxista-Leninista y ambos se presentan a elecciones gracias a no haber perdido capacidad de registrarse. Esta capacidad fue cuestionada en una batalla política impactante que en Canadá se llama el “Caso Figueroa.” El año 2002, Miguel Figueroa, entonces líder del Partido Comunista canadiense, da la batalla legal en favor de registrar a todo partido político para las elecciones, independientemente del porcentaje de votos obtenidos. Figueroa desafió el Acta Electoral de la Constitución, que establecía un mínimo de 50 candidatos para el registro de cualquier partido. El año 2003, la Corte Suprema de Canadá votó en favor de Figueroa y reconoció que efectivamente el Acta Electoral estaba en violación de los derechos humanos y la libertad.

El resultado de las elecciones canadienses del 2021 fue de poco cambio, el gobierno liberal sigue en minoría, la participación en las elecciones fue de apenas 60 por ciento (una de las más bajas desde la Segunda Guerra Mundial) pero fue costoso para el estado (costaron más de 600 millones de dólares). El déficit fiscal es un asunto a considerar porque supera los 500 mil millones de dólares (2020- 2021). Para lidiar con los miles de desempleados debido a la pandemia el gobierno ha gastado en subsidios 23.000 millones de dólares, y ha regalado al sector privado y corporativo (entre otros dineros) 110.000 millones de dólares en subsidios para pagos de salarios a empleados (generalmente los salarios en el sector privado son bajos) y todavía hoy cubre hasta el año 2022, el 75 por ciento de cada sueldo que el sector privado paga. Otro gasto importante de la pandemia ha tenido que ver con los costos del sistema de salud. Al final, todos estos gastos se pasan a la cuenta del estado y son gastos de todos. Como la derecha siempre recomienda “austeridad” hay una tendencia en ciertos sectores a cuestionar toda política de austeridad y aceptar sin cuestionar a quien benefician las inversiones estatales.

Algunos mencionan como en los años 50 y 60 la inversión de grandes recursos del estado canadiense en la industrialización y producción genero trabajos y creo “valor agregado.” Fallan de notar que hoy la situación es diferente y Canadá tiene una economía especulativa basada en los crecientes valores de la bolsa y la especulación inmobiliaria. Para marzo del 2022, la deuda pública del estado federal alcanzará 1,234 billón de dólares lo que equivale al 51 por ciento del PIB. Si le sumamos las deudas provinciales el porcentaje alcanzara al 100 por ciento del PIB canadiense. Es posible que la creciente deuda fuera el motivo crucial de las elecciones 2021. El gobierno de Trudeau requiere mayoría parlamentaria para implementar el plan de los ricos, representados por el “Business Council of Canadá” (BCC), en favor de políticas ultra neoliberales y que desde 1976 representa las 150 corporaciones más poderosas que operan en este país. BCC seguramente exigirá al gobierno de turno lidiar con la deuda de forma que todo el peso de esta caiga (como es habitual) sobre la mayoría de los canadienses favoreciendo élites y corporaciones.

La mayor parte de los canadienses ven a su país como mucho más democrático que los Estados Unidos, su vecino crecientemente una sociedad caótica con desaparecidas políticas sociales en favor de los que tienen menos y un Congreso generalmente inservible para el pueblo estadounidense, copado obscenamente por intereses privados y cada congresista trabajando en forma abierta para una o más corporaciones. En Canadá existe aún el Estado de Bienestar Social que, aunque en deterioro continuo, aseguran salud pública (gratuita y universal) y educación básica y secundaria (gratuita y en más de un 90 por ciento pública). Canadá está muy ligado a la política imperialista de Estados Unidos y Europa. Estas políticas cuentan con el apoyo de todos los partidos políticos parlamentarios y de la mayoría de los ciudadanos que no cuestionan ni las agresiones e intervenciones contra países del Tercer Mundo (Siria, Yemen, Venezuela, Nicaragua, Haití y Cuba entre otros) ni toman responsabilidad sobre su costo y trágicas consecuencias en los pueblos agredidos que las sufren.

Proyectos populares: Venezuela y Nicaragua

En América Latina las elecciones en pandemia no siempre siguen el guion del circo electoral, a veces los pueblos realmente eligen. Nicaragua y Venezuela, a pesar de estar en el ojo de los imperialistas de Estados Unidos, Europa y Canadá, son proyectos en favor de sus pueblos y se reafirmaron con el voto popular en ambos países a pesar del acoso (cientos de sanciones) y las usurpaciones de sus bienes nacionales que han costado miles de millones de dólares y de miles de víctimas (ya por falta de medicamentos y equipos médicos como el caso de Venezuela). Hay que vivir en Norteamérica para ver de cerca el odio y la conspiración constante contra los gobiernos de ambos países para entender. En parte hay frustración por la falta de capacidad imperial en promover, facilitar o directamente financiar golpes de estado para derrocarlos. El bloqueo ha sido su opción por ahora pero no queda descartada en el futuro la posible invasión. Incluso quienes no coincidan exactamente con ambos proyectos es imposible negar el crimen que ambos países sufren simplemente por ser, o lo que sufren ambos pueblos -la intimación y el terrorismo a sus autoridades políticas y administrativas y el ataque constante. No faltan políticos oportunistas latinoamericanos que se venden y vociferan que el problema es de “falta de democracia y derechos humanos” en nuestro continente y señalen a estos dos países como culpables; pero la mayor parte de nosotros sabe que la realidad es bien otra.

En Nicaragua, el pasado 7 de noviembre, fue reelegido su presidente Daniel Ortega con el 75,9 por ciento de los votos, en la asamblea nacional 75 de los 91 miembros elegidos son del Frente Sandinista de Liberación Nacional, con una participación del 65,2 de los llamados a votar. El pueblo nicaragüense a pesar de las presiones criminales (de adentro y de afuera del país) apoya su proyecto en forma masiva. Las razones son simples: un sistema de salud que ha sido el más exitoso en lidiar con la pandemia sin imponer restricciones, salud pública más moderna de América Central con 21 nuevos hospitales y 49 hospitales modernizados, con sistema de carreteras de los mejores de la región, con el sistema educacional más innovativo y progresista de América Latina. Además, Nicaragua es uno de los países más seguros y el mejor en combatir las drogas del continente y tiene una importante autonomía regional y una economía exitosa y bastante democrática

Venezuela, que es el más odiado por los “civilizados” poderes occidentales, es uno de los pocos ejemplos en la historia en el que los imperialistas apoyan y reconocen un presidente impostor, algo que se observa sin límites de tiempo. Las elecciones regionales del 21 de noviembre fueron otro triunfo para el gobierno bolivariano, que ganó 20 de las 23 gobernaciones y 205 alcandías de 322. La fundación Carter dijo tiempo atrás en voz del mismo Carter: “he monitoreado 92 elecciones y puedo decir que el sistema electoral venezolano es el mejor del mundo.” La Revolución Bolivariana ha eliminado el analfabetismo y ha decrecido la desigualdad social, ha construido 3,8 millones de viviendas de buena calidad (5 veces más que las que construyó el gobierno estadounidense de Truman con su plan Fair Deal en los años 1950s y que marcaron un hito en Estados Unidos como programa social). El gobierno de Venezuela ha asegurado alimentación, salud y asistencia social a su pueblo, a pesar de todos los bloqueos y más de 150 sanciones de Estados Unidos, además de las de Canadá y Europa -que han significado la muerte de más de 50.000 personas por falta de medicamento y equipos médicos.

Continuismo: Chile

Chile tuvo elecciones generales el 21 de noviembre. Como siempre la participación fue de solo el 47 por ciento de los habilitados para votar. Entre un cóctel de liberales, conservadores y derechistas devotos a la pasada dictadura cívico-militar, estas tendencias dominan la política chilena y comparten su defensa acérrima del neoliberalismo como eje de la política económica del país y de las buenas relaciones con el imperialismo y sus instituciones. La elección de presidente, la considerada más transcendental, no se definió y pasa a segunda vuelta que incluye al autoritarismo extremo de José A. Kast (que alcanzó el 27,9 por ciento del voto) y al liberal Gabriel Boric (con 25,8 por ciento del voto). Es fácil adivinar qué es lo que Kast va a implementar si logra ser presidente, promete garrote y castigo para quien amenace los privilegios de los ricos, lo que no es nuevo puesto que los activistas más radicales y el pueblo Mapuche sufren el terrorismo del estado chileno todo el año. Boric es más joven y es denominado “izquierdista” pero pertenece a la tercera generación de “conversos” que continúan con la tradición de ser elegidos como izquierdistas pero muy pronto transformarse en derecha liberal, por esto existen dudas acerca de cómo va a ser su gobierno si lo eligen.

El fenómeno de los políticos “conversos” en Chile se viene dando desde el año 1990 con el gobierno de la Concertación y han sido una verdadera epidemia ideológica emergente de la dictadura. Pero el fenómeno no ha pasado desapercibido, ha sido muy bien estudiado y brillantemente analizado y denunciado por el sociólogo e historiador chileno Felipe Portales, y también con la contribución del periodista Pablo Jofré Leal. La perfidia de los que un día fueron izquierdistas, incluso revolucionarios chilenos y que luego se prestaron a la continua traición ha tenido consecuencias graves en cuanto a la capacidad de levantar un proyecto político popular. Ha sido también responsable de mantener el modelo económico-social impuesto por la dictadura y su borroso protagonismo político ha creado espacio para que un personaje como Kast aparezca en el escenario. La verdadera izquierda en Chile es hoy día pequeña, los medios de comunicación de la oligarquía y los políticos liberales la llaman maliciosamente “extrema izquierda” para limitar su actuación y vincularla al extremismo y al terrorismo.

Valientes Con Sombrero: Perú y Honduras

Finalmente, lo auténtico latinoamericano, quizás lo más valioso, una actualización histórica de mujeres y hombres que con valentía han dado dignidad al proyecto latinoamericano, un renacimiento de lo que se ha vivido, y sigue viviéndose, en Bolivia por ejemplo con el gobierno del MAS y el liderazgo desde atrás de Evo Morales.

Pedro Castillo, un maestro rural hijo de campesinos modestos se pone su sombrero y recorre los campos y ciudades del Perú para convocar al voto por su candidatura a presidente, se ofrece como alguien que los representa y con el apoyo del partido Perú Libre y de miles de trabajadores de la tierra y de las ciudades y de las comunidades gana las elecciones del 6 de junio 2021 por 44.000 votos. Su triunfo es confirmado más de un mes después, el 19 de julio confirmo. El margen es estrecho y seguramente se tramaba negarle el gobierno, ya que las autoridades electorales y judiciales del Perú son unas de las más corruptas del mundo. Pero Pedro Castillo es hoy presidente, aunque ya en octubre pasado hubo un intento de destituirlo, y seguramente habrá más. Hay que ser valiente para continuar andando sabiendo que una jauría de oligarcas y serviles lo detestan simplemente por su integridad y por ser digno representante del pueblo peruano.

Honduras empobrecida, donde imperialismo y oligarquía local se ensañan con el pueblo prohibiendo la esperanza de cualquier transformación, la esperanza a la que dio vida Manuel Zelaya, un liberal que se vuelve izquierdista, algo tremendamente inusual hoy en estos años. Zelaya sacado de la cama por el golpe de estado que termina con su gobierno legítimo el 28 de junio del 2009, el militar que lo lleva a la base americana de Soto Cano le dice que su mandato era matarlo pero que prefiere sacarlo del país. Hay colaboración evidente de los militares hondureños, con el secretario de la OEA José M. Insulza y la secretaria de estado de Estados Unidos Hillary Clinton. Zelaya lo denuncia todo en su discurso en las Naciones Unidas. Su esposa Xiomara Castro, Zelaya prohibido, organiza y liderea el movimiento de miles de hondureños en contra el golpe contra y organiza el Frente Nacional de Resistencia Popular, que la lleva a presentarse a presidenta el año 2013, sin duda favorita pero negada de ganar. Y la lucha continua en Honduras con Manuel y Xiomara al frente de lo que pasó a llamarse Partido Libertad y Refundación. Xiomara con su sombrero y su sonrisa, mujer audaz y valerosa que después de 12 años de un gran esfuerzo es elegida presidenta por un amplio margen el pasado 28 de noviembre. La primera mujer presidenta de Honduras. Es de esperar que esta vez logre enfrentar a los enemigos de un pueblo que merecen mejor vida y destino.

Siempre habrá peligro en Perú, Honduras, Bolivia, y en todos los países que logren gobiernos favorables a sus pueblos, pero tengan fuerzas armadas al servicio del dinero y capaz de traicionar a sus gentes, listas a hacer el trabajo sucio de los ricos cuando la conspiración política les falla. Cuba, Venezuela y Nicaragua cuentan con fuerzas armadas propias, en defensa del proyecto popular, de sus pueblos.

Que fuera de las elecciones en el mundo si no existiera la autenticidad de algunos pocos protagonistas en América Latina. Serian un acto rutinario, predefinido que se consuma en favor de una civilización opresiva en decadencia, una que se ahoga en su egoísmo, destrucción ambiental y total falta de visión. Una plagada de políticos fantoches, servidores de los ricos y sus corporaciones, que desde sus tribunas usurpan lo último que queda de vida política con que el sistema los hace cómplices de los malos tratos que sufren sus pueblos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.