Recomiendo:
1

En Afganistán doblan las campanas

Fuentes: Rebelión

Una vez más se constata que Afganistán es el cementerio de los imperios. El arrogante poder mundial estadounidense ahora huye despavorido arrastrando deshonrosamente el féretro de la vergüenza.

La imagen del helicóptero militar estadounidense sobre Kabul, a modo Saigón, simboliza la sepultura del sueño que pretendía ser única superpotencia del mundo, la hegemonía suprema, militar y económica, de la Tierra, el espacio y el ciberespacio y el establecimiento de la intervención en los problemas mundiales como Pax Americana, para disuadir a los competidores potenciales de incluso aspirar a un papel regional o global más amplio.

Una vez desaparecida la URSS, EEUU surge como la única superpotencia mundial y, aún así, de contar con una enorme capacidad de dominio político, económico, militar y de destrucción violenta inmenso, el sueño imperial hegemónico de EEUU nunca se logró materializar.

Iniciado el periodo postguerra fría, desde el primer momento, Washington muestra sus desenfrenados apetitos imperiales. EEUU inmediatamente emprende guerras, bombardeos e invasiones en varios puntos del planeta, primero con G Bush y luego B Clinton dejando claro cuál sería el derrotero de ese nuevo orden mundial que emergía del fin de la guerra fría.

Los últimos cuatro presidentes estadounidenses (G. W. Bush, B. Obama, D. Trump y J. Biden) no sólo continuaron esa política de guerras de invasión y destrucción de países, si no que la profundizaron hasta el paroxismo, acompañado de un desprecio por el derecho internacional y sus instituciones.

A pesar de todo, y de los diferentes proyectos imperiales como el Proyecto para el Nuevo Siglo Americano, o las Estrategia de Seguridad Nacional 2001 y 2017, «guerras preventivas», así como los denodados esfuerzos bélicos, del gasto de billones de dólares y de 30 años de bombardeos, de destrucción, de muerte y de crueldad a lo ancho y largo del planeta, hoy en Afganistán, EEUU y la OTAN se encuentran frente a una humillante derrota de dimensiones geopolíticas, a tal punto que allí queda sellado la configuración de una nueva escena internacional de poder.

Lo acontecido en Afganistán es una derrota del llamado “mundo occidental”, las causas y consecuencias globales que acarrea esta debacle para occidente son muy significativas desde el punto de vista geopolítico. La demostración de impotencia de la superpotencia es patética. La credibilidad no sólo de EEUU queda hecha pedazos, si no también la de los países socios de la OTAN. Este calamitoso y humillante final se ve reforzado por las imágenes en directo por todos los canales de televisión mundial.

La toma del palacio de gobierno afgano en Kabul por parte del Talibán no es sólo la conquista del poder en Afganistán por parte de una fuerza islamista extremista, es la derrota y erosión de EEUU (más la OTAN en su conjunto). Este hecho marca el meridiano de un nuevo orden geopolítico mundial. Y de paso pone de manifiesto que el eje de poder global se traslada al continente asiático. El centro y el protagonismo de ese nuevo orden internacional pasa hoy por el eje Pekín-Moscú.

Esta debacle de EEUU/OTAN genera un movimiento tectónico geopolítico mundial ante el fracasado sueño de EEUU de erigirse como única superpotencia hegemónica. Ahora China y Rusia recogen las mieles de su estrategia de cooperación profunda y paciente condensada en la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS).

El esquema que está emergiendo en el tablero de ajedrez afgano, de dimensión geopolítica global, es la estrecha coordinación entre Moscú y Pekín para orientar los eventos en Afganistán hacia la formación de un gobierno representativo, inclusivo y de amplia base que incluya a los talibanes. Además están coordinando con los otros Estados miembros de la OCS + Irán (próximo miembro pleno de la OCS) y otros gobiernos con intereses en la región para ayudar a establecer la paz y la estabilidad en ese país. Rusia y China están llevando a cabo decisiones consensuadas en la OCS.

En este juego de cooperación y consenso busca promover la cooperación internacional para involucrar a Afganistán “de manera ordenada y, especialmente, dar juego al papel único de los países vecinos, a fin de llevar la situación en Afganistán gradualmente a un círculo virtuoso, durante el cual varios mecanismos que deben complementarse y expandir el consenso” (esto dijo el Ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi en conversación con el Ministro de Relaciones Exteriores de Pakistán). El «círculo virtuoso» es de alguna manera desplegar complejas iniciativas regionales que refuerzan los diversos mecanismos que podrían incluir formatos regionales como el CPEC (corredor económico chino-pakistaní) y PCS para Afganistán y la región. Y que el Talibán cumpla las promesas y garantice unas fronteras seguras para sus aliados de Asia central y prevenir la propagación del terrorismo y el tráfico de drogas, todo esto mientras discuten los acuerdos de Silk Road con los talibanes.

Estos movimientos de geoestrategia política, están llevando a que diferentes gobiernos y poderes “occidentales/OTAN” comiencen a moverse y a valorar qué es lo mejor para sus intereses ante esa nueva arena política internacional.

Los movimientos ajedrecísticos en Afganistán y en la región de ninguna manera descarta nuevas guerras interpuestas o proxys. No hay que olvidar que los orígenes de los talibanes surgen del proyecto de la CIA para reclutar y armar a islamistas radicales de Pakistán, Afganistán e incluso Arabia Saudita, para librar una guerra irregular contra el Ejército Rojo soviético entonces en Afganistán. 

Allí ya están “reapareciendo” grupos “rebeldes”, “ejércitos de resistencia”, representantes del ISIS-K (Estado Islámico del Gran Jorasán o Estado Islámico de Afganistán), la resistencia en el valle del Panshir y toda una sopa de siglas. Todos estos movimientos son respuestas esperadas, perdedores y ganadores no se van quedar quietos, dado que en Afganistán hacen presencia miles “contratistas de seguridad” (mercenarios) que trabajan para la coalición OTAN/ISAF.

Por su parte Jon Biden, presidente de Estados Unidos, convoca ‎para diciembre de 2021, La Cumbre por la Democracia. Los ‎‎3 temas principales de la cumbre son: «la defensa contra el autoritarismo, la lucha contra la corrupción y la ‎promoción del respeto de los derechos humanos». El objetivo, ante los fracasos sufridos, no es otro que el de tratar de posicionar a EEUU en un puesto de liderazgo en “uno de los bloques” actualmente en formación, para tratar de contrarrestar el liderazgo de Rusia y China en el nuevo orden internacional.

Este acontecimiento geopolítico histórico naturalmente no dejará de tener sus altibajos, controversias, inconvenientes, confrontaciones directas e indirectas, rechazos, sus guerras proxy y por supuesto sus peligros de una gran conflagración mundial. Es casi imposible imaginar que EEUU ante su acelerada decadencia y pérdida de poder y de dominio global acepte una condición de segundo nivel y ceda el protagonismo a nuevos actores.

Hoy EEUU en retroceso y con una menor influencia en la arena internacional es mucho más peligroso, dado que puede desencadenar un conflicto global de espectro nuclear con tal de no perder su anterior estatus de poder protagonista en ese mundo tripolar que se desvanece. Esta confrontación global se puede ver potenciada por una posible salida de J. Biden de la presidencia de EEUU bajo el argumento de que “no creen que sea física ni mentalmente apto para ejercer su cargo” (encuesta realizada por Rasmussen Reports bajo el título: Who’s In Charge? Most Voters Don’t Think It’s Biden, www.rasmussenreports.com- 20-08-21). De esta manera, en consecuencia,asuma el mando la línea guerrerista de los halcones Hillary-complejo militar-industrial-medíatico interpuesta por Kamala Harris, para regresar el modelo imperial fracasado.

Afganistán como hecho histórico nos está indicando que Estados Unidos se halla en una etapa equiparable –hacemos esta semejanza a sabiendas que no podemos extrapolar distintos hechos y momentos históricos– a la caída de los imperios romano, británico, soviético. Afganistán marca el principio del fin al que se ven abocados todos los imperios. La toma de Kabul es un testimonio fehaciente de que EEUU comienza un camino descendente. La rapidez con que caiga y la profundidad de su ruina va a depender de la intensificación y las tendencias de la confrontación interna de las élites políticas y económicas y de poder, las cuales comienzan a manifestar grandes desacuerdos contra el propio sistema, sintetizadas en Trump. Las divisiones entre su población están aumentando a marcha acelerada, tanto a nivel estatal como local. El racismo es un problema con profundas raíces, hoy exacerbado. Las infraestructuras se encuentran en un estado calamitoso de ruina. La crisis económica, social y política es agobiante, todo esto acompañado con estancamiento económico y baja productividad.

La historia nos ha enseñado que los imperios se gangrenan a su interior antes de su colapso, y que su periplo de declive vertiginoso se hace evidente cuando ya no se pueden financiar sus aventuras bélicas de conquista. Lo más seguro es que en poco tiempo podamos enterarnos qué tan avanzada, al interior del sistema estadounidense, estaba la gangrena. La certeza que podemos tener hoy es que en Afganistán están doblando las campanas por el féretro de EEUU y que un fundamentalista barbudo en chanclas las está repicando.

A manera de conclusión:

1.      La pérdida de protagonismo, influencia y poder global por parte de EEUU (OTAN y sus estados satélites), no es un resultado fortuito de unos barbudos islamistas en chanclas entrando triunfales a Kabul, es la acumulación de sucesivos fracasos y derrotas, tanto políticas como militares en las aventuras imperialistas emprendidas por Washington y sus aliados.

2.      Esta derrota y el fracasado del proyecto imperial que pretendía la hegemonía suprema, militar por parte de Estados Unidos, puede ser el preludio de una devastadora guerra nuclear, iniciada por EEUU para tratar de recuperar la influencia y el poder geopolítico mundial perdido.

3.      La urgencia que demanda enfrentar la actual crisis climática puede quedar aún más relegada por las vicisitudes de las disputas geopolíticas surgidas tras la derrota de EEUU en Afganistán. Este cambio de eje geopolítico de poder (de occidente al continente Asiático), puede traer consigo graves consecuencias en el compromiso y la lucha contra el cambio climático por parte de los Estados centrales. De este modo, acercándonos peligrosa y aceleradamente al punto de no retorno y a desconocidas retroalimentaciones que aumentan las crecientes amenazas de fenómenos climáticos abruptos e irreversibles.

4.      El colapso societal por el que va avanzando la humanidad en acelerada marcha es una posibilidad científica real, como lo dice un el estudio publicado en el Yale Journal of Industrial Ecology(Update to limits to growth: Comparing the World3 model with empirical data), el cual concluye que la trayectoria actual de la civilización global como de costumbre se dirige hacia el declive terminal del crecimiento económico en la próxima década y, en el peor de los casos, podría desencadenar el colapso social alrededor de 2040.

5.      En el escenario geopolítico actual, altamente conflictivo, agravado por la aceleración de los efectos del cambio climático, la crisis energética, la superpoblación mundial y el agotamiento de los recursos naturales, ante esta realidad palpable de un colapso societal, el modelo de Estados vigente, regido por la gobernanza corporativizada y neoliberalismo militarizado, es previsible que se imponga el ecofascismo como alternativa a la actual crisis multidimensional.