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El caso Navalny y el proyecto Nord Stream 2

En el insólito reino de lo absurdo

Fuentes: Rebelión

Según Steffen Seibert, portavoz del gobierno de Alemania, los análisis toxicológicos realizados por las Fuerzas Armadas de ese país confirmaron que el opositor ruso, Alexei Navalny, fue envenenado con un agente nervioso del grupo Novichok, por lo que exige a Rusia “aclarar inmediatamente lo ocurrido”.

Ángela Merkel calificó de deplorable el envenenamiento de Navalny, víctima de un crimen. Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea, afirmó que “la UE condena en los términos más enérgicos el intento de asesinato de Alexéi Navalny e insta a la Federación Rusa a que coopere plenamente con la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas, OPAQ, para garantizar una investigación internacional imparcial”. Norbert Roettgen, Presidente del Comité de Asuntos Exteriores del Bundestag, abogó por detener la construcción del Nord Stream 2.

El Parlamento Europeo expresó que “Novichok solamente se puede desarrollar en laboratorios militares estatales y no puede ser adquirido por particulares, lo que implica claramente que las autoridades rusas estuvieron detrás del ataque” e hizo un llamado para continuar con la política de aislamiento internacional contra Rusia.

El periódico Die Zeit informó que el gobierno alemán no duda de que detrás del envenenamiento de Navalny está un “servicio especial ruso dirigido por el Kremlin”, que utilizaría un nuevo tipo de agente químico nervioso del grupo Novichok, más peligroso y mortal que las variantes conocidas.

Leonid Rink, uno de los creadores del Novichok, rechazó estas acusaciones: “Son una auténtica tontería. Por supuesto, conozco todas las variedades del Novichok. Pero estas afirmaciones no tienen nada que ver con el mecanismo de acción, con el hecho de que deberían aparecer síntomas. No los hay… Olvídense del Novichok”. Las acusaciones se hacen sin fundamento alguno, porque los médicos rusos que salvaron la vida de Navalny no encontraron rastros de sustancias tóxicas en su sangre, que hubieran afectado a sus riñones, pulmones o hígado.

Tanto barullo permite plantear preguntas sin respuesta, por ejemplo: ¿Para qué hacer un atentado contra un político de poca monta? ¿Tiene sentido que en una ciudad de medio millón de habitantes se use Novichok, arma de aniquilación masiva? ¿Cómo prepararon los conspiradores el atentado, si ni siquiera la víctima sabía que se detendría a tomar té en una cafetería del aeropuerto de Tomsk? ¿Para qué le salvaron la vida luego de envenenarlo? ¿Por qué le permitieron volar a Berlín, donde detectarían el Novichok? ¿Por qué no publican los resultados de los análisis realizados por las Fuerzas Armadas de Alemania, pues suena a bodrio la explicación de que no lo hacen por razones de seguridad? ¿Por qué se da un trato político y no académico a este problema? ¿Por qué ni un solo especialista en toxicología, civil o militar, ha hecho declaración alguna sobre el caso? ¿Por qué se calla que la URSS destruyó toda su existencia de Novichok, de acuerdo con los protocolos y regulaciones de la OPAQ, lo que fue registrado de la forma establecida?

Tanta incongruencia se intenta tapar con una nueva barrabasada. El periódico alemán Die Zeit explica que los allegados a Navalny, apenas se enteraron de su colapso, subieron a la habitación del hotel, en el que se había alojado, y recogieron, entre los objetos sospechosos, una botella abierta de agua mineral, que fue enviada en una funda de plástico a Alemania, donde “en su cuello los expertos encontraron Novichok”. Fue envenenado antes de que saliera al aeropuerto, intentan explicar. Ahora sí, cojan este trompo en la uña: sacan fuera Rusia una prueba tan importante y cometen este delito sin la mínima seguridad, como si fuera agua bendita.

Vaya, vaya, aparece por arte de birlibirloque una botella mágica que no mata ni a Navalny ni a los activistas que la tocaron. Entonces: ¿Cómo llegó esa botella a Alemania, sin envenenar a nadie en el camino? ¿Cuándo lo envenenaron? Si en el hotel, no llegaba al aeropuerto y si en aeropuerto, no llegaba a Alemania; además, no hay rastros de Novichok en la cafetería del aeropuerto, donde Navalny tomó té, tampoco en el avión, particularmente en el baño y en su asiento, ni contaminó a sus compañeros, ni a la ambulancia, ni a los médicos que le dieron los primeros auxilios. Su recuperación posterior indica lo contrario, pues ese tóxico es 100% letal.

La Fiscalía General de Rusia presentó un pedido ante el Ministerio Federal de Justicia y Protección al Consumidor de Alemania, en el que solicita asistencia jurídica en el marco de la investigación que las autoridades rusas están realizando para establecer las circunstancias de lo sucedido con Navalny. Serguéi Lavrov, Ministro de Exteriores de Rusia, declaró que en este asunto Occidente ha traspasado los límites de la decencia y lo razonable; se podría añadir, de lo indecente e irracional también, pues le exigen a Moscú que se confiese. “Nos preguntan: ¿no creen a los especialistas alemanes de la Bundeswehr? ¿Cómo puede ser? Sus conclusiones son confirmadas por los franceses y los suecos. ¿Qué? ¿Tampoco les creen?” Según Lavrov, Rusia no puede hacer más, debido a que “tenemos nuestras propias leyes, según las cuales no podemos confiar en las palabras de alguien para abrir un caso penal. Se debe seguir ciertos procedimientos”. Si no hay respuesta a nuestras solicitudes, se trata de una falta de disposición “a colaborar para establecer la verdad en el marco de una investigación imparcial. No cumplen con sus obligaciones según el Convenio Europeo de Asistencia Mutua en Materia Penal y no responden a las solicitudes oficiales de la Fiscalía General de Rusia”.

María Zajárova, portavoz del Ministerio de Exteriores de Rusia, declaró: “Estamos dispuestos a interactuar con Alemania las 24 horas del día… Si Berlín necesita celeridad, en primer lugar, esa celeridad debe ser demostrada por Alemania… La negativa de Alemania a proporcionar los datos sobre Navalny se considerará como una grave provocación hostil contra Rusia”. Dmitri Peskov, portavoz del Kremlin, dijo que para establecer lo sucedido, “Rusia necesita que los alemanes colaboren y envíen muestras biológicas del paciente. Pero por razones que desconocemos, los alemanes hasta ahora no han atendido nuestras solicitudes… Rusia siempre estuvo y sigue abierta a la colaboración para aclarar lo pasado”.

El Presidente Emmanuel Macron, durante una conversación telefónica a su homólogo ruso, Vladímir Putin, sostuvo que el análisis realizado por Francia confirmó que Navalny fue envenenado con una sustancia de la familia Novichok y expresó “su profunda preocupación por el acto delictivo perpetrado y que es imperativo de que se aclaren sin demora las circunstancias y responsabilidades de este intento de asesinato”. Por su parte, Putin le respondió que “son inapropiadas las acusaciones infundadas en torno al caso Navalny”, que, para conocer las circunstancias reales del incidente, es necesario que los especialistas alemanes transfieran a Rusia los biomateriales y su conclusión oficial sobre los resultados de los análisis, así como establecer un trabajo conjunto con médicos rusos.

Por lo visto, se intenta dar una respuesta común al asunto Navalny, que eleve el malestar social y la tensión militar en Europa, que sea un pretexto para que la OTAN caliente la atmósfera entre Alemania y Rusia e impida la culminación del proyecto Nord Stream 2, ahora que se aproximan las elecciones presidenciales de EEUU. El Presidente Trump, firmó una legislación que impone sanciones a cualquier empresa que ayude a Gazprom a completar la construcción del gasoducto, que siempre provocó discusiones a ambos lados del Atlántico y que ahora es politizada sobre la base del supuesto envenenamiento de Alexéi Navalny.

El Ministro de Relaciones Exteriores alemán, Heiko Maas, dijo: “Espero que Rusia no nos obligue a cambiar nuestra posición sobre el Nord Stream 2. Tenemos grandes esperanzas en que el Gobierno ruso resuelva este grave crimen”, y admitió que detener su construcción perjudicaría los intereses de las empresas alemanas y europeas, ya que “más de un centenar de empresas de 12 países europeos, aproximadamente la mitad de ellas de Alemania, están participando en la construcción del gasoducto”. No obstante, amenazó al Kremlin con sanciones más amplias de la UE si “en los próximos días”, Rusia no ayuda a resolver lo que sucedió.

En cambio, Karin Kneissl, exministra de Relaciones Exteriores de Austria, opina: “Lo que estamos viendo es la politización a gran escala del gasoducto… Es necesario trasladar la discusión de este tema más allá del espacio mediático y de las mezquinas políticas momentáneas… Hay demasiado en juego”. Es mucho más complicado, pues no se trata sólo del suministro de energía durante el período de transición, pues la energía nucleoeléctrica se elimina gradualmente. Si el gasoducto se cancelara por razones políticas, la principal víctima sería el cumplimiento de un contrato, principio básico de toda civilización. ¿Quién celebrará acuerdos importantes con Alemania cuando, en el insólito reino de lo absurdo, los términos de un acuerdo se pueden romper de la noche a la mañana? A todo buen músico, el compás le queda.