Nicaragua está viviendo una hora especial, ambigua, de decepción y de desafío, y de esperanza y de entusiasmo renovado también. Una hora que es fruto de muchas horas, de muchos días. Hemos acompañado el proceso de Nicaragua y hemos ido recibiendo muchas comunicaciones amigas y hasta invitaciones oficiales. No vamos a hacer un análisis de […]
Nicaragua está viviendo una hora especial, ambigua, de decepción y de desafío, y de esperanza y de entusiasmo renovado también. Una hora que es fruto de muchas horas, de muchos días. Hemos acompañado el proceso de Nicaragua y hemos ido recibiendo muchas comunicaciones amigas y hasta invitaciones oficiales. No vamos a hacer un análisis de la coyuntura de Nicaragua. Escribimos como apasionados por ese Pueblo y por las esperanzas que ha suscitado y a las que no queremos renunciar. Seguimos unidos a tantas personas entrañablemente queridas.
En medio de heroísmos y realizaciones, suscitando solidaridad y siendo para muchos un ejemplo de revolución popular, hemos vivido grandes decepciones por alianzas espurias, procesos de corrupción, claudicaciones, verdaderas traiciones a las expectativas de todo un Pueblo y de todo un Continente.
Decimos que Nicaragua vive una hora especial. Entre las personas, comunidades y movimientos que hemos ido acompañando a Nicaragua, el comentario es simultáneamente de frustración y de esperanza probada. Algo nos queda muy claro: el espíritu que debe regir los destinos de Nicaragua es aquel sandinismo de Sandino, de los héroes y mártires, de la juventud y las madres heroicas. No basta el rótulo de sandinistas; por amor a Nicaragua y para responder a tanta solidaridad y a una esperanza que no quiere rendirse, hay que vivir un sandinismo de Pueblo y para el Pueblo, antiimperialista y socializador, con reformas sustanciales. El verdadero sandinismo no puede tolerar la pobreza extrema de Nicaragua, la corrupción política que ha manchado el país antes y después de la hermosa victoria sandinista.
No somos quienes para dar consejos de todo un Pueblo. Por amistad, por una militancia común, por una esperanza, muy cristiana incluso, reafirmamos nuestra comunión con la Nicaragua profunda, con el sandinismo verdadero, con la aportación que Nicaragua puede y debe dar a esta Patria Grande que Sandino, Bolívar, Martí…soñaron y por la cual dieron sus vidas.
A las comunidades cristianas de Nicaragua, con las cuales hemos vivido tantas horas hermosas, les renovamos el testimonio de nuestro cariño y solidaridad. El Reino de Dios exige empeño, y a veces rupturas, y no permite concesiones ambiguas, ni, menos, traiciones manifiestas.
Les abrazamos con el mayor cariño y renovado el compromiso fraterno de seguir caminado hacia la Nueva Nicaragua que se forja día a día, a pesar de todos los pesares, a partir de la realidad, en la opción por transformaciones radicales y en el servicio desinteresado. Nicaragua puede y debe ser la Nicaragua Nicaragüita que «el Dios de los pobres» quiere y que sueña todo un Continente.
Un fuerte abrazo, en la Utopía de Sandino y en la Paz militante del Evangelio.