Traducción de Susana Merino
Samir Handard es presidente del Comité de Solidaridad «Afghan Cultural Center» y vive en Bruselas, pero tiene sus raíces en Afganistán. Regresaba precisamente de Kabul cuando lo entrevistamos
Vivió algunas semanas en los barrios pobres de Kabul, donde contrajo un serio enfriamiento. Un testimonio directo de cómo se vive en la capital afgana.
Samir: «No esperen de mí una visión de conjunto de la situación en el país. Vi Kabul, conviví con la población en los campos de refugiados y en los barrios populares. Pero no he visto el resto del país por dos razones. En primer lugar, a 25 km de Kabul ya hay inseguridad y se corre el riesgo -aún como afgano residente en el exterior- de perder la vida, y en segundo lugar, estuve absolutamente ocupado poniendo en marcha nuestra iniciativa solidaria «Solidarity Shop».
Lo primero que uno nota cuando se recorre Kabul es la diferencia entre ricos y pobres. Entre, por una parte, las grandes mansiones de los nuevos ricos, los modernos edificios de los bancos extranjeros, los automóviles de lujo de importantes ONG y por la otra la vida cotidiana de la gente común. Los chicos tratan de ganar unas monedas lustrando zapatos, vendiendo agua o libritos religiosos. Logran juntar así alrededor de unos miserables 50 afganos (0,75€). Mientras que la mansión -con piscina- de un miembro del gobierno o de un personaje importante cuesta 35 mil € de alquiler por mes.
Los «shopping centers» brillan de lujo y riqueza. Pero allí no se encuentran afganos medios, solamente occidentales u hombres de negocios indios… Todos los «shopping centers» se hallan igualmente muy vigilados. En todas partes se ve la misma imagen: el progreso existe para aquellas personas que se han vuelto muy ricas, pero para la gente común solo hay pobreza e inseguridad. La ciudad misma está muy sucia, sin mantenimiento. Además existen embotellamientos de miles de vehículos que están más tiempo detenidos que en circulación.
Un muro contra la población
Los ricos se esconden. Sus mansiones se hallan rodeadas por uno, dos y hasta tres muros. En cada uno de ellos hay personal de seguridad que registra y controla a quien quiere ingresar. Lo mismo sucede en todos los edificios públicos. Conjuntos íntegros de viviendas se hallan aislados mediante puestos de control por los que nadie puede pasar sin un pasaporte. Las calles de la ciudad pueden ser tomadas pero en todas está «prohibido girar» Todo el mundo tiene miedo. Un chofer de taxi me contó que todas las mañanas se despide de su familia como si fuera el último día de su vida. La seguridad ha mejorado, nos dicen, pero yo no tengo esa impresión. Cuando las tropas usamericanas vuelven de una misión y se dirigen a su cuartel, la circulación se paraliza. Todo el mundo debe abrirles paso. Y todo el mundo huye porque mirar pasar tranquilamente a los usamericanos, es también arriesgar la vida. Durante mi permanencia, de varias semanas, oí hablar precisamente de dos atentados, uno justo al lado de la embajada pakistaní. La reacción general es salvar ante todo el propio pellejo. Una mujer que había huido de una zona de guerrillas me contó cómo opera el ejército de los EEUU. Cuando entran en una aldea «sospechosa» obligan a desnudarse a todos los hombres buscando armas o municiones escondidas. Aún en presencia de los niños, lo que resulta muy humillante y suficiente para que la gente decida unirse a los talibán.
Corrupción
Cuando se habla con la gente de la calle, los primeros temas de conversación son la corrupción y las historias de los ministros o de los gobernadores que de pronto se vuelven inmensamente ricos. El más mencionado es el de un medio hermano del presidente Karzai, Ahmed Wali, a quién llaman «Señor Asfalto» ya que habría ganado millones de dólares con muy lucrativos contratos de pavimentación de rutas. Pero lo que más irrita a la gente es la corrupción cotidiana. Los policías y los empleados estatales reciben sueldos «ridículos» de 100 o 200 dólares por mes, pero los redondean sin vergüenza a través de coimas. Por cada trámite oficial se debe pagar dos veces, una en la ventanilla y otra a un «intermediario» que se halla a la entrada de la oficina. Todos los soldados, todos los policía empleados y «formados» por Occidente son una verdadera plaga. Y a eso llaman «Ayuda a la construcción de un Estado de derecho». Dice la gente que nunca hubo tanta corrupción como ahora.
Los fugitivos olvidados
Las situaciones urbanas más terribles se hallan en los campos de refugiados. Decir «campos» resulta exagerado: se trata de algunas carpas y toldos en terrenos pelados sin agua ni sanitarios. No existe ayuda internacional. Se trata de grupos de personas olvidadas de las que nadie se ocupa.
La llegada de fugitivos es enorme. Son personas -cientos de miles- que vienen de Pakistán o de Irán y que huyen de las zonas de combate. ¡Atención! Las familias con las que he hablado cuentan que la razón de su huida son los bombardeos de los EEUU y de la OTAN. La gente no habla de los talibán: «Nuestra hijas no podían ir a la escuela bajo el régimen anterior, no podían ir a la escuela cuando gobernaban los talibán y tampoco ahora pueden ir a la escuela porque somos muy pobres. ¿Cuál es la diferencia?». Efectivamente, los hijos de las familias desplazadas no van a la escuela. Muchos salen todos los días tratando de ganar unos céntimos. Y los que van a la escuela se juntan en una… carpa y en el mejor de los casos frente a un pizarrón. Cuando llueve no hay escuela, porque la carpa se inunda. Es decir, las tres cuartas partes del año. Los chicos están constantemente enfermos. En verano sobre todo, a causa de la malaria, y en invierno por infecciones pulmonares y congelamiento. Porque en las carpas no hay calefacción.
Afganistán tiene el triste record de contar con la mayor cantidad de viudas con relación a la población. Se habla de un millón y medio de viudas, solo entre 30 y 50 mil en Kabul. Es el grupo a que apunta nuestro «Solidarity show». Mantenemos a las familias en las que el padre ha muerto. Se trata de familias que han huido de las zonas de guerra. El objetivo es ayudar a esas familias a que los chicos puedan ir a la escuela y a que las madres tengan valor.
Tomado de: michelcollon.info -investig’action –