Nuestros tiempos tienen que forzar las condiciones que hagan realidad las palabras de la Carta de las Naciones Unidas: «Nosotros los pueblos hemos resuelto evitar a las generaciones el horror de la guerra». Pero no son los pueblos sino unas élites descabelladas las que, una vez más, pretenden imponer a la humanidad el desquiciamiento de […]
Nuestros tiempos tienen que forzar las condiciones que hagan realidad las palabras de la Carta de las Naciones Unidas: «Nosotros los pueblos hemos resuelto evitar a las generaciones el horror de la guerra». Pero no son los pueblos sino unas élites descabelladas las que, una vez más, pretenden imponer a la humanidad el desquiciamiento de una nueva guerra.
Nosotros seguimos el curso cotidiano de nuestra vida, lo sigue la sociedad, pero a nuestras espaldas y con resuelta determinación Estados Unidos e Israel aceleran los preparativos de la guerra contra Irán.
Estados Unidos, que tiene más de 60 bases militares e instalaciones en la zona de Oriente Medio con un Comando Central en Qátar, ya ha enviado a Israel más de 8.000 pilotos y técnicos aéreos del ejército estadounidense. A los países vecinos de Irán cerca del Estrecho de Ormuz ha enviado reservistas de la Fuerza Aérea, aviones, 110 aviadores, más de 15.000 marines y en Kuwait se han replegado una buena parte de las tropas sacadas de Irak.
Al mismo tiempo, en colaboración con los servicios secretos de la Mossad, viene financiando a grupos terroristas dentro de Irán y a ellos se les atribuye el asesinato en los dos últimos años de los cinco científicos iraníes. Cosa que varios senadores estadounidenses han celebrado como una cosa maravillosa, pues puede, entre otras cosas, servir para poder apropiarse de los recursos energéticos del país.
Estados Unidos sigue reforzando el Consejo de Cooperación del Golfo (Arabia Saudita, Qátar, Bahrein, Kuwait, Omán, Los Emiratos Árabes Unidos) con armas y con un sistema de escudos antimisiles. En el 2004, Israel invadió Líbano y en el 2008-2009 hizo la agresión a Gaza. Desde entonces, Estados Unidos ha incrementado el suministro de armas a Israel.
La quinta flota de Estados Unidos en el Golfo Pérsico se ha reforzado aumentando el número de portaaviones, varios de ellos nucleares. En noviembre de 2011 han probado un nuevo misil hipersónico de «Ataque Global Inmediato», lanzado a una velocidad de 6 mil km. hora, que puede alcanzar cualquier parte del mundo. La Fuerza aérea dispone de una nueva bomba llamada «Penetrador Masivo de Artillería», armada con una cabeza de uranio, capaz de penetrar 60 metros de hormigón (38 m. de roca dura). Tiene el poder destructivo de una pequeña bomba nuclear. El Pentágono ha pagado $ 330 millones para poder producir 20 de estas bombas.
En el presente, el Pentágono pone énfasis en una guerra robotizada con aviones no tripulados, con el uso de mini-drones MALDI (dirigidos a interferir los radares enemigos), con la guerra espacial e informática y la expansión de bases de operaciones especiales por todo el mundo.
Después de haberse reunido en diciembre pasado altos mandos de Estados Unidos e Israel, han comenzado a realizar maniobras militares conjuntas de defensa, guiadas por radar y computadora como nunca antes se han realizado. Israel está haciendo simulacros sorpresa para comprobar la disponibilidad de su ejército y asegurar la continuidad de Gobierno, en el caso de una evacuación y reubicación del mismo. Miembros del Gobierno de Israel han pedido un bloqueo masivo de Irán por mar y aire. Ehud Barak ha dicho: «Estamos listos para atacar ahora». No es de extrañar, por tanto, que Rusia haya programado maniobras militares en la zona en previsión de un ataque militar de Estados Unidos e Israel a Irán.
Lo dicho hace entender que el gasto de defensa de Estados Unidos, que llega a un 50 % del gasto militar mundial, se haya doblado en el último decenio, alcanzando la cifra de $ 553.000.000.000.
Los datos aducidos son preocupantes, en el sentido de que el poder de minorías nacionales desalmadas contradicen y se imponen al sentir mayoritario de la sociedad.
Todas las guerras son demenciales, pero lo son mucho más las guerras de nuestros días. Sin embargo, con su poder mediático ingente, logran ocultar esa demencia y presentarla como necesidad imperiosa frente a otros males mayores que sobrevendrían sin la guerra. Y así comienzan a marearnos con su hipócrita retórica. Lo sabemos y lo hemos experimentado hasta la saciedad en las guerras de Irak y Afganistán. Pero, han logrado paralizar nuestra acción y conducir arrogantemente lo que esperaban iba a ser un triunfo. Hoy, se retiran con la amargura del fracaso. Pero retornan sin aprender, condenados a proseguir el fatal recorrido de sus intereses imperialistas, aunque cueste millones de vidas y laceren hasta la médula al resto de la humanidad.
El clamor creciente contra la guerra brota del corazón de los pueblos. Nos habíamos hecho a la idea de no reincidir nunca más en semejante locura. Nadie, dentro de la política occidental, pide que países como Estados Unidos, Francia, Inglaterra, India, Rusia, Israel, etc. que poseen armas nucleares, se desarmen y se sometan a los dictados del Consejo de Seguridad.
En este punto, se hace patente la contradicción más obscena: prohibir a unas naciones lo que a otras se permite, por la sola razón de que sólo así se puede conseguir con la fuerza lo que no es posible con el Derecho. ¿Por qué Irán no y otras naciones sí? ¿Quién se imagina que Estados Unidos se desarme y destruya su arsenal atómico si otras naciones se lo piden y que, de no hacerlo, le serán enviados inspectores internacionales y se le constreñirá a hacerlo con la guerra?
La desigualdad es la piedra angular de toda la historia colonizadora e imperialista y la clave que sustenta la ventaja y superioridad de unas naciones sobre otras. Hay, de parte de quienes más dicen defender la justicia y el Derecho Internacional, una transgresión palmaria de los mismos. Basta con leer los dos primeros artículos de la Carta de las Naciones Unidas:
«Los propósitos de las Naciones Unidas son: 1. Mantener la paz y seguridad internacionales, y con tal fin: tomar medidas colectivas para prevenir y eliminar amenazas a la paz y para suprimir actos de agresión u otros quebrantamientos de la paz; y lograr por medios pacíficos, y de conformidad con los principios de la justicia y del derecho internacional , el ajuste o arreglo de controversias o situaciones internacionales susceptibles de conducir al quebrantamiento de la paz. 2. Fomentar entre las naciones relaciones de amistad basadas en el respeto al principio de igualdad de derechos y de la libre determinación de los pueblos, y tomar medidas adecuadas para fortalecer la paz universal» (Capítulo I, Artículo 1) .
«Para la realización de estos propósitos la Organización y sus miembros procederán de acuerdo con los siguientes principios: 1. La Organización está basada en el principio de la igualdad soberana de todos sus miembros» (Capítulo I, artículo 2).
La praxis histórica de determinadas políticas nos lleva a concluir que, en realidad de verdad, esa igualdad soberana es humo de pajas. ¿Por qué unas naciones pueden tener armas de destrucción masiva y otras no?
Quiero aplicar al momento presente, lo mismo que cuando la guerra de Irak escribió Eduardo Galeano: «El presidente del planeta anuncia su próximo crimen en nombre de Dios y de la democracia. Así calumnia a Dios. Y calumnia, también, a la democracia, que a duras penas ha sobrevivido en el mundo a pesar de las dictaduras que Estados Unidos vienen sembrando en todas partes desde hace más de un siglo».
Estoy convencido que una guerra como la que se está anunciando es del todo injustificable y representará la muerte de grandes valores para una convivencia internacional justa, libre y pacífica.
Benjamín Forcano es sacerdote y teólogo.
Fuente: http://alainet.org/active/5266
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