Regresé a mi hogar en Beirut para encontrar a mi casero, Mustafa, soldando una puerta blindada en la entrada de su departamento en la planta baja. «Hay tantos ladrones hoy en día, señor Robert», me dijo. «Vendrán primero a mi departamento y no van a llegar al suyo». Bueno, yo no quiero una puerta blindada […]
Bueno, yo no quiero una puerta blindada en mi hogar. ¿Tanto se han deteriorado las cosas en Beirut? Me pregunté qué podía decirle a Mustafa. Desde luego, no podía repetirle el último mantra del ex primer ministro Tony Blair, quien al sur de la frontera libanesa, en referencia al conflicto israelí-palestino, cuando afirmó que «se sienten las posiblidades».
En este momento, todos en Líbano «sentimos las posibilidades», y todas ellas son malas. El ejército libanés, que aún combate para irrumpir en el campo de refugiados palestinos de Nahr el Bared, en el norte del país, más de un mes después que el ministro de Defensa anunció la victoria total contra los opositores de Fatah al Islam, cuando que esta organización es la única institución que aún funciona en este país.
En estos días, los periódicos de Beirut trajeron en primera plana fotografías de los soldados libaneses a bordo de vehículos militares, haciendo el signo de la victoria, para los fotógrafos.
¿La victoria sobre quién? Día tras día he visto aviones estadunidenses C-130 llegar al aeropuerto internacional Rafiq Hariri de Beirut, bautizado en honor del hombre cuyo asesinato, el 14 de febrero de 2006 detonó la más reciente tragedia en Líbano, con cargamentos de armas para el ejército libanés.
Muchos se preguntan si estas armas habrían llegado de la misma forma el año pasado, cuando Israel destruyó la mayor parte de Líbano. Pero claro, hace un año los C-130 de la fuerza aérea estadunidense llegaban a Israel con armas para ser usadas en Líbano, incluidas bombas de racimo que han contaminado 36.6 millones de metros cuadrados de esta nación.
Naciones Unidas (mi burro favorito que siempre llega a trote lento a las matanzas, una vez que Estados Unidos se tropieza) reporta que 23 civiles libaneses han sido asesinados por estas armas miserables desde la guerra del año pasado, y han dejado heridas a 203.
En una declaración realmente penosa, el secretario general de la ONU afirmó el mes pasado: «Lamento tener que reportar que pese a un número de esfuerzos de los altos funcionarios de la ONU para obtener información sobre la cantidad de municiones de racimo utilizadas durante el conflicto del verano pasado, Israel no ha entregado estos datos críticos».
A esto, mi reacción es la siguiente: ¿Por qué no piden a Washington esa información? Seguramente un funcionario de la ONU podrá tomar el tren Amtrak desde Washington para ir al Pentágono a recoger dichas cifras.
Pero todo es mucho peor que esto. El ejército libanés ha reportado a la ONU una serie de violaciones a la soberanía del país por parte de Israel, cuyos diarios sobrevuelos sobre el territorio, para vigilar nuevas pases militantes palestinas, contravienen las resoluciones de Naciones Unidas.
Tomemos, por ejemplo, el Frente Popular para la Liberación de Palestiana-Comando General (FPLP-CG), y la «Intifada de la Fe», dos instituciones muy queridas por Damasco. Según las autoridades libanesas, el FPLP-CG ha instalado campamentos en Jubalaya y en Ain al Bayda, sus 100 guerrilleros en esos lugares visten uniformes sospechosamente similares a los del ejército libanés. Mientras, en Ossaya, el FPLP-CG ha instalado ocho lanza cohetes (de 12 y 40 cañones) apuntando hacia la base aérea de Rayak, desde la cual la fuerza aérea libanesa ha estado enviando helicópteros Kiowa hacia el sitio de Nahr el Bared.
Otras unidades palestinas han reforzado sus posiciones en Wadi al Asswad, Balta, Helwa y Deir al Achayer, con al menos 500 hombres equipados con artillería antitanques y antiaérea. Según las resoluciones de la ONU, los palestinos fuera de los campos de refugiados ya deberían estar totalmente desarmados.
Los reportes que la ONU envía a Nueva York son del más profundo pesimismo. La Línea Azul, la así llamada frontera entre Líbano e Israel que no incluye la zona de las granjas de Cheeba ocupada por Israel aunque pertenece a Líbano, es «tensa y frágil».
Hezbollah, que provocó la guerra con Israel del año pasado al capturar a dos soldados israelíes del lado israelí de la frontera, continúa monitoreando las actividades del ejército de mantenimiento de paz de la ONU, «incluso tomando fotografías y filmando».
Huelga decir que los sirios -cuya fuerte mano se ve detrás de tantos actos de la debacle libanesa- han clamado su inocencia, e incluso, pedido tecnología europea que los ayude a impedir que se sigan contrabandeando armas de Líbano hacia Siria.
Déjenme repetir esto: de Líbano hacia Siria. Sin embargo, otro reporte de la ONU asevera que las armas continúan fluyendo en dirección contraria y que los nexos tribales y familiares entre las autoridades de Líbano y Siria facilitan el contrabando de armas.
Esto demuestra el resultado que tuvo la decisión de Francia, después de la Primera guerra Mundial, de separar a Líbano de Siria y convertirlo en un país distinto.
Y ahora, el más recinete reporte de la ONU sobre la investigación del asesinato de Hariri habla de «un deterioro en el ambiente político y de seguridad». Los policías de la ONU han producido reportes confidenciales que constan de 2 mil 400 páginas sobre el asesinato de Hariri y otros atentados con bomba en Líbano. Tan sólo la investigación de la escena del crimen, afuera del deteriorado hotel Saint Georges, donde Hariri y otras 21 personas volaron en pedazos, produjo 10 mil páginas de información.
La ONU cree que el hombre que en un testimonio videograbado afirmó que moriría al perpetrar el atentado suicida, fue asesinado antes del ataque y que otro hombre, aparentemente no de nacionalidad libanesa (a partir del análisis de sus dientes, los investigadores de la ONU concluyeron que nació en un país más árido que Líbano) condujo el camión Mistubishi que contenía los mil 800 kilos de explosivos que mataron a Hariri.
La ONU también sabe que el atacante tenía entre 20 y 25 años, que era de baja estatura, cabello oscuro y que vivió en un «ambiente urbano» los primeros diez años de su vida, y en el campo el resto del tiempo.
Y la ONU ha descubierto mucho, mucho más. Pero las noticias son siempre malas. En Medio Oriente todo está mal. Desde el resurgimiento del Talibán en Afganistán hasta el infernal desastre en Irak. Desde una mini guerra civil en la frontera noroeste de Pakistán, hasta el caos en Gaza y la Cisjordania ocupada.
Este no es momento para tener «sentir posibilidades». Mi casero tiene razón. Hay que soldar una puerta de hierro a la entrada de nuestros hogares.
© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca