El 31 de mayo de 2005, el Consejo de Seguridad de la ONU, en su sesión nº 5191, condenaba «enérgicamente» todos los actos de abuso y explotación sexual cometidos por miembros del personal de mantenimiento de la paz de Naciones Unidas. El consejero de Kofi Annan presentaba el documento «Estrategia global encaminada a eliminar la […]
El 31 de mayo de 2005, el Consejo de Seguridad de la ONU, en su sesión nº 5191, condenaba «enérgicamente» todos los actos de abuso y explotación sexual cometidos por miembros del personal de mantenimiento de la paz de Naciones Unidas. El consejero de Kofi Annan presentaba el documento «Estrategia global encaminada a eliminar la explotación y los abusos sexuales en las operaciones de mantenimiento de la paz de Naciones Uni- das», estableciendo un plazo de dos años para la puesta en marcha de todas las recomendaciones incluidas en ese documento. La estrategia considera que son necesarios dos años para la eliminación total de ese fenómeno. Aunque no tengo el don de la profecía (no soy la sibila Casandra), he de decir que no confío. No creo que consigan erradicar los abusos con simples «recomendaciones».
En el estudio «Del campo a la comunidad», elaborado por la organización Save the Children, se denuncia la explotación sexual infantil en los campos de refugiados de Liberia. Según este informe, la explotación podría afectar hasta a un 50% de las niñas de entre 12 y 18 años. Entre los implicados, se encuentran mandos del campo, funcionarios gubernamentales, trabajadores de oenegés locales, soldados liberianos y de las fuerzas de paz. Nada nuevo bajo el sol. Exacciones, abusos sexuales y prostitución forzada ya se habían producido en Haití, en la República Democrática del Congo, en Bosnia o en Kosovo.
Mientras persista una socialización basada en la adhesión y sumisión a códigos rígidos y absurdos ligados a la ideología militarista que abarcaría la realización del servicio militar, el ingreso en el Ejército y el consentimiento de una industria armamentista que fortalece el mercado de la guerra y las organizaciones bélicas, se generarán situaciones de dominación, de explotación, de saqueo, de devastación, de expropiación y de subalternalización de personas, comunidades o pueblos; en definitiva, una degradación cada vez mayor de la vida humana. La competitividad, la agresividad y el pugilismo son los atributos necesarios e imprescindibles para sostener la indiferencia humana: una forma de desprecio y aniquilación de la capacidad de percibir al «Otro» como un ser humano. T. Adorno se equivocaba: ¿No podemos escribir un poema después de Auschwitz? Allí la colonización se justifica en nombre del progreso y la civilización se niega. ¿Otro mundo será posible? –