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La sucesión del Dáesh

En nombre del hermano

Fuentes: Rebelión

La contraofensiva rusa en Ucrania sigue alejando a los Estados Unidos y la OTAN de sus fronteras mientras la confusa y engañosa campaña mediática de Occidente, junto a las extorsiones económicas, parecen ser las únicas respuestas de un Joe Biden cada vez más jaqueado por sus propias torpezas, al punto que el retorno de los Republicanos, quizás antes del fin de su mandato, parece inevitable

Mientras, miles de historias lacrimógenas aparecen cada día en la prensa y se repiten a ad infinitum sobre bombardeos a hospitales, niños con cáncer, embarazadas que perecen bajo las bombas moscovitas y todas las parafernalia de cliché son utilizados solo con el fin de provocar lástima y no de informar. Aunque muy posiblemente todo sea cierto, de esto se trata la guerra, destrucción y muerte, ya que sin estos dos elementos estaríamos hablando de otra cosa.

Si el fin de la prensa atlantista fuera informar y concientizar, sería bueno que machacara exactamente con la misma intensidad acerca de los millones de víctimas que en este preciso momento, sin importar cuándo usted esté leyendo esta nota y desde muchísimo tiempo antes, abarcando también hospitales, niños con cáncer y embarazadas que mueren bajos las bombas de Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Canadá, Australia, Alemania y un largo etcétera de países de segundo orden pertenecientes a la OTAN en Libia, República Democrática Saharaui, Burkina Faso, Mali, Níger, Chad, Camerún, Nigeria, Somalia, Mozambique, República Democrática del Congo, Uganda, Burundi, Tanzania, Etiopía, Egipto, Palestina, Siria, Irak, Yemen, Afganistán, Pakistán, India, Sri Lanka y Filipinas, algunos de los diferentes frentes de guerra que el Pentágono y la OTAN han abierto en el mundo con un solo fin: controlar sus riquezas, por lo general hidrocarburos y minerales de altísimo valor estratégico.

En ese mundo lejano y desfigurado por los medios de comunicación, donde las personas no envejecen, ni se muere de cáncer, ni son analfabetas, famélicas y si huyen de sus lugares abandonándolo todo es de puro antojo y no por las políticas de exterminio elaboradas en los despachos de Occidente, en ese mundo lejano y desfigurado siguen sucediendo acontecimientos que parecen pasar desapercibidos, pero en su verdadero contexto no son para nada menores.

Uno de esos hechos de suma importancia ha sido la reciente designación de a Abu Hasan al- Hashimi al-Qurashi como nuevo emir del Dáesh en reemplazo Abu Ibrahim al- Hashimi al-Qurashi, cuya muerte reconoció la organización el pasado 10 de marzo (Ver: Biden, cazador de recompensas). El nuevo emir, quien presidió la Shura hasta su designación y cuyo verdadero nombre es Juma Awad al-Badri, es el hermano mayor de Abu Bakr Bagahdadi, el fundador de la organización en 2014 muerto en 2019, fue designado para el cargo por su inmediato antecesor.

Tras la nueva designación se comenzaron a conocer por las redes sociales los juramentos de lealtad o Bayat de las diferentes franquicias que la organización fundada en 2014 por Abu Bakr al-Bagdadí tiene en el mundo islámico. Las primeras que se difundieron fueron las llegadas desde Siria, Somalia, Nigeria y la del norte de Irak. Al mismo tiempo que las publicaciones de la organización, dada la necesidad de cohesionar y amplificar la llegada del nuevo líder en tiempos tan turbulentos como estos, que no se saben adónde nos pueden llevar y la Shura (Consejo) de la organización ve una oportunidad para su expansión.

Para vigorizar las líneas filosóficas del Dáesh, siempre vinculadas a las posturas más extremas del islam, incluso superando las de los grupos wahabitas más rigoristas como los talibanes o al-Qaeda, en las redes del Emirato han comenzado a acusar a las diferentes organizaciones, con las que compite por acaparar los voluntades de sus posibles adeptos, como por ejemplo a los mullah afganos, de haber negociado con Estados Unidos, quien los obligó a aceptar los principios “democráticos” y no establecer un sistema islámico regido por la sharia, lo que en absoluto se verifica en el territorio del Emirato Islámico de Afganistán.

Con dichas publicaciones se intenta cooptar las voluntades de los muyahidines descontentos de los talibanes para que se incorporen al Dáesh Khorasan, la fuerza que según fuentes occidentales se encontraría conformada entre los 3.000 y 5.000 militantes a los que sospechosamente los Estados Unidos no han atacado desde su retirada en agosto pasado.

Un futuro de oportunidades

Desde el interior de la organización se conoció que la intención del nuevo emir, que habría abandonado su refugio en Siria habiendo ingresado nuevamente a Irak, su país de origen, de continuar las exitosas políticas de Abu Ibrahim, quien en los últimos meses relanzó las operaciones del grupo en Irak y Siria reactivando este frente tras el colapso de 2019 y cuya última operación había sido un arriesgado ataque a la prisión de Ghuwayran en la ciudad de Hasaka, al noreste de Siria, en la que murieron cerca de 200 detenidos, entre ellos muchos militantes y cerca de una treintena de hombres de seguridad.

Tampoco descuidará las otras filiales del Dáesh, particularmente en África donde no solo sus khatibas se han afianzado en Mali y Burkina Faso, superando la crisis en Nigeria donde su poderosa filial Boko Haram, que había sufrido un gravísimo cisma en 2016 donde la organización se quebró en dos bandos que ha tenido entre ellos sangrientos enfrentamientos, por un lado el capitaneado por el antiguó líder Abu Bakr Shekau (muerto en mayo del 2021) y el grupo liderado por Abu Musab al Barnawi (muerto octubre del 2021) es conocido como Estado Islámico en África Occidental (ISWAP). Se ha conocido en esas últimas horas que el nuevo emir de ISWAP, Sani Shuwaram, habría muerto tras un bombardeo del ejército nigeriano. De lo que necesariamente tendrá en su momento que opinar Abu Hasan al- Hashimi al-Qurashi. El reemplazo del líder muerto surge de las resoluciones internas de cada grupo, aunque más tarde necesitarán la bendición del emir.

Mientras, la organización ha logrado extenderse hacia el centro y el este de África, donde las Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF) se han expandido en la región de Kivu protagonizado constantes ataques a comunidades civiles produciendo cientos de muertes y han retornado a Uganda, de donde son originarias, país en el que en estos últimos meses han generado múltiples atentados en Kampala, su capital, y por el este han avanzado hasta Mozambique, donde se han aseñorado en la norteña provincia de Cabo Delgado, donde sus hombres han atacado tanto ciudades y poblados como plantas gasíferas de multinacionales que operan los ricos yacimientos marítimos próximos a la costa de Cabo Delgado.

Al mismo tiempo tendrá que controlar junto al Dáesh Khorasan en Afganistán y sus tentáculos en otros países de Asia Central, Pakistán, donde el grupo se ha adjudicado el sangriento atentado contra la mezquitadel barrio chiita de Kocha Risaldar, de la ciudad de Peshawar, capital de la provincia de Khyber-Pakhtunkhwa al noroeste del país, en la frontera afgana, el pasado 4 de marzo, en el que murieron unas 60 personas y más de cien resultaron heridas, uno de los peores ataques terroristas en el país asiático desde 2014 cuando un ataque de los talibanes produjo la muerte de 140 personas en la Escuela Pública del Ejército y la Universidad de Grado de esa misma ciudad pakistaní. Además tendrá que reactivar las alicaídas células de India y el Sudeste Asiática.

Algunos analistas sospechan que la organización podría estar sufriendo una crisis interna, ya que se la Shura se tomó 42 días, a pesar de que ya había sido designado, para dar a conocer el nombre del nuevo emir.

Dáesh nunca ha tardado tanto tiempo en nombrar al líder, como en la anterior oportunidad donde el reemplazante de al-Bagahdadi fue ungido cuatro días después de su muerte, y ni siquiera para reemplazar a ningún alto mando, muerto o apresado como fue tras la detención en octubre pasado del jefe de finanzas Sami Jasim al-Jaburi, de la que el grupo salió incólume, aunque en el caso del nuevo emir podrían haberse profundizado antiguas grietas.

Como ya se ha conocido muyahidines del Dáesh y al-Qaeda han sido trasladados por la CIA a Ucrania, (Ver: Muyahidines Welcome) para luchar contra el ejército ruso, operación que sin duda ha debido tener el visto bueno del nuevo emir en un alarde de realpolitik  que tanto terroristas como las potencias occidentales suelen tener cuando la ocasión es oportuna. 

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.