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En un pabellón deportivo

Fuentes: La Jornada

Seiscientas personas sentadas en el suelo de un pabellón deportivo cercano a Maputo. Preside un gran tapiz donde una mujer y un hombre de raza negra con sus manos unidas sostienen el planeta Tierra. Sobre el cemento un mapamundi realizado con tierra mozambiqueña. Sobre los cinco continentes, 600 candelas prendidas se ofrecen frente a un […]

Seiscientas personas sentadas en el suelo de un pabellón deportivo cercano a Maputo. Preside un gran tapiz donde una mujer y un hombre de raza negra con sus manos unidas sostienen el planeta Tierra. Sobre el cemento un mapamundi realizado con tierra mozambiqueña. Sobre los cinco continentes, 600 candelas prendidas se ofrecen frente a un retrato. Seiscientas voces en silencio. Sobre la tarima del pabellón una mujer joven, siguiendo el hilo de sus papeles, relata su historia, sin que la sonrisa desapareciera de sus ojos.

«Hace cinco años, como muchos de ustedes me encontraba en Cancún, acompañando a mi padre Lee, líder del movimiento campesino coreano. Muchos campesinos y campesinas nos reunimos para frenar las medidas que adopta la Organización Mundial de Comercio (OMC) para expulsarnos de nuestra tierra abandonándonos en la competencia ilegal contra las grandes corporaciones. Mi padre era un hombre cariñoso, juguetón como un niño y sobre todo un hombre apasionado por la agricultura. Siempre salía de casa para apoyar a otros campesinos, imaginaba formas de producir alimentos y daba charlas entre sus compañeros. Estoy orgullosa de mi padre y su amor por la agricultura perdura en sus tres hijas y sus cuatro nietos. En los últimos años concentró todas sus fuerzas en derrotar a la OMC. En Cancún la tenía enfrente, protegida por una enorme valla y miles de policías. Recuerdo la hora, el minuto, el segundo. No lo puedo olvidar. Mi última imagen de él fue en brazos de sus compañeros, ensangrentado.»

La historia la completa Rafael Alegría, el hermano hondureño de Lee. «La movilización fue grandiosa. A Cancún habíamos llegado 15 mil campesinos de todos los continentes. Queríamos que la OMC nos escuchara pero nos rechazaron. Organizamos una marcha hasta los hoteles donde se resguardaban. Topamos con las vallas y muchos pensamos que era el fin del camino. Entonces tu querido padre trepó a lo alto de la valla, llevando un cartel sobre su cuerpo que decía, la OMC mata a campesinos. Tomó una pequeña navaja suiza de su bolsillo y se inmoló clavándosela en el corazón. Tu padre tomó esa decisión para que la lucha por la dignidad de los campesinos acumulara el coraje necesario para la supervivencia de nosotros y nosotras los productores de alimentos. La OMC ha impulsado un modelo comercial diseñado en favor de las grandes trasnacionales. La apertura de las fronteras y el desmantelamiento de las ayudas públicas para la pequeña agricultura dejó a millones de familias sin capacidad para vivir en y del campo, como le pasó a miles de campesinos coreanos como tu padre. La OMC es la responsable de la pobreza en el campo que se hace presente en las villas miseria y en las chabolas de tantas ciudades de todo el mundo. Recuerdo lo que tus hermanas y tú me dijistéis en Cancún: que la familia campesina no olvide a Lee. Aquí estamos, tu familia de la Vía Campesina, como cada día, con tu padre al lado luchando por un mundo justo, rural y respetuoso. Ciertamente la vallas de Cancún no pusieron fin a nuestro camino, fue el principio que nos llevó a derrotar a la OMC, y ahora sólo le queda agonizar.»

El día de la muerte de Lee, en Cancún, también en un pabellón deportivo, su foto en el centro se encontró rodeada de cientos de candelas. En Cancún y ahora en Maputo los luchadores y luchadoras por un mundo campesino han aspirado el humo de las candelas, saboreando una bocanada de aliento fresco.

Gustavo Duch. Director de Veterinarios Sin Fronteras