Traducido del francés para Rebelión por Caty R.
Por primera vez desde hace decenios todas las grandes potencias europeas, así como Rusia y Estados Unidos, van a entrar en guerra en Siria. Juntos o unos contra otros, no está claro. El hecho es que esas guerras causan estragos desde hace mucho tiempo bajo una forma u otra. Tienen un potencial de destrucción enorme. Nadie sabe exactamente quién es el amigo y quién el enemigo. La situación es eminentemente peligrosa.
El despliegue militar de todas las grandes potencias europeas -Gran Bretaña, Francia y Alemania- así como el compromiso actual de Estados Unidos y Rusia en Siria llevan a una situación geopolítica extremadamente peligrosa. Muchos protagonistas actúan enmascarados, de forma anónima o por delegación. La escalada es consecuencia de una evolución desde hace varios años explotada por los estrategas militares, los servicios secretos y los grupos radicales. «Nos enfrentamos a una tercera guerra mundial soterrada», declaró el vicecanciller austríaco Erhard Busek -que no es realmente un catastrofista- en una entrevista en el otoño de 2015.
Estrictamente hablando no nos enfrentamos a una guerra mundial, sino a cuatro niveles diferentes de guerras estrechamente entrelazadas unas con otras.
La interconexión del mundo, al contrario de lo que se esperaba, no ha conducido a la liberación, a más justicia, igualdad, protección de las minorías y diversidad. Internet, inventado un día por el ejército como una nueva estructura de comunicación, fue capturado por los servicios secretos, los grandes grupos económicos, los agitadores políticos y los grandes amasadores de beneficios. Vivimos la revolución tecnológica en su faceta destructora, la guerra se ha adueñado de las posibilidades de la modernidad. La muerte por medio de la tecnología, que parece ser la vanguardia, hace la revolución y barre todo el globo.
El primer nivel concierne a las guerras reales. Con los medios tecnológicos hoy es posible matar de forma aparentemente «limpia». Los drones se guían a distancia con un joystick -qué denominación obscena en este contexto- y matan. No hay declaración de guerra. La distinción entre civiles y militares está abolida. Los autores de lo que se denomina «asesinatos selectivos» permanecen en la sombra. Ya no hay ejércitos regulares, los mercenarios combaten por todas partes, las sectas políticas son enviadas a las guerras por delegación. Los únicos que todavía tienen rostro son los que deben sufrir las consecuencias. La mayoría de los muertos quedan ocultos, abusando de ellos una vez más con fines de propaganda.
Pero los acusadores silenciosos de esas guerras reales sí tienen rostro: son los refugiados que llegan por cientos de miles a Europa en 2015. Huyen acosados por guerras cuyos jefes nadie conoce. Han venido a perturbar a Europa en su comodidad y nos hacen saber que existe la guerra en el mundo.
La segunda guerra es la financiera. Gracias a la interconexión mundial es posible hacer circular el dinero por toda la tierra a la velocidad de la luz. Numerosas manifestaciones hostiles actuales, que nos parecen enigmas, se preparan de antemano durante mucho. Son el resultado de ataques dirigidos a otros sistemas financieros. Los gobiernos de los grandes países dirigen ejércitos enteros de guerras financieras. Actúan en el anonimato. En cualquier momento pueden provocar la caída de otro gobierno o de una empresa. Están en posición de manipular, atacar o responder. No se les ve, no se les oye, no se les conoce. Y sin embargo esas auténticas armas de destrucción masiva en una noche pueden precipitar a continentes enteros a la desgracia.
La tercera guerra es la que se denomina ciberguerra. Internet, esperada por los forofos de la informática y los adoradores de Steve Jobs como un nuevo paraíso se ha convertido en la antecámara del infierno de la destrucción. Ahí también los autores y los que manejan los hilos permanecen ocultos. Infraestructuras enteras pueden ser paralizadas por hackers profesionales. Hasta qué punto esas estructuras son peligrosas y en qué medida se desarrollan se manifiesta en el hecho de que recientemente Estados Unidos y China han iniciado negociaciones sobre un acuerdo de desarme, quieren ponerse de acuerdo sobre el principio de que la destrucción de barreras, centrales eléctricas, centrales nucleares e instalaciones de transporte deben excluirse. La negociación de las grandes potencias sobre su voluntad de evitar la destrucción lo demuestra, están en condiciones de destruirse. Esas posibilidades ofrecidas por la guerra inteligente hacen que la bomba atómica parezca una porra al lado de un caza.
La cuarta guerra que causa estragos en la era tecnológica es la guerra de la propaganda. De hecho hoy existe la posibilidad de una libertad y una diversidad desconocidas. Sin embargo la crisis económica y la erosión del modelo comercial han empujado a numerosos periódicos a los brazos de los «doctores Spin» de la comunicación y de las máquinas de relaciones públicas. Hoy los periodistas disponen de poco tiempo y eso los lleva a menudo a ser menos competentes profesionalmente. Tienen que comer de la mano de los que no se interesan por la información, sino de inducir al error. En la mayoría de los países de Europa las emisoras públicas de radio y televisión supuestamente deberían informar a la opinión pública del fracaso de los gobernantes. Sin embargo están controladas por esos mismos gobiernos que las financian. Eso no puede funcionar.
Así arrastran a los medios de comunicación a las guerras de propaganda que deben orquestar las guerras reales y las ciberguerras, cuyos recursos son inagotables y donde la ausencia de escrúpulos es universal.
Las guerras nunca se desencadenan por razones éticas. Y en el curso de las guerras todas las partes se convierten en culpables de crímenes. Naturalmente hay grados: el holocausto, un asesinato racionalmente planificado y técnicamente ejecutado a escala industrial, de seis millones de judíos en Europa, así como el asesinato, ejecutado con la misma precisión glacial, de los gitanos, los homosexuales, los discapacitados y otras minorías, constituyen un suceso único en la historia de la humanidad. El recuerdo de los crímenes de los nazis y sus diligentes colaboradores condujo a que Europa, al grito de ¡Nunca más la guerra!, haya disfrutado de un período inusualmente largo de paz y prosperidad.
Pero los jinetes del Apocalipsis no desaparecieron. Solo cambiaron de táctica. Hoy, medio siglo después, esa época dorada parece haber llegado a su fin, todos los estados están aterrorizados por la revolución tecnológica-industrial o en efervescencia. Utilizan las nuevas posibilidades para testar la situación y lanzar globos sonda o crear nuevos hechos auténticos. En los últimos años las realidades del mundo han cambiado. Casi todos los países tienen problemas fundamentales que les obligan a actuar. Para muchos de ellos la opción actual es la huida hacia adelante, es decir, la guerra. Las nuevas tecnologías permiten a los estados desviar la atención de sus problemas internos con acciones violentas. Buscan la solidaridad de sus propios ciudadanos con nuevos chivos expiatorios.
La guerra de Siria reúne todas estas formas de la guerra moderna. No es totalmente seguro que se esté radicalizando pero el avión ruso abatido por Turquía nos muestra lo rápidamente que puede degenerar la situación. Dicho de forma realista, no solo en Siria, las hostilidades mundiales golpearán por todas partes.
El sobreendeudamiento mundial, el desequilibrio demográfico, la revolución tecnológica y sus aplicaciones posibles, así como la desigualdad creciente de las rentas agitan la era de la globalización como botafuegos. Es posible que ya nos encontremos en una nueva Guerra de los Treinta Años. Si continúa empeorando las generaciones que vienen solo encontrarán tierra quemada, como después de la Guerra de los Treinta Años en Europa [1618-1648, Tratado de Westfalia].
Este texto es un extracto actualizado del nuevo libro de Michael Maier Das Ende der Behaglichkeit. Wie die modernen Kriege Deutschland und Europa verändern. El autor analiza las consecuencias de las guerras modernas para Alemania y Europa. La esencia de estas guerras es el anonimato, ya nadie sabe quién es enemigo y quién amigo. El miedo se convierte en el sentimiento dominante mundial creando así las condiciones ideales para la violencia, la represión y el totalitarismo. No quedan islas para los afortunados.
Michael Maier es escritor y periodista austríaco.
Artículo original en alemán: Am Vorabend des Krieges: Die apokalyptischen Reiter machen sich bereit , Wirtschafts, 30 de noviembre de 2015.