Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Una vez que se ha dejado algo atrás – sea una cosa, una relación, o un país – no hay forma de volver por el mismo rastro de migas, en el que se pueda volver a encontrar intacto lo que uno pueda haber esperado que volvería a encontrar. Como en un cuento de Grimm, las migas siguen en su sitio, y es fácil reconocerlas, pero lo que dejaste atrás y, sobre todo, tú mismo, se han transformado irremisiblemente con el paso del tiempo y de la transformación social. Un viaje reciente a Rusia me hizo reflexionar sobre la naturaleza de una experiencia de exilio y, al mismo tiempo, observar la vida rusa y sus peculiaridades desde el punto de vista de una antigua ciudadana quien, básicamente, pasó a ser una extranjera en su país de origen. En su libro: «The Art of Memory in Exile: Vladimir Nabokov & Milan Kundera,» Hana Pichova compara a un emigrado con un «puente desvencijado entre dos orillas, y hay que apropiarse y familiarizarse con el nuevo territorio desconocido mientras el antiguo territorio conocido se convierte en el reino de lo imaginario.» Sin embargo, esta metáfora requiere una pequeña corrección. Existe definitivamente un puente entre dos orillas. Sin embargo, un emigrado sólo vive sobre todo en una orilla, la de la patria recientemente adquirida, con un puente mental que lo conecta con el país de origen. La orilla de la patria parece tan lejana, sus contornos cubiertos por la niebla, y a veces hasta cuesta creer que haya habido un día en el que realmente se vivió allí.
Imagínate como un emigrado semejante, bien ajustado a su nuevo Estado nación, y que visita ocasionalmente la antigua orilla de la patria cruzando ese puente hipotético. Mientras más años separan esas dos orillas, o dos dimensiones, más se ve uno alienado, no sólo de las memorias pasadas sino también del presente que exuda el país de su origen, ahí ante sus ojos, pero sin que uno comprenda su verdadero significado. Cambiamos constantemente bajo la influencia del momento y de las circunstancias de la vida, y es uno de los motivos por los que no podemos volver exactamente a la misma etapa en la que estábamos antes. Trata de volver atrás y de repente te encuentras en el escenario familiar pero con un telón de fondo y panorama desconocidos, rodeada de actores de una trama diferente – y poco familiar. La experiencia se convierte en una aventura surrealista a través del espacio y del tiempo, con su salto dimensional y temporal: la comprensión del presente ocurre a la luz de un pasado – otrora familiar pero ya no – que no tiene nada que ver con lo que sucede en tu antiguo país en este momento y, además, con su subsiguiente interpretación que va dirigida a una persona que ya está resocializada en una nueva orilla. Unos pocos años de vida en un país diferente y de continuo ajuste al nuevo entorno infligen cambios en el modo como funciona el propio cerebro. Y uno se da cuenta de que incluso si uno habla la propia lengua materna eso no conlleva necesariamente, para usar la expresión de Pichova: «la comprensión intensa, innata, de un nativo.»
«Cada sociedad produce los hombres que requiere»
Esta cita de Peter L. Berger, sociólogo estadounidense y originalmente nativo de Viena, es perfecta para justificar la idea de que lo que Rusia necesitaba era un presidente fuerte como Vladimir Putin. Después de la confusión económica y política que vino después de la caída de la Unión Soviética, su régimen ha producido mucha estabilidad y – para algunos – incluso prosperidad económica, especialmente en el corazón político de Rusia, Moscú. De hecho, mi experiencia de la vida en el estado de Washington y de mi observación de su gente y la forma de vida de ésta, me dice que la gente en Moscú está más interesada en una vida de lujo que lo que jamás llegará a estar la gente en Washington. La capitalización y la súper-materialización de la vida en Moscú han resultado en un montón de millonarios, o por lo menos de los que se esfuerzan por, o pretenden, serlo. De esos que viven en un estilo de grandeza, compran coches de lujo y tienen un conductor personal, para no mencionar una residencia privada en una comunidad cerrada, donde sólo se puede entrar después del escrutinio por un guardia fuertemente armado. Actualmente, Rusia es un mercado seguro para coches súper-costosos. Según fuentes noticiosas rusas, durante los primeros seis meses de 2007, los rusos compraron 130 Bentley Continental (precio promedio – 229.000 euros), 43 Ferrari (desde 215.000 euros cada uno) 9 Lamborghini (207.000 euros), y 20 Rolls-Royce (495.000 euros y más). En octubre, rusos acaudalados competirán entre ellos para comprar el coche más caro del planeta – el Bugatti Veyron 16.4, por un precio que comienza a 1,6 millones de euros. No sorprende que haya bastantes competidores pujando por el honor de ser dueños de esta belleza.
Si los rusos son ricos, no quieren ser modestos y ocultar su suerte financiera detrás de los muros; en lugar de hacerlo, les gusta ostentar sus riquezas – el mejor coche o yate posible, la mujer más hermosa colgada del brazo, el mayor diamante brillando en el anillo, etc. Y para que se diviertan, hay una Feria del Millonario en otoño – en noviembre de 2007 lo que marcará su tercera temporada en Moscú – con su exhibición de bienes y servicios que van más allá de lo imaginable para consumidores voraces. No puede sorprender que esta exhibición de lujo sea la mayor del mundo – después, hablaremos de Moscú y de los moscovitas – y eso dará sabor algo más de lo que esos millonarios, o sólo especímenes ricos y poderosos, nunca habían oído hablar o visto. Si sientes curiosidad por atisbar o incluso adquirir todos los mejores bienes de lujo en un sitio y al mismo tiempo, sugeriría que reservaras tu pasaje de avión a Moscú, que dejes tus chancletas «a la moda» en tu casa – de otro modo te pondrán la marca del peor gusto en cuanto llegues – y encuentres el mejor abrigo de piel posible, porque la escarcha de noviembre puede ser implacable y, además, tu apariencia es el primer paso para tener éxito entre los ricos de Moscú. También, a fin de prepararte para el viaje, sería útil que pongas a punto tus capacidades intelectuales, porque – siguiendo el proverbio ruso, torpemente traducido – incluso si, cuando se encuentra la gente por primera vez, es saludada según su apariencia, en el momento de la despedida es juzgada por su intelecto.
En 1979, Vanga, la reputada clarividente búlgara predijo: «Todo se derretirá como el hielo pero la gloria de Vladimir, la gloria de Rusia, es lo única que prevalecerá.» Aunque sea nebulosa para la mayoría de nosotros, esta profecía es algo que hay que – o no – ver, pero el nombre Vladimir recuerda el nombre de Vladimir Putin, durante cuyo gobierno Rusia se convirtió – en un ámbito monetario global – en aún más exitosa económicamente que EE.UU., cuya «deuda externa no tiene precedentes en la historia del mundo.» Según Giovanni Arrighi (New Left Review, No. 32, marzo/abril de 2005),
«La ventaja decisiva de EE.UU. durante la Guerra Fría fue financiera. Pero en la nueva confrontación, el poder financiero se apila no a favor sino contra EE.UU.» Mientras EE.UU. sigue siendo el mayor deudor del mundo y – desde el punto de vista financiero – a la merced de sus acreedores, en su mayoría bancos centrales de Asia del Este, el curso financiero de Rusia es su independencia de las deudas internacionales. Gracias al aumento de sus ingresos provenientes de sus recursos naturales como ser el petróleo y el gas, el gobierno ruso ha logrado pagar las últimas deudas externas de la Unión Soviética. En agosto de 2006, el Daily Telegraph de Londres informó que las reservas rusas en divisas extranjeras son las terceras por su tamaño del mundo, después de China y Japón. Habría que preguntarse, antes esta noticia, ¿quién ganó, después de todo, la Guerra Fría?
Al mismo tiempo, Rusia ha comenzado a mostrar durante el gobierno de Putin su influencia política, como lo prueban la reciente confrontación con EE.UU. respecto al tema del escudo de misiles y la eliminación de las transmisiones en FM de la BBC en Rusia. Uno podrá sobresaltarse ante el curso antidemocrático en Rusia y lamentar la tendencia de su gobierno a controlar la vida política rusa, pero al mismo tiempo es recomendable que se recuerde la parábola sobre la paja en el ojo ajeno, sin ver la viga en el propio. Los defensores de la democracia estadounidense debieran estudiar más de cerca las consecuencias de, por así decirlo, el régimen impuesto democráticamente en su propio país así como la intervención de EE.UU. en numerosos países en el extranjero. A cualquier ruidoso fanfarrón sobre la democracia y la libertad en EE.UU., quisiera recordarle un comentario aleccionador hecho por un notable filósofo, sociólogo y anarquista cristiano francés, Jacques Ellul, en su libro de 1967 «The Political Illusion» [Politización y soluciones políticas]:
«Considerar que la libertad simplemente significa que el individuo puede escapar del poder del Estado y decidir por sí mismo el sentido de su vida y de sus obras parece en nuestros días una reacción simplista, ridícula y adolescente.» Pero son las ilusiones políticas a las que somos adictos. La gente en EE.UU. podrá arrullarse en la ilusión de vivir en una democracia, pero tiene que recordar que, después de todo, las decisiones para el público son tomadas por el poder privado de numerosas corporaciones.
Además, vale la pena recordar que los políticos de EE.UU. a menudo apoyan rápidamente a ciertos dictadores siempre que estos últimos sirvan a sus negocios y a sus intereses políticos. Abundan los ejemplos de una tal complicidad, pero recientemente me sorprendió descubrir, mientras leía «The Orientalist» [El orientalista], un libro escrito por Tom Reiss, que una vez «Mussolini fue ampliamente comparado con Theodore Roosevelt» Además: «Will Rogers hizo un viaje muy publicitado a Italia para entrevistar a Mussolini y declaró: ‘El gobierno de un dictador es la mejor forma de gobierno que existe, es decir, si tienes el dictador apropiado.’ La relación entre Mussolini y los republicanos era tan vergonzosamente cercana que el embajador del presidente Coolidge en Italia, Richard Washburn Child, ayudó a escribir la ‘autobiografía’ del Duce, en lo que seguramente fue uno de los momentos más extraños y más (deliberadamente) olvidados en la historia diplomática de EE.UU.» Utilizando la misma lógica, puede decirse que Putin es el «dictador» adecuado para el prestigio global de Rusia, si la palabra «dictador» llega a ser apropiada para describirlo. En una nota más ligera, me encanta agregar que después de estar a cargo de la demostración de fuerza política de Rusia en la escena internacional, el presidente ruso no se sintió cohibido al mostrar su torso desnudo así como sus músculos. Podrá criticársele cuanto se quiera por la controversia política resultante, pero este gobernante no parece tan cursi después de todo. Me pregunto si Bush llegaría a atreverse a mostrarse de esa manera, sea con su físico o con algún indicio de fuerza cerebral.
Tribulaciones de todos los días.
Sin embargo, se podría preguntar – y con razón – sobre la vida de la mayoría del pueblo ruso que no puede posiblemente contarse entre las filas de sus compatriotas ricos. Si no se posee su propio negocio, la vida en Rusia actual favorece sobre todo a los jóvenes. Por lo que he oído, a los que tienen 35 años o menos les va bien. Les es más fácil encontrar un trabajo relativamente bien remunerado en el sector privado, que prospera en las grandes ciudades y sobre todo en Moscú. Mis parientes jóvenes en Moscú llevan una vida relativamente confortable: todos tienen un trabajo decente y un coche importado, y ganan suficiente dinero como para viajar al extranjero y vestirse a la moda. La madurez de edad y la falta simultánea de capacidades especiales, sin embargo, no constituyen una fase buena en la vida actual. La mayoría de los anuncios de empleo lo dejan terriblemente en claro: los que tienen más de 35 años no necesitan postularse. Y el motivo de esto – a pesar de la discriminación por la edad – es simple: los jóvenes tienen una mentalidad diferente; están más orientados hacia el capitalismo y son más independientes – es decir, no se basan en los amortiguadores gubernamentales que existían durante la época soviética, cuando la gente tenía más seguridad en cuanto a sus empleos e incluso, a menudo, prebendas, y prestaciones de jubilación que – en esos días – podían asegurar una vida más o menos confortable. Las personas mayores no son tan flexibles como las más jóvenes, y no es tan fácil cambiar su mentalidad una vez que ha sido formada y arraigada inveteradamente por un condicionamiento social específico. La mentalidad soviética de dependencia excesiva en el propio gobierno ya no está, definitivamente, de moda.
También, habría que subrayar que si la gente no es rica, el grado de edad es algo que define, literalmente, el derecho de uno a vivir. Si la persona tiene más de 60 años y no puede tener su propio doctor ¡más vale que tenga buena salud! Me dijeron que los servicios de emergencia en Moscú – con su falta de personal y de los medicamentos necesarios – no están a disposición de los ancianos. La gente puede marcar 03 – el equivalente de 112 – y no obtener ayuda médica si revela su venerable edad. En vista de este abandono, no es de sorprender que después de la caída de la Unión Soviética, la población rusa haya disminuido en 6 millones de personas y que la expectativa de vida haya caído dramáticamente a 66 para las mujeres y a una cifra catastrófica de 58 para los hombres. Mientras los hombres rusos van hacia la casi extinción, la expectativa de vida en EE.UU. aumenta y su promedio ha aumentado a casi 79.
Sin embargo, no me preocuparía demasiado la baja tasa de nacimientos en Rusia y su población decreciente, por lo menos no todavía. Los rusos son gente inventiva, y se les ocurrirán algunas soluciones extraordinarias, como lo demuestra el siguiente ejemplo. The Guardian (12 de septiembre de 2007) informó que «una región rusa de Ulyanovsk (sic., conocida como el lugar de nacimiento de Vladimir Lenin) ha encontrado una manera novedosa de combatir la crisis de la tasa de nacimiento de la nación: Declaró el 12 de septiembre como Día de la Concepción y ya va en el tercer año en el que se da a las parejas tiempo libre del trabajo para procrear.» En todo el país, la deprimente situación demográfica es encarada con incentivos materiales: «Bajo el programa federal, mujeres que dan a luz a un segundo hijo u otro subsiguiente recibirán certificados de un valor de 10.000 dólares, que puede ser utilizado para pagar la educación o para mejorar las condiciones de vida de la familia.»
Corrupción
La corrupción es un motivo central de continua pestilencia en la vida rusa. La simple definición de corrupción es que es el abuso del poder público para ventaja personal. El primer y el último momento de mi visita Rusia estuvieron marcados por casos relativamente inocentes de corrupción, que no perjudicaron visiblemente a nadie, pero que sólo me divirtieron y aseguraron algún alimento para la mesa de alguna gente normal, por decirlo así. El momento en que llegamos a Sheremetyevo, el aeropuerto internacional de Moscú, tuvimos la oportunidad de utilizar carritos para equipaje gratuitos o de pagar 30 dólares al portador de equipajes del aeropuerto, que llevó nuestras pesadas maletas directamente al coche de nuestro amigo. Escogimos la segunda alternativa y conseguimos un paso increíblemente rápido por la aduana. Los funcionarios de la aduana ni siquiera se preocuparon por mirarnos; un gesto de nuestro porteador y nos ahorramos cualesquiera miradas desconfiadas o incluso un examen exhaustivo de nuestro equipaje. Fue definitivamente una situación en la que nadie podía salir perdiendo.
Al salir del país, me informaron en el aeropuerto Sheremetyevo que el peso de mi equipaje excedía el límite, que era significativamente más bajo comparado con las regulaciones en EE.UU. o en Europa. Estaba lista para apartarme y pagar el coste – sólo la pequeña suma de 8 dólares – en la ventanilla adecuada, cuando me dijeron que tenía que retroceder unos pocos metros, esperar unos pocos minutos, colocar dinero dentro de mi pasaporte, y luego volver al mostrador. Primero, me sentí confundida y ni siquiera podía comprender por qué debía esperar y luego volver. ¿Tenía que esperar una señal? ¿Un permiso especial para seguir adelante? Esperé más de lo necesario. No pasó nada, y entonces me decidí a continuar. Sólo en el mostrador comprendí todo el significado de esos pasos de baile – adelante, atrás y de nuevo adelante. El funcionario del aeropuerto agarró el dinero metido en mi pasaporte, me devolvió el documento, y me hizo pasar. Perdone mi ineptitud, me dije. ¡Unos pocos años viviendo afuera de Rusia que, después de la caída de la Unión Soviética, pasó al capitalismo con una velocidad increíble, y me pierdo en un caso tan simple de corrupción como el que acababa de suceder ante mis ojos!
No es que la corrupción haya sido algo ajeno a la antigua Unión Soviética. De ninguna manera. Pero su frecuencia no era tan atrozmente obvia y, además, mi habilidad en el soborno oficial nunca fue buena ni siquiera en aquel entonces. Además, la escala de la corrupción soviética no llegaba a una presencia tan abrumadora como la de ahora, en la «nueva» Rusia. Mi hermana, que es jefe del departamento educacional de la facultad de informática en la Universidad del Estado de Moscú, me dijo que su hija menor, que iba este año al primer curso de la escuela de enseñanza primaria, fue inicialmente matriculada en la clase con otros niños cuyos padres, sin excepción, eran directores de fábricas, o profesores, o algunos otros tipos de jefes. Todos los padres ya sabían que la matrícula de sus niños en esa clase involucraba emolumentos monetarios mayores en comparación con otras clases. Incluso antes del comienzo del año escolar, mi hermana había sido informada que tenía que llevar la suma sugerida de entre 10.000 y 15.000 rublos (aproximadamente entre 400 y 600 dólares), para necesidades especiales de educación. A pesar de que el puesto de mi hermana es prestigioso y en la mejor universidad estatal, no le asegura suficiente dinero para vivir – sólo unos miserables 400 dólares por mes. Aterrada ante la perspectiva de una permanente extorsión, mi hermana fue a la administración de la escuela a solicitar que transfirieran a su hija a otra clase, en la que los padres no fueran tan ilustres y acaudalados. Tuvo que sobornar, por supuesto, pero el dinero tuvo efecto y su solicitud fue aceptada. ¡Qué alivio!
Esos ejemplos de corrupción son sólo casos triviales que encontré durante mi viaje a Rusia. Sin embargo, parece que actualmente la corrupción se ha convertido en un aspecto indispensable de la vida rusa. Ya que es un instrumento muy útil para mucha gente, se ha convertido en una especie de divinidad menor ante la cual hay que prosternarse.
Cinismo
El tópico del cinismo es tan potencialmente vasto que mi intención en estas líneas no es explorarlo en detalle sino que sólo desempolvar las porciones minúsculas de esta esfera temible. En su libro «Critique of Cynical Reason» [Crítica de la razón cínica], Peter Sloterdijk – filósofo alemán que se describe como «pensador hiperbólico» – definió el cinismo como «falsa conciencia ilustrada.» Así que es «ilustrada,» pero al mismo tiempo, «falsa,» con todas las ilusiones que son peculiares al espíritu de los tiempos, Zeitgeist, o cualquier visión del mundo socialmente condicionada, en realidad.
Mi ejemplo particular de este punto de vista cínico, o más bien de su rápido cambio total según el cambiante medio político de la vida rusa, tiene que ver con Dmitriy Yurasov, que es – actualmente – empleado del Fondo Público Ruso de Alexander Solzhenitsyn. Para que quede claro, no significa que Dmitriy tenga un punto de vista cínico en este caso, sino es al revés – el cinismo está alrededor suyo y va hacia su obra maestra, por así decir. Dmitriy es una persona especial – con vasta erudición, valeroso y no-conformista. En tiempos soviéticos, fue perseguido por el gobierno por tratar de saber «demasiado» sobre gente que fue condenada como «enemigos del pueblo» en tiempos de Stalin, que perecieron en gulags, y que a veces fueron rehabilitados póstumamente. Cuando Dmitriy trabajó en el Archivo Central del Estado de la Revolución de Octubre y en el Tribunal Superior de la URSS copió subrepticiamente – hasta que fue descubierto por la administración de esos órganos gubernamentales – información sobre todas las víctimas del régimen de Stalin que pudo encontrar. En general, creó un índice de tarjetas, con 1,5 millones de tarjetas con todos los nombres sobre los que logró encontrar información. Este índice ocupa dos paredes enteras en la sala de estar de su apartamento en Moscú.
La cuestión de cuántas personas fueron víctimas de la brutalidad del régimen de Stalin aún no ha sido respondida en todos sus detalles. Incluso ahora, cuando los archivos rusos están más abiertos que nunca antes, la cantidad de los sacrificados por el bien de la «revolución mundial» es discutible, para decir lo menos. Wikipedia publica la siguiente información: «Mientras algunos investigadores en los archivos han calculado que la cantidad de víctimas de las represiones de Stalin no asciende a más de unos 4 millones en total, otros creen que su número es considerablemente superior. El escritor ruso Vadim Erlikman, por ejemplo, hace los siguientes cálculos: Ejecuciones, 1,5 millones; gulags, 5 millones; deportaciones, 1,7 millones (de 7,5 millones deportados; y prisioneros de guerra y civiles alemanes, 1 millón – un total de 9 millones de víctimas de la represión.» Incluso si se toma el cálculo más bajo, 4 millones de víctimas, como la cifra correcta, el índice de tarjetas de Dmitriy ofrece una plétora de información para aclarar, agregar, o simplemente comparar con los datos oficiales. Uno podría pensar que si una sola persona pudo acumular 1,5 millones de nombres en un período de unas pocas décadas, un equipo de investigadores calificados seguramente podría compilar la historia completa sea mediante los archivos rusos, informes de los miembros supervivientes de las familias, o mediante los esfuerzos de gente como Dmitriy, por más que sea alguien especial.
El cinismo de la era soviética – incluso si fue provocado por la necesidad de sobrevivir en esos días – es evidente en la cuestión que le preguntaban a Dmitriy en aquel entonces: «¿Por qué hace esto? ¡Es peligroso!» Por cierto, incluso en 1987 – cuando el dios Jano de la libertad volvió su cara benévola hacia la URSS – después de que Dmitriy publicara su artículo sobre los archivos soviéticos y su práctica existente de quemar miles de casos de la Corte Suprema que las autoridades no consideraban suficientemente importantes, una banda de policías – por orden superior – revisó y literalmente puso cabeza abajo el apartamento de Dmitriy. Se llevaron todos sus apuntes, pero, irónicamente las tarjetas no eran su objetivo porque nadie se preocupó de leer de qué trataban. Dmitriy publicó su artículo en la revista Glasnost, y durante el tiempo de la glasnost de Gorbachev, que fue elogiada por revelar los hechos para que todos los conocieran, sin embargo, la reacción práctica a su artículo fue suficiente para mostrar el tipo real de «glasnost» que se ofrecía en aquel entonces.
Después de la caída de la Unión Soviética, el cinismo de la situación con el índice de tarjetas de Dmitriy es retorcido, pero no sorprendente, considerando la penetración del capitalismo en la vida política rusa y la subsiguiente revolución axiológica. Actualmente, la gente pregunta a Dmitriy: «¿Por qué hace esto? ¡Nadie necesita esta información!» Irónico, ¿no es cierto? ¿A quién le sirven los nombres de toda esa gente – que otrora vivieron pero que desde hace tiempo pasaron a ser fantasmas políticos sacrificados en el altar de la ideología esquizoide soviética? ¿Quién necesita saber cuántos millones de ellos fueron sacrificados – 4, 6, o 9 millones? Después de todo, no se trata de un Holocausto que pueda ser – y sigue siendo – utilizado para lograr alguna ventaja política. En general, hubo algunos cambios introducidos en Rusia por el «viento de la libertad» como ser el cambio del medio político y el cambio de valores – y todos esos cambios resultaron en una forma invertida de cinismo.
En cuanto al cinismo del Estado, nunca falta una prueba de su existencia. Respecto al cinismo del poder, Sloterdijk dijo: «En cierta medida el poder hegemónico se legitima a través de un buen ejercicio del poder. Cuando el poder hegemónico realmente se legitima, se somete a un interés más elevado y más universal, al apoyo y a la persistencia de la vida. Por este motivo, la paz, la justicia y la protección de los débiles son las palabras sagradas de la política. Cuando un poder hegemónico puede decir justificadamente de sí mismo que ha favorecido la paz, dio lugar a la justicia, y convirtió la protección de la vida más frágil en su causa mas noble, comienza a superar su propio núcleo de violencia y a lograr una legitimidad superior.» Para utilizar esas palabras como guía, inmediatamente se dirá que el Estado ruso está lejos de lograr «una legitimidad superior.» Si así fuera, el gobierno ruso se preocuparía por y garantizaría el bienestar de su propio pueblo – antes de pensar en su propio prestigio político y su poder en el exterior. Con una población decreciente en general y una población mayor diezmada en particular, el poder estatal y su dinero son dedicados a la militarización y a lucirse en el extranjero. Como lo prueba la reciente invención de la bomba no-nuclear lanzada por aire más poderosa del mundo, se gasta mucho más dinero en objetivos militares, y la violencia implicada en ellos, que en los ciudadanos rusos. Mientras los rusos de más de 60 pueden o no ser suficientemente afortunados para que llegue el servicio de emergencia y los salve, el gobierno ruso se regodea por el hecho de que posee la más poderosa de todas las bombas, «el padre de todas las bombas,» como la llaman frívolamente.
Incluso si Putin, en sus presumiblemente últimos días como presidente – según las noticias rusas – instruye al gobierno para que proteja al pueblo ruso del aumento de los costes de la vida, todas esas palabras benévolas no son más que palabras, ni más ni menos. Además, como nos lo recuerda Sloterdijk, debemos ser más sabios en cuanto a la retórica política, porque «el lenguaje del poder cambia el significa de la expresión.» Y como ya debiéramos ir sabiendo, un Estado puede invadir a otro país y vitorear su acción como si le otorgara democracia y libertad. En el caso de Rusia, crea los medios más poderosos para matar y dice – según las noticias de AP – que la nueva bomba permitirá a los militares «proteger la seguridad de la nación y enfrentar al terrorismo internacional.» Por cierto, continúa Sloterdijk: «En su propio país, [el Estado] alardea sobre su actitud social cuando ha entregado limosnas que no son más que apariencias, y dice ‘justicia’ cuando impone la ley. La dudosa justicia del poder es reflejada en la gran observación sarcástica de Anatole France: ‘La Ley, en su magnífica ecuanimidad, prohíbe, tanto al rico como al pobre, dormir bajo los puentes, mendigar por las calles y robar pan.'» En breve, el cinismo del Estado predominará hasta que proscribamos el eterno auto-engaño y la hipocresía, a cuyos ojos no nos atrevemos y no queremos mirar.
Coda
Una astilla es a menudo
difícil de extraer.
¡Cuánto más difícil es con una espina
en el corazón!» Si cada cual pudiera encontrar esa espina
en sí, ¡las cosas serían
mucho más pacíficas!–Rumi (1207-1273)
Por incompletas que sean, mis notas inconexas sobre el viaje a Rusia están a punto de terminar. Me doy cuenta de que hay tantos tópicos valiosos que no he tocado, como ser que hay alimentos excelentes y saludables en casi cada tienda de comestibles rusa. Aquí, en EE.UU. voy a los mercados locales y veo que nunca llegarán a alcanzar la riqueza de los rusos. Quisiera tener uno de esos mercados rusos cerca de donde vivo, en Olympia. Sin embargo, esas ilusiones están lejos de mi alcance y, por lo tanto, las dejaré en el mundo de los deseos. Además, el alimento físico puede y tiene que ser complementado por el alimento intelectual. Hay una plétora de tópicos semejantes y otros para rumiar sobre ellos. Sin embargo, utilizando el chispeante dicho ruso: «es imposible abrazar lo no-abrazable,» y es hora de apagar la luz, aunque sea por el momento. Si os quedáis perplejos, tratad de abandonar vuestro agarre sobre lo que pueda ser considerado como vuestra realidad personal. Después de todo, la complejidad del intelecto es tal que logra hacer malabares con conceptos aparentemente inadecuados y, además, atribuir vuestro propio significado personal a cosas que – el mensajero – quería que se comprendieran de otra manera. Como con una coda musical, quisiera ofrecer un cierre satisfactorio con una nota sobre el intelecto de Baudrillard:
«Por cierto, ésta es la única función genuina del intelecto: abrazar las contradicciones, ejercer la ironía, tomar la dirección opuesto, explotar las divisiones y la reversibilidad – incluso burlarse de lo lícito y de lo objetivo.» Hagámoslo.
Alevtina Rea vive en Olympia, Washington. Para contactos escriba a: [email protected].
http://www.counterpunch.org/rea10182007.html