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El Estado judío en el Levante es una carga que no deberíamos tener que soportar

Estados Unidos-Israel: grandes aliados, profundos rivales

Fuentes: Information Clearing House

Traducido del inglés para Rebelión por J. M.

Hoy [24 de noviembre 2014] es la fecha límite para el cierre de un acuerdo con Irán sobre su programa nuclear. Nadie debería sorprenderse de que Israel señale esta fecha con una amenaza de atacar a Irán sin tener en cuenta el resultado de las negociaciones. Así dice el informe de portada del Jerusalem Post:

«Israel ha salido con una dura advertencia pública a sus aliados en un argumento claro: Las propuestas actuales garantizan la perpetuación de una crisis, dejando a Israel la sola opción de utilizar la fuerza militar contra Irán como la única salida lógica».

Esto es una mentira, y es notoriamente reconocido como tal: los israelíes no tienen la capacidad militar para eliminar a todos los sitios nucleares de Irán sin la ayuda estadounidense. Aparte de eso, sin embargo, ellos nunca atacan a los que son capaces de devolver el golpe de manera significativa, por lo que podemos calificar esta última amenaza como otras tantas bravuconadas. Y aquí hay que preguntarse: ¿es esta la forma en que se supone actúa un aliado, con el cual, supuestamente disfrutamos una «relación especial»?

La realidad es que Israel es nuestro mayor amigo y nuestro peor rival.

Durante décadas, los israelíes han vivido de nuestra generosidad sin tener que ofrecer algo de valor a cambio -a menos que su interferencia en la política estadounidense se considere de valor-. Les hemos entregado más de 3 mil millones de dólares al año como tributo, nos hemos mantenido al margen mientras someten a sus ilotas palestinos a condiciones no vistas desde el apartheid de Sudáfrica, y sonreímos con tolerancia, como se haría con un niño revoltoso, mientras ruidosamente nos escupe en la cara a cada oportunidad. Y, ¿qué hemos conseguido a cambio? Insultos, interferencias y amenazas directas, por no hablar de una de las más eficaces (y desagradables) operaciones de espionaje llevadas a cabo en nuestro territorio por una potencia extranjera.

Durante años, el «Partido de la Guerra» ha estado acusando a Teherán de ejecutar un programa secreto de armas nucleares, aunque no hay evidencia convincente de que alguna vez se haya producido. Los israelíes y su baza internacional -en particular el grupo terrorista MEK- han hecho su mejor esfuerzo en manipular hasta falsificaciones convincentes, aunque en vano. Han hecho rodar todo tipo de interferencia con el fin de evitar la normalización de las relaciones entre Estados Unidos e Irán. Su objetivo: asegurar que el monopolio regional de Israel sobre las armas nucleares quede intacto.

Aparte de Corea del Norte, Israel es la única potencia nuclear que ha logrado salirse con la suya burlando a la comunidad internacional sobre este tema. Los iraníes se sometieron a un estricto régimen de inspecciones que llevará, sin duda, la atención del mundo a las armas de destrucción masiva en manos del liderazgo de Israel, una clase política considerada por los observadores externos cada vez más extremista. Los israelíes han logrado mantener lo que se conoce como «ambigüedad nuclear « negándose firmemente a rubricar el Tratado de No Proliferación, junto con Corea del Norte, pero no hay absolutamente nada ambiguo sobre el poder destructivo de su arsenal.

«Ambigüedad» no es un concepto que se aplica a Israel en estos días. No hay duda acerca de cuál es su posición o en lo que ha devenido. Su último despropósito: sacar de la Ley Fundamental donde se declara una democracia y poner en cambio «los árabes no están incluidos en dicha ley». O, como The Age publica: »

«La propuesta significaría que Israel ya no se define en sus leyes básicas como ‘judío y democrático’, sino como ‘la patria nacional del pueblo judío'».

Lo que el gran liberal clásico israelí Yeshayahu Leibowitz llamó correctamente la tendencia «judeo-nazi» en la vida política de ese país, ahora ha pasado al primer plano: no pretende ya ser la elegante pequeña democracia de Oriente Medio. No, está saliendo del armario como fanáticos étnico religiosos, al igual que sus homólogos a pocos kilómetros de distancia en el Estado Islámico. Junto con la nueva ley, el primer ministro Benjamin Netanyahu anunció la introducción de una legislación para despojar a los activistas árabes que se manifiesten como «anti-Israel» de su ciudadanía israelí, junto con toda su familia. Y así nace el Estado judío de Israel en el Levante.

En el pasado, el lobby de Israel ha ofrecido una serie de argumentos en favor de mantener la «especial relación» entre Israel y los EE.UU. Y mientras que los factores estratégicos militares y geopolíticos eran una gran parte de su rutina durante la época de la guerra fría, con el colapso del comunismo esto se hizo menos importante y una nueva línea del partido salió a la luz: la afirmación de que compartimos valores importantes con los israelíes, especialmente los relacionados con la democracia liberal, es decir, la tolerancia, la diversidad, etc. Sin embargo, la verdad del asunto es que Israel ya no es una democracia liberal. En efecto, a medida que se aprietan los tornillos sobre la población palestina, el Estado judío en el Levante se está convirtiendo en la imagen especular de sus autoritarios vecinos árabes.

En la política como en el sector inmobiliario, el factor dominante es la localización, ubicación, emplazamiento. En la elección de Oriente Medio como el lugar de su «nación judía», los primeros sionistas se aseguraron que su estado perdería finalmente el contacto con sus raíces europeas y se convertiría en otro estado despótico del Medio Oriente. Se dice que los colonos judíos han transformado la tierra, pero en realidad ocurrió lo contrario: la tierra los transformó.

Los israelíes piensan que son inmunes a la condena. Piensan que pueden continuar torturando a los palestinos, provocando guerras interminables, y auspiciando la clase de racismo flagrante por el cual Hungría fue sancionada por ser un Estado «intolerante». Y teniendo en cuenta el comportamiento de la clase política en Estados Unidos y Occidente, tienen toda la razón para pensar que este tipo de «excepcionalismo israelí» se va a mantener, pero están viviendo dentro de una ilusión.

El lobby de Israel está perdiendo su dominio: el pueblo estadounidense – inclinado previamente a apoyar a Israel irrestrictamente – muestra signos de despertar al peligro que representa nuestra política exterior centrada en Israel. En Europa, donde el lobby de Israel siempre ha sido más débil, están en serios problemas. La reciente masacre de los israelíes en Gaza ha hecho mucho para abrir los ojos de una nueva generación a la verdadera naturaleza del Estado judío en el Levante. Es por eso que la campaña de boicot y desinversión dirigida a Israel está tomando fuerza, a pesar de los esfuerzos frenéticos de los sectores complaciente a Israel a para difamarla e incluso prohibirla. (Sí, las políticas intolerantes del Estado judío en el Levante también se están colando en los Estados Unidos, una perspectiva repugnante, por cierto).

Israel hoy es una tiranía en el orden de la antigua Sudáfrica, con un factor añadido: están armados con armas nucleares. Como tal, los israelíes representan una amenaza para la paz del mundo, una mucho más peligrosa por lejos de lo que Irán podría ser. Su influencia perniciosa sobre la política estadounidense es la gran mecha en la aljaba del Partido de la Guerra. Al final, cuando los estadounidenses se rebelan contra el régimen de guerra perpetua, esta será su perdición.

Justin Raimondo es el director editorial de Antiwar.com, e investigador asociado en el Randolph Bourne Institute. És editor colaborador de The American Conservative, y escribe una columna mensual para Chronicles . Es el autor de   Reclaiming the American Right: The Lost Legacy of the Conservative Movement , con una introducción por el Prof. George W. Carey, un Prólogo de Patrick J. Buchanan, y ensayos críticos de Scott Richert y David Gordon ( ISI Libros , 2008).

Fuente: http://www.informationclearinghouse.info/article40308.htm