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Europa degradada: el continente es para Washington únicamente un mercado de venta

Fuentes: Rebelión

Traducido del neerlandés por el autor

Olvídense de la palabrería sobre “democracia” y “valores”: Washington muestra ahora abiertamente su agenda. Estados Unidos quiere seguir siendo el más poderoso y divide sistemáticamente el mundo en esferas de influencia y patios traseros económicos.

Seguir siendo el más poderoso

El Gobierno de Estados Unidos acaba de publicar una nueva Estrategia de Seguridad Nacional (NSS), que marca cambios importantes en la política de seguridad y exterior del país.

El núcleo del informe es que EE. UU. debe seguir siendo “la nación más fuerte, rica y poderosa de la historia humana”, con “las fuerzas armadas más letales y tecnológicamente avanzadas”. En otras palabras, Washington quiere preservar a toda costa su dominación económica y militar mundial.

Se califica China del principa “adversario de nivel similar” (near-peer adversary), es decir, el único rival que se le acerca en términos económicos, tecnológicos y militares. Pero, mientras tanto, los estrategas de Washington han aprendido una dolorosa lección.

La guerra comercial que Trump desató a partir de 2025 buscaba poner a China de rodillas con unos aranceles de hasta más del 140%. El entonces ministro de Finanzas, el multimillonario de fondos de cobertura Scott Bessant, afirmaba que EE. UU. tenía “todas las cartas” en la mano.

Pero China contraatacó. Limitó la exportación de tierras raras, cruciales para la alta tecnología, el armamento y el complejo militar-industrial de EE. UU. De repente, quedó claro quién dependía de quién.

En simulaciones de guerra sobre un conflicto en torno a Taiwán, las cosas no van mejor: según centros de pensamiento estadounidenses, EE. UU. pierde en muchos escenarios o gana solo una victoria pírrica en la que ambos bandos quedan devastados.

La conclusión de Washington es que es demasiado arriesgado empezar una gran guerra con China en este momento. Primero hay que reducir la dependencia económica. EE. UU. difícilmente puede confiar en cadenas de suministro chinas para producir armamento en preparación de una guerra con China. Por eso es esencial el control sobre América Latina.

Doctrina Donroei

El núcleo de la nueva estrategia es la desvinculación económica de China. Dado que los empleos en las fábricas no regresan a EE. UU. como tal, Washington quiere trasladar las cadenas de suministro a su “propio” hemisferio: Norteamérica y, sobre todo, América Latina.

Las palabras de moda son “Nearshoring” y “friendshoring”. Las fábricas se trasladan de China y el Este de Asia a México, Brasil, Argentina, Colombia… No para crear empleos dignos, sino para explotar mano de obra barata y materias primas, bajo el control de empresas estadounidenses.

La estrategia reduce a América Latina a proveedor de materias primas (petróleo, tierras raras) a beneficio de EE. UU. en preparación de un futuro conflicto con China. El objetivo es eliminar toda influencia de otras potencias (como China, Rusia y Europa) en la región y bloquear el comercio con otros países.

Esto explica la reciente incautación ilegal de un petrolero venezolano en tránsito hacia Cuba y también explica por qué Trump quiere colonizar Groenlandia, con sus enormes reservas de recursos naturales.

Todo esto recibe un envoltorio ideológico: el relanzamiento de la Doctrina Monroe de 200 años de antigüedad. Se vuelve a declarar América Latina “nuestro hemisferio”.

Eso significa dos cosas en concreto. En primer lugar, Washington quiere trabajar con vasallos regionales, lo que incluye líderes de extrema derecha dispuestos a abrir su propia economía a las empresas estadounidenses. El informe dice abiertamente que tales gobiernos, partidos y movimientos serán “recompensados y alentados”. A la inversa, los gobiernos de izquierda serán socavados en la mayor medida posible, con Venezuela, Cuba y Nicaragua en primera fila.

En segundo lugar, la CIA y el resto de los servicios de inteligencia deben “cartografiar los puntos y recursos estratégicos” de la región. Petróleo en Venezuela, mineral de hierro en Brasil, litio en Argentina, Bolivia, agricultura y reservas de agua: todos son considerados recursos que “no deben caer en manos de potencias competidoras”.

Está claro qué significa eso: EE. UU. reclama las riquezas naturales del continente como su propio patio trasero económico.

Rubio, emperador en la sombra

Un actor central en esta historia es Marco Rubio, ministro de Asuntos Exteriores y también Asesor de Seguridad Nacional.

Rubio, originario de Miami, ha dedicado toda su carrera a combatir a los gobiernos de izquierda en América Latina, centrado de manera obsesiva en Cuba, Nicaragua y Venezuela. Durante el primer mandato de Trump, incluso presionó a favor de una invasión militar de Venezuela.

Ahora ocupa dos puestos de máximo nivel al mismo tiempo, una combinación que antes solo había tenido Henry Kissinger bajo Nixon. Rubio es así la segunda figura más poderosa en Washington. Además, es un halcón declarado respecto a China. A sus ojos, el Partido Comunista de China es “el adversario más peligroso que Estados Unidos haya tenido jamás” y la lucha por el poder entre Estados Unidos y China determinará toda la historia del siglo XXI.

Nueva Guerra Fría

La Estrategia de Seguridad Nacional saca una conclusión clara: el enemigo principal es China, ya no Rusia. Estados Unidos quiere incluso restablecer la “estabilidad estratégica” con Moscú, lo que significa reducir tensiones, ir desescalando la guerra en Ucrania y dejar que Europa resuelva sus “propios problemas de seguridad”.

El objetivo no es la paz por la paz. Washington espera romper el estrecho vínculo entre China y Rusia y alejar a Moscú del eje informal antihegemónico con Pekín y otros países del Sur.

Los europeos lo interpretan sobre todo como que Trump abandona a Europa, aunque en el propio documento se trata principalmente de una reorganización de prioridades. El hemisferio occidental y el Indo-Pacífico se adelantan claramente como las dos regiones clave, mientras que Europa y Oriente Medio quedan degradados a frentes secundarios.

Económicamente Europa sigue siendo importante, pero sobre todo como mercado de venta para las exportaciones y la tecnología estadounidenses, ya no como socio pleno con intereses propios.

Dólares, datos y dominación

Estados Unidos quiere explotar al máximo su poder económico y para ello se apoya en el dólar como principal moneda de reserva del mundo, en su control del sistema financiero mundial a través de instituciones como el FMI y el Banco Mundial, en la supremacía de las empresas tecnológicas y el software estadounidenses, y en su influencia cultural a través de Hollywood y plataformas como Netflix.

Trump incluso amenaza a países dentro de los BRICS con aranceles de importación del 100% solo porque se atreven a hablar de alternativas al dólar. En sus palabras: “BRICS murió en el minuto en que dije eso”.

El objetivo es un mundo que “sea dirigido por EE. UU.”: se formula así literalmente. Los países deben ver a EE. UU. como “socio de primera elección”, y quienes no lo hagan serán desalentados “mediante distintos medios” de cooperar con otras potencias, sobre todo China.

La guerra cultural como cortina de humo

Un elemento distingue esta estrategia de documentos anteriores: una guerra cultural explícita. El texto está lleno de diatribas contra la migración, la diversidad, la igualdad y la “subversión cultural”. El gobierno anuncia “el fin de la era de la migración masiva” y promete combatir las políticas Diversity, Equity, Inclusion( DEI. Diversidad, igualdad, inclusión).

Esto sirve sobre todo como distracción. Mientras la atención se dirige a cuestiones simbólicos, no se dice ni una palabra sobre el papel de Wall Street en la desindustrialización de EE. UU. ni sobre el poder de las grandes tecnológicas (Big Tech) y de los multimillonarios que dominan el sistema político.

Mientras tanto, la política exterior sigue siendo clásicamente imperialista: guerras, sanciones, intentos de golpe de Estado y cambio de régimen donde se considere necesario.

Indo-Pacífico: campos de batalla económicos del futuro

El Indo-Pacífico ocupa el segundo lugar tras el hemisferio occidental. EE. UU. reconoce que esta región ya constituye el centro de gravedad político y económico del mundo, con casi la mitad de la economía global. Solo China representa casi una quinta parte de la economía mundial, más que EE. UU.

Washington considera las próximas décadas “campos de batalla económicos” con China. El objetivo es mantener el estatus de EE. UU. como “economía líder”, hacer retroceder a las empresas tecnológicas chinas y montar proyectos de infraestructura alternativos frente a la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China, el proyecto global de infraestructura e inversiones con el que China construye o financia puertos, líneas ferroviarias, carreteras y suministros de energía.

En este contexto se considera a India un socio importante en el Quad (EE. UU., Japón, Australia, India). Al mismo tiempo, el texto reconoce que Nueva Delhi sigue su propio rumbo y no se convertirá simplemente en un vasallo obediente.

Taiwán y el cinturón militar alrededor de China

Un potencial punto de explosión es Taiwán. La isla es crucial para Washington por tres razones: garantiza la dominación en semiconductores a través del gigante de chips TSMC, constituye un eslabón en la “primera cadena de islas” con la que EE. UU. puede cercar militarmente a China y se encuentra a lo largo de rutas marítimas muy transitadas en el mar de la China Meridional.

En el informe se habla, por tanto, de mantener la “superioridad militar” para disuadir a China. Concretamente: más bases, más armamento y más presión sobre los aliados en la “primera cadena de islas”, como Filipinas, Japón y Corea del Sur, para que aumenten sus gastos militares y abran sus puertos e infraestructuras.

El hecho histórico de que Taiwán formara parte de China durante siglos e incluso fuera colonizada por Japón desaparece completamente de la vista. Lo que cuenta es la utilidad de la isla en la lucha por el poder con Pekín.

África y Oriente Medio

Solo se dedican unos pocos párrafos a África. El mensaje es humillantemente claro: África es interesante como fuente de “abundantes riquezas naturales”, como mercado para productos estadounidenses y como terreno para la lucha por los minerales críticos con China.

A ojos de Washington Oriente Medio pierde su importancia ahora que el propio EE. UU. es el mayor productor de petróleo y gas. El foco se desplaza de la seguridad del petróleo a impedir que “potencias enemigas” – léase: sobre todo China – se apoderen de la energía del Golfo.

El Imperio en declive recurre al hacha roma

La Estrategia de Seguridad Nacional 2025 no rompe con el pasado, sino que es una versión intensificada de lo que ya se había puesto en marcha bajo Obama y Biden: el “pivot to Asia”, la reafirmación de la hegemonía mundial estadounidense y la guerra económica abierta contra países que quieren seguir su propio rumbo.

Lo nuevo es, sobre todo, la forma descarada de plasmarlo ahora en papel. Ya no hay palabras bonitas acerca de la “difusión de la democracia”, sino de una agenda sin tapujos: dividir el mundo en esferas de influencia, tratar a América Latina y África como reservas de materias primas y mano de obra, reducir a Europa a mercado de venta, aislar y debilitar a China y, si es preciso, incorporar a Rusia como socio menor.

La estrategia es, en esencia, una visión global en la que se subordina el mundo entero a los intereses estadounidenses (MAGA).

Este informe es muy esclarecedor para quien quiera entender dónde estallarán los próximos conflictos, golpes de Estado y guerras económicas. Describe un imperio que intenta salvar su menguante poder apretando aún más las tuercas al resto del mundo.

Nota:

i La “Doctrina Donroe” es un nuevo apodo para la actual política exterior de Trump en las Américas, un juego de palabras con la Doctrina Monroe + “Don” (Donald Trump).
Considera toda América del Norte y Sur esfera de influencia de EE. UU. Justifica medios duros —intervenciones militares, buques de guerra en el Caribe, sanciones y presión económica— para frenar la migración, el narcotráfico y, sobre todo, la influencia china y rusa en América Latina.
A diferencia de la doctrina Monroe original (1823), que sobre todo decía “Europa, mantente fuera del hemisferio occidental”, la doctrina Donroe va mucho más lejos al tratar la región como una especie de frente interno estadounidense ampliado.

Resumen de un pódcast de Ben Norton que se puede ver en inglés.

Texto original: https://www.dewereldmorgen.be/artikel/2025/12/11/europa-gedegradeerd-washington-ziet-continent-alleen-nog-als-afzetmarkt

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.