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Foro social mundial ¡Levántate y anda!

Fuentes: IPS

El movimiento impulsado por el Foro Social Mundial (FSM) ya ha obtenido una victoria moral. «El mundo no está en venta» y «Otro mundo es posible» no son frases huecas sino consignas vibrantes que han conquistado la simpatía de la opinión pública en todo el planeta. El movimiento es múltiple y en ello radica su […]

El movimiento impulsado por el Foro Social Mundial (FSM) ya ha obtenido una victoria moral. «El mundo no está en venta» y «Otro mundo es posible» no son frases huecas sino consignas vibrantes que han conquistado la simpatía de la opinión pública en todo el planeta.

El movimiento es múltiple y en ello radica su fuerza, aun cuando su multiplicidad dificulta la convergencia en objetivos estratégicos prioritarios

Pero la mera asunción de las reivindicaciones de las víctimas del sistema, aunque es perfectamente legítima, no constituye una alternativa ni una estrategia que permite avanzar. Más aún, se corre el grave riesgo de limitarlo a la función de denuncia, que es lo que algunos de sus miembros postulan.

El movimiento ha logrado movilizar segmentos importantes de las clases medias instruidas particularmente en los países centrales del sistema. Casi todas sus organizaciones se dedican a un objetivo singular -la promoción femenina, la defensa de minorías oprimidas, culturales o de otro tipo, etcétera- y suelen ser interclasistas por principio.

Es sumamente positiva esta intervención en el interior de clases sociales que habitualmente han restringido su campo de acción a utilizar el derecho de voto y los medios de la democracia representativa: lobbies y participación en agrupaciones políticas. La defensa del individuo y de la libertad de iniciativa individual y la firme dimensión moral de estas organizaciones no es de manera una «deformación pequeño-burguesa» -como en algunos sectores del movimiento obrero se la considera- sino al contrario un progreso en la práctica política para beneficio, a largo plazo, de todas clases dominadas.

Pero estas organizaciones no han superado a las de las clases populares en lucha por sus intereses «materiales». Las luchas obreras por la ocupación y el salario, o las de los campesinos por precios remunerativos y el acceso a la tierra, siguen siendo el eje de los combates capaces de modificar las relaciones de fuerza sociales. Los sindicatos obreros y rurales son los componentes esenciales del movimiento.

Pero es indudable que esas organizaciones «clásicas» que son el medio de expresión y de acción de las clases dominadas, no han sabido adaptarse a los nuevos desafíos. Las innovaciones en la estructuración del trabajo y en la conducción de la vida económica consiguientes a la evolución del capitalismo exigen nuevas formas organizativas y de lucha que constituyen, entre otras, el programa de trabajo del Foro Mundial de las Alternativas. Sin embargo, esto no justifica el desprecio con el que muchos de aquellos movimientos miran a los sindicatos obreros y rurales llamados «tradicionales».

Las organizaciones topan con obstáculos considerables para traspasar las fronteras estatales. ¿Cómo pueden ser superados? Pienso que el único medio puede ser la orquestación de grandes campañas mundiales focalizadas en objetivos estratégicos prioritarios. Algunos ejemplos:

– una campaña contra las guerras de Estados Unidos (llamadas preventivas) y, sucesivamente, contra la evacuación de todas sus bases militares;

– una campaña a favor de derecho al acceso a la tierra, cuyo reconnocimiento es vital para tres mil millones de campesinos de tres continentes;

– una campaña para la regulación de las tercerizaciones industriales;

– una campaña para la cancelación de todas las deudas externas del Tercer Mundo.

Ninguna de estas campañas movilizará a «todo el mundo» y sus respectiivos centros de gravitación serán diversos, pero todos ellos deberían lograr una fuerte resonancia -no sólo en los países escogidos- de manera de hacer avanzar concretamente las expresiones de un nuevo internacionalismo de los pueblos.

Pienso que la amenaza principal que acecha al movimiento es el riesgo de creer ingenuamente que se puede «transformar al mundo sin perseguir la conquista del poder». Es cierto que en ciertos momentos de la historia ha habido movmientos sociales poderosos que lograron cmabiar la sociedad. El de 1968 es en este sentido el mayor ejemplo. Cambió muchas cosas (en Occidente) y en modo positivo: el auge de la reivindicación femenina y la profundización de la responsabilidad democrática individual se deben, entre otras cosas, a su impulso. Pero el capitalismo ha demostrado que es capaz de absorber esas evoluciones sin que resulten cuestionados sus modos fundamentales de explotación y de opresión.

EL FSM está hoy en día ante una opción decisiva. Tiene la posibilidad de convertirse en vehículos de la construcción paciente de frentes capaces de hacer progresar la convergencia en la diversidad de todas las fuerzas progresistas del planeta. Para ello, creo que no hay mejor camino que la definición de plataformas comunes articuladas en base al doble rechazo del neoliberalismo y de la militarización de la globalización bajo el control de Estados Unidos. Una alianza amplia y abierta de movimientos que operen en esa perspectiva llevaría a colocar el acento en la construcción de alternativas positivas.

(*) Samir Amin, economista y escritor, es director del Foro del Tercer Mundo, con sede en Dakar.