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Francisco: el Papa revolucionario

Fuentes: Rebelión

«Que el Papa diga que el capitalismo es un sistema agotado, que ya no se lo aguanta más, que el ajuste siempre se hace a costa de los pobres, que no existe tal cosa como el derrame de la riqueza de la copa de los ricos, que destruye la casa común y condena a la […]

«Que el Papa diga que el capitalismo es un sistema agotado, que ya no se lo aguanta más, que el ajuste siempre se hace a costa de los pobres, que no existe tal cosa como el derrame de la riqueza de la copa de los ricos, que destruye la casa común y condena a la Madre Tierra, que los monopolios son una desgracia, que el capital y el dinero son «el estiércol del demonio», que se debe velar por el futuro de la Patria Grande y estar en guardia ante las viejas y nuevas formas de colonialismo, entre tantas otras afirmaciones, tiene efectos políticos objetivamente de izquierda que son de una importancia extraordinaria»
Atilio A. Borón

Lo cierto es que, desde los primeros momentos de su pontificado, Francisco, el Papa latinoamericano, ha sido muy diferente a sus antecesores, lo cual es muy buena noticia. Diferente en las formas (lo pudimos comprobar desde sus primeros días al frente de la jerarquía católica), pero y sobre todo, en el fondo (en sus mensajes, gestos y discursos). Después de pontífices como Juan Pablo II, que supusieron una clara regresión en los mensajes de la Iglesia Católica al mundo, no sólo el aire fresco, sino la completa renovación en dichos mensajes, nos produce, incluso a los ateos, una grata satisfacción. Así que las posibles nubes que existieron en torno a su figura, recordando quizá algunos comportamientos del pasado en su Argentina natal, no solo han sido aclaradas por completo, sino que se han convertido en claros esperanzadores para el futuro. Si la figura del Papa pudiera ser eterna, decididamente nos quedaríamos con Bergoglio.

Porque Francisco ha sido muy valiente desde el comienzo mismo de su pontificado. Expresiones como «este sistema económico mata» han protagonizado típicas declaraciones del Papa en varios contextos y escenarios, aún a sabiendas de que son mensajes que no calan bien entre la clase dominante, ni en la comunidad internacional, bajo el actual contexto globalizado. Pero también ha sido muy claro en materia de orientaciones que chocan con la tradición de la doctrina social de la Iglesia, como la aceptación de los homosexuales, el sacramento a los divorciados, la consulta a la Iglesia sobre la vida familiar, el papel protagónico de la mujer en la jerarquía eclesiástica, etc. Y en sus prácticas cotidianas, el Papa ha demostrado siempre un comportamiento sencillo y humilde, ajeno a la suntuosidad, a la pompa y al boato, que tanto han caracterizado a sus antecesores. Un Papa sencillo y cercano, un Papa accesible, y sobre todo, un Papa que habla, defiende y comprende a las clases populares.

Pero quizá donde Francisco ha roto todos los moldes, quizá donde más nos ha superado y sorprendido agradablemente, ha sido en su plena convicción sobre las maldades del sistema capitalista. ¡Tenemos sin duda un Papa revolucionario! Un Papa que no sólo se hace cómplice de los movimientos anticapitalistas, sino que además lo proclama abiertamente cada vez que tiene la ocasión. Algo que se agradece doblemente, en primer lugar por la tremenda situación que estamos atravesando (con la salvaje ofensiva neoliberal del capitalismo globalizador), y en segundo lugar, por venir el mensaje de quién viene, esto es, del más alto representante mundial de la Iglesia Católica, una organización históricamente conservadora, y que jamás (salvo quizá alguna rara excepción) ha dado muestras de estar abiertamente, digamos, «contra el sistema». Muy al contrario, el histórico silencio cómplice de la Iglesia frente a las brutales agresiones del capitalismo en el mundo ha sido clamoroso. Por ello es especialmente interesante que tengamos en la actualidad un Papa guerrero, combativo y reivindicativo frente a estas situaciones, que denuncie las tropelías del sistema a lo largo y ancho de países y continentes.

Precisamente en estos tiempos, donde las ideas y reivindicaciones de la izquierda mundial están pasando por graves situaciones, donde imperan los tecnócratas al servicio del gran capital, donde el neoliberalismo ha llegado a sus más brutales expresiones, y cuando la democracia y los derechos humanos brillan por su ausencia, los mensajes del Papa nos parecen una «bendición divina». Hoy día, denostados y atacados por doquier los intentos de prácticas socialistas, y enterrada la revolución como una peligrosa ilusión, utópica y trasnochada, y cuando parece que el capitalismo ha triunfado indiscutiblemente, viene una voz autorizada, rotunda, distinta, rompedora, valiente, tranquila pero implacable, sosegada pero completa, a recordarnos que el sistema capitalista ha de ser combatido. Porque ahora, sorprendentemente, quien lo cuestiona de forma magistral, incluso en su primera Encíclica, mediante un lenguaje llano y rotundo, es el Papa Francisco, y entonces asistimos con plena satisfacción a una renovada legitimación del mensaje revolucionario, y se nos abren nuevos horizontes de lucha, de emancipación, de radicalidad.

Porque lo extraordinariamente importante de esta nueva situación es que la lucha anticapitalista adquiere, con Francisco como portavoz, una nueva e inesperada legitimidad, dándonos apoyo y aliento, fuerza y capacidad, esperanza y resistencia. Porque ahora, desde la tribuna que representa la más alta jerarquía católica, con la tremenda influencia que posee sobre la mente de millones de personas en el mundo, el impacto sobre la conciencia popular es incomparablemente mayor. Se nos abre la posibilidad de que el discurso revolucionario, el discurso que cuestiona el sistema dominante se abra camino, se enfrente y se empodere, se asuma y se constituya en un discurso arraigado en las masas populares, adquiriendo una inusitada fuerza y legitimidad. En Bolivia llegó a reclamar en su discurso las tres «T»: Tierra, Trabajo y Techo, al más puro estilo de nuestras Marchas de la Dignidad. E igualmente, pidió perdón por los abusos cometidos por los representantes de la Iglesia Católica en el pasado, en tierras latinoamericanas. Todo un gesto. Y lo dijo delante de representantes de los pueblos indígenas de aquélla región, con un gran esfuerzo físico, dada la altitud de la ciudad de La Paz, capital boliviana, y a que Bergoglio sólo posee un pulmón a pleno rendimiento.

Pero Tierra, Techo y Trabajo como ejes centrales del discurso papal nos remiten como problemas sociales a la génesis capitalista, están denunciando el proceso de acumulación originario del capital, con la violencia saqueadora de la tierra a los pueblos indígenas que la cultivaron, demandando la necesaria reparación histórica, y cuestionando la injusta propiedad privada. Por eso, en el fondo, el Papa Francisco está denunciando claramente el capitalismo, y por ende, sus propios esquemas de funcionamiento, la producción capitalista, las relaciones mercantilizadas del trabajo humano y de la naturaleza, la expropiación y destrucción de los recursos naturales, y del despojo de los mismos. Y no solo esto, sino que Francisco también hace gala de una gran sensibilidad hacia el ecologismo, trayendo al debate las peligrosas consecuencias de la destrucción de la naturaleza bajo los paradigmas de un sistema agotado. Y es especialmente importante por lo que supone de enfrentamiento con la clásica doctrina de la Iglesia, que contempla la Tierra como un lugar a la plena disposición del Hombre, que es su amo y señor, sujeto de la creación divina, sin considerar las consecuencias si se abusa de ella, si se explota y se saquea, en términos de agotamiento, de muerte y de destrucción, implicando con ello la destrucción de la propia vida que en ella se alberga, existe, se desarrolla y se reproduce.

Francisco nos lleva por estos derroteros, nos alerta y nos hace sensibles, nos llama la atención sobre los peligros de la deriva explotadora y extractivista de la naturaleza, sobre las terribles consecuencias de no respetar los equilibrios naturales. Su reciente Encíclica «Laudato Sí» se plantea aspectos nunca antes recogidos en un documento papal, y oficializados como una aportación de la Iglesia Católica al mundo. Ahí radica su importancia y su originalidad. Nos plantea qué estamos haciendo con la Tierra, qué queremos de ella, cuáles son nuestros deberes hacia ella, y la importancia de respetarla y de cuidarla, como entorno natural donde el Hombre habita. La Encílica se centra en aspectos relativos al Cambio Climático (por lo cual ha sido ampliamente criticada por los sectores más ultraliberales ligados a las grandes empresas transnacionales y a los más retrógrados gobernantes), pero va mucho más allá. Afirma Francisco que la lectura correcta de la Biblia no autoriza al Hombre a abusar de la Tierra, que la Tierra no es capricho del Hombre. Más bien al contrario, Dios impone al Hombre una clara obligación, la de ser guardián de la Tierra, la de encargarse de ella, de velar por ella, y de procurar aprovecharla con cuidado, con mesura, con equilibrio y con prudencia, para entregarla sana, próspera y provechosa a las nuevas generaciones.

Con todo ello, en un documento ciertamente novedoso y revolucionario, alineado con todas las tendencias ecologistas y animalistas, Francisco denuncia el carácter antropocéntrico de nuestra civilización, lo combate, nos advierte de sus peligros, y rechaza esta visión, porque la naturaleza tiene su propia vida, que debe armonizarse con nuestros intereses, ya que en el fondo, son los mismos, porque garantizan la vida del Hombre en nuestro planeta. Como puede observarse, Francisco se convierte en paladín de la crítica a la realidad contemporánea de la organización económica de la sociedad mundial. Critica el orden mundial capitalista, nos alerta sobre sus desmanes y sus riesgos, nos hace tomar conciencia sobre sus peligros. Y como decimos, lo realmente novedoso e importante es que su mensaje trasciende a la comunidad católica o cristiana, o si se quiere, religiosa, en sentido general. Para creyentes o no creyentes, para cristianos o musulmanes, para activistas o gobernantes, para personas de izquierdas o de derechas, para el conjunto de la sociedad civil, para el conjunto de la comunidad internacional, los mensajes del Papa Francisco, del Papa revolucionario, intervendrán en el debate civilizatorio actual, suponiendo quizá una de las aportaciones más importantes de los últimos siglos.

Blog del autor: http://rafaelsilva.over-blog.es

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