Qué bonitas serían las cosas de este mundo si los científicos se empaparan con un poco de política, por lo menos, para que los gobernantes no los convenzan de servir ciegamente al poder, que está acabando con el mundo, y si los políticos estudiaran los umbrales más accesibles de las ciencias, aunque sea la Tercera […]
Qué bonitas serían las cosas de este mundo si los científicos se empaparan con un poco de política, por lo menos, para que los gobernantes no los convenzan de servir ciegamente al poder, que está acabando con el mundo, y si los políticos estudiaran los umbrales más accesibles de las ciencias, aunque sea la Tercera Ley de Newton, para que no cometan idioteces.
Esta ley, conocida como Ley de Acción y Reacción, afirma que cuando un objeto ejerce una fuerza, llamada acción, sobre un segundo objeto, este realiza sobre el primero una fuerza de igual intensidad, llamada de reacción, pero dirigida en sentido contrario. Por ejemplo, si se rema en un bote, el remo empuja el agua en un sentido y el agua reacciona empujando al bote en el sentido contrario.
Si este principio, tan viejo como la sarna, lo hubiera estudiado al dedillo el asesor de Seguridad Nacional de EEUU, John Bolton, posiblemente el Presidente Trump, a quien él asesora, no hubiera iniciado la guerra económica contra China.
En un intento por compensar el déficit comercial de Estados Unidos con China, Trump incrementó los aranceles a ese país y, dentro de esta competencia económica, le declaró la guerra a Huawei, empresa china cuyos ingresos superan los cien mil millones de dólares por año y es uno de los líderes mundiales en el sector de la tecnología de la información, redes de telecomunicaciones, Internet, inteligencia artificial y otros campos relacionados con tecnologías avanzadas.
Para ello, Trump firmó un proyecto de ley que prohibía a las agencias federales y sus contratistas el uso en territorio estadounidense de equipos de Huawei y ZTE Corp, compañía china fabricante de instrumentos de telecomunicación, y consideró a ambas una amenaza para la seguridad nacional de EEUU. Posteriormente, el Departamento de Comercio de ese país prohibió a Huawei, y a 70 empresas afiliadas a ella, adquirir productos estadounidenses, por estar acusada de espionaje industrial y fraude.
Steve Bannon, estratega de la elección de Trump en el 2016, considera que se debe sacar del mercado de capitales de EEUU a Huawei, porque su eliminación es mucho más importante que lograr un acuerdo comercial con China. «Se trata de un asunto de masiva seguridad nacional para Occidente, ya que Huawei es una amenaza mayúscula para la seguridad nacional no solo de EEUU sino para el resto del mundo.» Cree que la guerra económica contra China, para que acepte las condiciones de EEUU, es un proceso duro y muy largo, en el que se debe ser implacable. Pero una cosa son los deseos de políticos como Bannon y otra, la actual situación del mundo, que se materializó en el arreglo de tipo ganar-ganar, alcanzado por los presidentes Trump y Xi Jinping, durante la Cumbre del G20 en Osaka, el 28 y 29 de junio.
La razón es muy simple, una larga guerra hasta que alguien se rinda, además de ser perjudicial para ambos países, iba contra la posible reelección de Trump y contra la economía mundial; particularmente, la de China hubiera disminuido, por lo menos, en un 25%, y eso no es un pelo de cochino. Pero, EEUU tampoco se salvaba y su economía se habría visto afectada en gran medida. China, como una reacción a la decisión estadounidense de cortar el abastecimiento de semiconductores a sus empresas y elevar los aranceles de sus productos, podría liquidar los bonos del Tesoro de EEUU, que le debe a China 1.59 billones de dólares, o sea, el 27.8% de los 3.8 billones de dólares en letras del Tesoro, notas y bonos en poder de países extranjeros; también podía devaluar el yuan, lo que abarataría sus productos.
Además, China produce cerca del 90% de tierras raras, o sea, diecisiete elementos químicos escasos e indispensables para la fabricación de superconductores, teléfonos inteligentes y otras aplicaciones de alta tecnología, por lo que en ese rubro el mundo depende de China. La industria de defensa de EEUU adquiere en China más del 80% de tierras raras, vitales para la producción de sus componentes militares modernos, desde aviones hasta semiconductores, por lo que China es un riesgo significativo para su seguridad nacional. La amenaza de China es real porque no en vano Xi Jinping visitó una empresa de minerales de tierras raras en la ciudad de Ganzhou.
Claro que tomar dichas medidas hubiera perjudicado también a China, porque la devolución de bonos le hubiera causado un gran perjuicio económico y porque EEUU habría desarrollado su propia producción de tierras raras, pero no fueron esas causas por las que estos dos gigantes llegaron a un acuerdo sino porque China confió en que sea el mismo mercado estadounidense el que reaccione, y eso mismo pasó.
Trump y sus asesores no calcularon dónde saltaría la liebre. ¿Qué hacer con los semiconductores que no van a vender China? ¿Quién los va a adquirir? ¿Qué va a pasar cuando China comience a fabricarlos por su propia cuenta? Preguntas para las que Trump y su equipo no tenían otra respuesta que era cosa de inicialmente perder para después ganar, lo que no es válido en el sector comercial, donde el tiempo es oro.
Por eso, luego del encuentro que Trump y Xi Jinping mantuvieron en el G20, se anunció que Estados Unidos no impondrá nuevos aranceles a los productos chinos ni quitará los existentes y que dirimirán con China las controversias comerciales de manera civilizada, sobre la base de la igualdad y el respeto mutuo. Trump declaró en la Casa Blanca, «estamos de nuevo en el camino», las negociaciones comerciales con China «ya están en marcha a través del teléfono… Nuestras empresas pueden vender equipos a Huawei» y el 2 de julio se celebrará, probablemente, un encuentro en el que se tratará el retiro de esa firma de la lista negra del Departamento de Comercio de EEUU. Previamente, China había comprado 544 mil toneladas de soja por valor de casi 200 millones de dólares, lo que demostraba su buena voluntad en medio de la guerra comercial existente.
Este inesperada tregua levantó duras críticas hacia la decisión de Trump. Los senadores republicanos Marco Rubio y Lindsey Graham recordaron al presidente que él mismo definía a Huawei como una amenaza para la seguridad nacional de EEUU y anunciaron que pensaban unirse con los demócratas para mantener las sanciones. Graham declaró: «Huawei está en la lista negra. Es una empresa china propiedad del Gobierno chino, muy controlada por los militares y que se podría usar para robar tecnología, datos y secretos de Estado… No conozco el alcance de las concesiones de Trump a Huawei, pero si son importantes, el Congreso se opondrá.»
El gobierno de Trump respondió que aprecia la preocupación de los senadores en lo que respecta a la seguridad nacional, pero que la concesión a Huawei no es, en ningún caso, «una amnistía general… Huawei seguirá en la conocida ‘lista de entidades’ a las que se aplican serios controles en las exportaciones. El Departamento de Estado expedirá temporalmente una serie de licencias para la venta de productos de lo más genéricos.» Por su parte, el Departamento de Comercio de EEUU advirtió que excluir a Huawei limitaría en el extranjero, en gran medida, la capacidad comercial de las empresas estadounidenses, que perdería cerca de mil millones de usuarios, puesto que la empresa china seguiría presente en otros países. Apple también ganó porque China es la principal base de su producción, que no tendrá que ser trasladada a la India, Vietnam, Indonesia, Malasia o México.
Pero los problemas le llueven a Trump como sapos después de lluvia. China anunció que habrá una reunión durante la cumbre del G20 de los presidentes Xi Jinping, Putín y el Primer Ministro, Narendra Modi, en la trilateral Rusia-India-China (RIC), para trabajar con todos los demás países en salvaguardar el multilateralismo, el orden basado en el derecho internacional, la equidad y la justicia. Putin propuso celebrar reuniones regulares de este organismo y destacó la amistad entre estos países, basada «en los principios de buena vecindad, igualdad y respeto mutuo… Creemos que la cooperación en el marco de esta troika puede ser un complemento eficaz para proteger los principios de una competencia justa en el comercio y las finanzas mundiales, así como en la creación de un sistema más abierto en las relaciones económicas internacionales, que esté libre de proteccionismos y restricciones por motivos políticos, que fomente la confianza y el entendimiento mutuo». China y la India apoyaron esta idea.
¡Fin de la hegemonía de EEUU!, pues es evidente que el mundo se aleja de su egocentrismo y evoluciona buscando la estabilidad y la paz, evitando confrontaciones y el menosprecio al derecho internacional. Es que los reprimidos han reaccionado conformando una coalición en contra del represor, para forjar un mundo libre de verdad, que dé paso a una alianza política, económica, tecnológica y militar, que defienda sus legítimos intereses y evite una crisis universal generalizada.
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