Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
La Cumbre de los «Tres Amigos» de jefes de Estado norteamericanos en Guadalajara ofreció toda la excitación de ver a Barack Obama y a los derechistas Stephen Harper (Canadá) y al anfitrión Felipe Calderón sonambuleando por un campo de minas.
El quinto conciliábulo trilateral de los presidentes y/o primeros ministros de Canadá, EE.UU. y México fue realizado bajo los auspicios del Acuerdo para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN en castellano, SPP en inglés) que se propone integrar los mecanismos de energía y seguridad en las tres naciones del NAFTA. Apropiadamente, la Cumbre de los Tres Amigos tuvo lugar en un momento en el que tanto la prosperidad como la seguridad de Norteamérica son gravemente cuestionadas por el más profundo colapso económico en la región desde la Gran Depresión y la seguridad a través de la frontera ha sido debilitada por la implacable guerra de Calderón contra los cárteles de la droga mexicanos que ha costado 12.000 vidas en los últimos tres años y que ahora amenaza con extenderse a EE.UU.
Por cierto, la guerra de la droga estuvo muy arriba en la agenda de la reunión de Guadalajara – la «Guerra contra el Terror» que había dominado esas sesiones durante el régimen de Bush estuvo notablemente ausente en los protocolos. Un subtexto del coloquio de la guerra de la droga fue el fracaso crónico de México en el control de los abusos de los derechos humanos por sus militares y policías que ahora pone en peligro 1.400 millones de dólares en financiamiento de la Iniciativa Mérida para reforzar las fuerzas de seguridad al sur de la frontera.
Según los términos de la Iniciativa, el congreso de EE.UU. debe certificar que México está tomando pasos para encarar los miles de quejas de abusos de la guerra de la droga presentadas por ciudadanos a la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y verificadas por organizaciones internacionales de derechos humanos. La ausencia de acción correctiva llevaría a la pérdida del derecho a un 15% del financiamiento, condición que el presidente Calderón de México se ha mostrado renuente a cumplir, insistiendo en que todos los supuestos abusos han sido encarados por un sistema de justicia militar que no está sujeto a supervisión civil.
La cláusula de certificación fue incluida en la Iniciativa Mérida después que el gobierno de Calderón no resolvió el asesinato del periodista independiente estadounidense Brad Will durante los disturbios civiles de 2006 en el Estado sureño de Oaxaca. A pesar de fotografías en primera plana de agentes claramente identificados de la policía de Oaxaca que dispararon contra Will, el fiscal federal de Calderón y funcionarios locales controlados por el despótico gobernador Ulises Ruiz se negaron a emitir órdenes de arresto para los policías, acusando en su lugar a miembros de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) de responsabilidad por la muerte de Will.
Aunque investigaciones forenses del CNDH y de la ONG basada en Boston, Physicians for Human Rights, a la cual la familia de Will pidió que realizara una indagación independiente, establecieron que al periodista le dispararon desde entre 35 y 50 metros, presumiblemente los mismos policías mostrados en las fotografías de los periódicos, el procurador general de Calderón, Eduardo Medina Mora, y autoridades locales afirman que a Will le dispararon de cerca los activistas con los que estaba durante el enfrentamiento del 27 de octubre de 2006. El miembro de la APPO, Juan Manuel Martínez, ha estado encarcelado desde hace casi un año después de ser identificado por dos supuestos testigos presenciales, que coinciden en que no vieron realmente que Martínez haya disparado el tiro fatal – ONG internacionales como Human Rights Watch, Amnistía Internacional, y el Comité para Proteger Periodistas denuncian el arresto de Martínez como un complot.
El 29 de julio, diez días antes de la fecha en la que la Cumbre de los Tres Amigos debía tener lugar en Guadalajara, la Oficina de la Procuraduría General de la República (PGR) trató de reafirmar su caso contra Juan Manuel Martínez y así embotar la amenaza de pérdida del dinero de Mérida al publicar los resultados de una investigación supuestamente realizada por la Real Policía Montada de Canadá [RCMP], que corroboró los resultados en cuestión del gobierno mexicano sobre la culpabilidad de la APPO en la muerte del periodista estadounidense.
Pero las conclusiones de la RCMP resultaron no ser mucho más que una deshonrosa ficción – los tres supuestos policías canadienses eran en realidad contratistas que ya no estaban empleados por la policía canadiense. Su investigación estaba repleta de errores de hecho (aparentemente los ex defensores del orden no sabían leer ni hablar castellano) y fue ridiculizada por los padres de Will. A pesar de todo, la conspiración tuvo un éxito limitado: el encarcelamiento de Juan Manuel Martínez parece haber aplastado todas las dudas restantes que el Departamento de Estado pueda haber tenido sobre la justicia mexicana y el asesinato de Brad Will no fue mencionado en Guadalajara.
La contratación de falsos policías para corroborar la conspiración contra Martínez ocurre en un punto bajo en las relaciones bilaterales entre México y Canadá. Las protestas de agricultores mexicanos y de indios contra el amplio daño al medio ambiente causado por corporaciones mineras canadienses han surgido en México en los últimos meses. Para agitar aún más las aguas, el gobierno conservador de Harper, citando a miles de mexicanos que llegan cada mes a Canadá a pedir asilo político, impuso este verano un requerimiento de visa para visitantes del sur, demoliendo los planes de vacaciones de cientos de familias cuyas vehementes protestas delante de la embajada de Canadá en esta ciudad provocaron estrictas medidas policiales. A pesar del llamado personal de Calderón a Stephen Harper en su reunión de Guadalajara, el primer ministro canadiense se negó a dar marcha atrás en los requerimientos de visa. En su lugar, en el espíritu de la Cooperación de Seguridad y Prosperidad, Harper ofreció un programa de 15 millones de dólares de la RCMP para entrenar a jefes de la policía mexicana.
Durante la campaña presidencial estadounidense de 2008, Barack Obama politiqueó por los Estados manufactureros del este de EE.UU. prometiendo la revisión de las partes del NAFTA que afectan a los trabajadores de EE.UU. – pero la reconsideración del acuerdo de comercio de hace 15 años no estuvo en la agenda de Guadalajara (el jefe de gabinete de Obama, Rahm Emanuel, había advertido previamente a funcionarios canadienses que no tomaran en serio sus promesas de la campaña.) Aunque los trabajadores y los agricultores de las tres naciones del NAFTA piden su revisión, la reconsideración del tratado de libre comercio no tiene ni la más mínima posibilidad para los tres amigos en estos tiempos de peligro económico.
De hecho, el congreso de EE.UU. ha renegado unilateralmente respecto a una provisión del NAFTA que permitiría que conductores a larga distancia mexicana operaran en carreteras de EE.UU. Como represalia, México impuso 6.200 millones de dólares en potenciales aranceles sobre 89 productos de EE.UU., incluyendo comida para perros y árboles de Navidad. No se registró ningún progreso en la resolución de la disputa comercial en la cumbre de Guadalajara.
Obama voló a Guadalajara, centro financiero de los cinco principales cárteles de la droga de México, con la seguridad a nivel rojo, a bordo de Air Force One, escoltado por cinco helicópteros artillados. La paranoia de la guerra de la droga era palpable y 5.000 policías y soldados fueron movilizados para proteger a los tres amigos durante su breve estadía en la segunda ciudad de México. El drama aumentó de intensidad cuando un operador del Cártel Pacífico en Sinaloa fue capturado después que los policías recibieron información sobre un supuesto complot para asesinar a Calderón en la Cumbre. Incluso mientras los tres jefes de Estado se reunían en Guadalajara, Silvia Raquenel Villanueva, una legendaria abogada que se caracterizó por representar legalmente a personajes supuestamente relacionados con el narcotráfico, fue muerta a tiros por desconocidos en un lujoso centro comercial de Monterrey – Raquenel, cuya vida es celebrada en populares narco-corridos, había sobrevivido tres intentos de asesinato.
La visita de 20 horas de Obama fue su segunda como presidente de EE.UU. – en abril de este año viajó a Ciudad de México precisamente cuando estalló aquí la epidemia de gripe porcina, pero Calderón no le informó sobre los peligros de contaminación – un antropólogo que acompañó a Obama en su visita al Museo Antropológico Nacional murió de falla respiratoria y un agente del Servicio Secreto fue contagiado. Esta vez,
El Baracko llegó acompañado por todo un equipo médico.
El presidente de EE.UU. también fue acompañado por el recién nombrado embajador en México, Carlos Pascual. Vástago de una familia cubana bien relacionada que huyó de la isla en los primeros años de la revolución, Pascual es el gusano de más alto rango en la nómina de Obama, pero sus raíces anticastristas no ayudarán a suavizar las relaciones en tensión permanente entre Cuba y México. Asociado del Brookings Institute, se dice que Pascual es un experto en «Estados fallidos» – un reciente análisis del Estado Mayor Conjunto de EE.UU. (JOE 2008) postula que México arriesga convertirse en un «Estado fallido».
Aunque la guerra de la droga dominó la conversación íntima de Guadalajara, la próxima temporada de gripe porcina estuvo muy presente en las mentes de los tres amigos. El estallido de la primavera pasada en México se propagó rápidamente hacia el norte, provocando amenazas de cuarentena y que se culpara a los mexicanos.
Otro problema en la agenda de Guadalajara: ¿qué hacer con el molesto Manual Zelaya, presidente constitucional de Honduras, que fue desplazado por un golpe militar a fines de junio? Mientras los eventos presagian una inoportuna desestabilización en Centroamérica debido a que los oligarcas y sus asociados en las fuerzas armadas cobran ánimo por el derrocamiento de Zelaya, tanto Obama como Harper hablaron superficialmente de una rehabilitación del presidente hondureño como lo decidiera la Organización de Estados Americanos, y el primer presidente afro-estadounidense de EE.UU. trató de controlar las afirmaciones de que su gobierno no estaba haciendo su parte para facilitar el retorno al poder de Mel Zelaya, argumentando que los mismos izquierdistas que exigen que los yanquis se vayan de Latinoamérica insisten en que Washington aumente la presión sobre los golpistas hondureños.
Sólo días antes de la cumbre de Guadalajara, el depuesto Zelaya voló a México para presionar a Felipe Calderón y a miembros del Congreso para que apoyen su retorno a Honduras. Pero el hondureño provocó el desdén de su homólogo mexicano cuando habló favorablemente del izquierdista Andrés Manuel López Obrador (AMLO) quien todavía sostiene que derrotó a Calderón en la elección presidencial afectada por el fraude. Como retribución, la guardia presidencial de elite de Calderón impidió que Zelaya hablara con la prensa cuando partió del país.
La Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN) es la idea genial del predecesor de Obama, George Bush, y tenía el propósito de asegurar a Washington un flujo seguro de petróleo desde Canadá y México que representa casi un tercio de la energía de EE.UU. El aumento de la integración de las fuerzas de seguridad prevé el despliegue de tropas de EE.UU. en suelo mexicano para proteger vitales campos petrolíferos del Caribe contra el terrorismo internacional y forma parte de una estrategia para reenfocar la atención de EE.UU. hacia Latinoamérica después de años de marginación del continente durante los cuales el péndulo anti-neoliberal osciló decididamente hacia la izquierda.
Otros indicios de la nueva estrategia yanqui: la movilización de la Cuarta Flota de EE.UU. para patrullar los teatros de operaciones del Atlántico y del Caribe y el establecimiento de siete bases aéreas y navales de EE.UU. en Colombia, uno de los pocos aliados de Washington en la región, lo que ha provocado alarma en la izquierda latinoamericana. Mientras los tres amigos se reunían en Guadalajara, UNASUR, la comunidad política y económica de las 12 naciones de Sudamérica se reunió en Quito y llamó a Obama a apoyar el restablecimiento de Mel Zelaya en Honduras y decidió que sus cancilleres y ministros de Defensa discutan el tema de las bases estadounidenses en Colombia en una reunión pautada para este mes.
Irónicamente, SPP-ASPAN, con sus implicaciones para una nueva Pax Americana en Latinoamérica, se ha convertido en un trapo rojo para gringos derechistas fanáticos de la conspiración que últimamente se han obsesionado por el (los) certificado(s) de nacimiento de Barack Obama. Para los «birthers» y los «patriotas de las tertulias con té», ASPAN es un complot subversivo para demoler a EE.UU., anular las leyes de EE.UU., y acuñar una nueva moneda que reemplazará el dólar yanqui. Agitando pequeñas banderas estadounidenses, una furiosa manada de «patriotas» se presentó en Guadalajara para denunciar la conspiración.
Pero la invasión estadounidense más pertinente de México ocurrió después de los Tres Amigos, cuando el equipo de fútbol de EE.UU. invadió Ciudad de México para enfrentar al vacilante equipo nacional de México en un match crucial de calificación para la Copa Mundial de 2010. En 18 anteriores excursiones al inmenso (110.000) estadio Azteca, los ‘americanos’ nunca habían ganado un solo juego, y el partido del 12 de agosto no fue una excepción, y los mexicanos lograron ganar por un gol, tal vez el único resultado positivo de la Cumbre de los Tres Amigos para este distante vecino.
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John Ross está de vuelta en la boca del Monstruo. Su monstruosa crónica «El Monstruo – Dread & Redemption in Mexico City» será publicado por Nation Books en noviembre. Si tiene más información, escriba a