Las conversaciones de paz entre Ucrania y Rusia están en pleno apogeo y hay indicios de un posible avance. Europa tiene todo el interés en que este conflicto termine pronto, pero parece que Estados Unidos no. ¿Se impondrá la lógica de la paz?
Posible avance
En medio de la terrible violencia de la guerra hay indicios de un posible avance en las negociaciones de paz entre Ucrania y Rusia. Según El Financial Times, se han hecho grandes progresos en las conversaciones y ambas partes han elaborado un plan de paz de 15 puntos.
A cambio de un alto el fuego y la retirada de las tropas rusas, Ucrania adoptaría un estatus neutral, abandonaría su ambición de entrar en la OTAN y no permitiría bases militares extranjeras en su territorio.
Kiev podría mantener su ejército, pero prohibiría ciertos grupos (léase milicias neonazis). También cambiarían los nombres de las calles con nombres de colaboradores ucranianos que lucharon junto a los nazis contra la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial.
Rusia, por su parte, rebajaría su exigencia de que Ucrania convierta el ruso en la segunda lengua oficial del país a condición de que Kiev anule las leyes que restringen el uso del idioma.
El presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, dejó claro que quiere la paz. En un mensaje público indicó que no espera que su país se incorpore a la OTAN a corto plazo, una de las principales demandas de Moscú: «Llevamos años escuchando que la puerta está supuestamente abierta [para el ingreso en la OTAN], pero ahora escuchamos que no podemos entrar. Y es verdad, y hay que reconocerlo».
Todavía hay importantes puntos de discordia. Por ejemplo, la situación de la neutralidad sigue siendo objeto de debate. Ucrania rechaza el modelo sueco o austriaco y quiere amplias garantías de seguridad en caso de futuras amenazas.
Otro punto de discordia es el reconocimiento de la anexión de Crimea en 2014 y la independencia de dos repúblicas separatistas en la región fronteriza oriental de Donbás. Ucrania se niega a hacerlo, pero está dispuesta a tratar este asunto por separado.
Obstáculos
«Las partes están cerca de un acuerdo sobre cuestiones fundamentales», dijo el ministro turco de Asuntos Exteriores Mevlut Cavusoglu. En definitiva, son informes esperanzadores, pero no todo el mundo colabora, desgraciadamente.
Según muchos observadores, Estados Unidos está desempeñando un papel crucial en estas conversaciones entre bastidores. Y hay serias dudas de que Washington busque una solución negociada rápida. Lo mismo ocurre con el Gobierno británico.
«Estados Unidos frena las esperanzas de una solución diplomática en Ucrania», tituló El Financial Times este fin de semana. Anthony Blinken, Secretario de Estado de Estados Unidos, afirmó sobre las conversaciones de paz: «La diplomacia requiere que ambas partes tengan buena fe para desescalar y, por el momento, no veo señales de que Putin esté dispuesto a parar».
Las declaraciones de Blinken se produjeron un día después de que el presidente Biden anunciara un nuevo paquete de ayuda militar a Ucrania, que incluye sistemas antiaéreos, armas antitanque y drones armados.
Hillary Clinton, ex-Secretaria de Estado, ha optado por una guerra prolongada y está considerando convertir a Ucrania en un nuevo Afganistán para Rusia.
Liz Truss, ministra de Asuntos Exteriores británica, piensa lo mismo. Según ella, el conflicto en Ucrania podría durar «varios años» y «tenemos que estar preparados para un recorrido muy largo».
Lógica de la guerra
Aquí se manifiestan dos lógicas diametralmente opuestas. Está la lógica que saca la carta de la guerra. Hay que atacar al enemigo con toda la fuerza posible y debilitarlo al máximo. Eso significa enviar armas cada vez más potentes, estacionar tropas y misiles en los países vecinos, imponer sanciones más duras y utilizar una retórica afilada («Putin es un criminal de guerra»).
También fue esta lógica la que hizo que, desde la disolución del Pacto de Varsovia y a pesar de las claras promesas, la OTAN se haya expandido sistemáticamente hacia el este dejando a Rusia arrinconada.
Las consecuencias de esta lógica son tres. Pagaríamos un precio muy alto económicamente si se prolongara y se agudizara el conflicto. Los precios de la energía y los alimentos se dispararán. La alta inflación aumentará los tipos de interés, lo cual no solo es perjudicial para el crecimiento económico, sino que, dado el alto nivel de endeudamiento resultante de la crisis del covid, podría conducir a una grave crisis de la deuda.
Además, los flujos comerciales con Rusia se detendrán y el gasto en armas aumentará. Una guerra prolongada también provoca incertidumbre en los mercados, lo cual es perjudicial para el clima de inversión. En cualquier caso, se espera un grave retraso del crecimiento en Europa debido a la guerra en Ucrania.
En segundo lugar, un conflicto feroz y prolongado provocará un flujo de refugiados grande y prolongado. Esto ejercerá presión sobre el mercado de la vivienda, la educación, la seguridad social, etc. La extrema derecha ha sabido sacar provecho político de la ola de refugiados que llegó de Siria en 2015. Si este conflicto se prolonga y Europa Occidental tiene que acoger a millones de refugiados durante mucho tiempo, los extremistas de derecha podrán crecer aún más.
Alguien se ríe
Estas dos consecuencias se sienten principalmente en Europa y mucho menos en Estados Unidos. La economía estadounidense se recuperó más rápido que la europea tras la crisis del covid. Debido a las medidas de estímulo, la economía de ese país incluso se está recalentando, por lo que la subida de los tipos de interés es más bien bienvenida.
Estados Unidos incluso se beneficia económicamente de esta guerra. Nos venderán su gas de esquisto caro a Europa en el futuro para sustituir el gas ruso, más barato. Las decenas de miles de millones que Alemania y otros países europeos gastarán en armamento serán bienvenidos para la industria bélica estadounidense.
Una tercera consecuencia de la lógica de la guerra es que Estados Unidos obtendrá un control aún mayor sobre Europa a través de la OTAN. Después de la Segunda Guerra Mundial, se ha metido a Europa, a través de la OTAN, en una camisa de fuerza (militar) completamente controlada por Estados Unidos. «Para seguir siendo la potencia mundial dominante, Estados Unidos debe utilizar la Unión Europea y la OTAN para establecer su hegemonía en Europa», afirmó Christian Saint-Etienne.
Desde la caída de la Unión Soviética y la disolución del Pacto de Varsovia, en Europa se reclama con regularidad y sin resultado un rumbo más autónomo en términos geopolíticos y militares.
Como la OTAN fomenta esta guerra, ahora más que nunca determina el curso geopolítico de Europa. Ya nadie habla de una estrategia propia (1). Alemania, que tradicionalmente no era muy favorable a la OTAN, que tiene una tradición pacifista y más que perder en este conflicto, se ha pasado completamente al otro bando.
Este conflicto afecta sobre todo a Europa y debilita al continente. Estados Unidos se ríe de esta guerra. También se debe ver desde esta perspectiva la presencia de Biden en la cumbre europea del 24 de marzo. Se trata de saber si busca la paz o si ha venido a fomentar la guerra.
Dar una oportunidad a la paz
Sea como fuere, se necesita una lógica diferente: una que deje de lado la puja militar, que apueste por el diálogo y que busque una estructura de seguridad sostenible.
A corto plazo se necesita una diplomacia de paz activa. Cuanto antes termine la guerra, mejor. Para dar todas las posibilidades a las conversaciones de paz entre Ucrania y Rusia, debemos abstenernos de seguir alimentando la guerra con el envío de armas o tropas, la ampliación de las sanciones o el uso de una retórica bélica innecesaria.
También hay que considerar la posibilidad de dar a Putin una «salida de oro» de Ucrania. El final de la guerra debe ser lo más atractivo posible. Ahora solo hay amenazas de más guerra y sanciones. Lo contrario también es posible y ahora es más deseable. Un alto el fuego y una retirada de Ucrania podrían, por ejemplo, ir unidos a la reducción de las sanciones económicas.
Este conflicto no cayó del cielo. La estructura de seguridad del continente europeo es desequilibrada e inestable. Estados Unidos sigue considerando a Eurasia el tablero de ajedrez en el que se libra la batalla por el dominio del mundo.
Por tanto, a largo plazo, Europa necesita una nueva estructura de seguridad, que debería que ser una propia, que no esté dictada ni impuesta desde fuera. También es una estructura centrada en la seguridad de los países afectados y no en función de ciertos objetivos geopolíticos.
La estabilidad solo puede lograrse si todos los países implicados se sienten seguros. Si se alcanzan acuerdos sobre armamento y se pactan garantías de seguridad concluyentes.
La Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) es la mejor situada para establecer esta estructura de seguridad. La OSCE demostró con creces sus méritos en el pasado.
Nota:
(1) La anunciada nueva fuerza de intervención propia, la llamada «capacidad de despliegue rápido«, es una buena muestra de ello. Apenas cuenta con 5.000 soldados y no será plenamente operativa hasta 2030.
Fuente: https://www.dewereldmorgen.be/artikel/2022/03/22/oorlog-in-oekraine-is-de-vrede-nabij/
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