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Haiti: ¿vamos hacia atrás?

Fuentes: Rebelión

Cómo pasa el tiempo. Ya hace más de tres años des la «caída» de Aristide de la presidencia de Haití, aunque quizá sea sarcástico hablar de caída y sería más certero hablar de derrocamiento o golpe de estado. A día de hoy sigue sin estar del todo claro, aunque el tiempo todo lo pone en […]

Cómo pasa el tiempo. Ya hace más de tres años des la «caída» de Aristide de la presidencia de Haití, aunque quizá sea sarcástico hablar de caída y sería más certero hablar de derrocamiento o golpe de estado. A día de hoy sigue sin estar del todo claro, aunque el tiempo todo lo pone en su sitio y poco a poco se van conociendo detalles de lo que Eduardo Galeano llama muy acertadamente «la maldición blanca», que ayudó a que se produjera la caída del presidente. Dicha maldición tiene nombre y apellidos, se llama EEUU y se apellida Europa, pero dejémoslo para otro artículo.
Sea como fuere, se auguraba un nuevo futuro para Haití, un futuro mejor en el que se dejaría de ser el vagón de cola de los Índices de Desarrollo Humanos, todo ello de la mano de una mayor prosperidad, más democracia y libertad.

Para lograrlo se contaba con la inestimable ayuda de los bienhechores países del mal llamado primer mundo, que iban a poner su dinero en Haití, así como de los cascos azules, que en una nueva «misión de paz» iban a  procurar la estabilidad necesaria. Ha pasado tiempo suficiente como para poder hacer un pequeño balance.

Primer aspecto, ayuda económica. En una entrevista hecha por un medio de comunicación cubano al actual presidente electo, Rene Preval, afirmaba que de los 700 millones de dólares invertidos en Haití en el año 2006, se calculaba que el 80% no se habían gastando en el país. ¿Dónde están? El mismo presidente nos da la respuesta: «inversiones en estudios, cooperación técnica,  estudios para evaluar los estudios, estudios para evaluar la cooperación técnica, cooperantes, estudios para evaluar a los cooperantes, etc.» (www.cubadebate.cu). Un dato más clarificador es que sólo en remesas, Haití recibe cada año más dinero que todo el que los países de la maldición blanca, perdón, del primer mundo, fueron capaces de «recaudar» para ayudarle, 1.000 millones. Hace poco hubo una reunión de donantes en Madrid cuyo objetivo era dar un mayor impulso a la ayuda económica, veremos los resultados.

Segundo aspecto. Según la resolución 1542 (2004) del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el primer mandato de la misión de los Cascos Azules en Haití (MINUSTAH) es crear un entorno seguro y estable (ver www.un.org/spanish/Depts/dpko/minustah). Para ello hay actualmente unos 8.000 efectivos desplegados por todo el país. Se puede esperar que pasados ya tres años, con un contingente tan amplio, y en un país que pese a las convulsiones internas que ha vivido no es especialmente violento, dicho mandato esté más que cumplido. Nada más lejos de la realidad. La inseguridad en Haití es, a día de hoy, mucho mayor de lo que era hace 3 años, surgiendo nuevas formas de violencia hasta ahora desconocidas para la población haitiana, como el fenómeno de los secuestros que se ha ido incrementando hasta afectar incluso a la población de los barrios más pobres. Fenómeno éste que amplios sectores de la población civil comienzan a vincular a los propios Cascos Azules.

Pero los secuestros no son el único hecho que está generando malestar hacia los militares de la ONU. La utilización desmedida de la fuerza contra población civil está aumentando la sensación de que se trata de un ejército de ocupación. En julio del 2005, una incursión de la MINUSTAH en el barrio de Cité Soleil acabó con 26 civiles muertos. En diciembre de 2006, otra operación militar en el mismo barrio acabó con la vida de 40 personas entre ellas una mujer embarazada de 6 meses. Cada vez más organizaciones están denunciando los abusos de los Cascos Azules y existen páginas web como la del Haití Information Project (www.haitiaction.net) que están documentando con fotos, relatos y videos, dichos actos.

Pero mientras los barrios más pobres sufren las visitas de los cascos azules, bajo pretexto de luchar contra las bandas organizadas que crean inseguridad en el país, los ex militares que provocaron la caída del presidente Aristide, y que en algunos casos están acusados de crímenes contra la humanidad, siguen si ser molestados, y en algunas ciudades del norte del país son un auténtico poder en la sombra.

No contentos con todo esto, hay 1.600 militares y 1.700 policías integrantes de la MINUSTAH denunciados por abusos sexuales. Las autoridades policiales están investigando una treintena de casos de violaciones, pedofilia y tráfico humano con destino al comercio sexual. Es de sobra conocida por la población que hay ciudades como Jacmel a tan sólo 2 horas por carretera de la capital, que se han convertido en auténticos prostíbulos a cuenta de los cascos azules. Recientemente, la asistenta de la secretaría general para las operaciones de paz, Jane Holl, ha afirmado que «hemos tenido un problema, probablemente desde el comienzo de la fuerza de paz, problemas de este tipo de explotación de población vulnerable» (ver www.bbc.co.uk).

Violaciones, secuestros, abuso de poder, violencia, pobreza, corrupción, etc. panorama complicado para el que fuera el primer país negro en conseguir la independencia y el primer país del mundo en abolir la esclavitud. ¿Será por eso que sufre las consecuencias del poder de una mano invisible que cual fatalismo le impide salir de la más absoluta de las miserias? ¿Será ver demasiados fantasmas?  No se sabe, pero creo que son innegables las maldiciones blancas que a día de hoy sufre Haití ¿no?

Miguel Angel Navarro Lashayas es coordinador del Programa Ikas Dezaten en Haití de la Asociación Belatzak Eskaut Taldea.