Adolf Hitler se suicida el 30 de abril de 1945. Se encontraba en un bunker, donde al final de la guerra se había refugiado, protegiéndose de las tropas soviéticas que lo habían acorralado por completo durante la batalla por Berlín. Días después, el 9 de mayo, termina la Segunda Guerra Mundial, una conflagración que se desarrolla en lo fundamental en el frente soviético-alemán, donde se libran las más importantes y decisivas batallas, que producen el viraje radical de la guerra y resquebrajan la espina dorsal de la Werhmacht, las Fuerzas Armadas de Alemania Nazi, el más potente complejo militar bélico creado por el hombre. Termina así una contienda en la que fallecen cerca de 60 millones de seres humanos, de los que 27 son soviéticos.
El nazismo, principal responsable de este conflicto, nace antes de Hitler. En 1903, Bal Gangadhar Tilak en ‘El hogar ártico de los vedas’, asocia el origen de la raza aria con la migración de los habitantes de Hiperbórea-Thule, isla mítica situada en el lejano norte y mencionada por Virgilio en la Eneida. Antes de la Gran Guerra, y durante la misma, Guido von List, Phillip Stauffre y Jorg Lanz von Liebenfels, representantes del misticismo y el paganismo alemán, popularizan la ariosofía, ideología esotérica en que se mezclan los conceptos de raza y teosofía con el nacionalismo germán, para sobre la base de la superioridad de la raza aria legitimar las conquistas de Alemania.
Nietzsche en ‘Así hablaba Zarathustra’ resalta el concepto del superhombre y en su colección de aforismos, ‘La voluntad del poder’, recalca el papel de la fuerza interna en el desarrollo superhumano. Escribe que la manada busca seguridad creando reglas, moralidad y leyes, mientras que el superhombre cuenta con una fuerza interna vital que le impulsa a ir más allá del rebaño. Esa fuerza le exige mentir para permanecer independiente y libre de la mentalidad de la manada.
Rudolf von Sebottendorf, que en 1909 se había familiarizado con el movimiento de los jóvenes turcos, pan-turaniano, implicado en el genocidio armenio, ingresa en Alemania en la Orden Germánica de los Caballeros Teutones, de ideología basada en el espíritu de la ariosofía, y en 1910 funda la Sociedad Thule, de ideario en el que se mezclan la masonería, el racismo, la astrología, la numerología, la alquimia, la meditación sufí, la superioridad aria, el antisemitismo, el genocidio y los asesinatos por motivos políticos o actividad estratégica de eliminación selectiva de dirigentes políticos, militares y reyes, doctrina derivada de la secta nazarí del islam chií, que floreció durante las Cruzadas.
La Sociedad Thule, madre espiritual del nazismo y originalmente creada para dar valor a las tradiciones alemanas, toma como finalidad la instauración de los nazis en el poder. Uno de sus dirigentes, Dietrich Eckart, a finales de 1919 introduce a Hitler en esa organización y comienza a educarle en los métodos que aprovechan la energía mental en la creación de la raza aria. Anton Drexler, miembro también de la Sociedad Thule, establece vínculos con varias organizaciones extremistas de Múnich para fundar en 1919, junto con Karl Harrer, el Partido Alemán de los Trabajadores. Hitler ingresa a ese partido y el 1 de abril de 1920 lo refunda como Partido Obrero Nacionalsocialista Alemán, Nazi.
En el nacionalismo de Hitler influye también, Karl Haushofer, consejero de los japoneses luego de la Guerra Ruso-Japonesa y responsable de la futura alianza de Alemania y Japón. Desarrolla la geopolítica y defiende la conquista de territorios, que llama espacio vital. En 1918 funda la Sociedad Vril, que busca bajo tierra el contacto con seres sobrenaturales para obtener mediante ellos el poder mental; en la práctica, Haushofer tiene las mismas ideas de la Sociedad Thule. De esta manera, a principios del siglo XX muchos alemanes creen descender de arios que emigraron al sur desde Hiperbórea-Thule, que estaban destinados a convertirse, mediante el poder del vril, en la raza aria de superhombres; Hitler es uno de ellos.
Rudolf Hess, estudiante próximo a Haushofer, le presenta a Hitler, que se hallaba en prisión después del fallido ‘Putsch de Münich’ de noviembre del 1923. Haushofer le visita a menudo para enseñarle la relación de la geopolítica con las ideas de las Sociedades Thule y el vril. El 30 de enero de 1933, ya nombrado canciller, Hitler adopta la geopolítica como doctrina para conquistar Europa Oriental y Rusia.
El 25 de diciembre de 1907 se usa por primera vez como símbolo ario la esvástica, antiguo emblema indú que significa bienestar o buena suerte, el nazismo adopta la variante que gira contra las manecillas del reloj. Ese día, la Orden de los Nuevos Templarios, sociedad secreta fundada por Adolf Joseph Lanz von Liebenfels, iza en el castillo de Werfenstein, Austria, una bandera amarilla con una esvástica y cuatro flores de lis, símbolo de poder, soberanía, honor y lealtad. Guido von List, poeta alemán, la considera un símbolo únicamente ario, insignia del movimiento neopagano de Alemania; sin embargo, no usa la palabra sánscrita esvástica, sino que la llama ‘Hakenkreuz’, o sea, Cruz Gamada.
Los nazis sostienen que el ario de la India es el prototipo de la raza blanca y asocian la esvástica con la tesis de la ascendencia aria del pueblo alemán. En 1920, los nazis adoptan la esvástica, la ven como el emblema apropiado de la supremacía blanca, el símbolo de la raza aria. Hitler la llama en ‘Mi lucha’ “el estandarte de la lucha por la victoria del hombre ario”.
La Sociedad Thule adopta la Cruz Gamada como emblema y la sitúa dentro de un círculo con una daga vertical superpuesta. En 1920, Friedrich Krohn, de la Sociedad Thule, le sugiere a Hitler adoptar la Cruz Gamada, dentro de un círculo blanco, como diseño central de la bandera del Partido Nazi. Hitler le pone un fondo rojo para competir con la bandera del Partido Comunista.
La Sociedad Thule y Haushofer buscan el origen de la raza aria en el Tibet, donde creen que sus líderes espirituales poseen el poder del vril. Hitler, por influencia de Haushofer, autoriza fundar la Ahnenerbe, oficina para el Estudio de la Herencia Ancestral, que se encarga de investigar las runas alemanas, símbolos utilizados para la adivinación y la magia, la procedencia de la esvástica y el origen de la raza aria. Ahnenerbe tenía el Instituto de Tibet, que en 1943 pasa a llamarse Instituto Sven Hedin, en honor al explorador sueco, amigo de Hitler que en 1936 da el discurso de apertura de las Olimpiadas de Berlín.
Entre abril de 1938 y mayo de 1939 parte la expedición al Tíbet, dirigida por Ernst Schäfer, naturalista alemán. Uno de sus miembros, Bruno Beger, es el antropólogo encargado de investigar las características raciales del pueblo tibetano. En ‘La raza nórdica entre los indo-germanos de Asia’, defiende la teoría de una ‘raza nórdica en el Asia Central y el Tibet’. Concluye que, principalmente, la aristocracia tibetana ocupa una posición intermedia entre los mongoles y el elemento racial europeo.
En el misticismo de los nazis son importantes Hiperbórea-Thule; la Atlántida; Agartha, reino legendario ubicado debajo del desierto de Gobi; Shambhala, reino místico escondido más allá de los Himalayas, y Aldebarán, la estrella más brillante de la constelación Tauro, donde, según ellos, está el hogar original de la raza aria y el superhombre.
Diversas corrientes ocultistas tuvieron influencia directa en los dogmas de los líderes nazis: Hitler es aficionado a la astrología, la mitología y la mística medieval; Himmler, Hess y Rosenberg sienten gran interés por el ocultismo, cuyo conocimiento les debe permitir determinar el origen de la raza aria, su superioridad sobre las demás razas y su pureza, ligada a las tribus germanas. Otro elemento dominante en el nazismo es el interés por los cátaros. Otto Rahn, miembro de las SS y autor del libro ‘La corte de Lucifer’, considera que el Catarismo es una religión ecuménica, capaz de unificar Europa, que los cátaros son los legítimos guardianes del santo Grial, cuya posesión se destaca entre sus creencias, y lo busca en Montsegur, en los Pirineos de Francia. Otto Rahn fallece de frío el 13 de marzo de 1939 en la montaña del Wilden Kaiser, practicaba la Endura, una especie de suicidio en el ritual de los cátaros.
Si a este mejunje ideológico de los nazis, se añade el soporte que les da el gran capital financiero mundial, que ve en ellos suficientes fortalezas para derrotar al comunismo, se comprende que Hitler no sólo es el demagogo que engatusa a un país de grandes tradiciones libertarias y formidables pensadores y artistas, que instaura una dictadura personal y lleva a los alemanes a la guerra, como a una manada de ciegos, sino que se trata de un fenómeno político todavía latente, que muestra su vitalidad en un mundo repleto de conflictos sociales.
Hitler es nombrado Canciller del Reich gracias a una carta firmada por 17 grandes banqueros y magnates industriales, que así le exigen al Presidente Hindenburg. Una vez en el poder, Hitler constituye el Consejo General de la Nueva Alemania, compuesto por Krupp, dueño de grandes acerías; Simens, magnate de la electricidad; Reinhardt, Presidente del Consejo de Observación del Banco Comercial; Schrodar, banquero y financista vinculado al capital estadounidense; Fisher, Presidente de la Asociación de Central de Bancos y compañías bancarias; Thyssen, magnate de las minas de carbón del Ruhr. Este organismo fue el que realmente gobernó Alemania y en él estaban las fuerzas que desataron la guerra. La política peligrosa, que estimulaba las conquistas nazis en el llamado ‘espacio vital’ del este, casi termina descuartizando a quienes la auspiciaban, ya que Hitler, antes de dar un paso hacia el Oriente, lo da hacia Occidente, pues mal paga el diablo a sus devotos.