Asistiendo a los históricos actos de instalación del gobierno progresista del Presidente Fernando Lugo, en la ciudad de Asunción, Paraguay, tuve la oportunidad de expresarle al Presidente Manuel Zelaya de Honduras, mis felicitaciones por la valiente, patriótica y soberana decisión tomada por su gobierno de ingresar a la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA). La […]
Asistiendo a los históricos actos de instalación del gobierno progresista del Presidente Fernando Lugo, en la ciudad de Asunción, Paraguay, tuve la oportunidad de expresarle al Presidente Manuel Zelaya de Honduras, mis felicitaciones por la valiente, patriótica y soberana decisión tomada por su gobierno de ingresar a la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA).
La incorporación de Honduras al ALBA se formalizó en la ciudad de Tegucigalpa, con la presencia de los mandatarios y altos representantes de los países miembros. El presidente de Honduras, Manuel Zelaya, formalizó su ingreso en el Palacio de Gobierno José Cecilio del Valle, junto a los mandatarios de Venezuela, Hugo Chávez; de Bolivia, Evo Morales; de Nicaragua, Daniel Ortega, y Carlos Lage vicepresidente de Cuba.
La Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) es hoy una realidad como espacio de integración y cooperación multilateral centrada en la solidaridad y la promoción de valores progresistas y el comercio justo. Fue propuesta por Venezuela y Cuba en 2004, en contraposición a la hoy fracasada Área de Libre Comercio para las Américas (Alca), promovida por Washington.
En Chile, muchos conservadores y escépticos pertenecientes a la derecha política como mercurial, así como destacados tecnócratas de la Concertación, no se han cansado de señalar majaderamente que instancias como ALBA son «pura y simple retórica», ocultando a través de aquellas expresiones su verdadera concepción conservadora y abiertamente sesgada. Los acuerdos y proyectos concretos que adelantan hoy esos países, confirman el profundo error y la liviandad de aquellas afirmaciones.
Hoy ALBA es integrada 6 países, los que se encuentran materializando iniciativas y proyectos concretos en el ámbito de la cooperación, el fomento productivo y la integración económica, social, energética y cultural. Por cierto, en un contexto planetario como el que hoy nos domina siempre será más difícil construir y fortalecer estrategias para una integración soberana y progresista basada en un comercio justo. No es posible el desarrollo de un comercio justo sin regular a los capitales financieros y especulativos transnacionales, sin incentivar capitales nacionales estatales, mixtos y privados hacia lógicas de desarrollo productivo para fortalecer la competitividad de nuestras industrias nacionales, particularmente de nuestras PYMES.
Para avanzar sin retórica y echando raíces en la integración regional, resulta indispensable recuperar el control soberano de nuestros recursos naturales, tales como la minería, el gas y el petróleo, así como los derechos del agua y de la pesca, entre otros. Hay que fortalecer nuestros Estados y nuevas legislaciones que permitan construir alianzas fuertes en América Latina, tal como lo hacen hoy los países agrupados en el ALBA, ejemplo que deberíamos seguir nosotros en el marco de la UNASUR.
Al Presidente Zelaya le expresé que para nosotros los chilenos su decisión tenía especial significado, debido a que durante años en América Latina, se había intentado «vender como ejemplo a exportar el modelo chileno», como un modelo exitoso trasnacionalizado y profundamente desregulador, basado en los Tratados de Libre Comercio (TLC). Le señalé que aquello era aún más grave porque se le ha pretendido presentar con un rostro de centro izquierda o progresista. Sobre este aspecto, por ejemplo, no hay que olvidar que lamentablemente sólo un reducido grupo de dirigentes y militantes socialistas nos opusimos hace algunos años a la suscripción del TLC con los EEUU y sólo un diputado de nuestra bancada, el diputado Sergio Aguiló, votó en contra de su ratificación en la Cámara de diputados.
Creo que hoy los chilenos tenemos la necesidad y la obligación de efectuar el balance critico de ese modelo de desarrollo en lo global y sectorial. Es hora de realizar un balance y unir fuerzas para cambiar los elementos centrales de un modelo que ha permitido la desnacionalización y la perdida de soberanía creciente de nuestra economía y que ha incrementado de manera escandalosa la concentración del poder económico y las desigualdades en nuestro país.
Felizmente nuestro continente se encuentra hoy en cambio y por tanto nuestra actual política fenicia exterior debería cambiar profundamente. Ella no puede continuar siendo un mero instrumento al servicio de la expansión e inversión externa de los grandes grupos económicos chilenos. Aquella concepción es portadora de una clara opción ideológica y aún cuando se exprese de manera diplomática o se formule empleando un lenguaje supuestamente progresista, finalmente se inscribe en una visión geopolítica profundamente conservadora e inequívocamente alineada con el Imperio en la región.
Como chilenos tenemos una deuda también en nuestro propio país y por cierto con otros pueblos de la región. Tenemos pendiente el efectuar un gran balance y debate critico de fondo sobre nuestro supuesto «modelo de transición y desarrollo exitoso».
Por eso desde Chile le decimos al Presidente Zelaya:¡Que bien se ve Honduras cuando llega el ALBA!
Esteban Silva Cuadra es analista internacional, miembro del Comité Central Nacional del Partido Socialista de Chile