Sobre el pretexto de defensa a las amenazas a la seguridad nacional estadounidense, el mandatario Donald Trump declaró la guerra comercial más grande en la historia del capitalismo en enero de 2018. Comenzó con la imposición unilateral de aranceles generales a la importación de lavadoras 20% de LG y Samsung, y a paneles solares 30%, […]
Sobre el pretexto de defensa a las amenazas a la seguridad nacional estadounidense, el mandatario Donald Trump declaró la guerra comercial más grande en la historia del capitalismo en enero de 2018. Comenzó con la imposición unilateral de aranceles generales a la importación de lavadoras 20% de LG y Samsung, y a paneles solares 30%, en franco desdén a las reglas comerciales de la OMC. Luego se extendió con aranceles de 25% a acero y 10% a aluminio a Canadá, México y la Unión Europea Igual que en 1936, sin ninguna intervención de ningún país o de las instituciones multilaterales, EEUU comenzó una guerra que involucra, en conjunto, más de un tercio del PIB mundial, 39.1% en 2017. El arancel sobre paneles solares detuvo los desarrollos de alternativas energéticas en Estados Unidos.
China tomó retaliaciones contra la segunda ronda de agresiones comerciales, con aranceles de la misma medida y productos que EEUU. Entre abril de 2018 y junio de 2019 el conflicto se ha recrudecido, a través de seis rondas de alzas arancelarias entre ambos países, interrumpida por un periodo de 90 días de tregua entre diciembre 2018 y marzo de 2019. Las demandas estadounidenses se dirigen a la reducción de su déficit comercial en un 60%. Exigen que China frene el subsidio a las empresas tecnológicas, alegan que hay robo de propiedad intelectual, y que los aranceles a productos estadounidenses son altos. Exigen que abra su cartera de inversión extranjera a socios estadounidenses. A cambio, Washington no ofrece nada, salvo el cese (no la reversión) de los aumentos arancelarios.
Hasta junio de 2019, las ofensivas arancelarias han alcanzado a 6,213 productos chinos y a 6,843 productos estadounidenses con un valor superior $ 360 mil millones de dólares. De manera paradójica, los saldos de la guerra, hasta la fecha, han afectado más EEUU, pues su déficit con China aumentó en el 2018. El incremento de los aranceles ha sido, en realidad, absorbido por los consumidores intermedios, en su mayoría empresas, y por los consumidores finales estadounidenses. (gráfico 1)
La cuestión es: ¿Para qué provocó EEUU una guerra comercial con su socio mayor? EEUU arrastra una tendencia a la baja en el ritmo del crecimiento de su economía desde los años 60. A partir de entonces su crecimiento comenzó a descender por década de 4.6% promedio anual a 2.2% en la década del 2010, y sólo 1.4% si se mide desde la crisis de 2007 (ver ilustración 2). Con la globalización y la desregulación financiera, las empresas transnacionales estadounidenses extendieron cadenas globales de valor que concluyen en EEUU y que deberían de haber reactivado la economía. En cambio, conformaron una dinámica interna de sobreconsumo donde importa más de lo que exporta y consumen mucho más de lo que producen, con créditos al consumo que suman 200% del PIB y salarios desalineados con la productividad. El resultado, desde 1980, es un saldo comercial estructuralmente deficitario que se paga con dólares que se desvalorizan desde 1973.
La relocalización de la producción estadounidense generó un aparato productivo cada vez menos competitivo y una economía más deficitaria. Al revés, China atrajo esas cadenas productivas de valor a sus costas, con el establecimiento de zonas de procesamiento exportador, y promovió su integración al mercado mundial desde allí. Esto le permitió desarrollar un aparato productivo avanzado apoyado con inversión extranjera directa, importación de tecnología e ingeniería de reversa; análogo a lo que antes hicieron Japón y Corea del Sur. De este modo se incorporó a la carrera tecnológica.
El inédito conflicto comercial de un Estado nacional contra una empresa multinacional -Huawei-, expresa la crisis que enfrenta Estados Unidos frente a su pérdida de liderazgo tecnológico y su desesperación por acortar la brecha productiva. No basta inventar, hay que producir. Huawei es, según el último reporte de Worldwide Telecom Equipment Market 2018, la empresa de telecomunicaciones más importante del mundo, tanto por la red de producción y abastecimiento de productos intermedios, como por el desarrollo de la nueva generación de telecomunicación inalámbrica y su infraestructura. La competidora más cercana es ZTE, otra empresa china, con participación del Estado, también está investigada y bloqueada por EEUU. El problema es que ATT y Verizon no logran sacar su red 5G al mercado, casi un año después que ellos lo hicieran. Ambas empresas han estado bajo constantes agresiones por parte del gobierno de EEUU, desde hace años.
En el 2012, el Departamento de Seguridad Nacional, identificó una supuesta amenaza a los intereses de seguridad nacional por las vulnerabilidades en la cadena de producción de telecomunicaciones.
El 1 de diciembre de 2018, día que acordaron la tregua comercial en el G20 en Buenos Aires, Sabrina Meng, la CFO de Huawei e hija de su fundador Ren Zhengfei, fue detenida en Canadá, a solicitud del gobierno estadounidense, acusada de una violación a las sanciones comerciales contra Irán. Huawei ha pasado por el sabotaje comercial, con enviados del Departamento de Estado a los países que iban a comprar la red 5G en agosto del 2018. Fue seguido de temas de propiedad intelectual y la detención de su CFO. Lo último ha sido la prohibición a los americanos de comerciar con Huawei. Más allá de los elementos técnicos sobre la conectividad, la velocidad y la latencia (tiempo de comunicación), la red móvil 5G conforma un nuevo paradigma tecnológico, y representa la base técnica de la siguiente generación de las transformaciones productivas, consuntivas, comerciales, militares, cívicas, etc. Su incorporación abre la puerta al desarrollo del internet de las cosas.
Para EEUU, el hecho de que China la desarrollara y la lanzara al mercado mundial en agosto del 2018 expresa haber perdido la vanguardia tecnológica. EEUU no pueden aceptar su evidente atraso en materia de telecomunicaciones porque equivaldría a aceptar la de su liderazgo tecnológico y en general. La represalia de China ahora podría ser no exportarle las tierras raras necesarias para fabricar superconductores, pinturas resistentes al calor alto, rayos láser, baterías eléctricas para automóviles, baterías recargables de todo tipo, iluminación, y como aleación de aluminio para fabricar vehículos.
Es probable que EEUU continúe con las agresiones hacia sus otros socios comerciales y productivos con los que es deficitario: México, Alemania (Unión Europea) y Japón, porque no puede competir ni por precios ni por calidad. México, es parte de su cadena de valor, por lo que los aranceles son un sinsentido. El ataque contra Huawei espera que esa empresa quiebre. Los precios de sus acciones se han desplomado en Shanghai. Todas las empresas alrededor de Huawei no permitirán que eso pase. Finalmente, parece que se está ante un proceso de declinio económico americano, a pesar de todos sus inventos.
Fuente: https://www.theeconomyjournal.com/texto-diario/mostrar/1457921/-huawei-guerra-comercial-eeuuchina