Una docena de activistas de derechos humanos de Jharkhand nos pusimos en camino el amanecer del 13 de junio de 2010. Habíamos oído una horrible historia sobre una mujer adivasi que murió en fuego cruzado entre las fuerzas de seguridad y los maoístas. Su nombre era Jasinta. Tenía tan sólo 25 años, estaba casada y […]
Una docena de activistas de derechos humanos de Jharkhand nos pusimos en camino el amanecer del 13 de junio de 2010. Habíamos oído una horrible historia sobre una mujer adivasi que murió en fuego cruzado entre las fuerzas de seguridad y los maoístas. Su nombre era Jasinta. Tenía tan sólo 25 años, estaba casada y disfrutaba de una vida familiar en su pueblo. Era madre de tres hijos, cuyas vidas están en juego ahora. Por lo tanto, hemos querido conocer la verdad. Queríamos saber si era maoísta. Lo más importante que queríamos saber es en qué circunstancias su derecho a la vida se lo llevó el arma poderosa y la vida de sus tres hijos fue puesta en peligro. Quisimos saber sobre la respuesta del Estado ante este horrendo crimen de lesa humanidad. Y, por supuesto, queríamos saber si estos tres chicos son tan inocentes como los niños de nuestras fuerzas de seguridad.
Viajamos a través del corredor rojo de Chidambaram. Tal vez, los adivasis de estas áreas no hayan oído las palabras de moda: «corredor rojo». Les encantaría llamar a estas zonas como «corredor adivasi» en lugar del corredor rojo. Sin embargo, no vimos maoístas en el bosque. Pero, por supuesto, vimos el bosque medio quemado, sus árboles, sus zonas verdes. Miles de hectáreas de bosques fueron quemados por las fuerzas de seguridad en el desempeño de las operaciones para cazar a los maoístas. Tal vez no pudieron cazar a los maoístas pero sí hermosas plantas, hierbas, animales salvajes, aves e insectos. Quemaron las casas de los animales silvestres, aves e insectos millones de dólares. Los adivasi hubieran sido perseguidos en virtud de la Ley 1980 de conservación forestal y la protección de vida silvestre si hubieran quemado el bosque.
Después de 7 horas de largo viaje por fin llegamos a un pueblo llamado Ladi, que está situado en un denso bosque en Jharkhand. Los adivasi Kherwar con apellido Singh son mayoría en el pueblo. Hay 56 familias Kherwars, dos Oraons, once Porenya, diez Korba y una familia Lohra residiendo en la aldea.
A la entrada del pueblo, los adivasi Kherwar estaban cortando piedras, que es su ocupación tradicional. Nos dijeron que cada familia Kherwar gana 80 rupias por día cortando piedras. Venden el producto final a los pequeños comerciantes. La economía del pueblo se basa en la agricultura, el bosque produce y eso les proporciona un salario diario. Aunque los aldeanos estaban ocupados en su trabajo de rutina, había un silencio total en el pueblo. Parecía un pueblo vacío. Nadie sonreía. Viven con el miedo, la agonía, la angustia, la incertidumbre y la ira. Después finalizar la introducción ritual [recibimiento que de otorga a todos los visitantes], fuimos a visitar la casa de Jairam Singh, de 28 años, cuya esposa Jasinta fue muerta a tiros por las fuerzas de seguridad el 27 de abril de 2010. Entramos en una hermosa casa de barro. Los miembros de la familia estaban en silencio. El shock, la agonía y la ira se reflejaba en sus rostros. Nos sentamos en sus camas tradicionales, de madera y cuerda. Después de unos minutos apareció Jairam Singh frente a nosotros con sus dos hijos Amrita y Suchit. No estaba en condiciones de volver a la vida normal. No podía hablar. Cada vez que le preguntamos sobre el incidente se echaba a llorar. Es un guardia forestal temporal, por lo que cuando ocurrió el incidente estaba en servicio en un lugar llamado Garu, que se encuentra a 20 km de su aldea.
Jairam nos dijo que tiene tres hijos y que por lo tanto demanda [al Estado] 5 lakh de rupias [500.000 rupias] en concepto de indemnización y para apoyar la educación de sus hijos. Pero más que eso, él sólo dice: «Quiero justicia». Los dos niños no hablaron, se les veía el miedo en los ojos. Queríamos ver al otro, Vibha Kumari, pero solo tiene un año. Es una dulce niña que estaba jugando en el regazo de su abuela Bajwa Devi ese momento. Queríamos tomar algunas instantáneas de estos tres hijos con su padre. Pero después de vernos, Vibha empezó a llorar. Tal vez, ella asumía hacer lo mismo que las fuerzas de seguridad hicieron con su madre.
El hermano menor de Jairam, Bishram Singh, de 18 años, estaba presente en el hogar cuando tuvo lugar el incidente del 27 de abril 2010. Eran las 7:30 de la tarde cuando todos los miembros de la familia se preparaban para irse a la cama después de cenar. De repente, se oyó el ruido de disparos en el exterior de su casa. Alguien gritó: «Sal de la casa de lo contrario vamos a prenderla fuego». Aterrados, salieron excepto un cuidador de ganado (Puran Singh) que dormía en la habitación.
Las Fuerzas de Seguridad ataron las manos de Bishram Singh. Eran 12, bien vestidos y armados. Le preguntaron: «¿Hay alguien dentro»? Ellos dijeron que su cuidador de ganado dormía en el interior. Los Jawans [soldados] pidió que se le sacara de la casa. Jasinta entró para despertar cuidador de ganado. Las fuerzas de seguridad también entraron en la casa y comenzaron a disparar. Una bala impactó en el pecho Jasinta cuando salía de la casa con Puran Singh (cuidador de ganado) y otra bala le dio en la mano izquierda a Puran Singh. Jasinta cayó y murió en el acto.
Las fuerzas de seguridad, dijeron a los habitantes de la aldea que debían decir a los medios de comunicación que Jasinta murió en fuego cruzado [con los maoístas] y que no debían protestar contra la policía. En caso contrario, les amenazaron de graves consecuencias. A Bishram se le hizo firmar en un papel en blanco.
Sin embargo, tras los ritos funerarios, los aldeanos comenzaron la protesta contra el asesinato a sangre fría y presentaron una demanda contra la policía, pero no en la comisaría de Barwadih. Allí los policías habían culpado a los maoístas del asesinato de Jasinta.
Después de la serie de protestas, el gobierno anunció una compensación de 3 lakh [300.000 rupias] y prometió un trabajo a la familia de Jasinta. Desafortunadamente, nada se ha hecho todavía. Es más, el 14 de mayo la policía nombró a un periodista del Hindi Today, Sajay Kumar, para actuar como mediador con Jairam Singh. Logró que fuese a la comisaría de Barwadih, donde el oficial al mando, Ram Birendra Singh, pidió Jairam a poner su firma en un papel en blanco y aceptar 90.000 rupias. Pero cuando Jairam Singh se negó, le envió de vuelta a su casa con las manos vacías. Irónicamente, las fuerzas de seguridad mataron a Jasinta, amenazaron a los familiares con graves consecuencias [si denunciaban el hecho] y, además, están tratando de quedarse con el grueso de la compensación económica. A pesar de los intentos de la familia y de la aldea, que han ido de la Ceca a la Meca, reclamando no se han tomado medidas contra las fuerzas de seguridad y la policía local.
El cuidador de ganado Puran Singh, que está bajo tratamiento en el hospital Latehar Sadar, también cuenta lo sucedido en la casa de Jairam Singh el 27 de abril sin contradicción alguna con las palabras de Bishram Singh. Pero la policía de Barwadih sigue diciendo que no fue un asesinato a sangre fría, sino el resultado de fuego cruzado entre la Fuerza Pública y los maoístas. Según la versión policial, una bala de los maoístas mató a Jasinta. Si así fuese, habríamos visto impactos de balas en el exterior de la casa y sólo las vimos dentro. No hay duda que fue un caso claro de asesinato a sangre fría cometido por las fuerzas de seguridad.
Tras el brutal asesinato de Jasinta por las fuerzas de seguridad, su marido Jairam Singh ha estado haciendo el papel de madre también. Cuida de sus tres hijos – Amrita Kumari, Suchit Kumar y Vibha Kumari. Hay un debate nacional sobre las fuerzas de seguridad y hay una tendencia en los medios de comunicación nacionales a justificarlas. ¿Por qué no hay un debate nacional para Vibha, Suchit y Amrita? ¿Por qué esos hermosos rostros no salen en los debates de los canales de televisión como huérfanos causados por las fuerzas de seguridad? ¿Por qué los medios no son sensibles a las cuestiones de los adivasis, como son los niños de Jasinta? ¿Estos tres niños son una amenaza para la seguridad de la nación? ¿Por qué no creemos en las palabras de aldeanos inocentes que se han enfrentado, una y otra vez, a las balas de las fuerzas de seguridad? ¿Por qué hay una tendencia de creer sólo en las palabras sagradas de la fuerza pública y la policía local, cuyas acciones quitan el derecho a la vida de los aldeanos?
Puedo comprender el dolor, el sufrimiento y la agonía de perder a los padres. Pero aquí la historia es muy diferente. Cuando mis padres fueron brutalmente asesinados, era lo suficientemente joven como para entender y soportar el dolor por un crimen tan atroz. Pero estos niños, especialmente Vibha, no lo hacen. Ella no sabe donde se ha ido su madre. Sólo grita en busca de la falda de su madre. Llora en busca de la madre para que la amamante.¿Quién limpiará las lágrimas de sus ojos? ¿Cómo reaccionará cuando ella llegue a saber que las fuerzas de seguridad asesinaron a tiros a su madre? ¿Podemos echarle la culpa si toma el sendero de la venganza contra las fuerzas de seguridad? ¿Si se incorpora a los maoístas se convertiría en la más grande amenaza para la seguridad nacional y continuaremos defendiendo la impunidad [de las fuerzas de seguridad] como lo hemos venido haciendo en un país democrático? ¿Esta nación nunca va a ser sensible a los miles de niños adivasis como Vibha, Suchit y Amrita? ¿Cuándo vamos a denunciar la violación de los derechos de los adivasi?
Gladson Dungdung es un activista de derechos humanos y escritor de Jharkhand.
Fuente: http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article890
Traducido por María Valdés