En los últimos años se han incrementado el bloqueo económico y las amenazas de ataques militares de Estados Unidos y los países occidentales contra Irán bajo el argumento de que esa nación islámica no detiene la construcción de una planta de energía nuclear que construye con fines pacíficos. Las acciones ocurren pese a que el […]
En los últimos años se han incrementado el bloqueo económico y las amenazas de ataques militares de Estados Unidos y los países occidentales contra Irán bajo el argumento de que esa nación islámica no detiene la construcción de una planta de energía nuclear que construye con fines pacíficos.
Las acciones ocurren pese a que el programa nuclear se encuentra permanentemente supervisado por la Agencia Internacional de Energía Atómica la cual ha declarado que en Irán no hay señales de utilizar esa tecnología para fabricar armas nucleares y sí con el objetivo de garantizar la futura producción eléctrica.
Resulta sintomático que mientras Washington desarrolla todo tipo de presiones contra Teherán, el ex presidente norteamericano Jimmy Carter (1977-1981) afirmó durante una reciente conferencia de prensa en Gran Bretaña que Israel poseía al menos 150 armas nucleares.
Por primera ocasión, un (ex) alto representante de un gobierno Occidental reconoció públicamente el arsenal atómico de la potencia militar judía cuyos componentes y conocimientos les fueron suministrados por Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos desde hace decenas de años.
Nunca un organismo internacional ha reclamado a Tel Aviv que permita la inspección de sus instalaciones atómicas, pese a que el Estado judío se ha negado a firmar el Tratado Internacional de no proliferación nuclear.
Cuando se analizan estas situaciones no cabe menos que preguntarse si en realidad lo que ansía Estados Unidos es adueñarse de las enormes reservas petroleras de Irán y a la par ejercer el control total de la estratégica región.
Las guerras desatadas contra Afganistán e Irak, han demostrado que Washington y otros países desarrollados, más que las amenazas del terrorismo en el primero o de la imaginaria posesión de armas nucleares del segundo, lo que buscaban eran apoderarse de esa rica zona y disponer de abundantes reservas de combustibles.
La extensión y ubicación de Irán son sumamente estratégicas pues se halla entre las dos regiones con la red de oleoductos y las reservas petroleras y de gas más grandes del mundo, es decir, el Golfo Pérsico y el Mar Caspio, con los cuales limita por el sur y por el norte, respectivamente.
Por el Estrecho de Ormuz, entre Irán y Omán, en el Golfo Pérsico circula el 40 % del crudo que se comercializa en el mundo y la nación islámica asegura que tiene capacidad militar para controlarlo en caso de que sea agredida.
La historia petrolera de Irán comenzó hace cien años cuando se descubrieron al suroeste los yacimientos en el poblado de Masjid e Suleiman. Su producción y explotación estuvieron durante años bajo control de la compañía británica Anglo-Persian Oil que pagó la ridícula suma de 75 000 dólares por la primera concesión de 60 años, además de una pequeña suma por las ganancias.
Cuando en 1951 el Primer Ministro Iraní, Mohammed Mossadeg, nacionalizó la British Petroleum, e hizo abdicar al Sha Mohammed Reza Pahlevi la furia de Estados Unidos y de Gran Bretaña resultó incontenible. Dos años más tarde, con la ayuda de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) derrocaron al gobierno e impusieron nuevamente al prooccidental Reza Pahlevi.
Las relaciones de Irán con sus aliados anglo norteamericanos marchaban por todo lo alto, con enormes oportunidades de explotación y extracción petrolera para las compañías occidentales cuando en 1979 un movimiento masivo dirigido por el Imán Khomeini, derrocó nuevamente al Sha. Desde entonces la industria del combustible ha estado controlada por el gobierno iraní que eliminó las prebendas a las compañías extranjeras del ramo.
Con tal de derrocar a la flamante República Islámica, el gobierno de Ronald Reagan apoyó al régimen de Saddam Hussein durante la guerra irano-iraquí de 1980 a 1988.
Por las presiones políticas estadounidenses en su afán de cerrar todas las posibles brechas al cerco económico contra Teherán, empresas japonesas y francesas han tenido que suspender recientemente los proyectos de construcción de nuevos yacimientos petrolíferos.
Los principales yacimientos del oro negro iraní se encuentran en la zona occidental fronteriza con Iraq, desde donde los ocupantes anglo-estadounidenses pueden observarlos.
Estadísticas internacionales indican que Irán suministra el 6 % del petróleo mundial. Sus reservas en el año 2007 ascendían a 137,500 millones de barriles, lo que es igual al 11,4 % del total del orbe (segundo lugar) y las de gas se sitúan en 993 trillones de pies cúbicos. Su producción actual cifra los 4,3 millones de barriles diarios.
En la actualidad, la República Islámica mantiene 40 campos de producción situados 27 en tierra y 13 en el mar y todos sus yacimientos son de crudo mediado (28 a 35 grados API), el preferido por los consumidores por su bajo contenido de impurezas.
Muchos analistas aseguran que si Estados Unidos no se hubiera empantanado en las guerras de ocupación lanzadas contra Afganistán e Iraq, ya hubiera dado la orden a Israel para que atacara Irán y después secundarlo con todas sus fuerzas en el conflicto. Pero la resistencia en esas dos naciones, la unión y preparación militar del pueblo iraní y sus buenas relaciones con Rusia y China, lo han detenido por el momento.
EL VAMPIRO PETROLERO
Estados Unidos produce diariamente alrededor de 7,5 millones de barriles diarios y consume 20 millones, por tanto esta obligado a importar los 12,5 millones restantes.
La sociedad norteamericana se basa en el consumo irracional de su población, que a la vez representa la fuente fundamental en el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB).
Sus reservas de combustible probadas, incluidas las ubicadas en el norte de Alaska, alcanzan los 22 000 millones de barriles. Una rápida deducción matemática revela que con el ritmo de explotación actual de sus yacimientos, las reservas solo alcanzarían para unos siete años.
De ahí la importancia y la perentoria necesidad de controlar otras fuentes del combustible en cualquier parte del globo terráqueo en que estén situadas.
Los principales suministradores del gigante americano son Canadá, Arabia Saudita, Venezuela, México, Iraq, Colombia, Qatar, Kuwait, etcétera.
Como es de suponer, se convierte completamente indispensable para su supervivencia tener fuentes estables de abastecimiento y las fuentes fundamentales lo dirigen hacia el Medio Oriente.
Con la ocupación de Iraq, Washington prácticamente se ha asegurado la posesión de los 112 000 millones de barriles que guarda el subsuelo de la nación árabe, cuatro veces las de Estados Unidos.
Arabia Saudita, su aliado principal en el Medio Oriente y que cuenta con las mayores reservas mundiales, le asegura un estable suministro. Además, las compañías transnacionales que con sus grandes capitales y altas tecnologías han penetrado en numerosos países, les garantizan otras fuentes de combustible.
Pero la voracidad de la sociedad norteamericana es insaciable y su gobierno no se detiene a pensar en guerras, amenazas o presiones con tal de adueñarse o controlar yacimientos. Si en 2008 importa alrededor del 60 %, para el 2020 deberá comprar en el exterior el 70 %.
Como una Espada de Damocles que amenaza su poder económico, política y militar, Washington conoce que al ritmo de consumo actual, en el planeta existen cantidades de petróleo para solo 40 años; de gas para 60; de uranio, 67 y carbón, 232.
De ahí su «necesidad» de estar presente política y militarmente en el Medio Oriente, pues según la compañía British petroleum Amoco, los principales proveedores del Golfo pérsico poseen 675 000 millones de barriles de crudo, o sea, dos tercios de las reservas mundiales.
Irán ha sido un hueso duro de roer pues pese a todos los esfuerzos, Estados Unidos no ha podido derrocar a su gobierno. Hoy la excusa es el desarrollo de la energía nuclear, mañana será el de su situación geográfica o de su famosa producción de alfombras. No importan los motivos que invente Washington, por detrás de todo están sus reservas de petróleo y la política soberana e independiente de la República Islámica.