Este viernes tuvieron lugar las elecciones parlamentarias en Irán, todo el proceso discurrió en la mayor discreción, pasó ante todos sin proyectar sombra alguna. Como en Peter Pan, la democracia iraní ha perdido su sombra y su líder Jameneí insta a los iraníes a que la capturen y la cosan de nuevo a sus pies. […]
Este viernes tuvieron lugar las elecciones parlamentarias en Irán, todo el proceso discurrió en la mayor discreción, pasó ante todos sin proyectar sombra alguna. Como en Peter Pan, la democracia iraní ha perdido su sombra y su líder Jameneí insta a los iraníes a que la capturen y la cosan de nuevo a sus pies.
Contrariamente a las presidenciales de 2009, en la que apenas cerrados los colegios electorales ya se conocían resultados a la medida de cada candidato, no se darán a conocer los resultados oficiales hasta el próximo día 5 de marzo, pero si se ha proclamado como todo un éxito un porcentaje de participación del 64%, superior al 55% alcanzado en 2009.
Todo ello tiene su importancia tras la sombra de legitimidad que se sigue cerniendo sobre la democracia iraní tras el revuelo del movimiento verde y su controvertida confrontación de los resultados ocurridos en las últimas presidenciales; y especialmente porque el sector reformista liderado por Jatamí y Karrubi se ha abstenido de participar en las actuales presidenciales.
Con la ausencia de los reformistas, la pugna electoral se ha restringido a dos facciones de candidatos al parlamento: partidarios de Ahmadineyad o contrarios al mismo. Por esta ausencia, junto con el escaso revuelo que ha levantado la campaña (incluso en el mismo Irán), algunos medios de comunicación se han apresurado a declarar las presentes elecciones como una victoria de los conservadores, sin profundizar en qué es lo que diferencia a las facciones contrincantes entre sí, aparte de la simpatía por el actual presidente.
Por otra parte, la elevada participación contradice una campaña tan gris. Bien es cierto que el régimen islámico, empezando por el propio Guía de la Revolución Jameneí, ha instado repetidamente a la participación como deber ciudadano y religioso; la R.I.I. es muy consciente de las credenciales que a su legitimidad aporta un juego democrático. Además una elevada participación serviría para acallar a un movimiento verde que ha jugado la carta de deslegitimizar al parlamento boicoteando la elección de sus componentes.
Así, con una participación del 64%, a los verdes les restaría un apoyo de entre el 15 y 30% del electorado, dato que pondría en duda los resultados que reclamaron para si mismos en 2009, si no fuera por que no hay tanta diferencia entre lo que se decidía en 2009 y lo que se decide en 2012. Tanto en las presidenciales de 2009 como en las actuales parlamentarias no está en juego el programa reformista de mandato de la Ley de Jatamí, eso ya quedó muerto y enterrado tras sus dos mandatos de 1997 a 2005; la R.I.I. ya dejó claro entonces que el mandato del jurisconsulto de Jomeini es inamovible y que sólo la gestión económica del país está en juego.
Ahmadineyad comenzó a jugar en 2006 con uno de los lemas revolucionarios de 1979 largamente olvidados y abusados: el de la defensa de los desheredados. Enfrentándose a los Millionaire Mullahs encarnados por el ubicuo Rafsanjani, reventó una privatización del país que prometía pingües beneficios haciéndose con los activos a la venta con audaces golpes de mano del cuerpo de guardianes de la revolución (de cuyas filas procede, junto con muchos de sus partidarios y oponentes) para poner en pie un complejo militar industrial que financie tanto su política social como la exterior. Es este peligroso experimento político-social el que actualmente trae de cabeza a élite iraní dividiéndola en dos bloques económicamente irreconciliables.
Una victoria de los partidarios de Ahmadineyad dará un respiro a un presidente que ya ha agotado las dos legislaturas que le permite la constitución iraní, una derrota le abocará a una moción de censura y a un prematuro final de su legislatura. La palabra la han tenido los ciudadanos y hasta la fecha esta ha sido respetada, le gustara o no al Guía, le gustara o no al movimiento verde. Pero igual que Jomeini, su discípulo Jameneí ha sabido, en 23 años de mandato, mantener un equilibrio mínimo entre las facciones políticas garantizando a cada una de ellas una cuota mínima de poder. Es improbable que en la coyuntura internacional actual, Jameneí deje caer a Ahmadineyad y abra la caja de Pandora de unas nuevas presidenciales a cara de perro como fueron las de 2009. Jameneí seguirá aplicando el freno a la política económica de Ahmadineyad hasta 2013 y entonces dejará a los iraníes que elijan de nuevo. Hasta entonces rezará para que Peter Pan capture de nuevo su sombra.
Fuente: http://eurasianhub.com/2012/03/04/iran-democracia-sin-sombra/