En el Golfo Pérsico se está concentrando estos días la mayor fuerza aeronaval nunca vista allí desde que se produjo la invasión de Iraq hace cuatro años. Está constituida por tres potentes grupos de portaaviones de EEUU (el «Nimitz», el «Eisenhower» y el «Stennis») y apoyada por otro portaaviones (el francés «Charles De Gaulle»). Con […]
En el Golfo Pérsico se está concentrando estos días la mayor fuerza aeronaval nunca vista allí desde que se produjo la invasión de Iraq hace cuatro años. Está constituida por tres potentes grupos de portaaviones de EEUU (el «Nimitz», el «Eisenhower» y el «Stennis») y apoyada por otro portaaviones (el francés «Charles De Gaulle»). Con ellos despliegan numerosos cruceros, fragatas, submarinos y buques de apoyo, armados con los más potentes ingenios de la guerra moderna.
Que Irán está en el punto de mira de los cazabombarderos y misiles situados a tan pocas millas de sus costas es algo que no se puede ignorar en las actuales circunstancias. Tanto más, cuanto que simultáneamente se han venido desarrollando en Egipto unos encuentros internacionales sobre la pacificación de Iraq, a los que no es ajena la ostensible exigencia estadounidense de que Irán detenga su programa nuclear, so pena de sufrir graves consecuencias «sin descartar ninguna opción» (léase, el bombardeo).
La diplomacia apoyada por los cañones es una vieja estrategia de todas las potencias colonialistas en los dos últimos siglos. Es de sospechar que se está fraguando el desarrollo de un nuevo capítulo en esta vieja historia. Pero puesto que de Historia se trata, no viene mal recordar dos episodios que afectan directamente a los tres países más implicados en el actual conflicto: EEUU, Iraq e Irán.
El primero se produjo en mayo de 1987, ahora hace 20 años, cuando en las mismas aguas del Golfo Pérsico, una fragata estadounidense recibió el impacto de dos misiles, lo que causó un incendio y graves averías en la nave, así como la muerte de 37 miembros de la tripulación. El atacante fue un cazabombardero iraquí que confundió al buque con una unidad naval iraní. Recuérdese que por entonces transcurría el séptimo año de la guerra entre ambos países, guerra en la que el gobierno del presidente Reagan apoyaba a Sadam Husein contra el régimen de los ayatolás iraníes.
La reacción de los medios de comunicación de EEUU fue sorprendente: en vez de arremeter contra Iraq, el país causante del incidente, la prensa se volcó contra Irán, acumulando epítetos a cual más denigrantes. Reagan declaró: «De ningún modo les consideramos hostiles [a los iraquíes]. El malo de la película es Irán». Miembros del Senado declararon que Irán era «un beligerante que carece de normas y de moral» y que «patrocina el terrorismo y el secuestro de aviones». ¿No les recuerda esto a los lectores la retórica que atribuía a Iraq las culpas del 11-S?
Poco más de un año después se produjo el segundo incidente que merece la pena recordar. El «Vincennes», un crucero lanzamisiles de EEUU, navegando en aguas territoriales iraníes, derribó un avión comercial de este país, produciendo la muerte de cerca de 300 personas. Sesenta y seis niños viajaban en el Airbus del vuelo Iran Air 655 aquel fatídico día, hacia una colonia de vacaciones a la que nunca llegaron.
El Pentágono se excusó manifestando que el crucero había tenido que «defenderse» porque sospechó que el piloto del avión de línea había mostrado la intención de atacar al buque de guerra o estrellarlo contra él. Según testimonios de otros buques estadounidenses, también desplegados en la zona, el avión comercial estaba en esos momentos ganando altura y dentro de los límites del pasillo aéreo habitualmente utilizado.
Pues, para pasmo del lector, sepa que cuando el «Vincennes» regresó a su puerto base en San Diego (California), recibió una bienvenida fervorosa y todos los miembros de la tripulación fueron condecorados como participantes en acciones de combate. Según narra Robert Fisk en su libro The Great War for Civilization: The Conquest of the Middle East, el oficial coordinador del combate aéreo del buque (el responsable de decidir cuándo y cómo atacar a los posibles objetivos aéreos) fue condecorado con la medalla de excelencia naval por «su heroico comportamiento y su capacidad para mantenerse sereno y responsable bajo el fuego enemigo». Los ciudadanos de Vincennes (Indiana) recolectaron dinero para erigir un monumento en el pueblo que da nombre al buque, no a la memoria de los iraníes inocentes muertos en el incidente, sino del buque cuyos disparos los aniquilaron.
Con estos antecedentes de un pasado inmediato, en la misma zona -el Golfo Pérsico- y entre los mismos protagonistas -EEUU, Iraq e Irán- ¿qué esperanzas tiene la opinión pública de saber con certeza lo que ahora pueda ocurrir? Predomine o no la diplomacia sobre los cañones, lo que a partir de ahora suceda en Irán y en el entorno del Golfo Pérsico, estará, como muestran los dos ejemplos citados, cubierto por el opaco velo que desfigura la verdad y la somete a los intereses de las potencias dominantes.
* General de Artillería en la Reserva