La noticia de que el PIB real de Japón cayó bruscamente en el último trimestre de 2019 y que la economía parece estar entrando en una nueva recesión ‘técnica’ (dos contracciones trimestrales consecutivas) en 2020 ha producido una reacción de la teoría económica dominante.
La preocupación es que la llamada ‘Abenomics’, el enfoque de política económica del actual primer ministro liberal-demócrata, Shinzo Abe, está fallando. La ‘abeconomia’ se comenzó a aplicar en 2012 después de una fanfarria de apoyo y aliento por parte de luminarias económicas como Ben Bernanke, ex jefe de la Reserva Federal de los Estados Unidos y ahora presidente de la Asociación Americana de Economía; y Paul Krugman, ganador del premio Nobel y gurú jefe keynesiano. Abe invitó a ambos economistas a ilustrar al gabinete japonés sobre las políticas correctas para sacar a Japón del estancamiento que la economía había experimentado durante la década de 1990 y tras el choque de la Gran Recesión de 2008-2009.
Bernanke, siendo uno de los principales monetaristas, propuso reducir las tasas de interés e inyectar a los bancos enormes cantidades de crédito (flexibilización cuantitativa) del parte del Banco de Japón, tal como lo había hecho con la Reserva Federal en los Estados Unidos. Paul Krugman lo apoyó, pero también abogó por un mayor gasto público mediante déficits presupuestarios para estimular la demanda. En esencia, se alentó a Abe a adoptar las dos propuestas de política de la economía dominante / keynesiana (monetaria y fiscal) para sacar una economía capitalista del estancamiento y la depresión. De hecho, estas políticas son exactamente lo que se propone ahora para sacar a la economía capitalista mundial de su bajo crecimiento del PIB, la inversión y la productividad en 2019.
Abe adoptó estas políticas como dos de las tres ‘flechas’ de la ‘abeconomia’. La otra flecha fue la «reforma estructural», un nombre bonito para las políticas «neoliberales» de reducción de los derechos laborales, privatizaciones, pensiones y la congelación de salarios para reducir los costes de producción y aumentar la rentabilidad del capital. Entonces califiqué la ‘abeconomia’ de un coctail keynesiano/ neoliberal. Y pedije que sería un fracaso porque «las políticas keynesianas en la década de 1990 no funcionaron para Japón y probablemente tampoco funcionarán en esta década». Llegué a la conclusión de que «Japón ahora tiene una receta política que el FMI en su nuevo modo anti-austeridad aprobaría: estímulo fiscal y monetario junto con la reducción del poder de los sindicatos y la regulación del gobierno. Por lo tanto, el experimento de Japón mezcla todas las pociones económicas dominantes conocidas en una coctelera para enfrentarse a las ‘incógnitas desconocidas’. Hay que seguirlo con atención.»
Después de hacerlo, descubrimos que la ‘abeconomía’ no ha funcionado y que Japón se acerca a otra depresión después de otra década perdida de estancamiento. Entonces, ¿cuál es la respuesta de la teoría económica mayoritaria? Un editorial del Financial Times se ha apresurado a decirnoslo. “Todos los elementos de la ‘abeconomía’ deben trabajar juntos para impulsar la economía hacia un nuevo equilibrio: estímulo monetario para debilitar el yen, estímulo fiscal para impulsar la demanda y medidas estructurales como acuerdos comerciales para crear oportunidades de crecimiento e incentivos para la inversión empresarial. Nunca iba a ser fácil, pero esta combinación demostró su valía. En 2013 hubo un fuerte debilitamiento del yen y una explosión de optimismo”.
Pero luego, dice el FT, el gobierno trató de reducir sus déficits presupuestarios y sus enormes ratios de deuda gubernamental mediante la introducción de un impuesto al consumo (ventas) que golpeó el frágil gasto del consumidor y la demanda se derrumbó. La respuesta es que «la única acción sensata que el Sr. Abe puede tomar a corto plazo, aparte de una reversión políticamente imposible del aumento de los impuestos, es más estímulo fiscal. El problema, como lo ha sido durante los últimos siete años, no es la ‘abeconomía’. El problema es que la dosis no ha sido suficiente». Paul Krugman también se apresuró a apoyar el mensaje del FT: «Si tiene tasas de interés cero y una economía débil, necesitas estímulo fiscal, no austeridad». El FMI también se hace eco de esta opinión: «Japón necesita fortalecer las políticas de «abeconomía” que se refuerzan mutuamente, incluidas la flexibilización monetaria, la política fiscal flexible y las reformas estructurales (en particular las reformas del mercado laboral)».
Pero, ¿fueron el aumento de los impuestos y la reducción de los déficits presupuestarios (es decir, la «austeridad») la causa de esta nueva recesión? ¿Más ‘abeconomía’ sería la solución después de fallar durante los últimos ocho años? Es cierto que el déficit presupuestario anual como porcentaje del PIB ha estado disminuyendo desde 2010, pero a lo largo del período de la década perdida de 1990, los déficits presupuestarios se ampliaron considerablemente y, sin embargo, Japón se estancó. Y los déficits anuales han sido más altos desde la Gran Recesión que en la mayoría de los años noventa.
A pesar de casi tres décadas de déficit presupuestarios del gobierno, Japón se ha estancado con una tasa de crecimiento del PIB real promedio del 1%, intercalada con recesiones «técnicas» recurrentes. De hecho, el período de crecimiento más rápido de Japón fue entre 2002 y 2007, ¡cuando Koizumi impuso la austeridad!
Por lo tanto, la historia real no es compatible con la solución de política keynesiana. Además, no es un buen augurio para las conclusiones de política económica de la Teoría monetaria moderna (MMT). Los exponentes de TMM argumentan que los gobiernos deberían tener déficits presupuestarios ‘permanentes’ para impulsar el gasto público hasta lograr el ‘pleno empleo’. No habría porqué preocuparse por el tamaño de la deuda pública, dado que un país como Japón, que sirve esa deuda con los ahorros de los ciudadanos japoneses en los bancos que compran bonos del gobierno, nunca quebrará.
Es cierto que es poco probable que Japón incumpla su deuda, el índice de deuda pública más alto del mundo, particularmente con intereses en o cerca de cero. Pero, por otro lado, Japón ha hecho exactamente lo que la TMM sugiere y ha tenido déficits públicos permanentes, gastándolos en construcción y otros proyectos y, sin embargo, la economía de Japón se ha estancado.
La respuesta de la TMM podría ser que el resultado positivo de estos déficits es que hay pleno empleo en Japón. La tasa oficial de desempleo se encuentra en un mínimo histórico del 2.2%.
Y el empleo se ha disparado.
Pero este es un fenómeno que se ha repetido en otras economías del G7. Tanto el Reino Unido como los EEUU también tienen tasas oficiales de desempleo récord y la tasa en la zona euro también se ha reducido drásticamente en los últimos diez años. Pero en todos estos países, este empleo no está bien remunerado ni es seguro, con capacitación y perspectivas profesionales. La mayoría se encuentra en trabajos ‘precarios’, mal pagados y de baja capacitación.
En Japón, la mayoría de los nuevos empleados son mujeres y personas mayores que están ocupando puestos de trabajo en sanidad y atención social, temporal y a tiempo parcial, el extremo inferior del mercado salarial. Más de un tercio de la fuerza laboral japonesa está trabajando en empleos no regulares. Los factores subyacentes de esta situación incluyen el creciente número de personas mayores que tras la jubilación se convierten en trabajadores con contrato o temporales.
Dentro de la población en edad de trabajar (15–64), el número de empleados regulares aumentó en 460,000 hasta 33.2 millones, y el total de empleados de 65 años y más creció en 100,000 hasta 1.1 millones. Mientras tanto, había 17.2 millones de empleados no regulares de entre 15 y 64 años en 2017, 30,000 menos que el año anterior. El número de trabajadores mayores de 65 años con trabajos no regulares aumentó en 150,000 a 3.2 millones.
Estos trabajadores tienen dos o más trabajos para llegar a fin de mes. Algunas personas trabajan 70 horas a la semana en varios trabajos. Según la investigación de Lancers, unos 4.5 millones de trabajadores a tiempo completo en Japón tienen un segundo trabajo, donde trabajan, en promedio, entre seis y 14 horas adicionales cada semana, además de las horas extras que registran en su trabajo principal; un pequeño número de ellos trabaja hasta 30 o 40 horas por semana en su segundo trabajo.
En la industria de servicios de alimentos, los trabajadores son tan escasos que McDonald’s recientemente recurrió a una costosa campaña publicitaria destinada a reclutar amas de casa y jubilados para ayudar en sus turnos de mayor presión. Las cadenas de tiendas de conveniencia han contratado a más trabajadores extranjeros, mientras que las pequeñas y medianas empresas manufactureras han recurrido cada vez más a la automatización.
¡Pero la única estrategia de reclutamiento que realmente no se ha probado es aumentar los salarios! En cambio, las corporaciones japonesas han optado por sentarse en las pilas de dinero en efectivo que han ganado gracias a la política fiscal de Abe. Cada primavera, durante los últimos seis años de ‘abeconomía’, los líderes de las principales industrias de Japón han cedido muy poco ante los sindicatos durante las negociaciones salariales anuales conocidas como shuntō. En general, los trabajadores necesitan un promedio de 11 por ciento más de tiempo para ganar el mismo salario que hace 20 años, y algunos trabajan horas extras no remuneradas además de eso.
Emplear, pagarles poco y no invertir. Esa ha sido la política del sector capitalista en la mayoría de las principales economías desde la Gran Recesión y el resultado es que la productividad del trabajo apenas ha aumentado. En el caso de Japón, la población ha ido disminuyendo y envejeciendo. Por lo tanto, el crecimiento del ingreso per cápita ha sido mejor que el crecimiento total del PIB. El PIB real per cápita de Japón aumentó un 10,8% desde 2010, mientras que el PIB real aumentó un 9,6%. Aun así, la solución malthusiana (reducir la población) no es forma de aumentar los ingresos de quienes aún viven. Y la solución malthusiana empeorará en la próxima generación a medida que Japón envejezca a un ritmo acelerado.
Eso nos lleva a la tercera flecha de la ‘abeconomía’: las llamadas ‘reformas estructurales’. Reducir el coste de producción desregulando el mercado laboral, privatizando y reduciendo los impuestos sobre las ganancias, etc., estas medidas tienen como objetivo ayudar a impulsar la tasa de explotación y la rentabilidad del capital en Japón. Como escribí en 2012, el verdadero propósito de la ‘abeconomía’ ha sido aumentar la rentabilidad del capitalismo japonés, a expensas del trabajo. Las medidas neoliberales se aplicaron bajo el primer ministro Koizumi a fines de la década de 1990 y tuvieron cierto éxito en aumentar la rentabilidad. Por lo tanto, el crecimiento económico de Japón fue relativamente mejor en la década de 2000 hasta la Gran Recesión y el tsunami que en la década de 1990.
Ocurrió porque la rentabilidad empresarial en Japón mejoró. Lo hizo porque el entonces gobierno neoliberal del primer ministro Koizumi optó por la reestructuración de los bancos, la privatización de las agencias estatales y mayores impuestos al consumo. Lo que produjo una breve recuperación de la rentabilidad, a expensas del nivel de vida medio, pensiones reducidas y peores beneficios laborales.
Abe aplicó un poco más. Redujo drásticamente los impuestos a las ganancias de las empresas, al estilo Trump
mientras aumentaba las contribuciones de seguridad social de los empleados para reducir la carga para los empleadores.
El resultado fue un cambio en la participación del trabajo en el ingreso nacional a favor de las ganancias. Los salarios reales por empleado cayeron y, con ello, el gasto familiar.
Pero esto no ha sido suficiente para restaurar la rentabilidad incluso a niveles previos a la Gran Recesión.
* Esta medición de la tasa de rendimiento se compila a partir de la serie IRR en Penn World Tables 9.1 con una actualización estimada para 2018 y 2019 utilizando la base de datos AMECO en NRR.
Después de la gran expansión de alta tecnología y la burbuja crediticia en Japón a fines de la década de 1980, la rentabilidad del capital se desplomó y, con ello, la inversión y la producción. Las reformas de Koizumi y el auge del crédito mundial después de 2001 ayudaron a restaurar algo la rentabilidad. Pero luego vino la Gran Recesión y la rentabilidad volvió a caer. El período de la ‘abeconomía’ experimentó una pequeña recuperación hasta 2017, pero la rentabilidad volvió a caer y se mantiene cerca de los mínimos de la Gran Recesión.
Este es el factor causal subyacente detrás de las bajas tasas de inversión y el estancamiento, como lo es en muchas otras economías capitalistas importantes. Ni la estimulación monetarista ni la keynesiana (las dos primeras flechas de la ‘abeconomía’) han hecho nada para revertir eso. Las reformas estructurales para reducir la mano de obra y otros costes de producción podrían ayudar a la rentabilidad, pero políticamente serían muy difíciles de imponer. La ‘abeconomía’ sigue fallando. Dosis mayores, como sugieren las voces de la teoría económica dominante / keynesiana, no lo cambiarán.
Michael Roberts es un reconocido economista marxista británico, que ha trabajador 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.
Fuente: https://thenextrecession.wordpress.com/2020/02/19/japan-abenomics-revisited/
Traducción: G. Buster para Sin Permiso