El sábado 14 de julio el aeropuerto de Asturias (España) estaba abarrotado de soldados y de sus familiares: «Destino Beirut embarquen por la puerta nº 3» fue la señal de alarma para que se intensificaron los besos, los abrazos, las lágrimas y las caras de angustia; una legión de soldados, la mayoría varones, enfilaron hacia la puerta de embarque. «La Brigada de Infantería Ligera Aerotransportada» se dirigía al Airbus, comencé a contar pero me perdí, juraría que eran cerca de trescientos, aunque la cifra oficial sólo llegaba a poco más de 150.
Ningún equipaje, nada, ni periódicos, ni revistas, ni libros o algún objeto, algo que cualquiera lleva cuando va de viaje, sólo la boina azul de Naciones Unidas asomando por alguno de los bolsillos del uniforme de camuflaje que es el que se utiliza en las guerras; hasta la graduación de cada soldado era difícil de identificar con tanta simulación pero todos y todas eran soldados.
Sólo una cámara de TV y dos o tres fotógrafos captaban los últimos abrazos y las últimas lágrimas. A mitad del embarque los familiares rompieron en un aplauso de despedida, de homenaje, de victoria o de cariño -quién lo sabe- a estos especiales emigrantes. No es normal aplaudir cuando alguien se marcha de viaje, pero entonces ¿por qué aplaudían, qué es lo que hay en el fondo de esta despedida? Seguramente ni a las familias ni a los soldados les es posible responder. Tampoco creo que nadie pueda hacerlo sin recurrir a los tópicos habituales que utiliza el gobierno y los partidos que apoyan semejante intromisión a la que han convenido en denominar «ayuda humanitaria» o «misión de paz» términos tan camuflados como el uniforme de los soldados.
La historia reciente de Líbano es dramática. En 1943 Francia le da la independencia basada en la confesión religiosa creando así un clima de fragmentación que la tarea de gobernar se hace más que difícil. Líbano podría definirse, por encima de cualquier otra consideración, como el país víctima de la injerencia, de la intromisión, especialmente de Francia, EE.UU., NU y, sobre todo, de Israel. La intervención extranjera que comenzó con una descolonización envenenada que impuso unos cauces antidemocráticos basados en las distintas confesiones religiosas. A continuación vienen los conflictos armados siempre de la mano y de los intereses foráneos en los que intervienen invariablemente los países citados más NU siempre en su favor.
Los palestinos expulsados por la persecución israelí en 1948 huyeron hacia Líbano (y a otros países) hacinándose en los doce campos de refugiados donde mal viven una buena parte de los más de 400.000 refugiados, marginados y sin nacionalidad, añadiendo un problema más al conflicto.
En 1978 se crea la Fuerza Interina de Naciones Unidas en Líbano, FINUL, para detener el avance de Israel pero los resultados no pueden ser más trágicos: en 1982 los israelíes llegan a Beirut ocupando todo el Sur libanés. Después de 22 años, en el 2000, Israel sufre su primera derrota militar a manos de Hizbulá, organización de resistencia política, social y militar que nace en 1982 para combatir a la ocupación israelí.
La segunda derrota se produce el año pasado por estas fechas cuando Israel durante 34 días (12 de julio al 14 de agosto) arroja 177.000 bombas –una bomba para cada 22 libaneses– destruyendo toda la infraestructura y ocasionando un millón de desplazados. Consumada la destrucción, agotado el arsenal de bombas, cuando el ejército israelí está empantanado en la difícil orografía libanesa y sólo le queda replegarse, NU dicta la Resolución 1701 ordenando el alto el fuego, la retirada israelí (que sólo realiza hasta donde le conviene), el bloqueo y el desarme para Hizbulá. Israel continua violando el espacio aéreo, marítimo, haciendo incursiones cuando puede y, por supuesto, rearmándose sin limitación alguna, como siempre.
El papel de la FINUL en los 29 años que lleva «ocupando» Líbano ha servido para legalizar las intervenciones foráneas, principalmente israelíes y no para ayudar a las víctimas. Al tiempo, NU dicta docenas de resoluciones que nadie cumple pero que «afianzan» la ocupación y las incursiones israelíes mientras la población sufre las consecuencias.
El Sur del Líbano está sembrado de minas desde la invasión de Israel en 1978. A pesar de las exigencias de NU, Israel siempre se ha negado a entregar los planos de su ubicación. Ahora hay que sumar los millones de bombas de racimo que actúan como minas o explosivos y las bombas o proyectiles sin explotar.
En esta situación llegan los primeros soldados españoles al Líbano al final del verano 2006. Cuando desembarcaban con dificultad en una playa cercana a la cuidad de Tiro -teniendo el puerto al lado- dos cazas israelíes hacen una pasada a baja altura como así se pudo ver, sin ningún pudor, con toda normalidad, en nuestra TVE1.
Desde la creación de la FINUL cerca de 270 soldados cascos azules han muerto, miles y miles de libaneses también han muerto y ahora el país está destruido. Una nueva resolución de NU, la 1757, en 22 páginas nombra un tribunal especial que anula y sustituye a la justicia libanesa pero, además, dictada al amparo del capítulo 7 de la Carta de NU también sirve para legalizar cualquier intervención militar al Consejo de Seguridad: según convenga a Francia, EEUU o a sus socios.
Esto es lo que encontrarán los soldados embarcados en este relevo, junto con el millar restante. Hace sólo unos días algunos, seis de ellos, regresaron en un ataúd en la bodega del avión. Es posible que haya que volver al comienzo para entender la tensión, la emoción de la despedida y los aplausos. Pero no sólo son sus vidas las que en este viaje están en juego sino también y sobe todo, aunque no sea más que por la cantidad, los casi cuatro millones de libaneses a los que no les cabe elegir el riesgo estando en su propia tierra, a la puerta de su casa. No es fácil saber con qué nivel de conciencia empuñarán los soldados el fusil ametrallador que tiene un gatillo que sirve para matar, basta con tocarlo. Sabremos con exactitud cómo será el siguiente relevo, pero nadie nos informa de la suerte de los invadidos por mucho que digan que les vamos a proteger.
Los países que envían tropas, incluyendo a España, apoyan al actual gobierno ilegal de Fuad Siniora carente de legitimidad por la dimisión de varios ministros, además de otros problemas relacionados con el sistema electoral e incluso constitucional. Desde hace meses se mantiene una numerosa concentración pacífica delante de la sede del ilegal gobierno de Siniora pidiendo su dimisión. La resolución citada 1757 les faculta, a Francia y a EEUU, para intervenir militarmente -declarar la guerra- en cuanto lo consideren necesario lo harán a favor, claro, del ilegal gobierno de Siniora. A favor de Israel lo están haciendo desde hace ya tiempo, desde siempre.
Nuestros jóvenes soldados participan activa y directamente en este sangriento colonialismo con las armas en la mano a miles de kilómetros de su tierra. Cuando sean relevados, cuando vuelvan, la emoción, las lágrimas todo será entrañable pero, los aplausos ¿Serán como los que se hacen al equipo vencedor, por haber vencido? No, no será tan fácil, sólo serán por la victoria de haber sobrevivido o por volver en la bodega del avión. Allá quedarán los otros, los inocentes, las víctimas.