Se atribuye a Goebbels la frase: “Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”, que explicaría el mundo de fantasía en el que gran parte de la humanidad vive ahora, en una especie de quimera de la realidad.
El problema es mucho más sutil. Se trata de una metodología que permite cambiar la actitud normal hacia conceptos que antes fueron inaceptables y acostumbrarse a lo que aparentemente es imposible acostumbrarse. Así, la tolerancia se eleva a niveles absurdos en sociedades sin ideales, que no han establecido claramente la división entre el bien y el mal. Hay toda una gama de posibilidades dentro de cuyos límites toda idea es discutida, propagada, defendida y finalmente legalizada por las leyes, pese a que puede ser repugnante por estar alejada de la moral. Por ejemplo, un atleta varón declara pertenecer al sexo débil y participa en el equipo femenino en los juegos olímpicos y los jueces aceptan esta aberración, por demás injusta con las mujeres.
No se trata de mentiras con las que los medios de información lavan la mente de la opinión pública, que las acepta sin que importe el calibre del infundio ni la desinformación, que se ha convertido en dogma de fe para un amplio sector de la ciudadanía que continúa creyendo que vive en libertad y democracia, pese a que el medio que le rodea le apabulla con indicios que indican lo contrario. Sucede que el sistema lo ha acorazado contra cualquier virus que le haga dudar de sus bondades, método sustentado en herramientas poderosas: la estadística y la psicología de masas, que han superado el precepto de Lincoln, de que toda mentira tiene su límite.
No se trata de un simple lavado de cerebro sino de una tecnología más perspicaz. Las clases dominantes han investigado profundamente las preferencias de la mayor parte de la población: cómo llegar a cada uno de sus miembros, qué ignora y qué sabe, qué callarle y qué decirle, qué música, colores y olores son de su gusto, con qué comprarlo, cómo y con qué silenciarlo, a quién eliminar… Conoce también el porcentaje de todos estos puntos, con el mínimo error posible. De esta manera se rodea al ser humano de tantas mentiras que las mismas se vuelven parte de la realidad y él llega a creer en estas supercherías, como si fuera una idea religiosa, en la que sólo está ausente lo más importante, el conocimiento.
Así, los políticos de Occidente simplifican todo de manera maniquea, la democracia está representada por ellos y la autocracia por los demás, pero no la democracia griega, o sea el poder del pueblo, florecida en el siglo VI a. C. en la Atenas de Solón, en la que el ciudadano desarrollaba la legislación y ejercía el poder ejecutivo representado por una cantidad enorme de miembros, aunque la participación no fuera universal, sino la que permite derrocar gobiernos legítimos o reconocer presidentes espurios si el gobernante no responde a sus intereses.
Es peor todavía, ellos definen qué se debe entender por democracia. De esta manera, el Presidente Biden dice que su país es juzgado por el poderío de sus fuerzas armadas y si con su apoyo puede seguir funcionando en adelante; que hoy se discute sobre la problemática internacional y, por la dinámica con que los acontecimientos se desarrollan, se duda de si la democracia podrá funcionar en el siglo XXI; que últimamente ha conversado con los presidentes Putin y Xi Jinping, quienes están convencidos de que la autocracia es realmente el único camino que hay por delante, porque así se puede actuar rápida y resueltamente y no se trata de una broma, las consecuencias de esto las vemos por doquier.
Claro que no se trata de una broma, Presidente Biden, pero sí una gran mentira, porque los presidentes que usted menciona jamás defendieron la autocracia sino la democracia. Lo que pasa es que en China la democracia funciona de una manera mucho más efectiva y participativa que en EEUU y en Rusia hay una democracia sólida y no la que hubo durante la Perestroica, cuando casi se desintegra este país por intentar imitar a la de Occidente.
Y no es que el Presidente Biden mienta, pasa que está casado con la mentira, que vive en un sistema que ha recreado la ilusión de un país de fantasía, que cree practicar la democracia constitucionalmente -pese a que esa palabra no es mencionada ni una sola vez en su Constitución- y como todos sus acólitos la tienen en la punta de la lengua y la restriegan al que asoma la cabeza, cual si fueran inquisidores que portan vela y casulla verdes, a Biden se le pegó la idea y la pregona a los cuatro vientos.
Por otra parte, como está persuadido de que EEUU representa el bien, todo el que no siga sus pasos pertenece al imperio del mal. Rusia está de antemano definida como mala y causante de todos los males de la Tierra, más que nada la mal llamada de Putin. Para juzgarla no son necesarios ni conocimientos ni pruebas, es suficiente apelar a la exclusividad de EEUU, y nada más. El peligro es lo pegajoso de esta idea.
Lo real es que Rusia es el país más vasto del planeta y que sus recursos naturales son un bocado apetitoso para las potencias de Occidente, los que no le pueden arrebatar por la fuerza y que para obtenerlos se debe negociar con ella, algo que no desean hacer porque la miran como a un odiado enemigo, al que tratan de reojo.
Lo cierto del caso es que cuando la critican por su falta de democracia, libertad y autonomía judicial es porque están conspirando para destruir a Rusia y apoderarse de sus riquezas. Desintegrarla -lo mismo que se hizo con Yugoslavia y la URSS- es parte del engranaje de una rueda macabra que exige su destrucción. Así desaparecería el único competidor que, con China e Irán, frena sus pretensiones de dominio absoluto.
Una prueba de lo dicho es el problema energético. Pese a que el alza del precio del gas no es beneficioso para Rusia, porque disminuye su competitividad, se la acusa de causar su subida de 200 dólares a más de 1900 dólares por mil metros cúbicos.
Lo que realmente pasó este año es que en el mercado energético europeo hubo varios factores adversos y simultáneos: el rápido desarrollo de la economía después de la crisis, que impulsó la demanda energética; el duro invierno del año pasado, que disminuyó las reservas de gas natural de Europa; la alta demanda de gas en Asia; la reducción de la energía eólica por haber pocos vientos fuertes en el mar del Norte y las recientes olas de calor que contribuyeron a que el gas se volviera deficitario. Todos estos factores hicieron subir en Europa el precio del gas a niveles récord.
El Presidente Putin considera que la Comisión Europea se equivocó cuando rechazó los contratos gasísticos con precios fijos a largo plazo y propuso negociar con los precios de mercado. “Esta política resultó errónea, pues no tomó en cuenta las particularidades del negocio del gas con una gran cantidad de elementos inciertos” y fue uno de los principales factores que disparó los precios del gas. Al mismo tiempo, los países que lo adquirieron a largo plazo lo hicieron a precios más bajos y actuaron inteligentemente al no hacer sufrir a su población ni a sus empresas; son los casos de Hungría y Serbia, que compraron a cerca de 220 dólares los 1000 metros cúbicos.
Dijo también que “para ayudar a Europa a superar la crisis energética es necesario estudiar la posibilidad de aumentar los volúmenes de gas en el mercado, pero hay que hacerlo con cuidado, ya que hay un revuelo especulativo”; que Rusia está dispuesta a comercializar su gas natural en el mercado bursátil si eso ayuda a reducir el auge de la demanda europea; que los actos políticamente precipitados son inaceptables en cualquier ámbito, especialmente, en materia de suministro de energía, porque de ellos depende el funcionamiento sostenible de las empresas, el bienestar y la calidad de vida de millones de personas; que el mercado energético global no soporta el bullicio y las vacilaciones, por lo que en ese sector económico Rusia tiene planes de inversión a largo plazo, que estabilicen los precios del mercado energético global, tomando en consideración a todas las partes interesadas. Estas declaraciones fueron suficientes para que el precio del gas disminuyera casi a la mitad. Se ve que la verdad es el mejor argumento existente.
Angela Merkel, Canciller de Alemania, declaró que Rusia cumple todos sus contratos de tránsito de gas a Europa y que “no hay pedidos de gas sobre los que Rusia diga ‘no les abasteceremos esto’, que Moscú suministra gas sólo sobre la base de las obligaciones contractuales”. La pregunta del millón: ¿Cuándo los que critican a Rusia van a actuar con algo de cacumen o esto es pedir peras al olmo?
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