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Democracia directa en Perú

La Asamblea Nacional de los Pueblos ha iniciado su marcha

Fuentes: Rebelión

El sábado 8 de noviembre, con la presencia de alrededor de un millar de participantes que llegaron de las diversas regiones del país se realizó la instalación de la Comisión Organizadora de la Asamblea Nacional de los Pueblos. Se hicieron presentes delegados de organizaciones gremiales, frentes regionales, representaciones juveniles y estudiantiles, movimientos campesinos, municipalidades rurales, […]

El sábado 8 de noviembre, con la presencia de alrededor de un millar de participantes que llegaron de las diversas regiones del país se realizó la instalación de la Comisión Organizadora de la Asamblea Nacional de los Pueblos. Se hicieron presentes delegados de organizaciones gremiales, frentes regionales, representaciones juveniles y estudiantiles, movimientos campesinos, municipalidades rurales, organizaciones de mujeres, autoridades universitarias, organizaciones de base de la Coordinadora Política y Social, fonavistas, transportistas, policías retirados, intelectuales, partidos políticos, entre otros. Todos ellos, más allá de los matices, coincidieron en la necesidad de darle forma a la expresión unitaria más importante de los últimos años, cuyo impacto se dejará sentir no solo en la actual coyuntura, sino también, y fundamentalmente, en la estrategia de largo plazo.

Porque con la construcción de la ANP se está abriendo paso una expresión de democracia directa y participativa de articulación nacional, que nace como necesidad frente a la crisis del Estado y de una democracia liberal que en el Perú nunca llegó a realizarse a plenitud, que siempre fue deformada, restringida, excluyente, y que convivió con los regímenes más autoritarios y corruptos. La democracia directa, en sus expresiones de asambleas populares, frentes de defensa y autodefensa de masas, insurge desde abajo, como creación heroica de las masas, como herramienta de lucha y de solución a los problemas de la población, donde las instituciones del actual Estado son incapaces de hacerlo. Surgen y se desarrollan además en el terreno fértil del auge y ascenso del movimiento social.

El rasgo principal de las asambleas populares -y lo que le da su valor estratégico- es su vinculación al problema del Estado, en tanto en su seno germina el poder popular, un nuevo ordenamiento democrático, distinto y superior a la democracia representativa, pues no se limita a la elección de dirigentes, sino que además tiene capacidad de fiscalización y remoción, en un ejercicio de permanente participación popular en las decisiones que se adoptan. Un ejemplo de ello son las rondas campesinas del norte del país, que se han convertido en organizaciones de autogobierno, eficaces para combatir el abigeato, la corrupción, administrar justicia, defender los recursos naturales y el medio ambiente, terrenos donde han fracasado una y otra vez las instituciones del actual Estado.

Como todo lo que nace, la ANP se abre paso en medio de dificultades, tensiones, e incomprensiones incluso de sus propios protagonistas. No todos los que participan están conscientes de su verdadero significado y potencialidades. Hay quienes la perciben como una extensión de los sindicatos, o en el mejor de los casos, como una ampliación de la Coordinadora Política y Social, y por tanto le asignan un papel que se agota en la lucha reivindicativa o de corto plazo; otros, con una visión vanguardista, pretenden que asuma el papel que le corresponde a los partidos, en consecuencia que asuma una estrategia y una táctica similar a de estas organizaciones.

La ANP debe diseñarse como un espacio donde los sectores populares asuman una visión de país, de búsqueda de alternativas a los grandes problemas a resolver, de lucha por los objetivos generales. Los aspectos de coyuntura, la lucha concreta debe ser asumida por los gremios, frentes regionales, o en todo caso por la Coordinadora Política Social, que es un espacio diseñado con ese propósito. Por la amplitud de sectores a convocar, pretender encasillar a la ANP en una sola táctica resulta un contrasentido y lo único que se logrará es restringirla. Por lo demás, ni siquiera en la CPS se ha logrado un acuerdo en términos de táctica, debido a las diferencias en la lectura de la situación política, del carácter de la lucha de masas y de las salidas que proponen sus integrantes. La ANP no reemplaza a las organizaciones existentes, recogiendo las demandas concretas y la plataforma del paro del 9 de julio, las incorpora en un horizonte mayor, cuyos ejes son la lucha por una nueva Constitución, la refundación de la república y un proyecto nacional con una visión de desarrollo alternativo al que implementan las clases dominantes. Tal es el sentido de la Declaración de Principios y Bases Programáticas, aprobados en la asamblea del 8 de noviembre.

Otro de los grandes problemas a resolver, y que de no superarlo llevaría a esta experiencia al fracaso, es la pervivencia de una cultura burocrática que legitima el uso de métodos de correlaciones, cupos y cuotas negociadas en las alturas, la lucha a muerte por los cargos, en la creencia que de ese modo se conquista la hegemonía. Ya en los 80 esta forma de encarar las cosas llevó al despeñadero a ese gran esfuerzo que significó la Asamblea nacional realizada en Villa El Salvador, experiencia que al no haber sido sistematizada adecuadamente con un sentido autocrítico, conduce a que en el presente afloren los mismos errores. En el fondo estos manejos trasuntan una profunda desconfianza en las masas, en su capacidad para organizarse y tomar sus decisiones. Con esta visión se impone inexorablemente el tutelaje y las maniobras por arriba.

El acuerdo que la ANP se constituya como la confluencia de las organizaciones sociales y los partidos políticos de carácter popular, ha significado una derrota a quienes postulan el apoliticismo y la exclusión de los partidos. Sin embargo debe quedar claro que el protagonismo y la representación mayor le corresponde a los movimientos sociales, debiendo los partidos aportar en su organización, propuestas programáticas, contenidos y proyección. No obstante existe una tendencia de los partidos al copamiento de los cargos y número de delegados. Esto se vio con claridad en la asamblea inaugural, donde los partidos asistieron con 10 delegados cada uno, con el agravante que muchos de ellos son estructuras pequeñas, con poca o ninguna trascendencia en el escenario nacional. Esta misma deficiencia se hizo presente al elegirse la Comisión Organizadora.

Estos vicios se corregirán en la medida que se trastoque la visión cortoplacista y burocrática y se dé poder a la base. La ANP debe construirse desde las bases, de abajo a arriba, donde todos los delegados, incluidos los de los partidos, deben ser elegidos en sus escalones correspondientes. De este modo quedaría eliminado el cuoteo y solo los partidos que tengan un trabajo y presencia real en las bases podrán llegar a una representación nacional.

Esto es también válido para el conjunto de gremios y movimientos sociales en general. En el presente, ya sea por acción de la ofensiva neoliberal, o por propias limitaciones, muchas organizaciones sociales están seriamente burocratizadas y debilitadas, otras han quedado reducidas al membrete o se han convertido en cascarones. Entonces se deben realizar esfuerzos por fortalecerlas desde las bases y no negociar su representación en las alturas.

Lo señalado no invalida la trascendencia de la asamblea inaugural del 8 de noviembre. Junto a las deficiencias y limitaciones se abre paso un poderoso movimiento lleno de vitalidad y un sentimiento profundo de unidad que hay que saber encauzar y orientar. Hay que ser conscientes, sin embargo, que subsiste un alto grado de fragmentación social. En los últimos tiempos el país ha sido escenario de importantes jornadas de lucha, tanto en el campo, como en la ciudad. El pico de esta ola fue el paro nacional del 9 de julio, donde se logró la confluencia de amplios sectores. Luego se han procesado acciones importantes, como la de los pueblos amazónicos, Moquegua, Canchis, Cajamarca, Tacna, universidades, entre otros, pero de manera dispersa, cada cual con su plataforma particular. Las articulaciones que se han logrado en la Cumbre de los Pueblos, Cumbre Amazónica, y la Coordinadora Política Social, todavía marchan por separado; es un reto de la ANP incorporar a todas ellas en el espacio que se está construyendo.

Como se ha señalado, la asamblea del 8 de noviembre es un punto de arranque, el inicio de un proceso que se irá depurando de errores y limitaciones hacia adelante. En esta oportunidad se han debatido tres documentos: a) Situación Política; b) Declaración de Principios y Lineamientos Organizativos; y c) Propuesta programática. Con los aportes realizados deben bajar a bases para su discusión y perfeccionamiento. La Comisión Organizadora -de 55 miembros- tiene la responsabilidad de llevar adelante el proceso de construcción, convocando a los más amplios sectores a sumarse a este esfuerzo, promoviendo la organización de las asambleas de base, al punto que la instalación de la ANP signifique un paso adelante en su convocatoria, representación democrática y contenidos de los documentos.

En el proceso de construcción de la ANP hay que sortear la ofensiva que ha puesto en marcha la derecha y el gobierno para liquidarla. Su solo anuncio les puso los pelos de punta y se embarcaron en una campaña mediática para desacreditarla, a la vez que hacían esfuerzos para generar la división con la complicidad del senderismo. Que alguien se atreva a cuestionar a su sacrosanta «democracia» es una afrenta que no la pueden perdonar. En los tiempos venideros veremos actuar a los inquisidores en toda su plenitud.