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Japón

La cara oculta del Sol Naciente

Fuentes: Rebelión

La renuncia inesperada del primer ministro japonés, Shinzo Abe, a finales de agosto ha abierto la puerta de Yoshihide Suga para sucederle. Más allá de ese cambio de protagonistas, pocas sorpresas se esperan en el escenario japonés. Como señalaba un analista local, Suga es “el almuerzo de ayer, recalentado”.

Durante sus años de mandato, Abe basó su estrategia en tres pilares. En primer lugar, un control sobre los medios de comunicación, poniéndolos a su servicio, e intentando centrar la información en los “éxitos” de su política económica, Abenomics. Ocultando cualquier noticia sobre los múltiples escándalos que les perseguían y que hacían disminuir su popularidad.

En segundo lugar, aprovechando la debilidad de una oposición dividida, utilizó las elecciones y el aparato del partido, el Partido Liberal Democrático (PLD), para apagar la disidencia interna y mantener la unidad del partido. Y, en tercer lugar, dio un mayor peso a la Oficina de Personal del Gobierno para lograr un mayor control sobre la burocracia del país, uno de las bases del sistema político japonés.

Sin embargo, los dos últimos años han sido una concatenación de escándalos para Abe. El año pasado fue acusado de uso ilegal de fondos públicos para organizar una fiesta para ver los cerezos en flor, y en la que el propio Suga fue fotografiado junto a un individuo vinculado a una “organización criminal” (eufemismo de la mafia). Este año, sus intentos por nombrar a un amigo como fiscal general para lograr “protección” legal, desencadenó importantes protestas que frenaron sus intentos.

Por ello, no es de extrañar que algunos liguen la dimisión a esos escándalos, en búsqueda de una retirada a tiempo, más que motivos de salud.

La compañía y apoyo de Suga ha sido clave en todos esos años del mandato de Abe. Por ello, algunos se preguntan si el nuevo protagonista se limitará a continuar las políticas de su predecesor, una especia de Abenomics 2.0. o intentará diseñar su propia “Suganomics”.

Los que conocen a Suga, lo presentan como un hábil negociador en defensa de sus propios intereses. Fue el gestor de la alianza de su partido con el partido budista, Komeito, alianza clave para el control parlamentario. También impulsó una nueva política de visados para impulsar el turismo, convenció a las empresas de telecomunicación para reducir sus tarifas, o una política fiscal que primaba la donación de impuestos a ciudades natales.

El engranaje burocrático del país fue sometido y controlado por Suga bajo el paraguas de la Oficina de Personal, y a él se debe la estrategia de “dulces y látigo” que permitió a Abe controlar los medios de comunicación. “Relaciones especiales” con los directivos de los medios de comunicación, recompensas a aquellos que colaboran y duras críticas y presiones a los que no lo hacían. También se ha caracterizado por su control de las intervenciones de los medios ante las ruedas de prensa gubernamentales, verificando las preguntas y limitando las que son críticas.

El apoyo de la derecha y sus lobbys institucionales también será clave. Mientras que en los últimos años en Occidente ha ganado peso mediático la llamada alt-right, un eufemismo de la extrema derecha, en Japón hace décadas que esos grupos tienen toda una red construida a nivel social e institucional. Y Suga ha sido un miembro clave de los mismos, y el peso de eso grupos a la hora de determinar la política interna y externa de Japón puede ser determinante.

Las posiciones de esos grupos en asuntos como la revisión constitucional, el papel del santuario Yasukuni, el revisionismo histórico sobre la responsabilidad de la guerra y las atrocidades de la misma, “las mujeres de consuelo”, la ciudadanía, los libros de texto y la educación, las medidas progresistas de género, han sido la base política de la actuación de Abe, y sin duda alguna lo serán también en la nueva administración de Suga.

El nuevo primer ministro es miembro activo en varios de ellos. En el grupo sobre los libros de texto y el tratamiento sobre el futuro y la historia de Japón. Exigen la eliminación de la “historia masoquista” de los libros de texto, eliminando referencia a Nanking, las mujeres de consuelo o las muertes de civiles en Okinawa.

También participa en la Alianza Política Shinto, que promoviendo los valores sintoístas se oponen a medidas progresistas. Es miembro de la Asociación de Yasukuni, caracterizado como refugio/homenaje a criminales de guerra. También participa en el grupo que busca una nueva constitución que abra la puerta a la participación militarista de Japón en el mundo, y piedra angular de plataformas conservadoras desde hace tiempo.

Sus relaciones con grupos como Nippon Kaigi (Conferencia de Japón) también han sido importantes. Con más de 30.000 miembros es considerada la base conservadora (extrema derecha) de Abe y de su partido. Sus miembros socializan las ideas más conservadoras en torno a “la revisión constitucional, la educación moral, la centralidad de la familia imperial en la historia y cultura del país, y el respeto por la bandera y el himno”.

El abanico de retos domésticos e internacionales podrá ayudar a evaluar el nuevo rumbo, si lo hay. La gestión del Covid-19, las olimpiadas de verano del próximo año o las reformas ecónomicas serán claves a nivel doméstico. En la escena mundial, las relaciones con EEUU no variarán, más complejas serán las que mantiene Japón con sus vecinos regionales (China, y ambas Coreas) protagonizarán la agenda.

Mientras tanto, lo que está fuera de duda, es que a medio plazo el triángulo de hierro conformado por los gobiernos del PLD, la burocracia y las grandes empresas seguirán gobernando el país sin admitir oposiciones o compromisos, despreciando a la mayor parte de la ciudadanía, excluyendo las voces disidentes de los debates y persiguiendo la organización popular de las protestas.

La estrecha relación con Abe, también condicionará la política de Suga y la percepción de la opinión pública sobre su figura. Por ello, a pesar de que las elecciones están previstas en octubre del 2021, no sería de extrañar un adelanto electoral en los próximos meses, una maniobra de Suga para fortalecer su propia imagen y distanciarse de esa relación con su predecesor.