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La cuestión es entre protesta o propuesta

Fuentes: IPS

La controversia acerca del Foro Social Mundial como espacio de discusión o instrumento de acción volvió a plantearse en esta sexta edición de la capital venezolana, justo en vísperas de la presentación del presidente del país anfitrión, Hugo Chávez, ante miles de participa

El debate sobre «pasar de las protestas a las propuestas» comenzó con fuerza durante la quinta edición del Foro en 2005, cuando volvió a su ciudad natal de Porto Alegre, en el sur de Brasil, tras su pasaje del año anterior por Mumbai, ex Bombay, India.

Los movimientos sociales «surgieron como recurso para defenderse del imperialismo, pero se ha producido un cambio, porque ahora han pasado a una fase ofensiva», estimó Jacobo Torres, de la venezolana Fuerza Bolivariana de Trabajadores, afín al gobierno.

Como parte de la ofensiva, que alude al auge de gobiernos de izquierda y centroizquierda en América Latina, Torres ubicó «la consolidación de un espacio común para el encuentro de los pueblos», y no sólo el Foro Social Mundial (FSM), sino también las Cumbres de los Pueblos, que hacen oposición a las de las Américas.

La discusión sobre politización en el FSM, que este año es policéntrico por primera vez, tiene como escenario un país cuyo gobierno se proclama revolucionario en camino a un «socialismo del siglo XXI», aún por definir, y cuyo líder tiene un discurso frontalmente antiestadounidense.

Muchos de los participantes procedentes del exterior confiesan su interés por conocer de cerca el proceso conducido por Chávez, marcado por sus «misiones» de salud, educación y alimentación en los sectores pobres y marginados.

La llamada revolución bolivariana fue elogiada por José Dirceu, el ex jefe de la Casa Civil de la Presidencia de Brasil, el llamado primer ministro del mandatario Luiz Inácio Lula da Silva que renunció a poco de desatarse el escándalo de corrupción para defenderse en el Congreso legislativo.

Se trata de «un proceso único en América del Sur, en el que por primera vez se distribuye el dinero del petróleo para producir cambio, lentos pero firmes», apuntó.

Por eso, en su opinión, el Foro «se realiza en Caracas, porque existe un proceso con auténtica participación popular».

El FSM «es embrión de una Asamblea de la Humanidad, que no pretende unificar sino buscar que diversos movimientos puedan organizarse sin someterse a un pensamiento único», postuló en el Foro el periodista hispano-francés Ignacio Ramonet, director del periódico Le Monde Diplomatique y uno de los animadores de esta serie de encuentros.

Ramonet opinó que el Foro «se ha convertido en la voz de los que sufren la globalización», por lo que «la idea es que cada uno oiga al otro y que se trate de avanzar en la percepción colectiva de los pueblos».

«A veces hablamos de que los campesinos tienen que incorporarse al desarrollo pero sin saber casi nada del asunto. Por eso es necesario que los movimientos urbanos oigan a las organizaciones campesinas y obreras, y viceversa», ejemplificó.

En cambio, el sudafricano Kumi Naidoo, secretario general de la Alianza Civicus, considera que «desechar o minimizar el Foro como una simple reacción contra la globalización es ignorar el hecho de que se trata de uno de los movimientos de mayor alcance global en la historia de este planeta».

Naidoo entiende que sería dificultoso acordar posiciones políticas específicas en un foro tan variado, pero insiste en que «se debe refutar el mito de que no hay iniciativas políticas importantes compartidas por la mayoría de delegados del FSM».

Una encuesta realizada por el Instituto Brasileño de Análisis Sociales y Económicos en la pasada edición del Foro mostró que 60 por ciento de los participantes se consideraban de izquierda y 19,8 por ciento de centroizquierda.

En ese quinto encuentro se mostró la «línea dura» a favor de intensificar el activismo cuando dos de los fundadores del FSM, el brasileño Emir Sader y el egipcio Samir Amin, animaron a intelectuales participantes a presentar un manifiesto en el que instaron a pasar a las acciones concretas y adoptar un cariz más político.

«La idea utópica de los primeros foros parece que se empieza a perder en Caracas y hay quien quiere precipitar un vuelco extremo hacia lo político», reconoció Plinio Arruda Sampaio, un dirigente de izquierdas brasileño que participó en otras ediciones.

Sampaio es de la opinión de que el Foro «se encuentra en un momento delicado y debe decidir sus rumbos con prudencia, pues corre el riesgo de perder mucho del terreno ganado desde 2001, cuando irrumpió como una corriente contraria a la que encarna el Foro Económico Mundial», que se realiza cada año en la alpina localidad suiza de Davos, esta vez casi en simultáneo.

«Parece que algunos vienen al Foro a vender su pescado, cuando en realidad se debe venir para ver todos los pescados que hay en oferta», agregó.

En Bamako, sede la semana pasada de la versión africana de este Foro policéntrico, Ramesh Singh, director de la organización no gubernamental Actino Aid Internacional abogó por mantener al FSM «como espacio, un espacio grande». El tercer escenario este año será la meridional ciudad pakistaní de Karachi y a fines de marzo.

«El FSM comenzó como una protesta. Hoy es una búsqueda de alternativas. El próximo paso lógico es la acción, pero sin perder ese espacio. La acción que pueda partir del propio Foro ya es otro tema», opinó Singh.

Edgardo Lander, del comité organizador en Venezuela, admitió que el foro «es relativamente frágil, hay que tratarlo con cuidado. Es un foro político, que tiene campañas, pero un compromiso más militante podría hacerle daño».