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La Cumbre Estados Unidos-Rusia y la reducción del arsenal nuclear: ¿más allá de la retórica?

Fuentes: Rebelión

Con el arribo a Moscú del presidente estadounidense, Barack Obama, y la aspiración del relanzamiento de los asuntos bilaterales, se dio inicio a la denominada Cumbre Estados Unidos-Rusia en un contexto aparentemente favorable para el establecimiento de un nuevo diálogo de cooperación y consenso entre ambos colosos del poder global. Sin embargo, lo que pudiera […]

Con el arribo a Moscú del presidente estadounidense, Barack Obama, y la aspiración del relanzamiento de los asuntos bilaterales, se dio inicio a la denominada Cumbre Estados Unidos-Rusia en un contexto aparentemente favorable para el establecimiento de un nuevo diálogo de cooperación y consenso entre ambos colosos del poder global. Sin embargo, lo que pudiera interpretarse como un acontecimiento trascendental, no parece ser más que un hecho remarcado por la retórica sobre las doctrinas de la Seguridad Nacional y la defensa de los intereses geopolíticos.

Desde hacia algunos años no se daba testimonio de un encuentro entre mandatarios de estos dos países, uno de los elementos que incidió directamente en tal situación fue el deterioro progresivo que experimentó la relación bilateral, especialmente a partir del año 2001 cuando Washington reforzó su presencia política, económica y militar en el denominado espacio postsoviético, y simultáneamente Rusia comenzó una ascendente recuperación de su poderío como centro de poder regional y global.

De igual modo, no se debe desconocer que la vocación confrontativa y hostil de la administración Bush y la elite neoconservadora estadounidense contra Moscú y sus pretensiones de recuperar su área real de influencia, provocaron más de una tensión, traspasando el marco de las contradicciones entre ambas potencias para impactar directa o indirectamente en la configuración del sistema internacional y en el condicionamiento de las posiciones asumidas por los aliados de uno y otro bando. Si bien ello no representó, ni representa en la actualidad, la constitución de un mundo bipolar, si motivó la profundización de la denominada racionalidad geopolítica de la Guerra Fría, la cual se basa esencialmente en el predominio sobre regiones estratégicas y en la contención de otros poderes tendencialmente aptos para competir por la hegemonía mundial.

Sin embargo, con la llegada a la Casa Blanca de un nuevo presidente, y su declarada disposición de privilegiar el realismo político de la diplomacia por sobre la confrontación belicista, todo parece indicar que las relaciones entre Washington y Moscú tomarán un nuevo impulso, sobre todo en lo referente al respeto de los intereses estratégicos y de seguridad detentados por uno y otro poder.

En este sentido, el acuerdo logrado entre Obama, y su homólogo ruso, Dimitri Medvédev, sobre la reducción de armas ofensivas estratégicas (START), parece resultar un avance importante en el establecimiento de un clima de cooperación y concertación de intereses comunes. En su contenido el documento manifiesta la intención de reducir el arsenal nuclear de ambos países, pretendiéndose de ese modo una disminución de las probabilidades de su explotación y uso en conflictos que pongan en peligro de seguridad global. Dicho acuerdo está llamado a sustituir el START-I que expira el 5 de diciembre de 2009.

Para muchos especialistas este ha sido un resultado alentador, sobre todo si se tiene en cuenta las contradicciones que caracterizaron las relaciones durante la era Bush-Putin. Sin embargo, no todo parece color rosa, especialmente cuando dentro del acuerdo no se incluyó una referencia específica al Escudo Defensa Antimisil en Europa, más conocido como DAM, que planea Washington en el este europeo. Sobre este aspecto el mandatario estadounidense señaló que un análisis referente a dicho escudo no debía estar presente en el documento, tomando en consideración que el mismo no protegía a Estados Unidos del arsenal nuclear ruso.
Los argumentos de Obama pudieran tener lógica si se tiene en consideración que hasta el momento el DAM solo ha tenido un despliegue mínimo, aunque de igual modo preocupante para el Kremlin, en Polonia con el establecimiento del sistema de baterías de misiles Patriot. Así mismo también es cierto que tal escudo no garantiza la invulnerabilidad estadounidense con respecto a las armas nucleares a disposición de Rusia. Ambos aspecto corren a favor de la retórica estadounidense

Pero lo que no manifestó el ocupante de la Casa Blanca es que el DAM en sí es un arma ofensiva dirigida a contener a Rusia como polo de poder, de igual modo no solo pretende enfocar sus misiles hacia Moscú, sino también hacia aliados del Kremlin como Belarús (país con el cual las autoridades rusas tienen un acuerdo de defensa mutua. Además de la proyectada unificación interestatal entre ambas naciones).

Para más complejidad tal escudo no sólo amenaza la seguridad nacional rusa, sino también la de las naciones de la Unión Europea, que cercanas ideológicamente a Washington tienen la vulnerabilidad de depender en casi un 40 % de las potencialidades energéticas que controla Rusia en todo el espacio postsoviético. Ello sugiere que, sin ser usado en sus funciones ofensivas especificas, con tan solo su despliegue el DAM pone en jaque a los aliados europeos de Estados Unidos, sobre todo tomando en consideración que de Moscú ver amenazada su seguridad recurrirá a los mecanismos que hoy posee para defender sus legítimos intereses, y la excesiva necesidad de los recursos energéticos rusos por parte de la UE puede ser uno de ellos.

Además para Rusia es sumamente importante que el sistema desplegado actualmente en Polonia, y potencialmente en Republica Checa, no se extienda hacia otras naciones del espacio postsoviético y en especial hacia el Cáucaso, región de máxima importancia estratégica porque en ella se concentran un conjunto de conflictos que pasan desde lo estrictamente nacional, hasta la propia conflictividad geopolítica entre Moscú y Washington por predominar en dicha zona.

Entonces valdría preguntarnos ¿acaso el Escudo Defensa Antimisil no es incentivo suficiente para la continuidad de la desconfianza entre ambas potencias? ¿Para qué sirve el compromiso de la reducción del arsenal nuclear si se mantienen elementos que podrían condicionar en un contexto extremo su uso?

En el orden internacional ningún fenómeno está desconectado del conjunto de problemáticas que determinan el proceder de los países y en gran medida de las potencias mundiales, las cuales incluso poseen más responsabilidad, debido a que sus acciones tienen una mayor incidencia en el sistema global. Ello sugiere que las medidas que se tomen a favor de la estabilidad interestatal y el multilateralismo deben estar coherentemente articuladas en función de reducir todos los elementos que pueden incentivar la tendencia al conflicto.

Lo anteriormente argumentado puede rozar con el idealismo aristotélico, sin embargo, no carece de realismo alguno. La no aceptación estadounidense referente a la inclusión del tema del escudo antimisil en el documento final de la cumbre, implica la existencia de un acuerdo formal entre ambas potencias con respecto desaceleración de la carrera armamentista, que por demás no se limita al arsenal nuclear.

En ese sentido, quizás Obama se lleve buenos recuerdos de Rusia, una estancia que siempre se agradece, y que por su parte Medvédev haya tenido la oportunidad de servir de gentil anfitrión de quien indudablemente sea uno de los presidentes más capacitados en la historia de Estados Unidos. Pero es muy probable que, pese a la retórica que supone  una comprensión mutua y sus matices, no se evidencie un giro notable en las contradicciones ruso-estadounidenses, por cuanto continúan presentes aspectos que como el DAM no posibilitan una verdadera acción conjunta entre ambos gobiernos por limitar al máximo las discrepancias que han caracterizado la relación bilateral durante el siglo XXI.

Carlos Akira De La Puente. Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos