Traducido para Rebelión y Tlaxcala por Javier Fdez. Retenaga
«Dignity Returns» (La dignidad regresa) se está convirtiendo en una marca y logotipo únicos en Tailandia, una «marca obrera» en una fábrica de Bangkok cuya propiedad y gestión está enteramente en manos de sus 30 trabajadores. La Fábrica Solidaria, en Bangkok oeste, es un ejemplo para los trabajadores textiles de todo el mundo. Ponen en circulación camisetas, cintas para el pelo o ropa de niño operando sin jefes, sin explotación ni malos tratos. Con salarios justos por una razonable jornada laboral y los domingos libres, la fábrica es una bocanada de aire fresco para los superexplotados trabajadores del sector textil de este país [1].
La iniciativa se puso en marcha en marzo de 2003, tras una larga batalla de la mayoría de los trabajadores contra los propietarios de la fábrica para la que trabajaron hasta finales de 2002. La fábrica se había hundido debido a la mala gestión, y de un día para otro más de 800 trabajadores acabaron en la calle sin previo aviso ni promesas de indemnización. Finalmente, unos cuantos trabajadores se juntaron para montar su propia fábrica, consiguiendo préstamos de diversas fuentes, incluido el ministerio de trabajo y sus propios amigos. Parte del equipo, incluidas las máquinas de coser, tuvieron que tomarse prestadas. Les llegó también ayuda del extranjero: de Austria, de Oxfam Australia y de otros lugares.
A mediados de 2006, toda la producción se basaba ya en contratos sobre pedido y la Fábrica Solidaria fue capaz de librarse completamente de las subcontrataciones a precios de miseria. Los pedidos subcontratados a bajo precio son moneda corriente en todas partes, incluida Tailandia, dentro del «globalizado» mundo textil. Pero no en la Fábrica Solidaria.
Muchas cosas distinguen esta fábrica de las otras más de 2.600 fábricas textiles repartidas por Tailandia. Los trabajadores no tienen que llevar uniforme, la música inunda el espacio abierto y bien ventilado de la fábrica, y las paredes están cubiertas con carteles alusivos a los derechos laborales. «Mostremos a los capitalistas que la solidaridad global de los trabajadores es real», reza uno de los carteles.
Algunos de los trabajadores están aprendiendo inglés, ya que no tienen jefes que contribuyan a garantizar los pedidos internacionales. La fábrica, como subraya Kanchana, uno de los obreros, es «totalmente propiedad de los trabajadores» y «estos son libres para expresar sus puntos de vista y tomar parte en las decisiones de la empresa». «No tenemos director, pero tres personas han sido elegidas para llevar el control de calidad», dice el trabajador Manop. «Las decisiones se toman en las reuniones que celebramos regularmente.» [2].
En el Foro Social Mundial de Mumbai, en enero de 2004, la Fábrica Solidaria contribuyó a preparar un taller acerca de su propia experiencia, y se hizo notar con fuerza el pasado mes de octubre, en el primer Foro Social Tailandés, donde varios cientos de tailandeses se dieron cita con el propósito de buscar oportunidades para los pobres sin voz, llevando en la cabeza cintas producidas por Dignity Returns con el lema: «Otro mundo es posible». Todo bajo la atenta mirada del régimen militar [3].
Para el activista Junya Yimprasert (Thai Labour Campaign), al gestionar su propia fábrica los trabajadores de la Fábrica Solidaria se han embarcado en un experimento de grandes proporciones. En el actual panorama de globalización económica, dice Junya, «este es un desafío a la explotación, a los hombres de negocios que dicen «sin nosotros, perecéis». Estos trabajadores están poniendo de manifiesto que la alternativa es posible, una idea que no encuentra buena acogida entre los capitalistas» [4].
Junya añade: «los trabajadores de la Fábrica Solidaria han recuperado su dignidad mediante la determinación y la creación de su propio logotipo, sus propios diseños y sus propios productos de alta calidad. Con su logotipo, Dignity Returns, la Fábrica Solidaria se encuentra entre las fábricas textiles más destacadas de Tailandia, demostrando a los trabajadores de todo el mundo que viven situaciones de opresión, que los sueños pueden hacerse realidad. (…) Todos estamos verdaderamente orgullosos de formar parte de los trabajadores que han demostrado al mundo que una marca obrera no es imposible, y que si nosotros podemos, también otros trabajadores pueden hacerlo.» [5] Muchos sindicatos locales son clientes de la fábrica, y cada vez se aprecia más el hecho de que sus productos se deban por entero a una unión de trabajadores.
Dignidad / Horizontalidad
Este mini-modelo tailandés de autonomía obrera, funcionando en medio del torbellino del capitalismo tailandés, es de alguna manera una pequeña réplica en el sudeste asiático de las nuevas iniciativas obreras que van tomando forma en Argentina, las cuales implican horizontalidad , nuevas estructuras solidarias no jerárquicas y un modo diferente de asumir el control de la propia vida, en los barrios y en los centros de trabajo, impulsado por una política afectiva. Esto es manifiesto en las decenas de fábricas ocupadas y recuperadas, en los colectivos de periodistas y artistas independientes, en las comunidades indígenas, las asambleas vecinales, los movimientos feministas, de gays y de desempleados que se extienden hoy en día por toda Argentina, como resultado de un movimiento que surgió a finales de diciembre de 2001 (el argentinazo).
El discurso de la dignidad juega un papel clave en las fábricas recuperadas en Argentina y refleja un nuevo concepto de poder, que fluye a partir de la autoorganización y autonomía de un trabajo sin jefes ni jerarquías. La noción de autogestión , catalizadora de la horizontalidad en Argentina, está también presente en este pequeño paradigma de los trabajadores tailandeses y en su estructura [6].
Las sorprendentes semejanzas surgen aquí de un profundo sentido, similar en ambos países, de alienación de los trabajadores, de superexplotación y del coraje para resistir en el corazón mismo de sus respectivos mundos colonizados. Como le dijo un okupa y miembro de la asamblea vecinal a Marina Sitrin en Argentina: «Somos sujetos históricos, hemos dejado de ser sujetos pasivos -eso es lo que el voto, el sistema, nos ofrece-, hemos dejado de ser marginales, desempleados, personas excluidas… Controlamos nuestras propias vidas.» [7]
1 Para una excelente descripción desde dentro, véase: Lek Yimprasert, «Dignity Returns — a workers’ brand is possible!» Thai Labour Campaign, 19 de octubre de 2006.
2 Marwaan Marcan-Markar, «World Social Forum: Thai Factory Makes Worker-friendly Capitalism», IPS, 13 de enero de 2004.
3 Marwaan Marcan-Markar, «Thai Social Forum — Chance for the Voiceless Poor», IPS, 16 October 2006.
4 Marcan-Markar, 2004.
5 Yimprasert, 2006.
6 Véase Marina Sitrin, «Horizontalism: Voices of Popular Power in Argentina», entrevista con ZNet , 30 de diciembre de 2006 y el nuevo libro de Marina, una historia de la horizontalidad en acción contada por sus protagonistas, Horizontalism: Voices of Popular Power in Argentina, AK Press, 2006.
7 Citado en Wes Enzinna, «Horizontalism», Upside Down World , 12 de diciembre de 2006.
Bill Templer escribe sobre política desde diversas periferias y enseña en una universidad para trabajadores en el norte de Tailandia.
Fuente: Monthly Review
Traducido del inglés al español por Javier Fdez. Retenaga, miembro de Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción es copyleft para uso no comercial: se puede reproducir libremente, a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a los traductores y la fuente. URL de este artículo: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=45626