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La estrategia arancelaria de Trump: hacer que el mundo financie el dominio de Estados Unidos

Fuentes: Rebelión [Foto: :Gage Skidmore, Flickr & Fatido via Canva Teams]

Traducido del nerrlandés para Rebelión por el autor

El asesor económico de Trump ha puesto al descubierto en un discurso revelador la verdadera estrategia de la política arancelaria: obligar a otros países a financiar la hegemonía global de Estados Unidos.

En un notable discurso del 7 de abril de 2025 Stephen Miran, principal asesor económico de Donald Trump y presidente del Consejo de Asesores Económicos de Estados Unidos, reveló el verdadero objetivo de la política arancelaria de Trump: utilizar los aranceles a la importación como medio de presión para obligar a otros países a contribuir financieramente al mantenimiento de la hegemonía mundial de Estados Unidos.

Primero pagar

Según Miran, Estados Unidos proporciona dos llamados «bienes públicos globales»: protección militar a través de su red mundial de bases militares y el papel del dólar como moneda de reserva mundial. Este papel de potencia mundial es, según Miran, costoso y ya no es aceptable que otros países se beneficien de ello gratuitamente. Estados Unidos quiere que los países «paguen lo que les corresponde en justicia», bajo la amenaza de aranceles a la importación como sanción por negarse.

Esta estrategia se llama Mar-a-Lago Accord [Acuerdo de Mar-a-Lago], un nombre informal para un nuevo orden económico mundial según las condiciones impuestas por Estados Unidos.

El núcleo del mensaje de Miran es que se debe preservar el dominio militar y financiero de Estados Unidos y que ya no lo puede financiar únicamente Estados Unidos. Afirma que es insostenible que otros países se beneficien de las estructuras de poder estadounidenses sin contribuir a su coste. Por ello, Estados Unidos presionará a los gobiernos extranjeros con unos aranceles elevados hasta que acepten unas condiciones favorables para Washington.

El 2 de abril Trump impuso unos aranceles de importación muy altos a casi todos los países. Pocos días después suspendió esa medida durante tres meses —excepto en el caso de China— mientras se llevan a cabo negociaciones con los países implicados. Sin embargo, se mantiene un arancel del 10% para todos los países.

Bretton Woods

En vez de reformar o democratizar el orden mundial actual tal como fue creado durante la Conferencia de Bretton Woods en 1944, Trump quiere precisamente reforzar estas estructuras imperialistas. La Conferencia de Bretton Woods de 1944 marcó el comienzo de un orden económico internacional cuyo centro era la hegemonía de Estados Unidos. En un mundo devastado por la guerra, Estados Unidos surgió como la única superpotencia económica.

Bajo su liderazgo se estableció un sistema en el que el dólar se convirtió en el ancla mundial: otras monedas se vincularon al dólar y este era convertible en oro, lo que proporcionó a Estados Unidos una posición excepcional, ya que otros países necesitaban acumular dólares para mantener sus economías en funcionamiento y poder comerciar, mientras que Estados Unidos podía imprimir dólares sin restricciones.

Las instituciones creadas durante la Conferencia de Bretton Woods —el FMI y el Banco Mundial— se establecieron en Washington y funcionaban en gran medida según los intereses y condiciones de Estados Unidos.

Bretton Woods fue el pilar económico de esa hegemonía, mientras que la OTAN estableció la base militar. Bajo el pretexto de la seguridad colectiva frente a la amenaza soviética, Estados Unidos tuvo una presencia militar permanente en Europa, con bases, tropas y un papel fundamental en la toma de decisiones estratégicas.

Trump quiere mantener la hegemonía de Estados Unidos, tanto monetaria como militar, pero ahora quiere que otros países la financien. Miran lo expresó claramente: si los países quieren beneficiarse del “paraguas geopolítico y financiero” de Estados Unidos, deberán pagar por ello. Así, la amenaza de aranceles se convierte en una especie de impuesto sobre la cooperación extranjera con el imperio estadounidense.

Stephen Miran, a la derecha de la foto (Geopolitical Economy)

La lista de deseos de Trump

Miran formuló en su discurso cinco formas concretas con las que los países pueden contribuir con la “parte que les corresponde en justicia” a la hegemonía estadounidense. En primer lugar pueden simplemente aceptar los aranceles de importación sin tomar contramedidas, lo que genera ingresos al Tesoro de los Estados Unidos para financiar la provisión de bienes públicos. En segundo lugar pueden abrir sus mercados a las exportaciones estadounidenses y comprar más productos fabricados en Estados Unidos. En tercer lugar se espera que los países aumenten su inversión en gastos de defensa, pero comprando armas y equipamiento a empresas estadounidenses. En cuarto lugar las empresas extranjeras pueden trasladar parte de su producción a Estados Unidos, lo que les ahorraría aranceles de importación y generaría empleos en el país. Por último, y de forma más explícitamente imperialista, Miran propuso que los países también podrían simplemente emitir “cheques” al Tesoro de Estados Unidos en forma de bonos del Tesoro a muy largo plazo (por ejemplo, a cien años) y con unos rendimientos bajos, que pierden valor con la inflación, lo cual es en la práctica un subsidio a Washington.

Dilema

Miran reconoció implícitamente en su discurso la existencia del llamado Dilema de Triffin: el conflicto fundamental según el cual un país que emite la moneda de reserva mundial (en este caso, Estados Unidos) debe tener un déficit comercial estructural (importar más de lo que exporta) para poner en circulación suficientes dólares para el comercio internacional. Sin embargo, este déficit socava a largo plazo su propia base industrial.

Miran admitió que este papel ha “diezmado” la industria manufacturera de Estados Unidos y que los déficits comerciales se han vuelto “insostenibles”. Sin embargo, el gobierno de Trump quiere mantener y reformar el sistema al mismo tiempo: quiere seguir beneficiándose de la posición dominante del dólar, pero obligar a otros países a asumir los costes que conlleva ese dominion.

China como enemigo

China se presenta en este plan como el principal oponente. Según Miran, Pekín es “el mayor enemigo” de Estados Unidos y la relación económica con China constituye la batalla fundamental de la lucha por el poder global. Trump ya ha impuesto aranceles de hasta el 145% a productos chinos y quiere desvincular la producción estadounidense de la china.

Estados Unidos quiere desarrollar cadenas de suministro alternativas con países “amigos” que, según Miran, “traten de forma justa” los intereses de Estados Unidos. Miran afirma que los países con grandes superávits comerciales —como China— son vulnerables en una guerra comercial, porque dependen de la exportación y del mercado estadounidense.

A su juicio, Estados Unidos está en una posición más fuerte porque puede reemplazar las importaciones desde China, ya sea importando desde otros países socios o produciendo los bienes directamente dentro del país (por medio de empresas estadounidenses o extranjeras).

Según él, Washington está jugando con Pekín a ver quién es mas gallito económicamente para ver quién cede primero, con la esperanza de que sea China. Mientras tanto, los economistas advierten que será la ciudadanía común de Estados Unidos quien pagará la cuenta a través de la inflación, mientras que los beneficios de esta confrontación económica irán sobre todo a parar a la élite financiera e industrial (pensemos, por ejemplo, en la rebaja de impuestos a las empresas que se ha previsto).

Mar-a-Lago

El gobierno de Trump intenta, nada menos, que reescribir los fundamentos económicos del orden mundial que se estableció tras la Segunda Guerra Mundial.

Desde la Conferencia de Bretton Woods Estados Unidos ha estructurado el orden mundial en función de sus propios intereses, con el dólar como moneda de pago mundial y con Wall Street como beneficiario de los flujos internacionales de capital. Esta hegemonía también se sustenta en un enorme aparato militar que cuenta con unas 800 bases extranjeras.

Miran y Trump no quieren democratizar ni compartir este dominio, sino externalizar sus costos y centralizar aún más sus beneficios dentro de Estados Unidos.

El gran acuerdo que Trump espera alcanzar se denomina Mar-a-Lago Accord [Acuerdo de Mar-a-Lago], un término que toma su nombre del lujoso resort de Trump y recuerda al Plaza Accord [Acuerdo Plaza] de 1985 con el que el gobierno de Reagan obligó a sus aliados (Japón, Reino Unido, Francia, Alemania Occidental) a revalorizar sus monedas frente al dólar.

Foto: Los firmantes del ‘Acuerdo Plaza’ de izquierda a derecha: Gerhard Stoltenberg de Alemania Occidental, Pierre Bérégovoy de Francia, James A. Baker III de Estados Unidos, Nigel Lawson del Reino Unido y Noboru Takeshita de Japón (Wikipedia).

Ese acuerdo tuvo unas consecuencias desastrosas para Japón: provocó una enorme burbuja económica y décadas de estancamiento económico. Trump espera ahora alcanzar acuerdos similares con sus aliados, pero también aspira obtener una adhesión internacional más amplia, aunque es muy dudoso que los países se vuelvan a dejar engañar así.

En cualquier caso, China ya ha respondido con la misma moneda y aplicará aranceles de hasta el 125%. Además, Pekín está lanzando una alternativa al sistema de pagos SWIFT dominado por Estados Unidos, lo que podría socavar seriamente la posición del dólar a largo plazo.

En los próximos tres meses habrá intensas negociaciones entre Estados Unidos y el resto del mundo que serán determinantes para las futuras relaciones (comerciales) con Estados Unidos, pero sin duda también en el resto del mundo habrá muchas consultas para ver cómo se pueden relacionar mejor los países frente a esta nueva y nunca vista agresión de Estados Unidos.

Por consiguiente, los próximos 90 días serán muy importantes. La manera en que el mundo reaccione ante esta brutal política comercial de Estados Unidos también determinará cómo será el orden (económico) mundial de las próximas décadas.

Neoconservadores

También es importante mencionar que el discurso de Miran tuvo lugar a puerta cerrada en el Hudson Institute, un think tank neoconservador ubicado en Washington D.C. y financiado por ricos donantes de derecha como Rupert Murdoch, Charles Schwab y Harlan Crow. El Instituto también recibe dinero de multinacionales como Meta, AT&T, Chevron y gigantes del armamento como Lockheed Martin, Boeing y Northrop Grumman, todos ellos con fuertes intereses en una política exterior agresiva de Washington.

Resulta simbólico que el escenario estuviera adornado con cuatro banderas: las de Estados Unidos, Israel, Ucrania y Taiwán, actores clave de la estrategia geopolítica estadounidense contra China y Rusia.

Es innegable que, por caótica que sea su implementación, el plan económico de Trump es abiertamente imperialista. Intenta obligar a los gobiernos extranjeros a contribuir financieramente a un orden mundial liderado por Estados Unidos y sobre el cual esos países no tienen poder de decisión. Mediante aranceles, intimidación económica y castigo a quienes buscan alternativas al sistema del dólar, Estados Unidos quiere mantener sumisos a los países. Tácticas típicas de un jefe mafioso.

El Acuerdo de Mar-a-Lago es, en esencia, un intento de imponer impuestos económicos al resto del mundo para mantener así a toda costa un imperio envejecido y poder ofrecer una rebaja fiscal a la élite afín a Trump.

Este artículo es un resumen editado de un podcast de Ben Norton que se puede ver en este enlace: https://youtu.be/VnajhDMAWVA

Texto original: https://www.dewereldmorgen.be/artikel/2025/04/14/wat-is-trump-met-zijn-invoertarieven-van-plan/

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y Rebelión como fuente de la traducción.