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La fiebre del frío

Fuentes: Voces del Mundo

El Ártico, antaño una extensión remota y desolada, se encuentra ahora en el epicentro de la competencia global. Marzo de 2025 marcó un hito sombrío: la menor extensión máxima de hielo marino ártico desde que comenzaron los monitoreos satelitales, con un mínimo en septiembre que igualó el décimo registro más bajo de la historia. Este deshielo alimenta una colisión entre la crisis climática, la ambición de las grandes potencias y la desaparición de los pueblos indígenas, mientras que el transporte marítimo y las plataformas petrolíferas impulsadas por inteligencia artificial aprovechan una oportunidad envuelta en catástrofe.

En términos prácticos, el adelgazamiento de la corteza polar ha abierto la puerta a lo que antes era inalcanzable. Rutas marítimas como la Ruta Marítima del Norte (RSR, por sus siglas en inglés) y el Paso del Noroeste (NWP, por sus siglas en inglés) ya no son meras fantasías de navegación, sino atajos operativos que reducen las rutas entre Europa, Asia y Norteamérica en aproximadamente un 30%.

Sin embargo, estas rutas heladas siguen siendo peligrosas. El encallamiento de un carguero neerlandés en el NWP en septiembre de 2025 pone de manifiesto los peligros de un clima volátil, la escasez de puertos y los riesgos ecológicos, como las colisiones de barcos con ballenas. El sueño de un tránsito sin contratiempos es, en el mejor de los casos, frágil. El avance de China en la Ruta Marítima del Norte en octubre de 2025 —con la entrega de paneles solares a Europa por parte de su buque portacontenedores Istanbul Bridge— marca una nueva fase en la logística ártica, poniendo de relieve tanto la oportunidad como la fragilidad.

Sin embargo, las complicaciones no disuaden a los actores clave. Rusia, que lidia con la presión económica derivada de las sanciones occidentales por Ucrania, cuenta con la flota de rompehielos más grande del mundo —ocho gigantes de propulsión nuclear—, lo que le permite consolidar su dominio en el Ártico. Moscú ha dirigido su mirada gélida hacia el norte, desplegando una armada moderna, indispensable para la navegación y el dominio en una región donde los cascos de acero se encuentran con el hielo cambiante. El proyecto Arctic LNG 2, impulsado por la aceptación por parte de China de los cargamentos sancionados en agosto de 2025, alimenta la visión del Kremlin de la preeminencia polar. Para Rusia, el Ártico es tanto una base de recursos como un bastión estratégico.

China, que se autodenomina con audacia un “Estado casi ártico” a pesar de estar situada a miles de kilómetros al sur del Círculo Polar Ártico, impulsa su “Ruta de la Seda Polar”. Esta reinterpretación de la geografía global ha irritado a las naciones árticas tradicionales, pero los hechos rara vez suponen un obstáculo para la política cuando hay discursos ideológicos en juego. Las inversiones en el proyecto ruso de GNL Yamal y sus participaciones portuarias en Islandia y Noruega, junto con misiones conjuntas de investigación, generan inquietud diplomática en Washington y Oslo. Las patrullas de bombarderos de Pekín cerca de Alaska en julio de 2024 señalan ambiciones que van más allá del comercio, redefiniendo la geografía ártica. Mientras tanto, los analistas europeos advierten de la irrelevancia estratégica a medida que se expande la presencia china en el Ártico, con su doble uso, lo que ha impulsado la demanda de una estrategia unificada de la UE para el Ártico.

Estados Unidos, históricamente lento en actuar, está acelerando el ritmo. El Pacto ICE trilateral con Canadá y Finlandia busca subsanar la falta de rompehielos, con la puesta en servicio del USCGC Storis en agosto de 2025 como solución provisional hasta la llegada del Polar Sentinel a finales de la década de 2020. A principios de octubre de 2025, Washington y Helsinki finalizaron un acuerdo adicional para la adquisición de rompehielos de fabricación finlandesa en el marco del Pacto ICE, lo que subraya aún más la urgencia de la preparación estadounidense en el Ártico. La modernización del sistema de vigilancia de Alaska por parte del Pentágono, crucial para la defensa antimisiles, refleja la creciente importancia estratégica de la región. El Ártico se considera ahora «crítico» para los sistemas de alerta temprana contra amenazas tanto hipersónicas como convencionales.

Tras el despliegue de flotas subyace una tragedia silenciosa: la marginación de las comunidades indígenas del Ártico. Para los inuit, los sami y otros, las nuevas rutas marítimas y los yacimientos de perforación amenazan sus medios de subsistencia ligados al hielo y a sus tradiciones. El repentino interés extranjero no es tanto un presagio de progreso como una continuación de la colonización por otros medios. La iniciativa del Consejo Circumpolar Inuit para la resiliencia climática de 2025 pone de relieve su lucha. Sin embargo, las conferencias mundiales rara vez dan voz a sus inquietudes, perpetuando así un legado de exclusión.

El Consejo del Ártico, establecido en 1996, lucha por superar las divisiones globales. Tras la invasión de Ucrania en 2022, la suspensión impuesta por Rusia debilitó la unidad. Los mandatos del Consejo se han vuelto difusos, su capacidad de colaboración científica se ha diluido y su habilidad para priorizar las voces indígenas se ha visto comprometida. Dinamarca asumió la presidencia en 2025, y su enfoque en la salud indígena y la biodiversidad señala un cauteloso resurgimiento. Los recientes debates sobre la restauración de los mandatos científicos e indígenas del Consejo reflejan tanto esperanza como fragilidad. Persisten los llamamientos a una gobernanza liderada por la ONU, pero el interés multilateral disminuye tan rápido como el hielo.

Mientras tanto, el Ártico se transforma, tanto física como geopolíticamente. El colapso climático genera valor estratégico; la crisis de la codicia extractiva propicia una nueva explotación. Las reivindicaciones de soberanía se extienden hacia el norte, impulsadas por pulsos de sonar y mapas de calor. Los mapas se están rediseñando no para la exploración, sino para la explotación.

Si el Ártico quiere trascender esta lucha por el control, debe priorizar a sus custodios originales. La justicia en el Ártico no puede ser impuesta por buques de guerra ni globos meteorológicos. Debe concebirse con moderación, forjarse con responsabilidad y fundamentarse en los derechos de sus custodios originarios. Un tratado ártico que incluya a los pueblos indígenas podría consolidar la justicia, equilibrando la moderación con la responsabilidad. Si esta visión podrá resistir el avance de los rompehielos y las plataformas petrolíferas resulta aún incierto. Pero con cada temporada de deshielo, el tiempo para una respuesta diferente se aleja cada vez más en el mar.

Imran Khalid es analista geoestratégico y columnista de asuntos internacionales. Sus trabajos han sido ampliamente publicados por prestigiosas organizaciones internacionales de noticias y revistas.

Texto en inglés: Foreign Policy in Focus, traducido por Sinfo Fernández.

Fuente: https://vocesdelmundoes.com/2025/11/17/la-fiebre-del-frio/