Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Precisamente cuando Irán y Pakistán habían llegado a un progreso crucial respecto al gasoducto, estalló la violencia regional involucrando, una vez más «la presa mayor,» Baluchistán (Vea «Baluchistán es el objetivo privilegiado de EE.UU., Rebelión, 12 de mayo de 2009.)
La pregunta clave es, como siempre, ¿cui bono? o ¿quién se beneficia? ¿Qué hay detrás de esta nueva, sangrienta, intersección de gasoductistán y la antigua «guerra global contra el terror» – un tema esencial que Barack Obama no se atrevió a tocar en su discurso del jueves en el Cairo al «mundo musulmán»?
El 22 de mayo, en Teherán, el presidente paquistaní Asif Ali Zardari y el presidente iraní Mahmud Ahmadineyad firmaron finalmente un acuerdo preliminar, después de 14 largos años de negociaciones, para construir el gasoducto Irán-Pakistán (IP), anteriormente Irán-Pakistán-India (IPI), o «gasoducto de la paz». (El acuerdo final debería, en teoría, ser sellado en menos de dos semanas.) La decisión desafió irreverentemente el dictado de Washington. (Vea «Pipelineistan goes Iran-Pak,» 29 de mayo de 2009, Asia Times Online.)
El 28 de mayo en Zahedan, en la provincia Sistan-Baluchistán en Irán, Jundallah («Soldados de Dios» la organización de la línea dura suní, ultra enemiga de los chiíes, basada en Pakistán), reivindicó la responsabilidad por un atentado suicida dentro de la mezquita Amir al-Momenin en Irán que mató a 25 personas e hirió a 125.
La oportunidad y las circunstancias no podían ser más sospechosas. Teherán simplemente no puede comprender que Islamabad no haya podido contener a Jundallah después de haberle suministrado información de inteligencia clave, en el terreno.
Teherán había informado al embajador paquistaní, M B Abbasi, que tres paquistaníes – Haji Noti Zehi, Gholam Rasoul Zehi y Zabihollah Naroui – habían confesado haber contrabandeado explosivos a Irán desde Baluchistán y haberlos entregado al atacante suicida. El trío fue luego ahorcado en público en Zahedan el 30 de mayo.
En cuanto al embajador iraní en Pakistán, Mashallah Shakeri, éste ya había acusado el 20 de marzo a Islamabad de permitir que Baluchistán fuera una base de Jundallah para la desestabilización de Irán. Islamabad dijo que «no es así,» pero los hechos en el terreno decían otra cosa. Ahora es aún más serio, ya que está en juego el futuro del gasoducto IP.
¿Cómo reaccionarán los baluchis en el ejército paquistaní? En Baluchistán, el Nuevo Gran Juego en Eurasia no podría ser más enigmático. Hay una inmensa discrepancia entre algunos líderes tribales baluchis que viven la buena vida en Karachi (en Sindh) y que tratan la provincia como su feudo personal, y una población extremadamente empobrecida que se siente totalmente abandonada por el establishment paquistaní dominado por panyabíes.
El tenebroso ‘jugador extranjero’
¿Qué es lo que quiere verdaderamente Jundallah? Jundallah, también conocido en Irán como grupo Rigi (por el nombre de su cabecilla, Abdul Malik Rigi), es una organización de baluchis iraníes, que son suníes y ferozmente anti-chiíes, que afirman que representan los derechos de su minoría en la provincia de Sistan-Baluchistán en el sudeste de Irán.
Su escondite se encuentra al otro lado de la frontera, en Baluchistán paquistaní. Islamabad también ha establecido que tiene vínculos operativos con el ultra-sectario Lashkar-e-Jhangvi y Tehreek-e Taliban Pakistan. Teherán culpa directamente a Jundallah por una serie de operaciones de guerrilla a través de la frontera que han estado ocurriendo desde 2003, matando sobre todo a soldados iraníes y guardas fronterizos.
Después del atentado, el ajetreo diplomático se aceleró considerablemente. Islamabad insiste en que está alineado con Teherán en su tipo regional de guerra contra el terror. Pero Teherán, yendo al grano, exige ahora explícitamente que Islamabad entregue al jefe supremo de Jundallah, Rigi, que tiene su base en Baluchistán. El Ministerio del Interior de Pakistán ha prometido, oficialmente, que va a «dar caza» a Jundallah.
Aunque sigue condenando el atentado de Zahedan, el Ministerio de Exteriores paquistaní niega extrañamente que Irán haya cerrado su frontera con Pakistán. El hecho es que Teherán llegó cerca de lo que llama «punto cero» en la pequeñísima localidad de Taftan, en la frontera entre Pakistán e Irán. El comercio bilateral es vital para la vida tribal regional – después de todo son «primos» baluchis. Toda la alimentación para el lado baluchi paquistaní proviene de Irán.
Crucialmente, el tono de Islamabad también ha comenzado a cambiar, conjuntamente con Teherán, orientándose a un gambito de «tercera parte» – un jugador extranjero que apoya la campaña de desestabilización de Jundallah a través de la frontera, que sabotea todo acercamiento entre Pakistán e Irán y, claro está, el IP.
No precisa compartir las preocupaciones de seguridad nacional de Teherán para identificar a ese jugador extranjero: Washington, que no por accidente apoya un gasoducto rival del IP, el gasoducto, con eternos problemas, Turkmenistán-Afganistán-Pakistán-India (TAPI) la razón de ser de la acción de EE.UU. en Afganistán. El Ministro de Exteriores iraní, Manouchehr Mottaki lo dijo: «Consideramos que la red de Rigi está vinculada a ciertas fuerzas extranjeras en Afganistán.» Y agregó que Irán tiene muchas «evidencias.»
Tanto Washington como Islamabad han tendido a ignorar las actividades anti-iraníes de Jundallah. Bueno, no realmente, porque en la era de George W Bush Jundallah fue absorbido por los servicios de inteligencia de EE.UU. para promover el cambio de régimen en Irán. En cuanto al ángulo paquistaní, ¿actuará finalmente el ISI (Inteligencia Inter-Servicios paquistaní) contra Jundallah, tal como parece estar actuando contra los talibanes de Baitullah Mehsud?
En principio, la respuesta debiera ser fácil, según la Agencia de Noticias Fars, el jefe de las Fuerzas Armadas Iraníes, general Hassan Firouzabadi, informó a Islamabad de la ubicación exacta de Rigi.
El lunes, en un seminario en Quetta, capital de Baluchistán paquistaní, organizado por el Partido Nacional Awami, influyentes baluchis dejaron en claro que no permitirán que los talibanes y al-Qaeda prosperen en Baluchistán, e instaron a los pastunes que viven en la provincia a que hagan lo mismo. Hay que preguntarse si esta demostración de unidad contra tácticas terroristas se aplica también a los baluchis iraníes de Jundallah.
La cosa se hace mucho mas complicada. Baluchistán ha sido inundado por refugiados pastunes durante 30 años (la proporción en la provincia es ahora de aproximadamente 50:50). Muchos han sido carne de cañón no sólo para la yihád de los años ochenta en Afganistán, sino también para la yihád en Cachemira y desde luego para los talibanes, en Afganistán durante los años noventa y más tarde los talibanes paquistaníes. Islamabad, con su base panyabí, siempre ha alentado esa ola de refugiados para fortalecer sus propias intenciones de debilitar el nacionalismo laico baluchi.
De modo que lo que ahora sucede en la Provincia pastún de la Frontera Noroeste y en las Áreas Tribales para Administración Federal debido al ataque del ejército paquistaní – un poderoso sentido de enajenación – ya ha sucedido en Baluchistán. Islamabad ahora no tiene que enfrentar sólo el nacionalismo baluchi sino también el nacionalismo pastún.
Una guerra total en la sombra
Esté o no utilizando a Jundallah para su propia agenda de desestabilización de Irán, la «guerra en la sombra» de Washington está a punto de golpear Baluchistán con todo su ímpetu. Será una copia de otra guerra en la sombra actual – la de ISI contra los nacionalistas baluchis; ya que Baluchistán está virtualmente controlado por las agencias de inteligencia de Islamabad, Islamabad no puede dejar de convertir a baluchis en víctimas de «asesinatos selectivos.» Para Islamabad, el separatismo sobre una base étnica es – haciéndose eco de Israel – una «amenaza existencial». Las acciones irreflexivas de Islamabad sólo han logrado convertirla en una profecía que se cumple por sí sola.
En lugar de ver cómo Obama se reúne con ese parangón de democracia, el rey Abdullah de Arabia Saudí, y como trata de quedar bien con el perenne dictador egipcio Hosni Mubarak, el «mundo musulmán» se beneficiaría si el presidente de EE.UU. explicara de primera mano de qué trata una guerra en la sombra en tierras musulmanas.
A mediados del verano, se habrá completado la ‘oleada’ afgana de soldados de Obama. Una nueva megabase estadounidense iniciará sus operaciones en el «desierto de la muerte» en la provincia Helmand en el sur de Afganistán. Sucede que dicha base está muy cerca de la frontera entre Irán y Afganistán, y justo al otro lado de la frontera del Baluchistán paquistaní. Es la base estratégica ideal para una amplia acción de contrainsurgencia en las tres fronteras (Irán, Afganistán, Pakistán) tal como la acuñó el general David Petraeus.
Fuerzas de tareas ultra-tenebrosas, una guerra de drones del «infierno desde lo alto», misiles Hellfire, la lógica despiadada de la privatización y del «encubrimiento» de la guerra, las «capacidades operacionales secretas» del Pentágono para «ubicar, atacar y matar a individuos clave en grupos extremistas» – todo esto no puede sino enconarse en esa área de las tres fronteras.
Philip Alston del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas ha sido una voz casi aislada en la denuncia de los equipos ocultos de «asesinato selectivo» que trabajan desde bases afganas en Kandahar y Nangarhar, aliados con arteras milicias locales. Las víctimas son en su mayoría civiles afganos. En Baluchistán, la «milicia local» disponible es siempre Jundallah. La base estará en el «desierto de la muerte» afgano. A falta de talibanes o al-Qaeda, las víctimas de la «decapitación» son numerosos iraníes al otro lado de la frontera.
¿Qué mejor manera de aplicar las tácticas de Petraeus que expandir esos equipos para la desestabilización de Irán y para impedir una mayor integración de Irán y Pakistán a través de un nodo crucial de gasoductistán – una integración que también beneficia a China?
Esto se puede lograr con un Baluchistán sumido en el caos. Desde el punto de vista del Pentágono, que China se beneficie del puerto baluchi de Gwadar para el suministro de gas iraní es anatema. Puede ser que Washington no permita que Islamabad elimine a Jundallah. Rigen las reglas del juego de sombras.
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Pepe Escobar es autor de «Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War (Nimble Books, 2007), y «Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge». Su ultimo libro, que acaba de publicarse, es «Obama does Globalistan» (Nimble Books, 2009). Puede contactarse con él en [email protected].
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