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Veámoslo por el lado bueno

La heroína, negocio redondo en Afganistán gracias a nosotros

Fuentes: The Independent

Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo


Eso demuestra que, si existe un producto con demanda, siempre hay oportunidades para los emprendedores incluso en las circunstancias más desfavorables.

Por fin, entre todas las noticias desoladoras procedentes de Afganistán, nos llega una crónica de esperanza que justifica la presencia británica y norteamericana en dicho país.

Uno de los principales objetivos de la intervención occidental en asuntos exteriores es establecer un cierto espíritu emprendedor, de pequeños negocios, que pueda rescatar a una economía en dificultades. Y, según cierto informe de la ONU, Afganistán tuvo un incremento del 18 por ciento en el comercio de heroína solo en el año pasado.

Eso demuestra que, para quien tiene visión empresarial, las oportunidades de negocios pueden surgir hasta en las circunstancias más desfavorables, si existe un producto popular y una buena promoción del mismo. En vísperas de la invasión, Tony Blair insistió en que una de las razones para ocupar Afganistán era que «los talibanes están provocando la muerte de jóvenes británicos que compran su droga en las calles». Pero es evidente que algunas personas confundieron el mensaje de Blair. Lo que estaba diciendo era que el comercio de heroína afgana no estaba desarrollando todo su potencial, y que una gestión adecuada del mismo podría triplicarlo. Posiblemente un día nos enteraremos de que Tony Blair está recibiendo 4 millones de libras al año por ocupar un puesto en un consejo asesor para que puedan maximizar su crecimiento. La sección de negocios del Sky News presentará a portavoces de compañías con nombres como Kwik-Fix Global explicando en sus informes trimestrales un aumento del 35 por ciento de los dividendos y presumiendo de estudios que señalan que la marca afgana tiene la aprobación del 95 por ciento de los yonquis, por lo que se aconseja la diversificación en mercados complementarios con una marca propia de agujas para que los clientes puedan disfrutar por completo la experiencia de la amapola de los señores de la guerra afganos.

Tal vez el plan sea que cuando las tropas británicas se marchen, cada distrito de Afganistán cuente con un centro de jardinería floreciente, donde paisanos de la provincia Helmand pueden entretenerse los domingos, discutiendo cuáles son las semillas que producen un cuelgue más gordo y enterándose de cómo montar un jardín de amapolas en un roquedal.

También puede que haya un «tiempo de consulta» en la radio para que los agricultores afganos de la audiencia pueda resolver sus dudas: «Este año mi pequeño invernadero para amapolas fue atacado por el mildiu en primavera, por lo que el opio resultaba desagradablemente pastoso y difícil de quemar en la cuchara. ¿Alguno de los oyentes tiene sugerencias para evitar que vuelva a ocurrir?

Podría aducirse que el crecimiento de la producción de heroína habría sido mayor si no hubiesen estado allí las fuerzas ocupantes, pero eso sería quitarles el crédito que se merecen. Porque también esta semana se supo que la oficina del presidente afgano Harmid Karzai había recibido con regularidad sobres llenos de dólares de la CIA en los últimos once años. The New York Times afirmaba que este dinero había llegado en «mochilas, maletines y bolsas de plástico».

Aunque dichas alegaciones fueron desmentidas por un portavoz del ministerio de asuntos exteriores, el propio Karzai explicó que el propósito de estos pagos era «asegurar el respaldo de aquellos líderes que habían permanecido leales». Tal vez recuerde que uno de los motivos citados para la invasión fue acabar con la corrupción. Así ya se entiende, porque no se puede erradicar la corrupción sin el apoyo de funcionarios honrados y fiables, y no se puede esperar que sean honrados y fiables sin recibir nada a cambio, por lo que tiene sentido que recibieran sobres repletos de billetes cada dos semanas.

El dinero iba destinado a los señores de la guerra locales, que no se mantendrían leales si no se les permitiera continuar con su legítimo negocio de cultivo de amapolas, así que ya tenemos cerrado el círculo empresarial. Para que parezca aún más un negocio convencional, algunos de ellos se han quejado de que las cantidades pagadas a los agricultores locales por las amapolas son solo el 1 por ciento del valor final en el mercado. Lo lógico sería que nuestro gobierno insistiera al menos en una política ética del opio, alentando a los camellos a pagar un precio adecuado. Así podrían situar sus puntos de venta junto a los cubos de basura de los barrios de protección oficial, con una pegatina que dijera «Todo nuestro Caballo es de Comercio Justo», y al lado la fotografía de un sonriente señor de la guerra.

Si añadimos las otras razones esgrimidas para invadir el lugar, la escala del éxito de la ocupación aún es más evidente. Estaba el «terrible historial en derechos humanos» de los talibanes, mientras que el historial de Arabia Saudí, con quien acabamos de cerrar un negocio de armas de 15.000 millones de libras, se limita a un continuo alboroto provocado por feministas y lesbianas. Es tan liberal que es el único país del mundo en el que las mujeres no reciben castigo extra por conducir bebidas; como van directamente a la cárcel por cualquiera de las dos razones, pueden infringir ambas al mismo tiempo. También se suponía que la invasión iba a servir para que Afganistán no siguiera siendo el refugio de Al-Qaeda, lo que se ha conseguido con creces. Porque ahora ya no es el único lugar donde se encuentra la organización militante islamista, que ha aumentado su presencia en Iraq, Irán, Siria, Mali y otra serie de lugares en donde no existía anteriormente. Una vez que obtengan el control del municipio de Dorset supongo que el trabajo estará completo.

Cuando las fuerzas británicas y estadounidenses entraron en Kabul en 2001, quienes apoyaron la invasión lo celebraron con júbilo, especialmente quienes la veían como una cuestión humanitaria. Uno de estos días supongo que tendrán que aceptar que no ha funcionado como creían. O se mantendrán en sus trece, con el mismo razonamiento del gobierno: nos vamos porque ya hemos hecho un excelente trabajo y ahora los afganos a quienes hemos estado llenando de dinero han aprendido lo suficiente y pueden seguir adelante solos. Qué lástima que Napoleón no hubiera pensado esta táctica. Podría haber dicho: «Bueno, todo ha ido estupendamente, pero ahora, si no os importa, rusos, tenemos que seguir con otra cosa, así que no tenéis que seguir sin nosotros. Hasta luego, pues, gracias por habernos albergado».

Fuente: http://www.independent.co.uk/voices/comment/look-on-the-bright-side-theres-a-roaring-heroin-trade-in-afghanistan-and-its-all-thanks-to-us-8601260.html