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La hipocresía y el cinismo occidentales en torno a la guerra en Ucrania

Fuentes: Rebelión

Los niveles de cinismo e hipocresía sobrepasan continuamente todos los límites, y podríamos poner mil ejemplos de ello.

Tensar la situación y la intervención de la OTAN y EE.UU. en un enfrentamiento con Rusia provocaría la III Guerra Mundial, que afectaría a todo el mundo en un holocausto nuclear. Es urgente encontrar una solución negociada antes que sea tarde. Enviar armas a Ucrania y combatientes, aplicar sanciones y condenas a Rusia es pretender apagar un incendio con combustible

(Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz)

Creo que [la expansión de la OTAN] es el comienzo de una nueva guerra fría. Creo que los rusos reaccionarán gradualmente de forma bastante adversa y esto afectará a sus políticas. Creo que es un trágico error. No había razón ninguna para esto. Nadie estaba amenazando a nadie

(George Kennan, artífice de la Guerra Fría, 1998)

El declive económico y político de EE.UU. y, por tanto, estratégico, explican la agresiva conducta de la OTAN en Europa, cuya provocación sostenida ha desencadenado la guerra anunciada entre Rusia y Ucrania. Una guerra inducida por el asfixiante cerco de Occidente a Rusia y las atrocidades del régimen neonazi de Ucrania en la región del Donbás

(Manuel Ruiz Robles)

Era completamente pronosticable que la expansión de la OTAN llevaría a una ruptura trágica, posiblemente violenta, de relaciones con Moscú… las advertencias fueron ignoradas. Ahora estamos pagando el precio por la miopía y arrogancia de la política exterior de Estados Unidos

(Ted Carpenter)

A pesar del bloqueo mediático, ya se ha publicado en medios menos masivos qué factores han provocado la guerra de Rusia con Ucrania. No hay que ser fan de Putin para entender las razones de Rusia que Naciones Unidas, Europa y lo que llamamos Occidente ha ignorado. Rusia quiere unas fronteras seguras y la OTAN lleva años arrinconándola con una expansión absolutamente injustificada. No parece difícil de entender, pero el humo de la propaganda aturde a la ciudadanía

(Pedro López)

Desde la perspectiva ética de los derechos humanos, ninguna guerra merece ser librada y solo cabe la reprobación de quienes las promueven. Sin embargo, la condena moral no debe excluir el análisis político y estratégico de las causas que las impulsan si pretendemos evitar que el fenómeno se siga presentando en el futuro

(Aleardo Laría)

No se puede perder de vista que las potencias capitalistas occidentales aprovecharon la caída de los regímenes estalinistas del Este y ese momento inicial de debilidad y desconcierto de Rusia, para arrebatarle todo lo que pudieron de su esfera de influencia. Trece de los países que en su día pertenecieron al Pacto de Varsovia hoy forman parte del entramado OTAN y UE. Es bastante elocuente la declaración que el diario Público pone en boca de “los aliados” de una forma genérica: “Moscú no tiene derecho a crear áreas de influencia y vetar o condicionar el futuro de las ex repúblicas soviéticas”. Ese derecho se lo reservan ellos en exclusiva

(Jesús María Pérez)

Habrá que repetirlo hasta el infinito: que consideremos que la OTAN es la primera responsable del conflicto en Ucrania no significa que apoyemos ni a Putin ni a ninguna guerra. Tampoco apoyamos la dictadura mediática mundial y sus lágrimas de cocodrilo

(Jorge Majfud)

La clase dominante y sus gobernantes norteamericanos se niegan a aceptar su cada vez mayor pérdida histórica de hegemonía y supremacía imperialistas en las relaciones internacionales y el ascenso de un nuevo mundo multipolar y policéntrico que está modificando la correlación de fuerzas entre naciones y Estados con el ascenso activo de potencias como India, Irán, Corea del Norte, China, Rusia, Venezuela o Cuba que marcan su soberanía e independencia frente al imperialismo norteamericano y su sistema capitalista en decadencia

(Adrián Sotelo)

Creo que para abordar el tema de las guerras del siglo XXI de Ucrania y Rusia es bastante necesario recordar un poco la ya demasiado olvidada Revuelta del Maidán y Guerra de Ucrania del 2014, que fue originada fundamentalmente, entre otras cosas, por las ansias de expolio del neoliberalismo occidental, la alucinación consumista de buena parte de los ucranianos, introducida por el invencible marketing. Y que fue espoleada por una revolución naranja (made in CIA), capitaneada violentísimamente por dos partidos de extrema derecha Pravy Sektor y Svoboda, este último con escaños en el Parlamento

(Julio García Camarero)

Contrasta que la Unión Europea haya sancionado de manera casi inmediata a Putin por su ataque a Ucrania pero siga sin pronunciarse sobre la guerra en Oriente Medio y contrastan también los castigos simbólicos impuestos como retirar a Rusia del concurso de Eurovisión mientras se ha permitido a Israel acoger el Festival en tres ocasiones diferentes

(Luna Izquierdo)

¿Cuánto ha costado que barcos de la Armada española patrullen aguas del Mar Negro desde hace 25 años? ¿Han sido ellos los que han evitado la invasión rusa de Ucrania? ¿Cuánto ha costado que los cazas vuelen por el cielo búlgaro desde hace 10 años? ¿Han impedido la guerra en el Dombás? ¿Qué hacen 300 militares españoles en Letonia de forma permanente? ¿Están más seguros los habitantes de Ávila o de Cuenca?

(Jesús María Pérez)

En una prolongación de la guerra fría, que todos creíamos había terminado hace tres décadas, Occidente se empeñó en instalar en Kiev un gobierno rusófobo, con lo cual dio pie a la rebelión de las regiones de mayoría rusa y gestó una suerte de guerra civil que sirvió de caldo de cultivo para el fortalecimiento de grupos ultranacionalistas e incluso neonazis que han permeado a las instituciones ucranias, incluido el gobierno

(Aram Aharonian)

¿Por qué los gobiernos occidentales, en particular, la administración Biden, condenan a Rusia por invadir Ucrania con el pretexto de la seguridad nacional mientras defienden el «derecho legítimo» del régimen saudí a invadir Yemen con el mismo pretexto? A pesar de las terribles violaciones de derechos humanos cometidas por Arabia Saudita en Yemen, las naciones occidentales, y Estados Unidos en particular, no solo han proporcionado armas letales, entrenamiento, mantenimiento, inteligencia y cobertura política y diplomática a la monarquía, sino que han impuesto restricciones a los medios sobre la cobertura de los abusos de los derechos humanos del régimen saudí en Yemen, presionando a las empresas de tecnología y redes sociales para que eliminen y prohíban por completo a los activistas yemeníes y los medios críticos con la guerra

(Ahmed Abdulkareem)

En estos momentos tan frágiles y críticos, la prensa debería tener una importancia positiva en la construcción de discursos que sirvan para; parar la guerra, cualquier guerra, resolver las cuestiones que las originan basada en la paz entre pueblos, denunciar los intereses de ambos bandos, favorecer el fin de los hostigamientos y sobre todo dirigirnos hacía un mundo donde acabar con la militarización y con el sufrimiento de los pueblos que siempre quedan a merced de los intereses imperialistas y sus guerras

(Jorge Aller)

Una suerte que no haya premio Nobel para la estupidez humana porque resultaría imposible adjudicarlo de tan abundantes candidatos que habría, empezando por los gobernantes europeos

(Augusto Zamora)

Con motivo del conflicto armado que se está viviendo en Ucrania, estamos asistiendo, por parte de los medios de comunicación dominantes, a un nivel tal de hipocresía y cinismo absolutamente intolerables, que es preciso desmontar y denunciar. Los dobles raseros son tan vergonzosos y evidentes que rayan en lo delictivo, y además los practican continuamente, a todas horas, en todos los medios, en todos los formatos, en todos los lugares. Pero vaya por delante, para que no haya malentendidos, que hacemos una condena rotunda de la invasión rusa a Ucrania, que evidentemente no tendría que haberse producido si la vía diplomática hubiese sido eficaz, independiente, valiente y decidida, en vez de vocera y seguidista de las políticas estadounidenses. Las falacias, las medias verdades y las mentiras flagrantes campan a sus anchas, pero sobre todo, el halo de profunda hipocresía y de actitudes y proclamas absolutamente cínicas constituyen un continuo espectáculo. De entrada, hay que advertir que, si la deriva censora contra los medios de comunicación enfrentados al pensamiento dominante continúa (ya se han vetado en Europa y Estados Unidos los medios Russia Today y Sputnik), es muy posible que próximamente ya ni siquiera nos dejen publicar artículos como éste (¿es que acaso son más creíbles la CNN, Fox News, o en nuestro país los diarios ABC, El Mundo o La Razón? Creemos que no. Pero no serán atacados, porque abonan el relato dominante).

Lo último de que hemos tenido noticia ha sido la iniciativa de Facebook e Instagram para permitir que sus usuarios publiquen instigaciones a la violencia contra los rusos, e incluso alabanzas contra el neonazi Regimiento de Azov. Ciertamente, un terreno peligroso. Pero vayamos, pues, al desmontaje de los comentarios, decisiones y actitudes cínicas e hipócritas que tenemos que soportar diariamente, por parte de nuestros políticos y medios de comunicación. De entrada, casi la totalidad del minutaje de los informativos diarios, de prácticamente todos los canales, se dedican a la guerra, y a la acogida y éxodo de los refugiados ucranianos, y esto está muy bien, pero la pregunta es: ¿Hicieron eso mismo cuando Israel bombardeaba Gaza? ¿Actuaron igual ante la guerra de Yemen? ¿Lo hicieron con Siria? ¿Es que no importan por igual todas las vidas humanas? ¿No son lo mismo todos los refugiados? ¿No merecen el mismo trato?

Tenemos a un Presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, que hace un llamamiento, según él, al “mundo libre” que representa “Occidente”, para que le ayude a defender a su país en su lucha contra el gigante ruso. Hemos entrecomillado también la palabra “Occidente” porque ella también constituye en sí misma una falacia, ya que el Occidente y el Oriente son meros conceptos geográficos, que para nada han de asociarse con cualquier otro tipo de indicadores de civilización, de religión o de cultura. Lo que ocurre es que el proceso de globalización capitalista y neoliberal al que nos vienen sometiendo adscribe a los países de la órbita occidental con la versión más pura y avanzada del capitalismo, lo cual no quiere decir que los países del mundo oriental (Japón, China, Rusia…) no sean capitalistas, sino que la globalización tiende a homogeneizar sus culturas con respecto al Occidente. Y esa homogeneización tiene un principal espejo donde mirarse: Estados Unidos y su vocación imperialista, de la cual la OTAN es su brazo armado. Por tanto, y desde ese punto de vista, no existe un “mundo libre” occidental al que aludir, tal como hace el presidente ucraniano.

Aludir a un “mundo libre” bajo el capitalismo es en sí mismo una completa falacia, y cuando se invoca, detrás suelen existir intereses creados para adscribirse a nuestro mundo occidental y a sus instituciones (OCDE, UE, OMC, FMI, OTAN…), que ni es mejor que el mundo oriental, ni por supuesto es más libre que aquél. ¿En base a qué argumentos presumimos de esa supuesta superioridad moral que nos convierte en un mundo libre, frente a ese otro mundo que supuestamente no lo es? Lo que ocurre es que esa falsa bandera del supuesto “mundo libre” siempre se enarbola por parte de los detractores de los países que rompen (cada uno a su modo, y en sus diferentes grados) con los parámetros donde se mueve nuestro mundo “occidental”, como puedan ser Cuba, Venezuela, Corea del Norte, etc. En los casos concretos de Rusia y China, dos potencias orientales, lo que está ocurriendo desde hace tiempo es que están uniendo esfuerzos para romper con el mundo unipolar (ese “orden internacional” al que aluden nuestros cínicos líderes políticos) que representa la dominación estadounidense, para alejarse de ese modelo y representar una alternativa al mismo. Y que conste que no estamos queriendo hacer una defensa de ese modelo alternativo, sino simplemente defendiendo el derecho que tienen los países para implementarlo, y para adscribirse a él.

Y así, proclaman continuas alabanzas a nuestras supuestas “democracias occidentales”, sin detenerse a pensar en la gran falacia que esconden, porque retomando las palabras de Julio García Camarero: “No ven que vivimos en una dictadura, la dictadura más terrible de la historia, porque es una dictadura global, distópica y suicida”. Una dictadura denominada “globalización”, donde se defiende como un mantra el crecimiento económico oligárquico, aunque nos lleve al completo suicidio de la humanidad y a la destrucción del planeta. A eso lo llaman, indecentemente, “orden y legalidad internacional”, y cualquiera que intente cuestionarlo o enfrentarse a él, será sistemáticamente bloqueado, ridiculizado, discriminado, vetado y atacado (de hecho, recientemente un alto mando militar alemán tuvo que dimitir, tras realizar en privado unas declaraciones, previas a la invasión, reconociendo que “Rusia está exigiendo respeto, y probablemente lo merece”).

Ese “orden internacional” al que aluden, es un corsé de hierro forjado por Estados Unidos y sus indecentes países “aliados”, sobre todo de la Unión Europea, campeones del cinismo y de la hipocresía. Es un orden internacional unipolar, donde las directrices las marca el gigante norteamericano, y los demás obedecen como perritos falderos. Es un orden internacional que pretende instalar cada vez más agudas desigualdades sociales, mientras eliminan las culturas en el mundo, desidentificando a los pueblos y contribuyendo a homogeneizar una cultura capitalista globalizadora. Y la OTAN, como decimos, es su brazo armado. Desde hace décadas, Washington está llevando a cabo una política de cerco y contención hacia la Federación Rusa, auspiciada por los globalistas que controlan la OTAN. La avanzadilla de la OTAN lleva extendiéndose por la Europa del Este bajo un lento pero ininterrumpido goteo, rompiendo los acuerdos establecidos desde la caída del Muro de Berlín. Evidentemente, llega un momento en que una potencia como Rusia se siente amenazada por una OTAN que quiere colocársele a cinco minutos de su frontera. Y es una falacia hacer llamamientos a la “libertad” de los países para adscribirse a cualesquiera organizaciones que deseen, porque lo cierto es que no lo están haciendo desde la libertad.

Veamos: como muy bien explica John Pilger en este artículo, y otros muchos autores, Ucrania sufrió un auténtico Golpe de Estado encubierto en el año 2014, auspiciado por Estados Unidos (entonces bajo la presidencia de Barack Obama), que destituyó al Presidente Yanukovich (el detonante fue que éste se negó a firmar un Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea), y lanzó una campaña de terror contra los habitantes de la región del Dombás de habla rusa, que representa un tercio de la población de Ucrania. Supervisadas por el Director de la CIA se orquestaron salvajes campañas contra la población prorrusa, que se oponía al golpe. ¿Dónde estaba entonces la Unión Europea? ¿Por qué no se oponía a esta masacre? Pues simplemente porque el objetivo era imponer en Ucrania un Gobierno títere prooccidental, que fuese posterior candidato a ingresar tanto en la OTAN como en la Unión Europea, como de hecho está ocurriendo. Todo esto no se parece en nada a un escenario de “libertad”. De hecho y desde 2014, el Reino Unido y USA están enviando armas a Ucrania, y entrenando a su ejército. Concretamente, Estados Unidos ha suministrado a Ucrania, desde 2014, armas por valor de 2.500 millones de dólares.

Lo que pretende Rusia con esta invasión al país vecino es asegurar que exista un gobierno que garantice que la OTAN no va a instalarse en su territorio, que ha sido exactamente la demanda de Putin en las diversas conversaciones que han tenido lugar antes de que el conflicto comenzara, y que la diplomacia occidental ha desestimado sistemáticamente. Pero insistiremos hasta la saciedad: no estamos queriendo justificar la invasión, simplemente estamos poniendo el foco en que Rusia no es la única responsable. ¿Nos cuentan todo esto nuestros estupendos medios de comunicación “occidentales”? Por supuesto que no, como tampoco nos cuentan que es Ucrania la que venía incumpliendo los Acuerdos de Minsk, firmados para respetar a las provincias de Donestk y Lugansk, provincias rebeldes de ciudadanía rusohablante, que se autoproclamaron independientes a partir del Golpe de Estado de 2014, y que han sido desde entonces continuamente asediadas por el gobierno ucraniano.

Los insaciables objetivos de la OTAN, el auténtico cáncer que se sitúa en la base de todos estos conflictos, representan el origen del problema. Esta vergonzosa organización criminal debió ser disuelta cuando se disolvió el Pacto de Varsovia, pues acabada la Guerra Fría, ya no tenía sentido su existencia. Pero en vez de ello, continuó su escalada “occidental” para llevar los dictámenes de ese falso “mundo libre” hasta los últimos confines, practicando invasiones y guerras contra todos los países que se oponían a sus designios. El Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, acaba de declarar hoy (3 de marzo de 2022) que “España está donde debe estar, en la OTAN y con sus aliados”, después de haber anunciado el día anterior que nuestro país también va a enviar a Ucrania “material militar ofensivo” (es decir, armas). Pues no, señor Sánchez, España no está donde debe estar. Nuestro país jamás debió haber entrado en dicha organización belicista, que existe únicamente por y para la guerra. Favor que le debemos al primer presidente “socialista” (del PSOE), Felipe González, que nos introdujo en dicha organización, de nuevo, con falsedades y artimañas.

Guerras que hoy día ya no se libran únicamente por el poder de grandes imperios y naciones, como antiguamente, sino para mantener la escalada capitalista (asociada en este caso al complejo industrial-militar-financiero, que consiguió que el gasto militar mundial creciera en 2020, año de pandemia, un 2,6%, alcanzando la tenebrosa cifra de 2 billones de dólares), así como para controlar los recursos naturales (en el contexto actual, se trata sobre todo de la lucha mundial por el control del mercado del gas), en un planeta que está abocado a un colapso generalizado, si continuamos con las políticas extractivistas, de calentamiento global, de generación de emisiones, y de consumo de fuentes de energía fósiles, todo ello bajo la falaz bandera del “crecimiento económico”, auténtico tótem de la filosofía capitalista, globalizadora y neoliberal. Y de ahí que Rusia y China, los dos gigantes asiáticos, se hayan convertido en objetivos a abatir para el imperialismo estadounidense, y por ende, para sus vasallos europeos.

Desde hace tiempo, la retórica agresiva contra Rusia se despliega de forma subliminal en todo tipo de medios de comunicación, extendiendo todo un halo de desconfianza hacia sus gobernantes y su cultura. Y así, nos han venido envolviendo en un imaginario colectivo, abonando una especie de construcción sociológica, auspiciada por una propaganda difundida por todos los medios, que transformaba a Rusia en un enemigo, o al menos en un país no confiable. Sin ir más lejos, y durante la pandemia, la Agencia Europea del Medicamento homologó las vacunas procedentes únicamente del entorno “occidental”, pero no hizo lo mismo con las vacunas cubanas, chinas o rusas. Por otra parte, la torpe y miope política de sanciones económicas al gigante ruso y sus corporaciones va a producir en Europa un efecto boomerang, pues serán también nuestras propias economías las que se vean resentidas, además de la de Rusia, empujando a dicho país a reforzar el bloque imperialista alternativo con China, que incrementará las tensiones y la lucha por el control de los mercados internacionales. Y aunque es positivo para nuestra desescalada de energías fósiles llegar a alcanzar la mayor independencia en cuanto al suministro energético de terceros países, todo ello podría y debería haberse conseguido desde un contexto pacífico, en vez de bajo un contexto bélico, de sanciones, de vetos y de amenazas continuadas.

¿Cuándo comenzó Rusia a ser nuestro enemigo? Pues básicamente cuando la inteligencia estadounidense decidió emprender este camino, ante el temor de declive de su poderío económico y militar. Entonces se decidió comenzar una serie de campañas dirigidas a demonizar a Rusia y China para evitar su ascenso y competencia como grandes potencias, generar malestar interno dentro de dichos países (promoviendo desconfianza y revueltas contra sus propios gobiernos), separar lo más posible a Rusia de la Unión Europea (tanto en términos comerciales como energéticos), e instalar en el conjunto de la ciudadanía europea un imaginario colectivo criminalizador hacia estas potencias euroasiáticas. Y desde entonces, los medios de comunicación dominantes, propiedades de grandes corporaciones mediáticas adscritas al ideario y a  las políticas atlantistas, comenzaron sus perversas estrategias de demonización y ataque subliminal a estos países, lo cual ha ido generando el caldo de cultivo para que el conjunto de la ciudadanía (y por supuesto los propios gobernantes) alojen en sus mentalidades estos prejuicios. Evidentemente, todo ello (y se sabía por parte de los que orquestaron estas campañas) podría finalizar en escenarios violentos. Pero no nos engañemos: es Washington quien nos arrastró a la actual rusofobia, bajo la patética actitud y el servil seguidismo europeo.

Pero si nos paramos a pensar…¿Nos merece poca confianza Rusia? ¿Sí? ¿De verdad? ¿Nos merece más confianza Estados Unidos? ¿Nos merecen más confianza personajes como Donald Trump? ¿Nos merece más confianza el aberrante historial bélico estadounidense, que nosotros desarrollamos en su día en esta serie de artículos? ¿Ya se nos ha olvidado el número de veces que USA ha violado con total impunidad el derecho y la legalidad internacional, así como la soberanía e independencia de los pueblos? ¿En serio que es mejor ser “amigo” y “aliado” de los Estados Unidos, el país con los mayores niveles de violencia interna del mundo por armas de fuego? ¿De verdad que nos merece la pena estar del lado estadounidense, donde sistemáticamente se masacra la vida de personas negras, y las oleadas migratorias son reprimidas violentamente? ¿Es acaso la cultura estadounidense un modelo a seguir? ¿Lo es quizá su obsesión por las armas? ¿Lo es acaso su política exterior? ¿Es un buen referente la cárcel de Guantánamo? ¿Es acaso un buen referente el listado de invasiones practicadas por sus gobiernos durante décadas (mediante ataques directos, bombardeos, derrocamientos, sabotajes, atentados, bloqueos, sanciones, injerencias, etc.)?

¿Es quizá un modelo a seguir el número de tratados, convenciones y acuerdos mundiales que Estados Unidos se niega a suscribir, o el número de veces que ha incumplido las Resoluciones de Naciones Unidas? ¿Es un modelo a seguir su política de instalación de bases militares repartidas por los cinco continentes? Julio García Camarero lo ha resumido brillantemente:El balance de número de guerras EE.UU.-Rusia es de 36 a 2, pero todos pensamos que Rusia es el malo de la película, un gran éxito del infalible monopolio de los medios de comunicación globales de EE.UU.”. O como muy bien resume un editorial del diario Global Times, del Partido Comunista de China: “Estados Unidos suele hablar de humanidad, justicia y moralidad, pero lo que realmente hace es calcular intereses. El egoísmo estratégico y la hipocresía de Washington han quedado al descubierto una y otra vez en la práctica de su política internacional. Los informes indican que al menos 37 millones de personas han sido desplazadas en y desde Afganistán, Irak, Pakistán, Yemen, Somalia, Filipinas, Libia y Siria como resultado directo de las guerras libradas por Estados Unidos desde el 11 de septiembre de 2001”.

Y por supuesto, en todo este asunto, la ONU ni está ni se la espera: es dicha organización la que, desde hace ya mucho tiempo, debería haber velado para que la expansión de la OTAN no hubiera caldeado el ambiente hasta el extremo a que ha llegado; pero de nuevo, las Naciones Unidas se han convertido ya en otro instrumento al servicio del imperialismo. Pedro López lo explica brillantemente en este artículo:La Asamblea General de las Naciones Unidas representa a 193 países y la OTAN a menos de la sexta parte. Esta organización no tiene derecho a suplantar a la ONU y hablar en nombre de una comunidad internacional recortada y sesgada hacia unos intereses económicos y geopolíticos que no representan a la Humanidad. Y menos aún a utilizar un doble rasero que hace que cuando le conviene acusa al adversario de no respetar el derecho internacional, y cuando le conviene esa normativa es papel mojado. Hemos visto guerras en Yugoslavia, en Iraq, en Afganistán, en Libia, en Siria… hemos visto los crímenes cometidos por Israel con Palestina ignorando el derecho internacional, o con Marruecos en el Sahara, y ni Estados Unidos ni la OTAN han respetado ese derecho internacional que invocan selectivamente a conveniencia”.

Pero es que los niveles de cinismo e hipocresía sobrepasan continuamente todos los límites, y podríamos poner mil ejemplos de ello: mientras nos informan continuamente del trato que Rusia otorga al “opositor” (en realidad, disidente) Alexei Navalny, nos ocultan constantemente el destino que está padeciendo y que le espera a Julian Assange (el Tribunal Supremo británico acaba de dar vía libre a su extradición a Estados Unidos), uno de los más valientes personajes recientes a nivel mundial, responsable de que salieran a la luz pública las abominables torturas y crímenes de guerra practicados durante años por los Estados Unidos en Irak y otros lugares; y mientras tenemos a la guerra de Ucrania hasta en la sopa, tenemos a otras guerras actuales completamente silenciadas, guerras como la de Yemen, que dura ya casi una década, y donde se da una crisis humanitaria sin precedentes (más de 300.000 muertos en 8 años); o la guerra de Siria, que en más de una década acumula ya más de 600.000 muertos; y mientras la Unión Europea va a recibir con los brazos abiertos a los refugiados de la guerra de Ucrania (lo cual está muy bien), continúa ignorando a los refugiados árabes, africanos o latinoamericanos (véase al respecto este artículo de Guadi Calvo, que explica numerosos casos de discriminación hacia refugiados negros provenientes de Ucrania hacia los países fronterizos), que también huyen por los mismos motivos, o simplemente porque en sus respectivos países no encuentran perspectivas vitales, o son perseguidos por su orientación sexual; o bien, a la vez que recibimos con los brazos abiertos a los refugiados/as ucranianos/as (lo cual está muy bien), nuestro Ministro de Interior viaja a Melilla para dar órdenes de reforzar la valla fronteriza, para que los ciudadanos africanos que intenten saltarla lo tengan cada vez más difícil; y mientras nos cuentan diariamente todos los frentes y flancos por los cuales Rusia está siendo atacada y aislada internacionalmente, Israel disfruta de una completa impunidad por parte de ese “orden internacional”, gracias a la complicidad y el apoyo de empresas, instituciones, artistas, gobiernos, partidos políticos, etc., repartidos por todo el mundo (¿se ha atrevido alguna vez ese “mundo libre occidental” a imponer sanciones a Israel por las masacres que comete contra el pueblo palestino?). En una palabra: alfombra roja para los refugiados ucranianos (recibimientos por parte de autoridades, crónicas periodísticas desde los centros de acogida, agilización de trámites, cambio en las directivas europeas, etc.), y alfombra negra para el resto (¿cuántas crónicas de medios de comunicación se han llevado a cabo desde dentro de un CETI, mostrando el aberrante trato que reciben los migrantes?).

Y no terminan aquí los eventos cínicos e hipócritas. Se celebrará en breve el Mundial de Qatar, evento que retransmitirán todas las grandes cadenas televisivas del mundo, sin importarle si la sede de dicho evento es un país que no respeta los derechos humanos. Jorge Majfud lo ha explicado brillantemente en este artículo:En consecuencia, el efecto fútbol funciona a la perfección. Y ésta no es solo una metáfora: la vieja mafia de la FIFA ha suspendido a la selección rusa de futbol del mundial de Catar de este año, un mundial donde los Derechos Humanos brillan por su ausencia. La FIFA pudo realizar copas mundiales en dictaduras fascistas, como la de Argentina en 1978 o en la Italia fascista de 1934, manipulada en favor del régimen de Mussolini (Il Duce también intervino en Francia 1938). Tres casos que terminaron con la obtención del máximo trofeo, donde no solo los futbolistas fueron víctimas sino que esos eventos sirvieron de legitimación moral a la barbarie. La FIFA también supo mantener la “neutralidad deportiva” durante masacres más recientes. Las grandes cadenas deportivas de televisión nunca habían transmitido con el banner “No a la guerra” hasta ahora. Pero entre mafiosos se defienden”.

Y mientras nuestro Consejo de Ministros estudia (martes 15 de marzo) denunciar a Vladimir Putin ante la Corte Penal Internacional, jamás se les ocurrió ni siquiera imaginar hacer eso mismo con ningún presidente estadounidense, ni con ningún presidente israelí, a pesar de las múltiples matanzas que han patrocinado. La hipocresía se eleva ya a un grado ciertamente vomitivo, insoportable. Tengo constancia de que la televisión pública ha vetado ya al menos a dos tertulianos habituales, simplemente por analizar, desde un punto de vista más objetivo, las motivaciones del conflicto armado en Ucrania. Y mientras la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, declara cínicamente que los refugiados ucranianos “son de los nuestros”, no se acuerda de los cientos de impedimentos que la Unión Europea ha puesto, durante años, a los refugiados del resto del mundo que querían acercarse a nuestras costas o a nuestras fronteras, los cuales tenían que soportar que no los dejaran desembarcar (si venían en embarcaciones humanitarias), o que les pusieran vallas con concertinas (si intentaban atravesar las fronteras terrestres), o que incluso (como ocurrió varias veces en Francia) desalojaran violentamente los hacinados campamentos de refugiados que los alojaban. Absolutamente indecente. Pero voy a insistir una vez más, para que no se malinterpreten mis argumentos: NO ESTOY EN CONTRA DE LOS REFUGIADOS UCRANIANOS, SINO A FAVOR DE TODOS LOS REFUGIADOS.

En medio de todo ello, acabamos de saber (15 de marzo) que la Presidenta de las Cortes tiene intención de invitar al Presidente ucraniano para que intervenga en el Pleno del Parlamento a través de videoconferencia (tal como ya ocurrió en el Parlamento Europeo, hace pocos días, y ayer mismo en la Cámara de Representantes estadounidense), así como que el Gobierno de coalición tiene la intención de ir aumentando el presupuesto en Defensa, hasta llegar al 2% del PIB exigido por la OTAN a sus Estados miembro. Una nueva aberración dirigida a aumentar la escalada belicista, que es la única razón de ser de la Alianza Atlántica. Aprovecho para indicar que en todo este asunto de la guerra en Ucrania, nos parece que Unidas Podemos está haciendo un papel muy limitado, con bastante tibieza en sus exigencias y planteamientos, y dejando hacer al Presidente Pedro Sánchez y al PSOE, que como estamos viendo, están inmersos en la escalada bélica que la OTAN nos impone. Ni una sola vez se ha escuchado por parte de los dirigentes de Unidas Podemos pronunciar la palabra “Pacifismo”, uno de los grandes valores que deben inspirar la filosofía de todo gobierno progresista que se precie de serlo. Quizá porque teman ser tachados de “buenistas” o de ingenuos por parte de los partidos de la (extrema) derecha, incluyendo en este grupo también al PSOE. Todo se reduce al manido relato de “buenos” y “malos”: la mal llamada “Guerra de Putin” (Pedro Sánchez dixit), que es, por lo visto, el único “malo” en este conflicto. A todo lo cual se suma una prensa y unos medios de comunicación cada vez más agresivos y adoctrinados en las bondades del “mundo occidental”. Lo cierto es que causa espanto, estupor y vergüenza ajena.

Se habla también de las sanciones y del aislamiento internacional de Rusia, pero no se habla del aislamiento internacional de Estados Unidos cada vez que la Asamblea General de la ONU o su Consejo de Seguridad someten a votación la anulación del bloqueo a Cuba (que dura ya más de 60 años), donde los únicos que votan por mantenerlo son USA y su criminal socio inquebrantable, Israel. Y hablando de Israel, no parece tampoco importarle a ese “orden internacional” el hecho de que se lleve décadas masacrando la vida de los palestinos de la Franja de Gaza, por parte de los indecentes gobiernos israelíes, que la mantienen como la mayor prisión a cielo abierto del planeta. Y olvida también ese “orden internacional” los ataques de Turquía al Kurdistán, o la flagrante y continua violación de los derechos humanos que el Reino de Marruecos practica contra la población saharaui, a la que denigra y niega el derecho de autodeterminación reconocido por la propia ONU. Y también se habla de sancionar a los “oligarcas rusos”, como si esos oligarcas únicamente existieran en Rusia, olvidando que también existen en Estados Unidos, y en todos los países europeos, paladines de ese mundo capitalista, ligado al amiguismo, el tráfico de influencias, los paraísos fiscales, la corrupción y las grandes fortunas. ¿Acaso llamamos aquí “oligarcas” a Amancio Ortega, al dueño de Mercadona o a los Presidentes de los grandes bancos privados? La hipocresía y el cinismo son, por tanto, continuos ejercicios por parte de nuestros gobernantes, empresarios, políticos y medios de comunicación. ¡BASTA YA!

Blog del autor: “Actualidad Política y Cultural”, http://rafaelsilva.over-blog.es)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.