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Lluvia de ideas en la Selva Lacandona

La Intergaláctica zapatista aterriza sobre la Tierra

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

En los anales del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), el «Encuentro Intergaláctico» de 1996 representó el apogeo de la solidaridad internacional. Llamado formalmente «Foro en defensa de la humanidad y contra el neoliberalismo», el cónclave atrajo a 6.000 activistas de cinco continentes a la selva Lacandona de Chiapas para realizar una ‘lluvia de ideas’ sobre la creciente amenaza de la globalización corporativa del Planeta Tierra (la Organización Mundial de Comercio acababa de ser formada el año anterior). El evento es considerado a menudo como el semillero para manifestaciones históricas contra la OMC en Seattle en 1999, de las que salió el movimiento contra la globalización.

La reunión hace 11 años en un claro en la selva en un ejido zapatista con el mágico nombre de La Realidad fue apodada «Encuentro Intergaláctico» porque en su convocatoria el portavoz de los rebeldes, el Subcomandante Marcos, invitó a todas las formas sensibles de vida de otros planetas en la galaxia a participar en el evento. «No sé si realmente vinieron al primer Encuentro Intergaláctico,» filosofó recientemente el Teniente Coronel Insurgente Moisés: «por lo menos nunca se identificaron.»

Después de más de una década de luchas contra la globalización y de Foros Sociales Mundiales, la Intergaláctica ha vuelto literalmente a la Tierra. La versión reducida del evento anunciado como «Encuentro entre los pueblos zapatistas y los pueblos del mundo,» para defender territorios indígenas en todas las Américas tuvo lugar del 20 al 28 de julio en tres «caracoles» rebeldes o centros políticos/culturales en el Estado de Chiapas al extremo sur de México, y se concentró en la tierra y en los que trabajan y viven en ella.

Mientras el Encuentro Intergaláctico atrajo a luminarias literarias como Eduardo Galeano y a los intelectuales europeos Yvon Lebot, Danielle Mitterand, y Alain Touraine (poco después llegaron el Premio Nobel José Saramago y Susan Sontag), la edición de 2007 reunió a representantes de agricultores pobres de 13 países, en su mayoría del sur, para intercambiar experiencias con comunidades de base zapatistas en las tierras altas, los cañones, y la selva de Chiapas, y desarrollar mecanismos para la autodefensa mutua contra los estragos del neoliberalismo.

La privatización de tierras de las comunidades, la destrucción de cultivos autóctonos, y la migración forzada de millones de campesinos pobres constituye una declaración de «la cuarta guerra mundial contra la humanidad,» acusó Marcos al saludar a 3.000 activistas y bases zapatistas al campamento «»Resistencia y rebeldía por la humanidad»» en Oventik en Los Altos de Chiapas.

De modo muy similar al evento del Año Nuevo pasado cuando el EZLN celebró en público su 13 aniversario, los intercambios de opiniones en Oventik, en el ejido Morelia (caracol IV «Torbellino de nuestras palabras») y en La Realidad («La madre del mar de nuestros sueños») incluyó presentaciones de zapatismo civil ( a diferencia de la estructura político-militar de los rebeldes) al enumerar impulsores locales de salud y educación los detalles de la construcción de comunidades autónomas. Otros dirigentes no especializados zapatistas delinearon el sistema de justicia de los rebeldes y cómo la tierra es distribuida y cultivada en las zonas autónomas.

Por su parte, los campesinos invitados bajo el auspicio de Vía Campesina, una agrupación internacional de millones de campesinos pobres con afiliados en más de 70 naciones, hablaron de la lucha por la tierra y la justicia en sus propios países. Entre los participantes: Yudhmir Singh de la Unión Bartya Kissan de India, quien describió la desobediencia civil ghandiana de agricultores pobres para resistir políticas agrarias neoliberales impuestas a los que trabajan la tierra, y representantes de la Asamblea de los Pobres de Tailandia que labran la selva cerca de la frontera camboyana.

Agricultores del primer mundo estuvieron representados por George Naylor, director saliente de la Asociación de Granjas Familiares de EE.UU., quien habló a los zapatistas de la resistencia de pequeños agricultores del maíz en Iowa contra la diseminación de semillas genéticamente modificadas. Dong Uk Min de la unión de agricultores coreanos, invocó la memoria del campesino Lee Kwang Hai quien se suicidó en la asamblea de la Organización Mundial de Comercio de 2003, en Cancún.

De más al sur, Soraya Soriana, dirigente del militante Movimiento de Trabajadores Rurales sin Tierras (MST) de Brasil y oradores de la nación Wayuu de Venezuela, advirtieron a los participantes en el encuentro contra las políticas «neoimperialistas» de dirigentes izquierdistas como Lula y Hugo Chávez respectivamente. Los zapatistas comparten una desconfianza similar contra la izquierda socialdemócrata de Latinoamérica.

El coloquio entre campesinos en defensa de tierras indígenas se desarrolló ante un telón de fondo adecuado de pujantes «milpas» (campos de maíz) y el verde profundo de los montes vecinos en el apogeo de la estación de lluvias de México – milicianas y milicianos uniformados en sus uniformes verdinegros casi parecían fundirse orgánicamente con la abundante vegetación.

Los campamentos en los caracoles repiqueteaban de jovialidad. Presentaciones culturales nocturnas reunieron a los acampados bajo las estrellas. Monjas charlaban con rebeldes con pasamontañas y altos y delgados punkis nórdicos bailaban en el barro con pequeñas compañeras mayas mientras los caballos pacían plácidamente en los pastos cercanos. En contraste con la Intergaláctica de 1996, cuando las autoridades de inmigración mexicanas trataron de impedir que activistas extranjeras asistieran al encuentro bajo amenaza de deportación, no hubo restricciones al acceso a la zona zapatista.

En un mundo en el que cinco guerras activas dominan las primeras planas con dosis diarias de muerte y destrucción, y en un país en el que las exigencias de justicia de los pobres enfurecidos son enfrentadas con una brutal represión gubernamental, los caracoles zapatistas parecen ser reductos de paz.

No fue siempre así.

Durante los primeros días de la rebelión en enero de 1994, los militares mexicanos invadieron el ejido Morelia. Obligaron a los hombres a acostarse en el terreno de balón cesto, pateando y torturándolos durante horas bajo el sol de la selva. Se llevaron a tres de los dirigentes comunitarios y nunca se les volvió a ver. Sus huesos fueron hallados por cazadores meses más tarde. Nadie ha sido procesado por los asesinatos.

De manera típicamente zapatista, estos crueles eventos están retratados en un mural pintado en la pared de la escuela, mientras 13 años después, en su interior, mujeres zapatistas relataban como organizar su autonomía.

Han pasado ocho años desde la última confrontación armada entre el gobierno mexicano y el EZLN, pero la paz que parece prosperar en la zona autónoma zapatista, es inquieta. Escaramuzas por la tierra tomada en la rebelión de 1994, entre zapatistas y otros campesinos indios maya (los rebeldes los caracterizan como «paramilitares») son endémicas y miles de soldados siguen ocupando extensas bases en puntos estratégicos en la geografía del EZLN.

Un estudio que acaba de aparecer en el Centro de Análisis Político e Investigaciones Sociales y Económicas A.C. (CAPISE), «Cara de Guerra,» indica que la naturaleza de la ocupación ha cambiado en los últimos años con el estacionamiento de brigadas de elite en la zona de conflicto, que dependen directamente de Ciudad de México en lugar de comandos regionales. Al unirse México a la Guerra contra el Terror dirigida por EE.UU., la zona fronteriza con Guatemala en la que se encuentran numerosas municipalidades autónomas zapatistas, atrae una atención acentuada de las fuerzas de seguridad.

A pesar de la «Santa Paz» que el «Mal Gobierno» afirma que reina en Chiapas, el EZLN sigue siendo una organización armada. Ciertamente, de sus dos armas: «El Fuego» y «La Palabra» – la que predomina ahora es la última. Pero el fuego no ha sido olvidado. «Nunca renunciaremos a nuestras armas o nos sacaremos nuestros pasamontañas hasta que nuestras demandas de justicia sean satisfechas» prometió el comandante David a un auditorio abarrotado para clausurar el segmento de Intergaláctica II en Oventik, mientras la lluvia caía a raudales desde el abundante cielo del sur.

Nota: Intergaláctica II fue sólo uno de varios eventos internacional por venir que serán programados por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y La Otra Campaña en 2007. Pueblos indígenas de todas las Américas se reunirán en octubre próximo en Vicam Sonora en el corazón del territorio de los indios yaquis, y se planifica una reunión internacional de mujeres para diciembre próximo en Chiapas.

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John Ross está en Ciudad de México preparando una nueva novela. Si tiene más información contacte: [email protected]

http://www.counterpunch.org/ross07302007.html