Los “Malditos Bastardos” en Myanmar lo han vuelto a hacer.
El anuncio reciente de la junta militar de que está aplicando la ley de reclutamiento nacional, en suspenso desde hace mucho tiempo, expulsará a numerosas familias y jóvenes del país.
Será la segunda oleada de huidas de Myanmar desde el golpe de estado de 2021.
Ese año, tras la toma del poder por los militares en febrero, muchas figuras políticas, activistas, personas funcionarias, militares y civiles huyeron, algunas para escapar de la persecución, otras para alzarse en armas contra el régimen. Muchas de estas personas han viajado a países vecinos, principalmente a Tailandia, mientras que otras viven en la frontera, en los estados étnicos, desde donde libran una resistencia armada.
Esta vez, parece seguro que mucha juventud se propone abandonar el país para buscar una mejor vida en el extranjero. La mayoría no tiene intención de regresar pronto.
La junta anunció que la ley de servicio militar obligatorio se aplicaría a los hombres de entre 18 y 35 años y a las mujeres de entre 18 y 27, obligándoles a servir hasta dos años. Sin embargo, en periodos en los que se haya declarado el estado de emergencia, como ocurre actualmente, tendrán que servir hasta cinco años. Y los militares no pierden el tiempo: el reclutamiento comenzará el mes que viene, con la llamada inicial a filas de 5.000 personas. La junta militar también apunta en específico a las personas «técnicas», lo que incluye profesionales de la sanidad, la ingeniería y la informática, a los que puede exigir que sirvan más de dos años. Para escapar este destino sombrío, muchas personas jóvenes cualificadas están abandonando Myanmar.
Las empresas y propietarios de fábricas y hoteles se encuentran, de repente, con que sus trabajadores jóvenes están o bien desconcertados, o reflexionando sobre su próximo movimiento, o ya haciendo las maletas.
Desde el golpe de estado, como era de esperar, Tailandia se ha convertido en uno de los destinos favoritos de la ciudadanía de Myanmar. Esto es algo que el primer ministro tailandés, Srettha Thavisin, señaló recientemente ante el aumento importante del número de personas de Myanmar que solicitan visados para entrar en Tailandia.
«Las personas son bienvenidas si entran en el país legalmente. Pero si se cuelan ilegalmente en el país, se emprenderán acciones legales contra ellas. Ya he hablado del asunto con los organismos de seguridad», afirma el primer ministro. Pero tengan o no documentos, personas de Myanmar ya se dirigen a Tailandia. Es de imaginar que traficantes de personas y sus socios en la frontera estarán más ocupados que nunca.
En los estados étnicos, sobre todo en el estado Shan, fronterizo con Tailandia, los grupos armados de las minorías étnicas han acelerado el reclutamiento de jóvenes soldados ante el temor de que el conflicto se extienda, lo que supone un factor más que empuja a muchas familias del estado Shan hacia la frontera o hacia Tailandia. Como resultado, la ciudad de Chiang Mai, en Tailandia, se ha convertido en la “segunda capital del estado Shan” después de Taunggyi.
La ley de reclutamiento de la junta birmana entró en vigor justo cuando Tailandia se preparaba para establecer un corredor humanitario a lo largo de la frontera. El ministro tailandés de Asuntos Exteriores, Parnpree Bahiddha-Nukara, visitó la ciudad fronteriza de Mae Sot y posteriormente voló a Washington para entrevistarse con el secretario de Estado estadounidense, Anthony Blinken, que dio su visto bueno al plan. Cabe señalar que el nuevo gobierno tailandés está tratando de forjar una política hacia Myanmar diferente de la adoptada por el anterior gobierno, dirigido por el primer ministro Prayut Chan-o-cha, a quien se consideraba cercano al régimen militar birmano.
Una consecuencia interesante de todo este caos es que Tailandia se ha convertido en el hogar de muchas familias ricas y de clase media de Myanmar, hasta el punto de que su presencia se deja sentir en el mercado inmobiliario local. Desde el golpe, habitantes de Myanmar han comprado apartamentos y otras propiedades en Tailandia, además de abrir negocios, restaurantes y centros de servicios en Bangkok, extendiéndose a Chiang Mai y Phuket.
La semana pasada, un titular del Bangkok Post decía:»Los compradores de Myanmar miran más allá de Bangkok».
Karlo Pobre, director general adjunto de la consultora inmobiliaria Colliers Thailand, declaró: «Desde los disturbios políticos actuales, compradores de Myanmar han estado más activos cada año «, y añadió que el interés por las propiedades tailandesas entre los compradores de Myanmar estaba pasando de fines de inversión a fines recreativos.
La propiedad inmobiliaria no es el único atractivo para la población acaudalada de Myanmar en Tailandia. Al menos en los últimos 20 años, Bangkok ha sido un destino popular para la ciudadanía de Myanmar que busca tratamiento médico. Por ejemplo, el hospital Bumrungrad de Bangkok tiene una planta de Myanmar con traductores. En Chiang Mai, todos los hospitales privados cuentan con traductores, muy ocupados, de las lenguas birmana y shan.
Pobre dijo que la primera oleada de compradores de Myanmar adquirió propiedades tailandesas solo en Bangkok, principalmente como refugio seguro para su propio uso, la educación de sus hijos y como base para la atención sanitaria.
Los precios oscilan entre 20 y 70 millones de bahts (entre 555.000 y 1,94 millones de dólares) en zonas céntricas como Thong Lor, Asoke, Phrom Phong, Nana y Ploenchit, debido a su proximidad a hospitales y centros comerciales. Lógicamente, el hijo y la hija del asesino en jefe de Myanmar, Min Aung Hlaing, se encuentran entre los que han comprado un apartamento de lujo en una zona privilegiada de Bangkok.
Además, habitantes de clase media de Myanmar han comprado condominios y apartamentos en Bangkok y Chiang Mai y los han alquilado luego a otras personas. Muchos padres ancianos y jubilados adinerados viven ahora en Tailandia por la disponibilidad de servicios médicos y actividades de ocio y, por supuesto, para encontrar algo de paz. Parece que, cuando se trata de emigrantes de élite, Tailandia no tiene ningún problema en su acogida.
De hecho, en Bangkok, Hua Hin, Phuket y Chiang Mai, las escuelas privadas están experimentando un aumento en el número de matrículas para jóvenes estudiantes de Myanmar.
Los programas de becas de las universidades públicas tailandesas están repletos de juventud de Myanmar, hasta el punto de que hace poco tuvieron que dejar de aceptar formularios de solicitud en línea porque estaban desbordados.
No todas las personas que entran en Tailandia desde Myanmar echan raíces: siempre ha sido un punto de tránsito para que la ciudadanía de Myanmar emigre o se traslade a Malasia, Singapur, Corea del Sur, Japón y países occidentales. Esta tendencia continuará a medida que se buscan pastos más verdes.
Es difícil saber exactamente cuántas personas trabajadoras migrantes viven y trabajan en Tailandia. Hay 2,1 millones de personas trabajadoras migrantes registradas en el Ministerio de Trabajo tailandés, pero se especula con que la cifra real podría ascender a entre 3 y 5 millones.
En consonancia con la reputación de Tailandia como «la tierra de las sonrisas», algunas personalidades políticas tailandesas, grupos de la sociedad civil y miembros del parlamento han pedido al gobierno que proporcione empleo y educación a la juventud que huye del reclutamiento en Myanmar.
Militares y personal de seguridad de Tailandia ven esta situación con alarma y la perciben como una amenaza para la seguridad nacional. Sin embargo, el sector empresarial tailandés lo ve de otro modo. Hay oportunidades económicas y empresariales en esta crisis, ya que la clase rica y media de Myanmar tiene poder adquisitivo, incluyendo las personas migrantes de la etnia Shan que viven en el norte de Tailandia, y las personas trabajadoras migrantes sin duda suplen la escasez de mano de obra en Tailandia.
¿Qué ocurre con la ciudadanía pobre de Myanmar, las personas refugiadas y trabajadoras migrantes? En la frontera, Tailandia debería trabajar con actores locales y de las minorías étnicas de Myanmar para crear un entorno propicio en el que la población del país pueda encontrar puestos de trabajo, actividades económicas, formación profesional y educación, así como las disposiciones de salud pública que necesitan para prosperar. No debería haber campos de personas refugiadas.
En última instancia, la ley de reclutamiento del régimen militar será la gran pérdida de Myanmar. Los Malditos Bastardos o, llamémosles por su nombre, los psicópatas líderes de la junta militar en Naypyitaw, deben darse cuenta de que Myanmar ya ha soportado décadas de fuga de cerebros, agotamiento de la mano de obra y pérdida de oportunidades. Mientras los militares estén en el poder, esto nunca se detendrá.
Por el momento, el mensaje de padres y madres de Myanmar para sus hijos e hijas es simple, aunque triste:»¡No volváis!»
Fuente original en inglés: https://www.irrawaddy.com/opinion/commentary/myanmars-youth-flee-and-they-arent-looking-back.html