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Terrorismo y manipulación mediática

La masacre de Beslan

Fuentes: Rebelión

El primer choque repulsivo causado por la masacre de Beslan es la brutalidad y torpeza de las tropas rusas. Debiéramos estar acostumbrados. El rescate del teatro de Moscú, el famoso incidente del Nord-Ost en 2002, costó 130 vidas de los setecientos rehenes, más los 41 del comando raptor. El rescate del hospital de Budyonnovsk, en […]

El primer choque repulsivo causado por la masacre de Beslan es la brutalidad y torpeza de las tropas rusas. Debiéramos estar acostumbrados. El rescate del teatro de Moscú, el famoso incidente del Nord-Ost en 2002, costó 130 vidas de los setecientos rehenes, más los 41 del comando raptor. El rescate del hospital de Budyonnovsk, en 1995, costó otro centenar. Ahora han sobrepasado sus propias marcas: casi 500 muertos, la mitad de ellos, niños.

La opinión mundial observa consternada la enorme torpeza represiva: un coronel Putin testarudo que rehúsa dialogar; una autoridad confusa que desorienta a los ciudadanos con informes contradictorios y embusteros; unas tropas sanguinarias que se comportan bestialmente; una evidente manipulación mediática para infundir odio a la causa chechenia.

Las autoridades primero afirmaron que los raptados eran de 200 a 400, luego se supo que eran 1,200. Se dijo que las bajas no excedían de 200, luego se supo que casi llegaban a 500 y posiblemente excedan esa cifra cuando vayan falleciendo algunos de los heridos más graves. El inicio del encuentro sigue envuelto en el secreto más absoluto. Los poderes del estado afirman que todo comenzó al estallar accidentalmente una de las bombas plantadas por los secuestradores. ¿Cómo sabremos si ello es cierto? ¿No es posible que, dada su tradicional ferocidad, el coronel Putin haya dado la orden de ataque preocupado más por mantener el principio de autoridad que por las vidas amenazadas?

En ningún periódico o estación de televisión se ha mencionado que las tropas rusas han asesinado a 42 mil niños chechenios. Casi nadie ha sugerido que la guerra en Chechenia se origina por el petróleo del Cáucaso y el control de los oleductos de la región. Todos ponen énfasis en la crueldad de los chechenios en el tratamiento de los niños rusos. Desde luego, los niños iraquíes que Bush ha asesinado en Nayaf no cuentan. Ningún periódico menciona las continuas masacres de civiles indefensos en las ciudades de Irak en la atroz campaña de colonización por el petróleo que llevan a cabo las tropas estadounidenses. Nadie recuerda a los niños afganos que perecieron por la acometida de los marines, esos están fuera de la atención mediática. Hasta ahora la guerra en Chechenia ha arrojado un cruento saldo de 40 mil muertos y 300 mil refugiados.

Tampoco se ha hablado de la deportación de 850 mil chechenios a Siberia, realizada por Stalin como represalia por su colaboración con la ocupación alemana, ni se alude al medio millón que murió en las duras condiciones de ese exilio. Nadie recuerda el siglo y medio de guerras independentistas de los chechenios que duran desde el tiempo de los zares.

Dicho esto debemos analizar la situación interna de Rusia. La popularidad del coronel Putin está bajando espectacularmente y la masacre de Beslan la ha hecho descender aún más. Putin está gobernando con una camarilla policiaca de ex miembros de la KGB que se encuentran infiltrados en todos los niveles de la administración pública, incluso en el aparato económico. Similar a la oprichnina de Iván el Terrible, estos pretorianos de nuevo cuño son conocidos como los siloviki. Algunos se preguntan si estos desmanes de gendarmería desbocada se deben a las órdenes de Putin o si más bien Putin obedece a la presión ruda de sus violentos siloviki. ¿Quién manda a quién?

El gobierno de Bush que aparenta estar tan preocupado por los derechos humanos le imparte su beneplácito a la carnicería. Otra aprobación benevolente al tosco degolladero proviene de la Unión Europea que también se muestra preocupada por las elecciones en Cuba y Venezuela, pero expresa su asentimiento con aplausos a los atropellos cometidos por las tropas rusas contra los chechenios.

Dicho esto, hay que censurar el acto cometido por los chechenios elevando a indefensos niños rusos a la categoría beligerante. El terrorismo es censurable, cualquiera que sea el pretexto que lo promueve. Ninguna causa tiene el derecho de escudarse en la inocencia para alcanzar sus fines, por muy justos que estos puedan ser. El tratamiento inhumano dado a los rehenes por sus raptores tampoco tiene justificación. Esta acción de Beslan poco hará para suscitar apoyo y afinidad con la causa de Chechenia, por el contrario hará retroceder el sostén de opinión pública. La masacre de Beslan quedará como una mancha infamante para quienes la perpetraron y aún más para quienes actuaron como supuestos redentores

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