Recomiendo:
0

Clinton, Kerry y Kosovo

La mentira de una «guerra buena»

Fuentes: CounterPunch,

Traducido para Rebelión por Germán Leyens

Para los políticos de EE.UU., si todas las guerras son buenas, hay algunas que son mejores que otras. Los demócratas prefieren las guerras de Clinton, y los republicanos prefieren las guerras de Bush. Pero, a fin de cuentas, están casi unánimemente de acuerdo para apoyar todas las guerras. Las diferencias se limitan a la selección de las razones oficiales.

Para sugerir una sutil crítica a la guerra republicana contra Irak, mientras aclaran que de ninguna manera se oponen a la guerra en sí, se puede esperar que los colaboradores de la campaña electoral demócrata de 2004 glorifiquen la guerra de Kosovo. La prominencia del general Wesley Clark en el campo demócrata lo evidencia.

Will Marshall, del Instituto de Política Progresista, autor de «Democratic Realism: the Third Way», asesor de política exterior de John Kerry, subraya la naturaleza ejemplar de «la intervención ‘dirigida por EE.UU.’ en Kosovo» de 1999. Fue «una política basada conscientemente en una mezcla de valores morales e intereses de seguridad, con los objetivos paralelos de detener una tragedia humanitaria y asegurar la credibilidad de la OTAN como una fuerza efectiva para la estabilidad regional».

La razón «humanitaria» suena mejor que las «armas de destrucción masiva» o los «vínculos con al Qaeda», que nunca existieron. Pero, el «genocidio» del que la OTAN supuestamente salvó a los albaneses de Kosovo, tampoco existió.

Sin embargo, mientras el engaño de la ADMs ha sido revelado, la mentira en la que se basó la guerra de Kosovo sigue siendo ampliamente creída. Distrae efectivamente de la existencia misma de lo que Marshall llama «el objetivo paralelo» de fortalecer la OTAN. Además del catastrófico daño infligido al país atacado, la mentira de Kosovo ha causado un daño aún más irreparable a las relaciones entre los habitantes serbios y albaneses de Kosovo.

La situación en esa pequeña provincia de la multi-étnica Serbia fue el resultado de una prolongada y compleja historia de conflicto, frecuentemente avivado y explotado por poderes extranjeros, sobre todo mediante el apoyo al nacionalismo albanés por parte de los poderes del Eje en la II Guerra Mundial. Cada comunidad acusó a la otra de complotar para realizar una «limpieza étnica» e incluso «genocidio». Pero hubo gente razonable a ambos lados que trabajaba para llegar a una solución de compromiso. El papel constructivo de los no-participantes debería haber sido calmar las tendencias paranoicas de ambos lados y apoyar iniciativas constructivas. Por cierto, el problema de Kosovo podría haber sido fácilmente controlado, y eventualmente solucionado, si las Grandes Potencias así lo hubieran deseado. Pero, como en el pasado, las Grandes Potencias explotaron y agravaron los conflictos étnicos para favorecer sus propias intenciones. Ignorando por entero la compleja historia de la región, políticos y medios domesticados repitieron y amplificaron la propaganda nacionalista albanesa más extrema. Esto le dio a la OTAN su pretexto para demostrar «credibilidad». En efecto, las Grandes Potencias han dicho a los albaneses que todas sus peores acusaciones contra los serbios eran verdaderas. Hasta los albaneses saben que los que conocen la realidad (como Veton Surroi) son intimidados y silenciados por los nacionalistas racistas respaldados por Estados Unidos.

El resultado es desastroso. Reforzados por su estatus oficial como únicas víctimas de la iniquidad serbia, los albaneses de Kosovo – y especialmente los jóvenes, criados en un decenio de mitos nacionalistas – pueden dar rienda suelta a su odio acumulado contra los serbios. Nacionalistas albaneses armados procedieron a expulsar a las poblaciones serbias y gitanas de la provincia. Los que se quedaron no se atreven a salir de sus guetos. Los albaneses que están dispuestos a vivir con los serbios corren riesgo de ser asesinados. Desde de que la fuerza dirigida por la OTAN (KFOR) entró en Kosovo en junio de 1999, la persecución de serbios y romaníes ha sido regularmente descrita como «venganza» – que en la tradición albanesa es considerada como la cima de la conducta virtuosa. Describir el asesinato de mujeres ancianas en sus hogares, o de niños que juegan, como actos de «venganza» equivale a disculpar o incluso aprobar la violencia.

El 17 de marzo pasado, después de la falsa acusación de que serbios fueron responsables de que tres niños albanos se hayan ahogado accidentalmente, turbas organizadas de albaneses, incluyendo a numerosos adolescentes, recorrieron Kosovo destruyendo 35 iglesias y monasterios cristianos ortodoxos serbios, entre ellos verdaderas joyas artísticas del siglo XIV. Más de cien iglesias han sido ya atacadas con fuego y explosivos en los últimos cinco años. El objetivo es, evidentemente, borrar todo vestigio histórico de siglos de presencia serbia, para reforzar la reivindicación de un Kosovo albanés étnicamente puro.

La auto-satisfacción de la «comunidad internacional» fue gravemente afectada por la violencia de marzo. Las unidades del KFOR que de vez en cuando trataron de proteger los emplazamientos serbios, se vieron involucradas en choques armados con turbas albanesas. Después de los ataques, el político finlandés Harri Holkeri renunció dos meses antes de la expiración de su mandato renovable de un año como jefe de la Misión de la ONU en Kosovo (UNMIK) que supuestamente debe administrar la provincia. Fue el cuarto en retirarse del puesto lo más rápido posible. Aparentemente al borde de un ataque de nervios, Holkeri se quejó en una conferencia de prensa de que UNMIK no tiene sus propios servicios de inteligencia, y que no había recibido ninguna información previa sobre los pogromos de marzo. En breve, la masa de administradores internacionales, de las fuerzas de ocupación militar y de agencias no-gubernamentales no tiene la menor idea de lo que sucede en la provincia que dirigen en teoría. Mientras subrayaba su conciencia de que el único papel que le queda a UNMIK es el de chivo expiatorio, Holkeri advirtió de «días difíciles en el futuro». Es una predicción segura.

Futuros problemas

El 11 de junio el ex jefe de la Ejército de Liberación de Kosovo, Hashim Thaci, protegido de Madeleine Albright y de su encargado de prensa James Rubin, denunció al UNMIK como un «fracaso total» y anunció que, si gana las próximas elecciones de Kosovo en octubre, realizará su «visión de Kosovo como estado independiente y soberano».

Las circunstancias sugieren que no sólo Thaci, sino muchos nuevos elegidos en Kosovo podrían hacer lo mismo. La proclamación de la independencia de Kosovo en vísperas de la elección presidencial de EE.UU. podría ser una astuta decisión oportunista. Con la explosión de Irak, los dirigentes estadounidenses necesitan mantener el mito del «éxito» en Kosovo. Un conflicto abierto con los albaneses sería políticamente desastroso.

Al mismo tiempo, muchos europeos vieron los pogromos anti-serbios en marzo como evidencia de que Kosovo aún tiene un largo camino por delante para alcanzar los «estándares» de los derechos humanos democráticos y de la armonía étnica que UNMIK debe lograr por mandato antes de que se tome alguna decisión sobre el estatus de la provincia.

Existen serias razones para no ceder ante la exigencia albanesa de un «Kosovo independiente y soberano»:

1. Legalidad

Ante todo, existe el problema menor de la legalidad: menor por cuanto los poderes de la OTAN lo han ignorado desde el comienzo. La guerra misma careció totalmente de toda base legítima en el derecho internacional. Terminó oficialmente en junio de 1999 con un acuerdo de paz incorporado en la Resolución 1244 del Consejo de Seguridad de la ONU, que, entre otras cosas, obligaba a las potencias ocupantes a:

-«asegurar condiciones para una vida pacífica y normal para todos los habitantes de Kosovo» – lo que lógicamente debería significar «todos», y no sólo los albaneses;

-«asegurar el seguro y libre retorno de todos los refugiados y personas desplazadas»; con lo que los negociadores de EE.UU. probablemente querían decir los albanos que habían huido durante los bombardeos, pero ya que volvieron rápidamente por cuenta propia, sin dificultad, esta estipulación se refiere en realidad a serbios, romaníes y otros no-albaneses obligados a huir;

-establecer un marco político interino «tomando plenamente en cuenta […] los principios de soberanía e integridad de la República Federal de Yugoslavia» – lo que equivale a reconocer que Kosovo sigue formando parte de un ente político mayor compuesto de Serbia y Montenegro;

-permitir el retorno de un número acordado de personal yugoslavo y serbio, incluyendo a la policía de control de fronteras y a agentes de aduana;

-realizar el mantenimiento del derecho civil y del orden y la protección de los derechos humanos.

En realidad, una vez que Estados Unidos se abrió violentamente camino, la Resolución 1244 pasó a valer menos que el papel en el que fue escrita. Estados Unidos tenía otras prioridades:

-Primero, en un tiempo récord, el Pentágono construyó una inmensa base militar: «Camp Bondsteel», sobre 400 hectáreas de tierras laborales ilegalmente expropiadas, ubicada estratégicamente cerca de las rutas de tránsito trans-balcánicas, en los accesos al transporte de petróleo del Medio Oriente y el Mar Caspio.

-La otra prioridad obvia de EE.UU. fue preservar la clandestina alianza de tiempos de guerra con el «Ejército de Liberación de Kosovo», no sólo contra los serbios, sino también, implícitamente contra cualquiera de los aliados europeos que pudiera tratar de tener influencia en Kosovo después de la conquista. Después de una parodia de «desarme» que eliminó unas pocas armas ligeras obsoletas, el ELK fue rebautizado como «Fuerza de Protección de Kosovo» y puesto en la nómina de la ONU. Algunos de sus oficiales procedieron a montar acciones armadas para extender la «gran Albania» a la vecina Macedonia y a partes de Serbia del sur, cercanas a Kosovo. Estas operaciones fueron lanzadas desde el sector de EE.UU., cerca de Camp Bondsteel.

-En cuanto a la organización interna del propio Kosovo, la prioridad de EE.UU. es, como siempre, la privatización de la economía. La privatización comienza en la práctica con el desmantelamiento de todo servicio gubernamental que haya existido, basándose en la teoría de que la iniciativa florecerá sin interferencia del gobierno,

En un sentido muy especial, ha sucedido precisamente esto. Kosovo, que ya es un área de tránsito para la mayor parte de la heroína contrabandeada de Turquía a Europa Occidental, se ha convertido rápidamente en el centro de un nuevo comercio en esclavas del comercio sexual. La mafia albanesa es hasta ahora la mayor empresa en estos comercios. Los «internacionales» que han llegado a «civilizar» la provincia, aseguran un floreciente mercado local de prostitutas. Si jamás vuelve a casa, la mafia albanesa puede contar con las redes que ha desarrollado en toda Europa Occidental para que el negocio siga floreciendo.

2. La economía

En Yugoslavia socialista, Kosovo era, de lejos, el área más pobre del país, con la mayor tasa de desempleo crónico. Sigue siéndolo. Pero se ha beneficiado de la inyección de la mayor cantidad de fondos de desarrollo de todo el resto del país. Aunque el sentimiento de que su pobreza resultó de la explotación contribuyó al crecimiento del nacionalismo albanés en Kosovo, el hecho es que Kosovo siempre fue fuertemente subvencionado por el resto de Yugoslavia y, como resultado, estaba considerablemente más desarrollado que la vecina Albania.

Desde la ocupación de la OTAN, Kosovo vive de otras fuentes de ingreso, sobre todo de los florecientes comercios de drogas y sexo. La «comunidad internacional» ha contribuido un mosaico de servicios sociales (desde la policía de UNMIK a los consejeros de las ONGs) que proveen un reemplazo temporal para las expulsadas delegaciones locales del gobierno serbio. Camp Bondsteel asegura la mayor cantidad de puestos de trabajo legítimos para albaneses y puede continuar haciéndolo incluso después de que los requerimientos de chóferes e intérpretes terminen cuando las ONGs partan. Se puede contar con Arabia Saudí para financiar la construcción de mezquitas. Pero con un ingreso per capita de unos 30 dólares por mes, es difícil ver de dónde un «Kosovo independiente» sacaría la base tributaria para financiar un gobierno, en especial porque una parte tan importante de los ingresos reales es ilícita, fuera del alcance de los inspectores de impuestos.

Kosovo es sólo un caso extremo de «transición» del socialismo al libre mercado, tal como ha sido impuesto en Europa Oriental por la «comunidad internacional». En Kosovo el Estado y sus servicios fueron eliminados por la fuerza militar de la OTAN, mientras que en otros sitios el proceso de demolición ha sido más gradual y menos dramático: resultado de presiones del FMI, del Banco Mundial y de la Unión Europea. La masa de jóvenes desocupados tiene pocas perspectivas de llegar a ganarse la vida de otra manera que en el negocio del crimen. Es difícil ver lo que puede impedir que «Kosovo independiente» se convierta en un centro incontrolable del crimen.

A fines de la II Guerra Mundial, para derrotar a los fascistas y combatir a los comunistas, los servicios de inteligencia de EE.UU. llevaron cínicamente a la mafia de vuelta a Sicilia. El paralelo con Kosovo no va más lejos. Pero, a diferencia de Kosovo, Sicilia es una isla esencialmente rica, con una economía diversificada y numerosos centros urbanos sofisticados de siglos de antigüedad, en los que grandes sectores de una población altamente educada ha resistido valerosamente a la corrupción y a la violencia de la mafia. Este aspecto de la sociedad siciliana es insuficientemente apreciado en el exterior, donde es más «romántico» glorificar a los gángsteres. En comparación, la sociedad albanesa de Kosovo simplemente no posee semejantes recursos materiales o culturales para resistir el poder de las nuevas mafias que, al mismo tiempo que se basan en ciertas tradiciones de clanes, son sobre todo un producto del globalismo neoliberal.

3. Derechos humanos.

La protección de los «derechos humanos» fue el pretexto para la guerra de 1999. Desde el punto de vista de las relaciones humanas de todos los días, la situación es mucho peor que antes. Esto no es reconocido ampliamente por dos motivos. Uno, que ya que ahora la «comunidad internacional» está a cargo, en lugar de Milosevic, el interés de los medios por Kosovo se ha prácticamente evaporado. Segundo: las víctimas de la persecución y del acoso, los niños cuyos buses escolares son apedreados, los ancianos que son golpeados y cuyas casas son incendiadas, los campesinos que no se atreven a salir a cultivar sus campos, los cientos de miles de refugiados de la «limpieza étnica» son serbios. O a veces gitanos. Los medios occidentales identificaron temprano a «los serbios» como enemigos de la «sociedad multi-étnica» y como perpetradores de «limpieza étnica». El curioso resultado parece ser que se entiende la ausencia de serbios como la mejor garantía de una sociedad multi-étnica. Esto, en todo caso, es la lógica de la actitud adoptada por la comunidad internacional respecto a la región del valle Ibar de Kosovo, al norte de Mitrovica.

El área, que forma una especie de punta que llega a Serbia central, es la mayor parte restante de Kosovo en la que los serbios retienen una mayoría tradicional suficiente para defenderse de la intimidación albanesa. Cuando, como sucede tiempo en tiempo, militantes albaneses de la región étnicamente depurada al sur de Ibar tratan de cruzar el río, son detenidos por guardias serbios. En esta situación, portavoces de la «comunidad internacional casi invariablemente toman la línea de que extremistas serbios bloquean el camino a un Kosovo «multi-étnico». Pasan deliberadamente por alto el hecho de que, mientras un cierto número de albaneses sigue viviendo en el norte de Mitrovica controlada por serbios, todos los serbios y romaníes han sido expulsados de Mitrovica sur, y que si se diera libre acceso al norte a los activistas albaneses, el resultado probable sería más limpieza étnica de lo que queda de población serbia.

Para algunos en la «comunidad internacional», ésa sería la solución ideal. Una vez que todos los no-albaneses hayan sido expulsados, los humanitarios profesionales podrán declarar que Kosovo es «multi-étnico» y probablemente no quedará nadie en el lugar para disputar esa triunfante afirmación.

La preocupación preponderante de Occidente es ahora salirse del lío de Kosovo de una manera que permita que continúe celebrando la guerra de Kosovo como un gran éxito humanitario. Después de abandonar a los Balcanes al caos, los guerreros de los derechos humanos podrán continuar su camino hacia nuevas victorias. Lo único que podrá detenerlos es un tardío reconocimiento de la verdad.

—————–

Diane Johnstone es autora de «Fools’ Crusade: Yugoslavia, Nato, and Western Delusions» publicado por Monthly Review Press.