Si la o bamanía, y la campaña «por el cambio» en EEUU se convirtió en un modelo que muchos políticos aprovecharon estos meses por todo el mundo, la cosa no podía ser diferente en las recientes elecciones japonesas. La mayoría de análisis inciden en la «hora del cambio» que ha llegado a Japón tras el […]
Si la o bamanía, y la campaña «por el cambio» en EEUU se convirtió en un modelo que muchos políticos aprovecharon estos meses por todo el mundo, la cosa no podía ser diferente en las recientes elecciones japonesas. La mayoría de análisis inciden en la «hora del cambio» que ha llegado a Japón tras el abrumador triunfo del Partido Democrático de Japón (PDJ), que h apuesto fin a cincuenta y cinco años de gobiernos del Partido Liberal Demócrata (PLD).
Tras el recuento, hemos visto cómo no se han producido sorpresas, y los resultados finales han confirmado lo que la mayoría de medios de comunicación locales venían anticipando en la campaña electoral.
Tras las elecciones, la fotografía política del nuevo parlamento japonés nos deja la mayoría del PDJ, que ya ha anunciado su disposición a mantener acuerdos para formar un gobierno con otras dos fuerzas políticas, el Partido Social Demócrata (PSD) y el Kokumin Shinto (Partido Nuevo del Pueblo), a pesar de que éste último ha visto reducida su presencia parlamentaria y algunos de sus máximos dirigentes no han logrado escaño.
En el otro lado de la balanza encontramos a los grandes derrotados, la fórmula del gobierno saliente ha castigado duramente a sus protagonistas. El PLD está roto, y necesitará tiempo e importantes cambios internos para poder recuperarse. Su aliado hasta la fecha, el partido Nuevo Komeito, también ha sufrido un importante varapalo, perdiendo un tercio de sus escaños, y colocándole en una difícil tesitura de cara ala futuro.
Entre ambos grupos, podemos encontrar a otras formaciones políticas que también han logrado representación. Así, el Partido Comunista de Japón (PCJ), ha logrado mantener su representación, y se sitúa como la cuarta fuerza del parlamento nipón, por detrás de él un abanico de partidos pequeños o regionales, donde destaca el Minna no Tō (Tu Partido), que formado hace unos meses a raíz de una escisión del PLD, ha logrado cinco escaños, y muchos apuntan a que mantiene grandes similitudes con el PDJ.
En Japón estamos asistiendo a un cambio de políticos en el gobierno , pero la percepción de la mayoría de la población es que el sistema político que ha dominado el país desde hace décadas, permanecerá sin cambios. El lema adoptado por el vencedor, el PDJ, Seiken kotai (cambio de régimen), se quedará Copn casi toda probabilidad en un cambio del partido político en el gobierno, pero sin variar los ejes centrales que han marcado la forma de gobernar en Japón estos años.
La base triangular del sistema, la élite política, los burócratas y los grandes empresarios, pondrán las cosas muy difíciles ante cualquier intento serio para acabar con el status quo actual. En este sentido es muy interesante repasar las aportaciones financieras que el propio PDJ ha venido recibiendo de los grandes grupos y corporaciones empresariales de Japón, lo que ha permitido en el pasado a esos círculos financieros controlar la política, desmantelar los avances en legislación laboral o recortar los servicios públicos.
Las políticas gubernamentales en Japón han estado dominadas por esos estrechos lazos entre los protagonistas mencionados. Como ejemplo valga observar las demandas de algunas empresas en 1997 para «que el gobierno reduzca los impuestos a las corporaciones», a las que el gobierno dio salida, bajando las mismas cerca de un ocho por ciento ese mismo años. O en 2002, cuando Toyota logró mayores rebajas fiscales por «sus esfuerzos en investigación y desarrollo». Si hasta la fecha el PLD ha recibido la mayor parte de donaciones empresariales, el PDJ tampoco se ha quedado atrás, y si a todo ello añadimos la compleja red empresarial y política en torno a la familia del próximo primer ministro, Yukio Hatoyama (a la que los medios locales definen como los Kennedy de Japón), no se antoja difícil predecir en qué quedará el cambio en la política del país.
Una de las grandes incógnitas es cómo va a llevar a cabo el PDJ todas sus propuestas programáticas . Antes de nada conviene remarcar que ya durante la misma campaña electoral, el manifiesto del mismo estaba sumido en grandes vaguedades, probablemente en aras de lograr un consenso dentro del propio partido y sobre todo en clave pragmática (algunos ven en esta orientación la influencia de los antiguos militantes del otrora poderoso Partido Socialista de Japón).
RL PDJ es una suma de diferentes ideologías e intereses, donde deben convivir desde los grupos más conservadores que apuestan por revisar la política nuclear nipona (los llamados principios no nucleares, que marcan que Japón no puede construir, no puede poseer ni permitir presencia de armas nucleares en su territorio), hasta el sector más «progresista», opuesto a cualquier modificación del artículo 9 de la constitución.
Las facciones también son una constante dentro de este partido. El grupo centrado en políticas económicas, ligado a sectores empresariales; los antiguos miembros del PLD también formas su facción; los militantes del difunto PSJ, con influencia de los sindicatos del sector público; los que proceden del PSD, apoyados por sindicatos del sector privado; así como nuevos militantes, de una generación más joven y sin antecedentes en la política.
Una d e las figuras clave del triunfo del PDJ es Ichiro Ozawa . Este camaleón político parece que ha logrado uno de sus objetivos, acabar con el gobierno del PLD, y ahora podría estar afrontando su nuevo reto, convertir a Japón en un sistema bipartidista, basado en distritos unipersonales. Ozawa ha logrado reformar el partido, con cerca de la mitad de candidatos en los distritos nuevos en política (formados y financiados por el propio Ozawa) y con tan sólo el 10,4% de los diputados «heredando escaño» (por un 46,5% del PLD), y probablemente haya logrado que su peso dentro del PDJ haya aumentado, con una facción más poderosa que puede condicionar al futuro gobierno.
Durante estos años, en Japón cuando la situación económica era boyante, los sueldos de los trabajadores no aumentaban, no se beneficiaban de la llamada «expansión económica». Ahora la situación ha empeorado, el trabajo eventual ocupa a una tercera parte de los trabajadores, y mantener el puesto fijo se ha convertido en una difícil tarea. La pobreza ya es un asunto muy real en Japón.
Las cifras de desempleo son las más altas de la historia reciente, afectando sobre todo a los sectores más jóvenes, mientras que los mayores asisten preocupados a la fragilidad y dificultad del sistema público de pensiones. La población nipona ha asistido al recorte de los servicios médicos y sociales, a la disminución del presupuesto para asistencia, y cómo la reforma de pensiones se ha convertido en todo un fiasco.
Si en base a ello no es de extrañar que la economía haya centrado la campaña electoral, no podemos olvidarnos de otros temas que el PDJ ha preferido no profundizar y que en los próximos meses pueden ser claves. Ambos están relacionados con la política exterior nipona y tiene a EEUU como protagonista. Son muchas las voces que llevan tiempo rechazando un Acuerdo de Libre Comercio con Washington, pues tendría funestas consecuencias para la agricultura de Japón, sobre todo para el sector arrocero. Y por otro lado está el rechazo que genera también el llamado «pacto secreto» que permite a los barcos estadounidenses estar en territorio nipón con armas nucleares, violando la legislación local, pero con el beneplácito de la clase política.
Dos fechas se presentan como importantes en el escenario político del país, a finales de año, cuando se cumplan los cien primeros días del nuevo gobierno y éste tenga que materializar su paquete de medidas económicas y el próximo verano, con las elecciones a la Cámara Alta. Mientras tanto, podemos afirmar que estas elecciones más que un sí al PDJ han sido un no al PLD.
TXENTE REKONDO.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)