Ahora resulta que Obama, además de showman, beisbolista, padre y esposo ejemplar, cantante, baloncestista, flamante nobel de la paz… también es poeta, y no cualquier poeta. Solo así se entiende que 71 años después de que un B-29 arrojara su «Little Boy» sobre Hiroshima provocando cientos de miles de muertos que todavía no terminan de […]
Ahora resulta que Obama, además de showman, beisbolista, padre y esposo ejemplar, cantante, baloncestista, flamante nobel de la paz… también es poeta, y no cualquier poeta. Solo así se entiende que 71 años después de que un B-29 arrojara su «Little Boy» sobre Hiroshima provocando cientos de miles de muertos que todavía no terminan de contarse, llegue por primera vez un presidente de Estados Unidos a esa ciudad japonesa para reconfortar la memoria del país y no se le ocurra verso más exquisito que el que titula esta columna: «La muerte cayó del cielo», como si hubiera sido el cielo el responsable, un fatal infortunio, un traspiés de la muerte en las alturas, un divino designio, y que, incluso, concluya su poema apostillando: «… y la historia cambió» o, lo que es lo mismo, que no hay mal que por bien no venga.
Quién iba a pensar, con tanto que se ha escrito al respecto, que a las miles de víctimas que provocaran los atentados de las Torres Gemelas aquel 11 de septiembre, todavía les faltara por oír que también la muerte les cayó del cielo… para cambiar la historia.
Yo casi estoy por volverme creyente y, aunque sea tarde, elevar mis oraciones para que, como maná del cielo, sigan cayendo bendiciones sobre tanto cinismo.
(Euskal presoak-Euskal herrira)
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