El desprestigio de la ONU es notorio; su sumisión a los intereses occidentales, también. Hay excepciones, como es lógico -y así se ha puesto de manifiesto con las votaciones para elegir a los integrantes del flamante Consejo de Derechos Humanos-, y no es lo mismo la Asamblea General que el Consejo de Seguridad, el Económico […]
El desprestigio de la ONU es notorio; su sumisión a los intereses occidentales, también. Hay excepciones, como es lógico -y así se ha puesto de manifiesto con las votaciones para elegir a los integrantes del flamante Consejo de Derechos Humanos-, y no es lo mismo la Asamblea General que el Consejo de Seguridad, el Económico y Social, el de Administración Fiduciaria o la Corte Internacional de Justicia, por poner unos ejemplos. Pero de todas estas instituciones sólo el Consejo de Seguridad es determinante puesto que sus resoluciones son, o deberían ser, de obligado cumplimiento mientras que las de las otras instancias quedan más bien relegadas al ámbito de la moral. El ejemplo más reciente es el proporcionado por la condena, matizada, del Comité Contra la Tortura a EE.UU. por su actuación en las guerras de Iraq y Afganistán, así como por el mantenimiento de la cárcel en el territorio ocupado de Guantánamo (Cuba) y su petición de cierre, desestimada por Condolezza Rice.
Hablar de cuántas veces se ha utilizado el Consejo de Seguridad contra los países del denominado Tercer Mundo sería largo; recordar que permite a Israel continuar la ocupación de Palestina y territorios sirios y libaneses es una obviedad; mencionar que en los últimos 16 años, tras el derrumbe de la Unión Soviética, sus resoluciones han servido a los intereses imperialistas sería recurrir a hechos conocidos y notorios. Si como muestra vale un botón, sólo en lo que va de año se han aprobado 29 resoluciones que se ocupan, o preocupan, de las siguientes situaciones: Oriente Medio (3), Sudán (3), Eritrea y Etiopía (3), Congo (3), Georgia (2), Afganistán (2), Costa de Marfil (2) y el resto se reparte entre Haití, Somalia, los Grandes Lagos, el Sahara Occidental, Liberia y otras cuestiones genéricas como protección de civiles en conflictos armados, armas de destrucción masiva, crímenes en la antigua Yugoslavia (2), etc.
La última resolución aprobada lleva fecha del 17 de mayo y bajo el nombre genérico de «Situación en Oriente Medio», vuelve a poner en el disparadero a Siria por no haber cumplido las resoluciones que, desde octubre de 2004 (la 1559) exigían a este país retirarse de Líbano y, al mismo tiempo, el desarme de las milicias palestinas que protegen los campos de refugiados y de la organización armada de Hizbulá (1). Desde la aprobación de la resolución 1559 el Consejo de Seguridad ha aprobado otras tres más, en mayo de 2005, en enero de 2006 y la de la semana pasada. El denominador común de ellas es siempre el mismo: Siria no se ha retirado totalmente de Líbano, las milicias palestinas no se han desarmado, Hizbulá mantiene su brazo armado y, además, desde Siria fluyen armas hacia estos grupos.
La aprobación de esta nueva resolución 1680 era previsible (2) y hay que enmarcarla en la recomposición de la estrategia de EEUU hacia Oriente Medio y el conflicto con Irán. El ataque contra este país no es previsible, pero no es descartable en un nuevo rasgo de locura del presidente Bush y la panoplia de iluminados que le rodea a medida que se acerquen las fechas de las elecciones presidenciales en EEUU y su popularidad, y la del Partido Republicano, siga en caída libre. Sin embargo, el ataque a Irán nunca se producirá mientras no esté asegurado uno de los francos más débiles de toda la estrategia imperialista en Oriente Medio: Líbano. No por lo que representa este pequeño país en la zona, sino por la capacidad de crear desde allí serios problemas a su principal aliado, Israel. No hay que olvidar que la guerra popular puesta en marcha por Hizbulá, principalmente, logró la retirada israelí del sur de Líbano el 25 de mayo del año 2000 tras una ocupación de 18 años. De ahí el interés de EEUU, su tradicional aliado, Gran Bretaña y el nuevo, Francia, en este pequeño país. Tres países que en los últimos meses han redoblado su presión contra Siria acogiendo a significados representantes de la oposición -el 18 de marzo recibieron a representantes del denominado Frente de Salvación Nacional sirio, que abogaron públicamente por la ayuda europea para el cambio de régimen- u otorgando asilo a desertores del gobierno baasista. Tres países que no tan curiosamente, llevan la voz cantante en el tema iraní junto a Alemania (tradicional aliado de Israel).
Kofi Annan como punta de lanza
Si lo mencionado anteriormente sobre el Consejo de Seguridad es poco discutible, lo es aún menos que Kofi Annan se ha convertido en el secretario general más sumiso a los intereses imperialistas en toda la historia de la organización multinacional. El ejemplo de Iraq es paradigmático, pero no es el único. Ciñéndonos a Siria y Líbano, el pasado 18 de abril presentó un informe de 26 páginas (3) al Consejo de Seguridad en el que se asume, punto por punto, la tesis estadounidense y de sus aliados, pasando por la ocupación israelí de territorios árabes (Palestina, Siria y Líbano) como la luz por el cristal, sin tocarlo ni mancharlo. Tan es así que en esas 26 páginas sólo hay una preocupación, expresada en once líneas, por los «sobrevuelos israelíes que violan la integridad territorial de Líbano». Por el contrario, se extiende profusamente sobre la presencia siria en Líbano, el tráfico de armas hacia sus aliados palestinos y shiíes, la «disolución o desarme de las milicias libanesas y no libanesas» y el proceso electoral (las fuerzas antisirias libanesas acusan al actual presidente, Emile Lahoud, de ser prosirio y buscan que abandone la presidencia antes de las elecciones, previstas inicialmente para el año que viene).
Lo sorprendente de este informe, que ha servido de base para la resolución ahora aprobada por el Consejo de Seguridad, es que establece una relación directa entre el mantenimiento del brazo armado de Hizbulá e Irán como un factor de inestabilidad en el país del cedro. Sobre el primero, dice que «el control de la Línea Azul [zona del sur de Líbano fronteriza con Israel en la que hay destacados cascos azules de la ONU] y sus inmediaciones sigue en su mayor parte en manos de Hizbulá. En tales circunstancias, Hizbulá ha mantenido y reforzado su presencia visible en la zona, mediante la instalación de puestos de observación permanentes y puntos de control temporales y el envío de patrullas; algunas de sus posiciones están en la proximidad inmediata de posiciones de las Naciones Unidas», lo que violaría, a su juicio varias resoluciones de la ONU y, en especial, la 1559 (4).
Annan, que califica a Hizbulá como «la milicia más importante», acusa a la organización shií de haber provocado «incidentes graves» con Israel (y no al revés) a lo largo de esta línea y pide al Ejército libanés que se despliegue a lo largo de la frontera para «extender y ejercer plenamente su autoridad exclusiva y efectiva en todo el sur del país» al tiempo que exhorta al gobierno libanés a «hacer más por afirmar su autoridad en el sur del país, ejercer el control y el monopolio del uso de la fuerza, mantener el orden público en todo su territorio y evitar los ataques desde el Líbano a través de la Línea Azul» (5).
La capacidad militar de Hizbulá preocupa a Anan, que dice «no ha habido un cambio apreciable en la situación y capacidades operacionales de Hizbulá», que en febrero recibió un cargamento de armas desde Siria y que se sigue considerando «un movimiento de resistencia» alegando la permanente ocupación de la zona agrícola de Shebaa por Israel (Annan reitera que la postura de la ONU es que son territorio sirio y no libanés), algo inconcebible puesto que ese litigio debe resolverse sólo por medios diplomáticos, en el marco de la ONU y dejando claro que tiene que ser entre Líbano y Siria, no entre Líbano e Israel. En cualquier caso, Annan no menciona que ese territorio, sea de quien sea, está ocupado por Israel.
En un salto sin precedentes, Annan afirma que «Hizbulá mantiene estrechos nexos, por medio de contactos frecuentes y una comunicación regular, con la República Árabe Siria y la República Islámica del Irán» (6), con lo que da a entender que sin una presión hacia estos dos países no será posible el desarme de Hizbulá. Un desarme que reconoce que no será posible por la fuerza por lo que propone como «una buena solución» su integración en el ejército libanés, tal y como hicieron otras milicias en virtud del Acuerdo de Taif [impulsado por Siria en 1989 y que puso fin a la guerra civil] y, así, anima «a la necesaria cooperación de todas las demás partes pertinentes [en la situación interna libanesa], especialmente la República Árabe Siria y la República Islámica del Irán» para que se superen las dificultades y de avance en el cumplimiento de la resolución 1559 (7).
El Chalabi libanés
La resolución aprobada por el Consejo de Seguridad insiste en estos hechos -sin mencionar expresamente a Hizbulá, al tiempo que muestra su satisfacción porque todas las formaciones políticas libanesas hayan llegado al acuerdo de desarmar a los palestinos, en un plazo de seis meses, fuera de los campos de refugiados (especialmente en el valle de la Bekaa).
Aquí también se ha seguido el hilo argumental del informe de Kofi Annan. El secretario general de la ONU menciona al Frente Popular de Liberación de Palestina-Comando General y a Fatah-Intifada como las principales organizaciones palestinas con combatientes fuera de los campos de refugiados, aunque se congratula de la disposición del primer grupo a llegar a un acuerdo con el gobierno libanés sobre el tema de las armas, y anuncia que cuenta con el apoyo y disposición del presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, para aplicar la resolución 1559 en lo referente al desarme de los palestinos en Líbano.
Siria ha respondido a esta resolución con una nota oficial de su Ministerio de Asuntos Exteriores (8) afirmando que ha cumplido todas las obligaciones emanadas de la resolución 1559 y que la ONU ha ignorado «intencionalmente» estos hechos. Refiere que el enviado del secretario general, el noruego Terje Larsen, confirmó ya en el mes de febrero que estaba paralizado todo tráfico de armas desde Siria hacia Líbano y que ese hecho no se recoge en la nueva resolución. Al mismo tiempo, acusa a la ONU de parcialidad puesto que «si fuera el objetivo de los adaptadores [del informe de Annan] de la resolución 1680 mantener la soberanía y salvaguardar el territorio libanés como lo pretenden, ¿por qué no mencionaron a las violaciones continuas vía aérea, terrestre y marítima de Israel sobre el Líbano?». Siria se responde a sí misma diciendo que «dichas violaciones fueron ignoradas intencionalmente en la resolución, lo que indica que si trabajo va en servicio de los fines israelíes en la región».
Pero los intereses imperialistas en Líbano, y en todo Oriente Medio, cuentan no sólo con la ONU, sino con los Chalabi de turno. Al igual que el renegado Adnan Chalabi se convirtió en el factor de presión más importante en EEUU para convencer a la Administración Bush y al resto del mundo de la necesidad de invadir Iraq y provocar un cambio de régimen, en Líbano esa figura también existe y es la del druso Walid Jumblat.
El tres de mayo, Jumblat -que cuenta con 15 de los 128 escaños del parlamento libanés, mientras que Hizbulá tiene 23, por citar el ejemplo contrario- ofreció la ayuda de su partido a la oposición siria, se ha reunido con los Hermanos Musulmanes sirios para mostrarles su apoyo, se ha convertido en el único político libanés que no reconoce las granjas de la Shebaa como territorio propio, sino sirio, y ha dicho públicamente que «EEUU debería hacer en Siria lo mismo que en Iraq», es decir, invadir el país (9).
El mundo está mirando únicamente a Iraq, pero debería no olvidar que en el tablero de ajedrez las piezas aparentemente más inofensivas pueden dar un jaque mate. EEUU está recomponiendo su estrategia en Oriente Medio y moviendo sus piezas con el objetivo iraní. Y es bueno que el tema de Iraq comience a ser unido a otras situaciones y no hacer de la lucha de liberación nacional que allí se libra el ombligo del mundo.
——————————–
(1) «Los intereses de EEUU e Israel en la crisis de Líbano: destruir a Hezbollah y a los refugiados palestinos», CSCAweb, 7 de marzo de 2005.
(2) «EEUU busca en Líbano recomponer su estrategia para Oriente Medio», Rebelión, 10 de abril de 2006.
(3) Tercer informe semianual del Secretario General al Consejo de Seguridad sobre la aplicación de la resolución 1559 (2004), documento S/2006/248 de 19 de abril de 2006.
(4) Ibid, apartado 42.
(5) Ibid, apartado 44.
(6) Ibid, apartado 68.
(7) Ibid, apartado 90.
(8) «Siria frente a la Resolución 1680 del Consejo de Seguridad de la ONU», Ministerio de Asuntos Exteriores, 17 de mayo de 2006.
(9) «The Washington Post», 25 de enero de 2006.