La era 2.0, que supera todas las barreras, también hizo posible que el presidente estadounidense Donald Trump anunciara ayer por Twitter una eventual invasión a Siria. «Los misiles llegarán», escribió ayer para demostrar que unos 280 caracteres escritos en una red social bastan en la actualidad para declarar una guerra, a diferencia de la solemnidad […]
La era 2.0, que supera todas las barreras, también hizo posible que el presidente estadounidense Donald Trump anunciara ayer por Twitter una eventual invasión a Siria.
«Los misiles llegarán», escribió ayer para demostrar que unos 280 caracteres escritos en una red social bastan en la actualidad para declarar una guerra, a diferencia de la solemnidad con la que se anunciaba un conflicto en el pasado, cuando se entregaban cartas oficiales a embajadores o se hablaba a través de canales reservados. Ese tuit explosivo podría ser el primer caso en la historia de una declaración de guerra por Twitter.
En los años sesenta, los presidentes de Estados Unidos, John F. Kennedy y de Rusia, Nikita Kruscev, se comunicaban con despachos secretos y tras la crisis de los misiles cubanos en 1962 instituyeron una suerte de «línea roja» entre Washington y el Kremlin, para evitar el riesgo de un conflicto nuclear.
En la actualidad, se da un intercambio compulsivo y frenético de mensajes online, tal como lo hacen los adolescentes. En la era de las redes sociales las guerras 2.0 banalizan las tragedias. Winston Churchill, en los inicios de la Segunda Guerra Mundial, podía afirmar solemnemente que no tenía «nada que ofrecer sino sangre, fatiga, lágrimas y sudor» y Benito Mussolini anunciaba desde un balcón «la hora de las decisiones irrevocables». Ahora el preludio de una eventual guerra es un conjunto de amenazas que muchos analistas comparan con las de «matones callejeros», como las definió el premier turco Binali Yildirim.
Frases como «estén listos», como la que dirigió Trump a los rusos, o «pagarán un precio muy caro», que apuntó contra el presidente sirio Bashar al Assad y sus aliados, son moneda corriente. Y, como si fuera poco, están sazonadas con monosílabos como «sick» (enfermo); «bad» (malo) o «crazy» (loco). E incluso se dan competencias entre quienes tiran el mayor «misil» en las redes, como los ya conocidos intercambios entre el tuiteador serial Trump y el líder norcoreano Kim Jong-un.
Sus proclamas intentan demostrar cuáles «municiones» son más inteligentes. Una carrera que va subiendo de calibre. Solo que los misiles existen de verdad. La esperanza es que ninguno piense que se puedan lanzar de un lugar a otro con la misma facilidad con que se presiona la tecla «Enter» en el teclado para publicar un tuit.