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La próxima guerra

Fuentes: Znet

Traducido por Mirta López y revisado por Alfred Sola

Tony Blair, el minúsculo César, ¿ha cruzado por fin, su Rubicón? Habiendo subvertido las leyes del mundo civilizado y acarreado una masacre sobre una población indefensa y derramamiento de sangre a su propia gente, habiendo mentido y mentido y utilizado la muerte de un centenar de soldados británicos en Irak para entregarse a su obscena autocompasión, ¿está dispuesto a tomar parte en un crimen más antes de irse?

Quizás ahora esté seriamente inestable, como alguien sugirió. El poder trae algo de locura a sus prodigiosos abusones, especialmente a aquellos de carácter superficial. En «The March of Folly: from Troy to Vietnam» («La marcha de la insensatez: de Troya a Vietnam»), la gran historiadora norteamericana Barbara Tuchman describió a Lyndon B Johnson, el presidente cuya política demencial le llevó a través del Rubicón, en Vietnam. «Le faltaba la ambivalencia de [John] Kennedy, nacida de un cierto sentido histórico y de, al menos, alguna capacidad de pensamiento reflexivo,» escribió. «Enérgico y dominante, un hombre enamorado de sí mismo, Johnson se vio afectado, en la conducción de su política en Vietnam, por tres elementos de su carácter: un ego insaciable y nunca seguro; una insondable capacidad de usar e imponer los poderes gubernamentales sin ninguna inhibición; una profunda aversión, una vez establecido un curso de acción, a cualquier contradicción.»

Eso es lo que son, probadamente, Bush, Cheney, Rumsfeld y el resto de la cábala que se ha adueñado del poder en Washington. Pero hay una lógica en su idiotez: la ambición de dominio. Lo que también se aplica a Blair, para quien la única lógica es la vanagloria. Y, ahora, está amenazando con arrastrar al Reino Unido a la pesadilla disponible en Irán. Es improbable que sus mentores en Washington requieran tropas británicas. No todavía. Al principio, preferirán bombardear desde una altura libre de riesgos, como hizo Bill Clinton en su destrucción de Yugoslavia. Son conscientes de que, como los serbios, los iraníes son gente seria con una historia de autodefensa y que no están golpeados por los efectos de un largo bloqueo, como lo estaban los iraquíes en 2003. Cuando el ministro de defensa iraní promete «una aplastante respuesta», intuyes que es eso exactamente lo que quiere decir.

Escuchemos a Blair en la Cámara de los Comunes: «Es importante que enviemos una señal de fuerza» contra un régimen que ha «dado la espalda a la diplomacia» y que está «exportando terrorismo» y «despreciando sus obligaciones internacionales». Viniendo de alguien que ha exportado terrorismo al vecino de Irán, que escandalosamente renegó de las más sagradas obligaciones internacionales británicas y que abandonó la diplomacia en favor de la fuerza bruta, éstas son como palabras de Alicia a través del espejo.

Sin embargo, comienzan a tener sentido cuando lees los discursos de Blair sobre Irak, en la misma Cámara, de 25 de febrero y 18 de marzo de 2003. En ambos debates cruciales -el último condujo a la desastrosa votación de la invasión- usó las mismas o similares expresiones para hacer creer que permanecía comprometido con una resolución pacífica. «Aún ahora, hoy, estamos ofreciendo a Sadam la perspectiva de un desarme voluntario…», dijo. A partir de las revelaciones del libro de Philippe Sands, «Lawless World» («Mundo sin ley»), la magnitud de su engaño queda clara. El 31 de enero de 2003, Bush y Blair confirmaron su prematura decisión secreta de atacar a Irak.

Como la invasión a Irak, un ataque a Irán tiene una agenda secreta que no tiene nada que ver con las imaginarias armas de destrucción masiva del régimen de Teherán. Que Washington haya maniobrado para coaccionar a los suficientes miembros de la Agencia Internacional de Energía Atómica para que participen en una charada diplomática, no es más que una reminiscencia de la manera en que intimidó y sobornó a la «comunidad internacional» para atacar a Irak en 1991.

Irán no representa una «amenaza nuclear». No hay ni la más mínima evidencia de que tenga las centrifugadoras necesarias para enriquecer uranio al grado de material armamentístico. El director general de la AIEA, Mohamed ElBaradei, ha dicho, repetidamente, que sus inspectores no encontraron nada que respaldara las afirmaciones estadounidenses e israelíes. Irán no ha hecho nada ilegal, no ha demostrado ambiciones territoriales ni se ha implicado en la ocupación de un país extranjero -a diferencia de los Estados Unidos, Reino Unido e Israel. Ha cumplido con sus obligaciones bajo el Tratado de No Proliferación Nuclear de permitir a los inspectores «ir a cualquier parte y ver cualquier cosa»- a diferencia de los Estados Unidos e Israel. Éste último se ha negado a reconocer el tratado y tiene entre 200 y 500 armas termonucleares apuntando a Irán y a otros estados de Oriente Medio. Los que se burlan del TNP son amigos consagrados de norteamericanos y británicos. Tanto la India como Paquistán han desarrollado sus armas nucleares, secretamente y desafiando al tratado. La dictadura militar paquistaní ha exportado, abiertamente, su tecnología nuclear. En el caso de Irán, la excusa a la que el régimen de Bush se ha aferrado es la suspensión de las medidas «generadoras de confianza», puramente voluntarias, que Irán acordó con el Reino Unido, Francia y Alemania con el objetivo de aplacar a EEUU y demostrar que está «por encima de toda sospecha». En el equipamiento nuclear fueron colocados precintos de acuerdo a una concesión hecha -alguien diría que tontamente- por los negociadores iraníes y que no tiene nada que ver con las obligaciones de Irán bajo el TNP.

Irán, desde entonces, ha reclamado su «inalienable derecho», bajo los términos del TNP, a enriquecer uranio con propósitos pacíficos. No hay duda de que esta decisión refleja el fermento de la vida política en Teherán y la tensión entre las fuerzas radicales y las conciliadoras, de las cuales el belicoso nuevo presidente, Mahmoud Ahmadinejad, no es sino una voz. Como los gobiernos europeos parecen comprender por momentos, esta situación exige auténtica diplomacia, especialmente teniendo en cuenta la historia.

Durante más de medio siglo, el Reino Unido y los Estados Unidos han amenazado a Irán. En 1953, la CIA y el MI6 derrocaron al gobierno democrático de Mohamed Mossadeq, un nacionalista inspirado que creía que el petróleo iraní pertenecía a Irán. Instalaron al venal Sha y, a través de una monstruosa creación llamada Savak, construyeron uno de los más depravados estados policiales de la era moderna. La revolución islamista, en 1979, fue inevitable y muy repugnante aunque no fue monolítica y, por presión popular y movimientos desde dentro de la élite, Irán ha comenzado a abrirse al mundo exterior -a pesar de haber soportado una invasión de Sadam Hussein, quien fue alentado y respaldado por los EEUU y el Reino Unido.

Al mismo tiempo, Irán ha vivido con la amenaza real de un ataque israelí, posiblemente con armas nucleares, acerca de las que la «comunidad internacional» ha guardado silencio. Recientemente, uno de los principales historiadores militares israelíes, Martin van Creveld, escribió: «Obviamente, no queremos que Irán tenga armas nucleares y no sé si las están desarrollando pero, si no lo están haciendo, están locos».

Difícilmente sorprenderá que el régimen de Teherán haya aprendido la «lección» de cómo Corea del Norte, que tiene armas nucleares, se ha deshecho con éxito del depredador americano sin disparar un solo tiro. Durante la guerra fría, los estrategas británicos de la «disuasión nuclear» ofrecían la misma justificación para dotar a la nación de armas nucleares: que venían los rusos, decían. Como ahora sabemos a partir de documentos desclasificados, aquello era ficción, a diferencia de la perspectiva de un ataque estadounidense a Irán, que es muy real y, probablemente, inminente.

Blair lo sabe. También sabe las verdaderas razones para un ataque y la parte que es presumible que le toque desempeñar al Reino Unido. Para el próximo mes, Irán tiene programada la conversión de sus petrodólares en activos denominados en euros. El efecto sobre el valor del dólar será significativo, si no desastroso, a largo plazo. Actualmente, el dólar es, en teoría, una divisa sin valor que soporta el peso de una deuda nacional que excede los $8 trillones y un déficit comercial de más de $600 mil millones. Sólo el costo de la aventura de Irak, según el premio nobel de economía Joseph Stiglitz, podría ascender a los $2 billones. El imperio militar norteamericano, con sus guerras y sus más de 700 bases militares e intrigas sin límite, está financiado por acreedores asiáticos, principalmente chinos. Que el petróleo se comercie en dólares es crítico para mantener al dólar como la divisa de reserva mundial. Lo que el régimen de Bush teme no es a las ambiciones nucleares de Irán sino al efecto de que el cuarto mayor productor y comerciante mundial de petróleo rompa el monopolio del dólar. ¿Empezarán, entonces, los bancos centrales a cambiar sus reservas y, en efecto, a deshacerse del dólar?. Sadam Hussein estaba amenazando con hacer lo mismo cuando fue atacado.

Aunque el Pentágono no tiene planes de ocupar la totalidad de Irán, tiene puestos los ojos sobre una franja de tierra que se extiende junto a la frontera con Irak. Se trata de Khuzistán, donde se localiza el 90 por ciento del petróleo iraní. «La primera medida a adoptar por una fuerza invasora», se escribió en el Daily Star de Beirut, «sería la de ocupar la provincia iraní de Khuzistán, rica en petróleo, asegurándose el sensible estrecho de Ormuz y cortando el suministro de petróleo al ejército de Irán». El 28 de enero, el gobierno iraní dijo tener pruebas de ataques británicos encubiertos en Khuzistán, incluyendo bombas, durante el año pasado. ¿Van a seguir este tema los renovadamente animosos parlamentarios laboristas? ¿Van a preguntar qué harán las tropas británicas estacionadas en las proximidades de Basora – especialmente el SAS – en caso de que Bush comience a bombardear a Irán?. Con el control del petróleo de Khuzistán e Irak y, por delegación, del de Arabia Saudí, los EEUU obtendrán lo que Richard Nixon llamó «la mayor recompensa de todas».

Pero, ¿qué hay de la promesa iraní de una «respuesta aplastante»? El año pasado, el Pentágono envió 500 bombas «antibúnker» a Israel. ¿Las utilizarán los israelíes contra un desesperado Irán? La Revisión de la Postura Nuclear (Nuclear Posture Review: NPR) de Bush, del año 2002, se refiere al ataque «preventivo» con las, así llamadas, «armas nucleares de bajo rendimiento», como una opción. ¿Serán utilizadas por los militaristas de Washington, aunque sólo sea para demostrarnos al resto de nosotros que, a pesar de sus problemas en Irak, son capaces de «combatir y ganar en múltiples y simultáneos escenarios importantes de guerra», tal como habían alardeado? Que un primer ministro británico pueda tomar parte, aún módicamente, de este desvarío, es suficiente motivo para una acción urgente de este lado del Atlántico.

Con gratitud a Mike Whitney. El nuevo libro de John Pilger, «Freedom Next Time», será publicado por Bantam Press en junio.

  • Título original: The next war
  • Autor: John Pilger
  • Origen: ZNet Commentary; Sábado 11 de Febrero, 2006