Traducido del inglés por Atenea Acevedo para Rebelión y Tlaxcala
En la región árabe se encuentran algunas de las más numerosas poblaciones de refugiados del mundo. Los conflictos en Iraq, Sudán y Somalia, así como la ocupación de los territorios palestinos, han provocado el desplazamiento interno y externo de millones de personas. Siria, Jordania, Líbano y Egipto han tenido que acoger a la población refugiada debido a estas guerras.
El desplazamiento afecta a los refugiados de maneras complejas que trastocan sus derechos humanos, económicos y sociales, su estatuto legal, y su salud mental y física. El Movimiento Karama de la región árabe ha preparado un informe titulado ‘El sueño del retorno, el miedo al tráfico de personas y las leyes discriminatorias’ a fin de poner de relieve la situación concreta de las refugiadas y apátridas en esta parte del mundo.
Si bien hay diversos convenios internacionales que estipulan la protección de los derechos de las personas refugiadas, su aplicación práctica se ve limitada por diversas razones. Únicamente nueve de los 21 miembros de la Liga Árabe son partes del Convenio sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951. Jordania y Líbano, países en los que se encuentran enormes cantidades de refugiados, no son partes de dicho acuerdo.
En muchos casos, el desplazamiento se ha traducido en un cambio en los roles tradicionales de género. Según el informe, 65% de las iraquíes en general y 80% de las iraquíes casadas en edad reproductiva han quedado viudas desde el principio de la guerra. Muchas de ellas se han convertido en la principal fuente de ingresos familiares y la mayoría dispone de limitadas opciones para ganarse el sustento. Quienes trabajan como sexoservidoras en Siria, un trabajo ilegal, quedan abandonadas a la explotación y los abusos, y carecen de toda protección legal. Además, se arriesgan a la repatriación forzada. Jordania no reconoce a la ciudadanía iraquí como refugiada; por ende, la mayoría se encuentra ilegalmente en el país, no puede trabajar legalmente y se arriesga a la deportación. Las mujeres y niñas iraquíes, dentro y fuera de su país, son particularmente vulnerables al comercio sexual.
Hace 60 años, al principio de la ocupación de Palestina, había unos cuantos empleos para las palestinas refugiadas que llegaban a Siria. La mayoría de las oportunidades se limitaba al trabajo doméstico y la recogida de frutas. Sin embargo, con el paso del tiempo surgieron más oportunidades educativas para las mujeres y muchas realizaron estudios profesionales de ingeniería y medicina.
Las palestinas y las sirias tienen igual acceso al empleo en el sector privado y el sector público. La única restricción para las palestinas es que no pueden ocupar un cargo de elección popular. Por otra parte, hay un alto índice de desempleo en Siria y la llegada de dos millones de personas refugiadas provenientes de Iraq ha limitado las oportunidades de la población palestina.
Durante casi tres décadas ha habido población refugiada de Sudán en Egipto, desplazada por la guerra civil.
Antes de 1995 gozaban de prácticamente los mismos derechos que la ciudadanía egipcia, pero su situación empeoró tras el deterioro de los lazos políticos entre Egipto y Sudán. Actualmente enfrentan restricciones de acceso al empleo y la vivienda. El gobierno y los medios egipcios han hecho de la población refugiada el chivo expiatorio del deterioro económico y se ha agravado la xenofobia. La baja tasa de alfabetismo entre las refugiadas sudanesas incrementa su imposibilidad de obtener empleo; la mayoría ocupa puestos mal remunerados y está expuesta a la explotación. Un aspecto positivo en medio de una situación por demás funesta es que por lo general estas mujeres son las principales generadoras de ingresos de sus familias, lo que las empodera dentro de la unidad doméstica.
Somalia ha carecido de un gobierno central durante prácticamente veinte años; millones de somalíes han huido de su país o se encuentran en situación de desplazamiento dentro de Somalia. La movilidad de las mujeres se encuentra restringida por el creciente fundamentalismo y por la inseguridad, que incluye la amenaza constante de ser violadas. La Unión de Tribunales Islámicos, durante su breve vigencia como entidad gubernamental en Somalia, impuso estrictos códigos de vestimenta y prohibió a las mujeres salir de casa sin la compañía de un familiar varón. Aun cuando se derrocó a la Unión, muchas mujeres siguen cumpliendo el código de vestimenta a fin de evitar riesgos, lo que restringe sus posibilidades de trabajar en el campo, los mataderos y la industria pesquera, espacios en los que solían ser mayoritariamente empleadas.
El informe deja claro que la comunidad internacional y los Estados directamente afectados por los conflictos han renunciado a su responsabilidad de atender las necesidades de las poblaciones refugiadas. Es necesario que los países de acogida reconozcan a las personas que huyen hacia sus territorios con el estatuto de refugiado/refugiada y respeten sus derechos conforme al derecho internacional. Hay que asegurar su derecho a los servicios básicos y al empleo. Es necesario consolidar esfuerzos más decididos para encontrar soluciones políticas a los conflictos en Iraq, Sudán, Palestina y Somalia, así como dar prioridad a la reconstrucción en el sur de Sudán a fin de habilitar el retorno de la población. Ante todo, es necesario evitar el estallido de los conflictos.
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Notas:
1. Es posible descargar el informe completo (en ingles) desde
http://elkarama.org/En/Portals/0/Refugee%20report%20EN-FINAL%20draft.pdf
2. Open Democracy ha elaborado y publicado una reseña sobre el informe, puede consultarse en
http://www.opendemocracy.net/blog/jane_gabriel/we_live_like_the_dead
Fuente: http://lyris1.spc.int/read/messages?id=58174
Artículo original publicado el 25 de abril de 2008
Kathambi Kinoti pertenece a AWID (Asociación para los Derechos de las Mujeres en el Desarrollo)